jueves, 31 de mayo de 2012

PRÓLOGO A "LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS"


PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN DE
 LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS

José Antonio Delgado González


"Después de la publicación de la primera edición de La Hermandad de los Iniciados, imbuido en la vorágine de las presentaciones, radiofónicas y televisivas, de entrevistas en periódicos y revistas de ámbito nacional e internacional, le invadían al autor ciertos temores interiores acerca del relativo éxito que estaba obteniendo este libro, que con tanto esmero y dedicación había escrito entre los años 2004 y 2010.  Consciente de que, esta obra, que había tardado seis años en labrar, incorporaba buena parte de sus experiencias con el mundo del sueño profundo, empezó a intuir que semejante “éxito” tenía que ver más con el mensaje que encierra este ensayo novelado, que con sus limitadas capacidades personales.

Inmerso en estas vastas pesquisas, sorprendido por la buena acogida que estaba teniendo La Hermandad de los Iniciados, una noche tuvo un sueño que le resultó tremendamente revelador. Por ese motivo, quiso incluir en el prólogo a esta edición el contenido del sueño, que es el siguiente:

“Estoy en Suiza, en la casa de Marie Louise von Franz. Ella es una mujer anciana, de pelo blanco y rostro amigable. Al fijarme en su cara me recuerda a una mujer que fue muy importante durante mi periodo de preparación para mi viaje al Alma. Era tarde y la noche se había echado encima. En ese momento, von Franz me pregunta: “¿por qué has venido tan tarde?” A lo que yo le respondo: “porque he tenido un sueño con Carl G. Jung.” Entonces, ella me dice: “¡Haber empezado por ahí! Muy bien, toma asiento y cuéntame.” Entonces, le digo que he soñado con Jung y que, en ese sueño, aparecía él hablando con la divinidad, tras haber excavado una abertura en una cueva. Que se comunicaba con ella por medio de una enorme piedra (el Lapis de los filósofos alquimistas). Muchos le habíamos seguido hasta esa entrada que él había abierto, pero cada cual se comunicaba con la divinidad a su modo particular. En mi caso, me comunico con Dios por intermediación de un gran árbol (Axis Mundi). Así pues, hablamos de mi proceso de individuación y le cuento que he escrito un libro (La Hermandad de los Iniciados), en el que escribo acerca de mi búsqueda y de cómo ese libro es el resultado de mi esfuerzo por comprender las imágenes interiores, mi mundo interior y, en último término, el mito que me habita. Entonces, ella me habla de una lápida de piedra en la que aparece el título del libro que he escrito. En esa lápida está cincelado lo siguiente: Das große Buch (EL GRAN LIBRO). El título está escrito en otro idioma, parece alemán, pero yo lo entiendo perfectamente.”.

Marie Louise von Franz fue la más íntima colaboradora del psiquiatra Carl G. Jung y, en cierto sentido, podría considerarse como una de sus “hijas” predilectas. Su trabajo, después de la muerte de Jung, consistió en clarificar y dar a conocer el legado que su maestro y mentor había dejado como regalo para la humanidad. Ese legado consiste en la descripción, en un lenguaje actualizado a nuestra época, de un Camino que conduce al descubrimiento del misterio del Alma humana. El hombre moderno, imbuido como está en una cosmovisión utilitaria, materialista, consumista y desacralizada, consecuencia de una escisión y un desarraigo del centro de su Ser, se encuentra perdido, como un barco a la deriva. Ese alejamiento de su Alma, de la fuente de la verdadera Vida, lo ha convertido en un ser desalmado, falto de conciencia e inanimado. La actual adoración al dios de la razón, a través de la entronización de la Ciencia como una nueva Iglesia, convirtiendo a los científicos en unos nuevos sumos sacerdotes, es una señal indicativa del mito genésico en que está inmerso el hombre. La falaz idea que defiende el paradigma de la modernidad, para quien el desarrollo tecnológico ilimitado es fuente de bienestar y de evolución, muy propia del mito del progreso, ha demostrado con creces cuán peligroso resulta semejante pretensión. El nihilismo, la muerte de toda divinidad, que no sea el encumbrado ego racional del ser humano, nos ha conducido al vacío existencial que muy certeramente apuntó el psiquiatra Victor Frankl, y que ya anunciara Nietzsche hace más de un siglo. Así, en este sueño, vemos reflejado cuál es el verdadero mensaje que entraña La Hermandad de los Iniciados, al desvelar que, iniciado el camino de regreso al paraíso perdido de nuestra interioridad por Jung, todos aquellos que hemos seguido su legado nos dirigimos hacia las profundidades de nuestra Alma y escuchamos la voz del Espíritu, cada cual a su manera particular, individual y única. Así, esta obra, como viene simbolizado en el sueño, es la piedra en la que el autor ha tallado su peregrinaje por el Alma, desde el 2004 hasta el 2010, con el sello de su estilo personal y en un lenguaje adaptado a la época y al tiempo en que ha sido alumbrado."

