martes, 18 de octubre de 2011

LA CRISIS COMO FUENTE DE CREATIVIDAD Y TRASCENDENCIA

Rosarium Philosophorum,1550. El león devora el Sol. 

El pasado fin de semana del 15 y 16 de octubre de 2011 tuve el privilegio y el honor de ser invitado a las XV Jornadas-Encuentro tituladas AFRONTANDO LAS CRISIS. PERSPECTIVA PERSONAL E INSTITUCIONAL” por la Asociación Española de Logoterapia (AESLO). En el Local IESU, última obra de Moneo, que forma parte de una moderna Iglesia, tuvieron lugar estas jornadas, en las que pude participar realizando una comunicación titulada LA CRISIS COMO FUENTE DE CREATIVIDAD (Y TRASCENDENCIA), gracias a la amable invitación de la Dra. María Ángeles Noblejas.

A continuación podéis leer dicha comunicación.





LA CRISIS COMO FUENTE DE CREATIVIDAD (Y TRASCENDENCIA)

José Antonio Delgado González
Lcdo. Ciencias Ambientales, estudioso de la Psicología Profunda, escritor y estudiante de Psicología. 

Aunque se haya mencionado en repetidas ocasiones a lo largo de estas jornadas, nunca se insistirá lo suficiente en que, las crisis que actualmente padece el mundo occidental, y el oriente occidentalizado, atañen, primordialmente, a los valores. Y, con ello, no se está diciendo que, con proclamar a voz en cuello la importancia de la bondad, la libertad, la fraternidad y la igualdad entre todos los seres humanos, sea suficiente. Lamentablemente, no lo es, como muestran las constantes violaciones de los derechos humanos en todas partes del orbe. En estos hechos, vemos retratado el estado moral del ser humano de hoy. 

Desgraciadamente, sólo una pequeña porción de la sociedad es capaz de ver  más allá de los acontecimientos, de los sucesos o de los hechos, así llamados objetivos, para leer entre líneas su significado “simbólico”. Y es que vivimos una época que se caracteriza por un auténtico eclipse de cordura, que parece afectar, de igual modo, a las clases dirigentes, a buena parte de los intelectuales y al colectivo de esta sociedad en la que hemos sido alumbrados. A veces pienso si no vivimos algo parecido a lo que aparece reflejado en la película “El planeta de los Simios”. La regresión cultural que estamos sufriendo y el estado moral de las clases dirigentes así parecen atestiguarlo.

Como antes apuntaba, tengo la impresión de que, lo que al ser humano parece haberle sucedido, en el transcurso de los últimos tiempos (Ilustración, modernidad, post-modernidad), es que ha perdido su Alma, convirtiéndose, por tanto, en un ser desalmado (carente de conciencia, cruel, privado de espíritu). Así, las crisis que padecemos hoy son el resultado de esa pérdida del Alma (de un vacío existencial que diría Frankl). Ahora bien, toda crisis encierra en su seno una oportunidad de renacer de los escombros del pasado. Como ya manifestaron autores tales como Victor Frankl, Carl G. Jung, Mircea Eliade o Joseph Campbell, entre otros,  toda vida humana genuina implica crisis profundas, sufrimiento, pérdida, muerte y resurrección. Y esto es válido tanto para los individuos, cuanto para el colectivo. Así, en estos momentos en que atravesamos una crisis profunda, que parece afectar a todas las facetas de nuestra vida o, al menos, a aquellas que considerábamos de la mayor importancia (especialmente el dinero, al que hemos convertido en una deidad), la única esperanza de resolución parece residir en la posibilidad de que se produzca una renovación total y profunda, una renovación que transforme la vida toda, y de la cual emerja el Sentido de la propia existencia. Entendiendo por Sentido, la orientación vital, el significado de la Vida y el soporte vital que nos sostiene y del cual somos expresión. Y esta tarea le está encomendada, en primer lugar, al individuo, a la persona, que, tras un descensus ad inferos, puede hallar el tesoro de una vida plena de sentido, una vida sacralizada y unificada.

Sobre esta idea, Víctor Frankl, en su libro autobiográfico El hombre en busca de sentido, afirma lo siguiente: "Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros." Aquí, Frankl está apuntando la importancia de transformar el punto de vista egocéntrico (“no espero nada de la vida”, como escuchaba decir a muchos prisioneros que habían perdido el sentido de sus vidas) en una perspectiva centrada en el sentido de la Vida, una Vida que nos ha sido concedida.

