lunes, 5 de julio de 2010

LA AUTORREALIZACIÓN EN ABRAHAM MASLOW


En la entrada de hoy voy a publicar un comentario de texto que realicé para la asignatura de Historia de la Psicología, durante el Grado de Psicología. Para su completa comprensión, recomiendo la lectura del texto de A. Maslow Conductas encaminadas hacia la autorrealización.

Como el lector podrá comprobar, a lo largo del texto voy mostrando algunos puntos clave en los que tanto Carl Gustav Jung, Abraham Maslow como Asagglioli coinciden. Algunos de los temas que trato a continuación, los he desarrollado tras más de siete años de investigación en mi nueva novela histórica que lleva por título LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS.


COMENTARIO DE TEXTO:
CONDUCTAS ENCAMINADAS A LA AUTORREALIZACIÓN DE ABRAHAM MASLOW.
Autor: José Antonio Delgado González
Contexto: A tenor de las cuestiones sobre el significado de la autorrealización, con las que da comienzo, así como la descripción de ocho maneras de autorrealizarse, el texto pertenece, con toda seguridad, a un autor de la corriente humanista o “tercera fuerza”. Dado que el tema que se desarrolla en el texto es el de la autorrealización personal, como algo fundamental para alcanzar una vida plena, se trata de un psicólogo humanista de mediados del siglo XX. Aunque la psicología humanista no despegó hasta finales de los años cincuenta del siglo XX, podemos rastrear el interés por la realización personal del individuo en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, siendo sus fundadores principales Carl Rogers (1902-1987) y Abraham Maslow (1908-1970). Ahora bien, si nos fijamos en el término autorrealización, que utiliza el autor, así como la descripción que de él hace podemos suponer que el texto pertenece a Abraham Maslow.
Resumen: Como se ha mencionado anteriormente, el texto trata de la autorrealización, cuestionándose qué es y qué significa concretamente que una persona se autorrealice. Después, el autor va explicando ocho modos aconsejables a través de los cuales el hombre se autorrealiza. El autor entiende por autorrealización el despliegue efectivo de las potencialidades inmanentes, en la totalidad psíquica del individuo, a la que llama sí mismo (self). Ese despliegue es entendido como un proceso continuo y dinámico de crecimiento, en el que se experimenta la vida plena de sentido y de contenido, más allá de las poses sociales y de las estructuras de autodefensa que el individuo se erige para enfrentarse al medio (de modo similar a como se describe al protagonista del libro El caballero de la armadura oxidada (Fisher, 2000)). Por lo tanto, para el autor, el ser humano no es una tabula rasa, en la que se puede escribir casi cualquier cosa, como propone la psicología conductista, sino una suerte de estructura “cartilaginosa”, a semejanza de la estructura ósea de un recién nacido, que es precisamente su sí mismo. Y la autorrealización sería, pues, la actualización del sí mismo, un proceso a través del cual el individuo descubre quién es él realmente y qué está llamado a hacer en la vida. Ese sí mismo se manifiesta, por ejemplo, en lo que el autor denomina “voces del impulso”, una suerte de voz interior, de la que la gente no se percata porque está desconectada de sí mismo y, por el contrario, lo que escucha son las voces introyectadas de las figuras paternas, de las normas del sistema en el que vive, de la autoridad o de la tradición. También menciona el autor las experiencias cumbre como momentos álgidos y transitorios de autorrealización, y las compara con las “experiencias místicas”.
Ampliación del significado: Aunque en el texto no se menciona, el autor describe un concepto que acuñó Abraham Maslow, para referirse a la realización de la totalidad del individuo. Maslow comenzó como psicólogo experimental, estudiando el conductismo, pero con el tiempo se distanció del mismo interesándose por la creatividad en el arte y en las ciencias. Su concepto de autorrealización va ganando en importancia, hasta el punto de que lo contrapone al de adaptación. Su estudio de las personas creativas y talentosas le llevó a considerar que, los talentos, no se trataban de aptitudes excepcionales, sino que toda persona posee ciertos talentos latentes y que es, a través del despliegue de sus potenciales, que esos talentos acaban manifestándose. Maslow, como el resto de psicólogos humanistas, creía, al igual que los filósofos de la Grecia clásica, que los valores que han de guiar la acción del hombre debían hallarse en el interior de la naturaleza humana. De modo que rechazaban la perspectiva de los conductistas, quienes consideraban al ser humano como si de un objeto se tratara, carente de conciencia, de libre albedrío y de subjetividad. Para Maslow, como para Rogers, los conductistas estaban desorientados, al aplicar un modo de conocimiento perfectamente válido, el apodado por Rogers como objetivo, a la totalidad del ser humano, pero con él sólo podían conocer una parte del hombre. Por consiguiente, Maslow, con su autorrealización, no pretende descalificar, ni desacreditar al conductismo, así como tampoco al psicoanálisis, considerados ambos, la “primera fuerza” y la “segunda fuerza” de la psicología, respectivamente, sino, antes bien, englobar y trascender sendas psicologías. En este sentido, el autor estableció una serie de necesidades básicas que el ser