viernes, 16 de julio de 2010

ORIGEN (INCEPTION). FILM SOBRE LOS SUEÑOS Y LA REALIDAD VIRTUAL


Al hilo de mis últimas entradas, referidas todas al arquetipo del puer aeternus, llevaba un tiempo incubando y reflexionando acerca de mi iniciación al ámbito del Espíritu, del Pleroma gnóstico, ese que fue (y es) el origen de todo, una suerte de Génesis del niño divino.

Y es que, el verdadero puer aeternus, y no el joven con complejo materno, unido aún al ámbito de la seguridad del hogar materno y paterno, a través de un cordón umbilical psicológico; como digo, el verdadero puer aeternus es el joven “nacido dos veces”, no el hijo de su mamá, terrena, sino el prístino hijo de la Diosa, de la Madre de todas las madres. Y, por lo tanto, el regreso a la Madre, en este caso, no es el deseo incestuoso de cohabitar con la madre biológica, sino el renacimiento al ámbito del Espíritu, mediante un retorno al Paraíso Perdido.


Mientras reflexionaba acerca de cómo se había producido mi renacimiento, en una vivencia que se expresaba a través de símbolos semejantes a los de un Diluvio Universal, o una inundación por parte de contenidos de lo Inconsciente Colectivo, de ese océano primordial femenino, una Hystera de la que fui parido de nuevo; mas no fue mi ego el parido, por supuesto, sino el verdadero Ser, el Sí-Mismo, el niño divino que es, al tiempo, un Anciano Sabio; decía que, mientras meditaba sobre todo esto, me vino a la memoria un recuerdo de lo más elocuente, y que tiene que ver con el modo en que fui introducido en las aguas madre, por primera vez: siendo sólo un niño, de entre dos y tres años, mientras nadaba, a la orilla del mar, una ola de considerable tamaño (para mi, entonces, diminuto cuerpo) me tragó, literalmente, quedando sumergido durante un par de minutos bajo el agua. Mientras permanecía ahí, sin saber qué me estaba sucediendo, pero asustado ante la imposibilidad de salir de aquel abrazo letal, la mano de mi padre dio con mi brazo y, de un fuerte tirón, me sacó del que podría haber sido un prematuro final de mi corta existencia en esta vida. Unos diez años más tarde, mis primos, en edad adolescente y con la inconsciencia e irresponsabilidad que suele caracterizar a los jóvenes que se encuentran en esa etapa vital, me quitaron los flotadores y me tiraron a la piscina para que “aprendiera a nadar” sin “salvavidas”. Y, unos quince años más tarde, las aguas del océano de lo Inconsciente Colectivo volvieron a tragarme. Pero, esta vez, de un modo distinto. El océano que me engulló fue un océano interior, no uno exterior. Y quien me salvó, no fue mi padre biológico, sino el arquetipo Padre, el Anciano Sabio, el Ermitaño que portó la luz, en medio de las tinieblas.

Ahora mismo recuerdo, con la misma viveza que antaño, uno de los grandes sueños de aquella época: Había entrado en un recinto sagrado, en el interior de una inmensa y profusamente decorada Catedral, con símbolos de carácter esotérico. En la oscuridad del interior de aquél temenos (recinto sagrado) resaltaba el flamígero brillo de un rayo de luz, justo en el centro de la catedral, que atravesaba un rosetón semejante al de la catedral de Notre-Dame (nuestra señora, la Diosa Virgen). Había accedido al Útero de la Diosa.

En la misma época, tuve otro gran sueño, en un momento en que me hallaba perdido: Después de permanecer caminando durante bastante tiempo y de recorrer un largo camino, en el interior de un bosque semejante al de Boussaco, en Portugal, encuentro una casa de madera. Llamo a la puerta de aquella casa y me recibe un Anciano, de barba Blanca y semblante regio. En el mismo instante en que me abrió la puerta, ambos nos reconocimos, como si nos conociésemos desde hace milenios, incluso desde antes de que naciera con este cuerpo en esta vida. Y, henchidos de alegría, nos abrazamos, como el padre que recibe a su hijo pródigo tras años de ausencia del hogar. Entonces, el Anciano pronuncia las siguientes palabras:
-Hijo mío, por fin nos encontramos. ¡Cuánto tiempo ha pasado!

En aquel momento, mientras mi vida exterior estaba sufriendo una auténtica debacle, cuando todo a mi alrededor se estaba marchitando, agonizando ante una muerte inminente, dio comienzo un progresivo proceso de ceguera para con el mundo de la materia. Lo que antes me interesaba, lo que para la mayoría de las personas constituye el objetivo primordial de sus vidas, a saber, adaptarse lo mejor posible al Sistema, identificándose con los valores de esta sociedad materialista, todo eso pasó a un segundo plano. Ya no me interesaban (hoy, sólo en su justa medida y en la medida en que es reflejo de una realidad trascendente), lo más mínimo, las triviales conversaciones sobre el ascenso en el trabajo, la obtención de poder y dinero, etc.

Hoy mismo presenciaba una conversación entre varias mujeres, en la que se trataba el tema de la enfermedad que padecía la hija de una de ellas, y las lágrimas que había derramado al enterarse de la nefasta noticia. Aunque no explicitó la enfermedad concreta, por el contexto deduje que se trataba de un cáncer. –Por lo menos sabéis lo que le sucede y, de ese modo, pueden aplicar (los médicos) el tratamiento adecuado a la enfermedad.- Decía una. Y, la afectada, la madre de la criatura enferma, aún reconociendo esto, echaba la culpa, en buena parte, al médico que había tratado a su hija, quien, certeramente, le había recomendado que su hija fuese a la consulta de un Psiquiatra.

Este ejemplo, aparentemente ajeno al tema que estoy abordando, incide precisamente en algo que es fundamental. La interrelación entre el ámbito del Espíritu y el de la Materia. De igual modo, apunta a la necesidad de afrontar la muerte, como una etapa necesaria de la vida. Muchas veces este tipo de tragedias, que parecen provenir de no se sabe dónde, y que parecen ensañarse con la salud de las personas, vistas sub specie aeternitatis, representan una señal de alerta, una llamada a la consciencia para que se modifique a sí misma. Buscan, en el fondo, que se produzca ese renacimiento al que aludía más arriba. Y no es extraño, considerando que el cuerpo, en la mujer, es el templo sagrado en el que se manifiesta la psique. El cuerpo de la mujer es espiritual.

En medio de esta marejada de reflexiones, de esta introversión y vuelta al origen, o mejor, en sincronicidad con ella, llega a mi conocimiento el trailer de la película de la WARNER BROS, titulada ORIGEN, precisamente, y que aparecerá en la gran pantalla durante el aion del León, es decir, en Agosto. Junto a 2012, Avatar o Solomon Kane, representa una invitación (o, debería decir, una señal, un presagio) a entrar en las profundidades volcánicas de lo Inconsciente. Es decir, un anuncio del descensus ad inferos al que está abocada la humanidad, en estos convulsos tiempos de crisis, como lo es también la aparición de agujeros geológicos en China o en Guatemala, o la aparición de Mandalas en los campos de cereal ingleses.

¡Que disfruten del trailer!



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