Pero para que esto suceda, primero se ha de producir una muerte de una parte de nosotros. A través de esta muerte “iniciática”, es decir,  de esta muerte “simbólica”, se hace posible una nueva gestación, un nuevo nacimiento. Y, al igual que sucede en todas las iniciaciones tradicionales, lo que muere es un determinado estado de consciencia, una orientación establecida, una identificación parcial y exclusiva con el mundo material,  que se caracteriza por la profanidad, la desacralización, la falta de un sentido último de la existencia, más allá del predominio de una infantilidad patológica que, como ocurre en los niños, mira principalmente por sus propias necesidades egocéntricas, para renacer a un estado de consciencia que se caracteriza por el acceso al mundo del Espíritu (pneuma, hálito o soplo vital, principio generador), a la verdadera cultura (entendida esta como cultivo, crianza o forja del Alma). Así entendida, la cultura reside, no en el ámbito de la razón y del intelecto, sino en lo más profundo del ser humano, allí donde habitan los espíritus de los antepasados, los dioses, los seres sobrenaturales, los daimones o geniecillos o, como los denomina la Psicología Analítica, los arquetipos o potencias espirituales de lo Inconsciente Colectivo (W. Shakespeare expresa esta misma idea en su tragedia Hamlet, donde  escribe: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio,  de lo que alcance a entender la Filosofía”). La razón y el intelecto se convierten, tras la iniciación, en instrumentos indispensables de reflexión de lo vivido,  transformando las vivencias en experiencias y expresando a través del lenguaje la experiencia de lo vivido. Es decir, dando fe de la experiencia del Sentido. Esta paradoja mercurial se expresa en un koan Zen que dice: “la iluminación no se obtiene pensando, pero tampoco sin pensar.”

Y es que, según parece, toda crisis enseña al hombre una lección que necesita aprender. Quizás la lección más importante es la de no apegarse a ningún logro obtenido, sea este de carácter material o intelectual, tampoco a ningún lugar geográfico, ni a relación personal alguna, pues  todo ha de sacrificarse en virtud de una consagración de la propia Vida, como ofrenda a algo que trasciende nuestro ego. La Vida, después de atravesar una crisis de esta magnitud, adquiere una dimensión sagrada.

Viktor Frankl da testimonio de esta última experiencia al afirmar que, cuando lo había perdido todo, se dio cuenta de la importancia del "Amor como la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre". Y, al vivenciar esta verdad, pudo ver la realidad con los ojos de un niño, llenos de asombro ante la belleza de la naturaleza. Podía disfrutar de una puesta de sol o de la imagen de su mujer, evocada en su interior, pese al trato inhumano que recibía en los campos de concentración.

Para poder atravesar la desorientación que parece caracterizar a toda crisis, la creatividad juega un papel fundamental. De hecho, en los momentos de mayor oscuridad, de gran tensión y sufrimiento, la expresión creativa permite dar un cauce a los estados afectivos que emergen durante las crisis. Ya sea a través de la pintura, de la danza,  de la escultura, de la composición musical, de la literatura, o bien, de un híbrido de varias expresiones artísticas, el individuo puede dar “rienda suelta” a esas emociones que lo embargan durante los periodos de crisis.

Un ejemplo de ello nos lo proporciona el recientemente publicado Libro Rojo del psiquiatra Carl G. Jung, donde su autor, a través de un método que él denominó  Imaginación Activa, en el que interactuaba con las imágenes internas, dibuja y escribe su experiencia con el Alma. Jung descubrió este método precisamente cuando atravesaba un periodo de desorientación y crisis, entre 1912 y 1916, hasta el punto de pensar que estaba perdiendo la cabeza.

Muchos otros escritores, poetas y visionarios, como Miguel de Unamuno, Antonio Machado, William Blake, Dante Alighieri, Friedrich Nietzsche o María Zambrano, por poner unos pocos y conspicuos ejemplos,  también accedieron, después de atravesar una crisis, a ese mundo que Henry Corbin, el gran hermeneuta islámico, denominó Mundus Imaginalis o Mundo Imaginal y que Jung rebautizó como Inconsciente Colectivo, lo que puede verificarse tras la lectura de sus obras. Víctor Frankl también recurrió a la imaginación, cuando evocaba la imagen de su mujer, con quien mantuvo incluso varios diálogos interiores, durante su estancia en los campos de concentración, lo que le ayudó a soportar los mayores sufrimientos.