humano debe satisfacer, en lo que se ha denominado la pirámide de jerarquía de necesidades de Maslow. La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas, en cuya cima se encuentra la autorrealización, ocupan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las necesidades inferiores de la pirámide. En esa jerarquía de necesidades encontramos los diferentes objetos de estudio de las distintas psicologías o “fuerzas”. Dado que la autorrealización se encuentra en la cumbre de la pirámide, en cierto modo, englobaría a las demás, como la psicología humanista englobaría al conductismo y al psicoanálisis. Sin embargo, la idea de la autorrealización, pese a ser un concepto acuñado y extendido por Maslow en Estados Unidos, tenía sus precursores u homólogos en Suiza y en Italia. Carl Gustav Jung, el príncipe heredero del psicoanálisis, un psiquiatra suizo de renombre y, por un tiempo, discípulo predilecto de Freud, acuñó el término proceso de individuación para referirse a la más completa realización del individuo. Y, como afirmó en varias de sus obras, Jung entiende por Individuación la realización del Sí-Mismo (Self o Atman) (Delgado, 2004). Pese a las fundamentales diferencias entre los planteamientos de Jung y Maslow, ambos autores entienden que el ser humano no es una tabula rasa, a la que amoldar o programar según el deseo de los gobernantes, de los empresarios o de la sociedad, sino, por el contrario, que el hombre posee una naturaleza humana que debe ser desplegada en el transcurso de su vida individual. De modo semejante, Assaglioli, en su modelo terapéutico denominado Psicosíntesis, compartía con Jung y con Maslow la misma idea de la naturaleza humana (Feixas, 1993).
Discusión: Si bien, el tema tratado en el texto, tuvo una repercusión importante en el ámbito clínico, en la psicología experimental y académica no tuvo apenas calado. Las ideas sostenidas por el autor, compartidas por la corriente humanista, representan una reacción frente, por un lado, al reduccionismo imperante en el ámbito de la psicología y, por otro, a una apatía y un descontento en la sociedad, derivadas de la idea de la adaptación como motor principal del hombre, despojando al individuo de la conciencia, la libertad y el mundo subjetivo. Así, las personas que se adaptan a las demandas de la sociedad, según los humanistas, se alejan de las verdaderas necesidades que brotan del interior de su naturaleza humana. De esta suerte, hablaban de una “neurosis de la normalidad”, cuya causa había que buscarla en la desconexión del individuo de su propio interior. De ese modo, los psicólogos humanistas propusieron a la marchita civilización occidental unos nuevos valores de crecimiento y autenticidad, haciendo especial hincapié en la expresión y el cuidado de los sentimientos y en la apertura al cambio. Como afirma Leahey (2005), las ideas defendidas por el humanismo no son nuevas en la civilización occidental, puesto que ya han sido formuladas por los escritores románticos, los místicos cristianos, los cínicos, los escépticos o las distintas tradiciones esotéricas, místicas o gnósticas (hermetismo, alquimia, misticismo cristiano, sufismo, etc.). Por ese motivo, resulta sorprendente la conclusión a la que llega Leahey, al mencionar la atrocidad del 11 de septiembre del 2001, según la cual las preocupaciones de los psicólogos humanistas no eran importantes, equiparándolos con el movimiento hippie de los años sesenta. Si bien, ambos, humanistas y hippies, manifestaban el nuevo zeitgeist, los psicólogos humanistas, a diferencia de los hippies, realizan los primeros estudios fenomenológicos serios, junto con los trabajos de Jung y Assaglioli, que ponen en evidencia el malestar que asedia a la civilización occidental, y que el hombre moderno no puede sino constatar a diario. La grave crisis económico-financiera que asola al planeta, la destrucción de los ecosistemas, la contaminación atmosférica, el materialismo atroz, junto a una carencia de valores espirituales son, en mi opinión, la herencia de aquello contra lo que los psicólogos humanistas luchaban (Delgado, 2004). Quizás, por ese motivo, las ideas presentadas en el texto hayan adquirido mayor relevancia en nuestra época, a través de la expansión de la Psicología Analítica y de otros métodos psicoterapéuticos, centrados en la realización de la totalidad del individuo, como es el caso de la Psicología Transpersonal o “cuarta fuerza” (Grof, 1988), así como de la Psicología Integral, fundada por el filósofo Ken Wilber (Wilber, 2005).
Bibliografía
-Delgado González, J.A. (2004) El retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura. Soria: Sotabur.
- Feixas, G.; Miró, M.T. (1993). Aproximaciones a la psicoterapia. Barcelona: Paidós.

-Fisher, R. (2000) El Caballero de la Armadura Oxidada. Madrid: Obelisco.
- Grof S. (1988). Psicología transpersonal: nacimiento, muerte y transcendencia en psicoterapia. Barcelona: Kairós.

- Jung, C.G. (2002). Los Arquetipos y lo Inconsciente Colectivo. Obras completas. Volumen 9/I. Madrid: Trotta.
- Leahey, T. H (2005) Historia de la Psicología. Madrid: Pearson Prentice Hall.
- Wilber, K. (2005). El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós.

- Ferrándiz Lloret, A.; Lafuente Niño, E.; Loredo Narciandi, J.C. (2001) Lecturas de Historia de la Psicología. Madrid: UNED.

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