En mi caso particular, mientras atravesaba una crisis que afectó a todas las facetas de mi vida, rompiendo mi cosmovisión egocéntrica, conocí el método propuesto por Jung antes mencionado, la Imaginación Activa, y escribí varios centenares de páginas en las que expresaba el diálogo interior que mantuve con las imágenes, que desde lo inconsciente biográfico y colectivo fueron brotando, mientras permanecía en un estado de consciencia parecido al duermevela.

La crisis, así concebida, puede entenderse como una iniciación al ámbito espiritual, un retorno al paraíso perdido de nuestra interioridad, para utilizar el título de mi primer libro, es decir, la recuperación del contacto con el Alma perdida, donde la consciencia accede a una realidad que no es la realidad material  y ordinaria, sino a un mundo trascendente, allí donde los espíritus se corporeizan y los cuerpos se espiritualizan. Para ejemplificar el contacto con el Alma, es decir, con lo Trascendente, mientras atravesaba una crisis existencial, o mejor, una metanoia, para lo cual me serví de la Imaginación Activa, método que tiene como predecesora la Imaginación verdadera y no fantástica  de la alquimia medieval, vamos a leer el diálogo que mantuve con una imagen interna, ligeramente modificado para su publicación en un libro titulado Encuentros en la oscuridad:

José: Mientras meditaba, tuve una visión que me dejó sumido en lo más
profundo de mí mismo. La imagen de un geniecillo, de
un daimon, apareció ante mi asustada mirada interior y comenzó
a hablarme en un lenguaje extraño y enigmático.

 Daimon: ¡Querido Discípulo! ¡Hijo del Universo! Escucha
con atención todo cuanto te voy a revelar acerca
de la naturaleza del Mal. Hay quienes opinan que Dios
es pura Bondad, que en él reside el Bien Supremo y
que encaminando sus pasos hacia Él conseguirán encarnar
una vida virtuosa, pero en verdad te digo que
esos que así piensan yerran en algo que es de lo más
fundamental, pues la maldad no es un atributo ajeno
a Dios. El Mal es la cara opuesta de Dios, su otro rostro.
En Él residen ambos opuestos, tanto la Bondad
cuanto la Maldad.  Ese Mal que desgarra las entrañas,
que compone la tensión de los opuestos que se separan y luchan entre sí.
 Muerte y destrucción, escisión y distanciamiento
son atributos del Mal de cuyo seno aflorará la semilla
del Bien. Confusión y caos son los prolegómenos
del nacimiento de lo nuevo. Lo nuevo es la
Totalidad, que se reorganiza y ordena sólo a través de
la desorganización y del Caos. Medita largamente sobre
estas enseñanzas, para que extraigas de ellas el máximo
jugo.

José: ¿Quién eres? ¿Cuál es tu nombre?

Daimon: Soy aquel daimon que quiere el Mal y genera el
Bien. He recibido muchos nombres. Tú puedes llamarme
Abraxas. Soy el puente entre dos mundos, el Dios de
las controversias. Dos rostros poseo y, sin embargo, pocos
son los que me conocen. Represento el límite y su ruptura,
el control y el caos; domino y liberto, moldeo y deshago,
estructuro y destruyo; soy el más anciano y el
más joven. A través de mí conocen los hombres el mundo de arriba y el de
abajo, la luz y la oscuridad, lo anterior y lo posterior,
el Todo y la Nada, el poder y la debilidad, la Materia
y el Espíritu; de mí consiguen el ensalzamiento y la
miseria, la cúspide y las honduras, la dilatación y la contracción,
el cielo y el infierno. ¡Querido Discípulo! Escúchame
con atención: sólo aquél que esté libre de deseos
obtendrá de mí los dones más divinos. Quién no
ansíe nada, lo tendrá todo. Aprende y graba estas palabras
para que sean norma de tu vida. Aquellos que
se afanan por ascender a lo más alto, terminarán cayendo
y su caída los conducirá a un abismo tanto más
hondo, cuanto más alto se hayan elevado. Ésta es mi
ley. Busca siempre la norma de la medianía. En el equilibrio
hallarás la Virtud.

José: ¿De dónde procedes?

Daimon: Del mundo de lo no manifestado. He tomado
forma manifiesta para que puedas escuchar mis enseñanzas
y aprender los secretos mejor guardados. Como
forma sin forma, mi mundo es el Pleroma. Como Padre
de los seres manifestados soy Creatura. Como Creatura
me manifiesto a los hombres, pero estos suelen
conocerme a través de mis acciones. En tanto que
Arquetipo pertenezco al Pleroma y, por tanto, soy incognoscible,
inaprensible, innominable e inefable. Y,
sin embargo, mi actuación se hace patente por doquier.
Sólo puedes acceder a mí a través de mi nombre (símbolo) que
es pura manifestación. Sin ellos saberlo la vida de los seres
humanos es un sueño en cuyo seno se entretejen los
más imbricados hilos que conforman el tapiz que habrá
de manifestarse en el mundo fenoménico. Detrás
de los fenómenos que los hombres llaman sucesos
hállase el mundo de las deidades secundarias,
verdaderos regentes de las vidas y destinos humanos y no humanos.

José: Pero, entonces, ¿no somos dueños de nuestros
destinos?

Daimon: No atiendes a lo que te estoy diciendo. Abre bien
tus oídos internos para que comprendas en su justa
medida, extensión y entendimiento mis palabras. El
hombre natural está regido
por los Gobernadores del Destino, también llamados
dioses secundarios o instintos, pues el hombre en estado
natural es un ignorante de las leyes del Espíritu.
Profano en los designios divinos, y ajeno por completo
a la Verdad del Uno, el Gran Andrógino, se halla
perdido y, por consiguiente, es una marioneta cuyos
hilos penden de las manos del Destino.
Pero existe un modo por el cual el
ser humano puede liberarse de la voluntad de los instintos.
Ahora bien, para ello habrá de morir a su estado
natural o instintivo. Sólo a través de esta muerte
podrá el hombre renacer a la verdadera Vida. Y esa
Vida nueva está libre de las ataduras al signo, si bien
las influencias de los Gobernadores seguirán actuando.
Pero al renacer al mundo del Espíritu, el ser humano
deja tras de sí su estado de ignorancia e infantilismo,
comienza a conocer las leyes del Espíritu y se
interna en el conocimiento de sí mismo. Deja de ser
esclavo de las leyes del Destino. El acceso al
vasto universo estelar lo hace penetrar en el Alma
del Universo y, con ello, descubre su esencia dual: su
parte mortal, regida por las leyes del tiempo y del
Destino y la parte inmortal, que se pierde en la lejanía,
allende los límites del tiempo y del espacio conocidos.
Esta vía a la verdadera
Vida no es recorrida sino por unos pocos, los menos.
Entiende bien esto: no es camino fácil. El
enfrentamiento con la muerte y la posterior resurrección
a una nueva vida es dramática experiencia.
En ella el hombre se reconoce a sí mismo, de suerte
que de la unión de lo Femenino con lo Masculino se
engendra el prodigio del Ser Uno, completo, Andrógino
y, por lo tanto, hembra y macho al mismo tiempo.


José: Aquí terminó el primer diálogo. Días después,
sumido en tribulaciones, regreso de nuevo a
un estado de meditación en el que todos mis sentidos
parecían haber quedado suspendidos. En
ese momento, de detrás del telón de fondo de mi interioridad,
surgió una nueva figura que refulgía cual luz
incandescente, aunque esta vez sin forma. Una voz
como de ultratumba empezó a hablarme del siguiente
modo:

Daimon: ¡Querido Discípulo! ¡Hijo del Universo! Parece
que estás cuestionándote lo que muchos hombres antes
que tú se han preguntado. No vas del todo mal encaminado
cuando reflexionas en torno a la Obra que
es la realización de tu propia esencia. No obstante, habrás
de saber que ello no es tarea fácil.
El conocimiento de tu procedencia
divina  no se logra sino después de que hayas muerto.
Sí, querido discípulo, la muerte no es otra cosa que un cambio de estado.
Una transformación que te conduce al conocimiento
de tu esencia divina (…)

Así que, en aquella crisis, en aquél sinsentido, se escondía el Sentido último de mi vida. En definitiva, mi verdadera vocación. Todo cuanto he escrito, y todo cuanto escriba en el futuro, se nutre de los encuentros entre el espíritu inmortal y mi vida finita, entre el Padre y la Madre, entre la Eternidad y el Tiempo. Muchas gracias.



Quiero agradecer desde aquí a todos los conferenciantes y comunicadores, así como a todos los que han hecho posible que este encuentro tuviera lugar, por su magnífica labor de dar a conocer los frutos maduros de la vida y obra del creador de la Logoterapia, también conocida como la “tercera escuela vienesa de psicoterapia”, Victor E. Frankl, centrada en la búsqueda del sentido de la existencia humana. 

  

miércoles, 12 de octubre de 2011

¿QUÉ HACE COMPETENTE A UN PSICOTERAPEUTA?

En más de una ocasión he mantenido discusiones sobre la utilidad práctica de atiborrarse de multitud de conocimientos de escuelas y modelos diferentes de psicología. Según parece, al menos eso opinan muchos psicólogos y psiquiatras modernos, de ese modo se puede ayudar mejor al paciente. Por mi parte, expresaba mis serias dudas acerca de esta opinión, porque, según mi experiencia y mi propio punto de vista, lo que ayuda a sanar a un paciente no es lo que el "psicólogo" o el "psiquiatra" saben, sino lo que son.

La primera argumentación que se me objetaba era que, sin un conocimiento teórico de muchas perspectivas, resultaba muy difícil ayudar a un paciente, porque no a todos los pacientes se les puede tratar con el mismo enfoque o paradigma. Para algunos, un tratamiento cognitivo-conductual será lo idóneo; para otros, le tendrá que ser aplicada una terapia psicoanalítica, que profundice en su complejo de edipo; mientras que a otros, lo que les mueve a la consulta es una neurosis noógena y lo que precisan es una nueva perspectiva que les permita encontrarle el sentido a sus vidas. No dudo de que este argumento, completamente lógico y racional, por otro lado, tenga su parte de verdad. Mas, quien no haya recorrido la vía hacia sus profundidades, aquél que se haya limitado a leer, a memorizar y a escribir libros o artículos sobre la relación entre las distintas escuelas, que ha aprendido de memoria, olvidándose de realizar su propio camino, dudo mucho que pueda ayudar a sanar a paciente alguno. Y, lamentablemente, son mayoría los psicólogos que se encuentran en esa situación. Desde mi punto de vista, sólo si el conocimiento de esos diferentes "métodos" es el resultado de un proceso de autoconocimiento, de una realización que brota desde el Ser del individuo, podrá tener cierta utilidad práctica, y sólo en un grado limitado.

Otra argumentación que se me objetaba, al hablar del necesario autoconocimiento, se refería a la necesidad o no de ser "analizado" por un analista, es decir, de ser psicoanalizado por un experto, para poder convertirse uno, finalmente, en un psicólogo competente. Sin embargo, este argumento, razonable y válido, parece olvidar la importancia de la "autoiniciación", la cual no está sujeta a ningún método, ni a la guía de experto alguno: es la propia dinámica del Alma la que provoca la transformación de la consciencia y el acceso a lo inconsciente. De ese fondo insondable puede surgir, como de hecho ha sido así en determinadas personalidades, la guía necesaria para la realización de la Obra que es la realización del Ser que habita en el individuo. De modo que es el "hombre interior", el "analista" interior, si se quiere, el que se presenta al individuo, y le sirve de iniciador y de maestro. Un ejemplo de ello lo constituye Filemón en Carl G. Jung o los gurús de ciertos sabios indios.

Lo mismo cabría decir con respecto a los diferentes caminos espirituales. Ettiene Perrot, en su libro El Camino de la Transformación, a partir de C. G. Jung y la Alquimia, lo expresa del siguiente modo:

"Podemos ahorrarnos el viaje a Oriente e incluso, salvo vocación particular, debemos resistir la tentación del exotismo, la atracción de los espejismos y cultivar en su lugar el hic et nunc, buscando en nuestra propia tierra el alimento espiritual que reclama nuestra estructura de occidentales, de cristianos o de israelitas. El hecho de ser creyentes ateos no cambia para nada nuestra impedimenta hereditaria. “

Y Jung, en Psicología y simbólica del arquetipo dice:

“¿Iríamos a tomar símbolos ya preparados, nacidos en suelo extranjero, impregnados de sangre extranjera, expresados en lenguas extranjeras, para ponérnoslos como un traje nuevo? ¿Mendigos envueltos en prendas reales, reyes disfrazados de mendigos? ¿O bien hay algo en nosotros que nos ordena no entregarnos a la mascarada para poder vernos con nuestros propios trajes?”

Estas palabras son hoy más actuales que nunca, pues estamos en un momento de la historia en que la pérdida del Alma, del contacto con la fuente que mana y que se encuentra en nuestro interior, hace que muchos hombres y mujeres modernos viajen a Oriente, a la India o a China, con la pretensión de importar un camino espiritual que, salvo en los casos de vocación, no resulta ser sino una nueva modalidad de consumismo.  Algo que, por otro lado, ya expresé en otro lugar.

martes, 4 de octubre de 2011

SENTIDO DE LA VIDA ANTE LAS CRISIS. II CONGRESO DE ANTROPOLOGÍA, PSICOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD

El pasado 23 de septiembre del 2011 tuvo lugar la inauguración del II Congreso de Antropología, Psicología y Espiritualidad, en la Universidad de la Mística de Ávila (CITES). El congreso duró tres días, y su temática no podía ser más actual y perentoria: “El Sentido de la vida ante las crisis”. En la página Web del CITES han realizado una crónica de las ponencias y comunicaciones que se presentaron durante el Congreso, que podéis consultar pinchando aquí.

En esta ocasión, tuve la oportunidad de participar con una comunicación que titulé Creatividad y Trascendencia ante las crisis. Para aquellos que os interese escucharla os dejo la grabación en el audio que cuelgo a continuación.


Como ya dije en mi anterior comentario sobre mis impresiones acerca del I Congreso, vuelvo a incidir en la importancia que, para mi propia forja del Alma, tienen los congresos que se celebran en este lugar sagrado. Para mí, el edificio del CITES en forma de estrella, es la materialización de la “Estrella de Belén” que indica el camino en el cual ha re-nacido el Redentor. Aquí, en este centro dedicado a la Mística, con mayúsculas, está tomando cuerpo la idea fundamental que he tratado de transmitir en mi libro La Hermandad de los Iniciados: la verdadera Iglesia la constituyen todos los buscadores de la Verdad, y ésta no se circunscribe a ningún credo particular. Joseph Campbell, en su libro El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito,  expresa esta misma idea cuando afirma: “Si el Dios es un arquetipo racial, tribal, nacional o sectario, somos los guerreros de su causa; pero si es el señor del universo mismo, seguimos adelante como quien sabe que todos los hombres son sus hermanos. Y en cualquier caso, las imágenes infantiles de los padres y las ideas sobre el “bien” y el “mal”, se han superado.”

El CITEs es, en mi opinión, un centro neurálgico, único en el mundo, en el que se está produciendo un auténtico renacimiento espiritual, que atiende y alberga en su seno la esencia del  nuevo cristianismo: la apertura a todas las tradiciones espirituales y a las diversas manifestaciones de la experiencia mística, permitiendo el encuentro de los más variados ámbitos del conocimiento. Bajo este prisma, Ciencia y Religión no sólo son compatibles, idea opuesta a la opinión generalizada del espíritu de nuestra maltrecha civilización,  sino que forman un matrimonio de lo más feraz.

Como dice Maribel Rodríguez, directora de la Cátedra Edith Stein y responsable de la organización de estos congresos: “Lo importante ha sido seguir buscando como tender puentes entre personas diferentes, abrir un diálogo humano en la búsqueda de la Verdad, fomentar el encuentro, seguir abriendo caminos hacia una psicología con alma que tenga en cuenta la espiritualidad, acoger a cada persona sin juzgarla (tenga las creencias que tenga), practicar la convivencia diaria, escuchar, aprender, proporcionar ayuda casi sin darnos cuenta (algunas personas refirieron que el congreso les ayudó a resolver alguna crisis personal y les ha dado nuevos recursos para su vida), escuchar las críticas (pues siempre podemos mejorar) y, en definitiva, seguir caminando para poder seguir creciendo.

Quiero agradecer nuevamente al director del CITEs-Universidad de la Mística de Ávila, P. Fco. Javier Sancho su amabilidad, su apertura, su sensibilidad y su honesta búsqueda de la Verdad. Cuando conocí por primera vez este lugar, tuve la impresión de haber encontrado mi “hogar”, tras largos años de peregrinaje. Gracias también a todos los que componen la Universidad de la Mística, por ser el ejemplo viviente de una verdadera Iglesia.