Todos los derechos de autor  corresponden a la editorial Libros Mundi.  
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martes, 8 de mayo de 2012

EL FILÓSOFO AUTODIDACTO

Traigo hoy aquí un texto de descubrimiento reciente para mí, y que está tan relacionado con el libro que acabo de terminar, que me he emocionado profundamente después de leerlo. Se trata de la introducción que realiza Henry Corbin a un relato del granadino Abû Bakr Mohammad ibn 'Abd al‑Malik Ibn Tofayl, nacido en Guadix (Wâdî‑Ash), en la provincia de Granada, en los primeros años del siglo XII de nuestra era. Fue, como todos sus compañeros, un sabio enciclopédico, médico, matemático y astrónomo, filósofo y poeta.

El texto ha sido extraído del siguiente enlace: 

http://old.webislam.com/BEI/filosofo_autodidacto/filosofo_autodidacto_intro_corbin.htm


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La escenografía de su narración filosófica, digamos más exactamente de su «relato de iniciación», está constituida básicamente por dos islas, En una de ellas, el autor coloca una sociedad humana con sus leyes y sus convenciones; en la otra, un solitario, un hombre que ha alcanzado la plena madurez espiritual sin la ayuda de ningún maestro humano y al margen de toda relación social. Los hombres que integran la sociedad existente en la primera isla viven bajo la constricción de una Ley completamente exterior a ellos y de una religión cuyo modo de expresión se mantiene en el nivel del mundo sensible. Dos hombres, sin embargo, se distinguen del conjunto; sus nombres son Salâmân y Absâl (de acuerdo con la mayoría de los manuscritos y según la propia referencia de Ibn Tofayl, preferimos conservar la forma auténtica Absâl y no la forma mutilada Asál). Estos dos hombres se han elevado a un nivel de conciencia superior a la media. Salâmân, espíritu práctico y «social», se adapta a la religión popular y se las arregla para gobernar al pueblo. Pero Absâl, naturaleza contemplativa y mística, no puede adaptarse (encontramos aquí la reminiscencia del relato aviceniano). Exilado en su propio país, Absâl decide emigrar a la isla de enfrente, que cree completamente deshabitada, a fin de dedicarse allí a la vida especulativa y a los ejercicios espirituales.

Pero, en realidad, esa isla deshabitada está «poblada» por un solitario, Hayy ibn Yaqzân. Apareció allí de manera misteriosa: o bien por generación espontánea de una materia que se tornó espiritualmente activa por la acción de la Inteligencia agente, o bien porque, siendo todavía muy niño, fue abandonado a su suerte sobre las aguas y llegó milagrosamente a la isla. En cualquier caso, el niño recibió los primeros cuidados de una gacela, ejemplo vivo de la simpatía que une a todos los seres vivos, que le alimentó y le cuidó. Comienza entonces una misteriosa pedagogía, sin maestro humano visible, ritmada en períodos de siete años, y que de septenario en septenario conduce a Hayy ibn Yaqzân hasta la madurez del perfecto filósofo (lo resumimos aquí al máximo). Ibn Tofayl describe cómo el solitario adquiere las primeras nociones de física; aprende a distinguir la materia de la forma; a partir de la noción de cuerpo, se eleva hasta el umbral del mundo espiritual; se interroga, al contemplar las esferas, sobre la eternidad del mundo; descubre la necesidad del Demiurgo; reflexionando sobre la naturaleza y los estados de su propio intelecto, toma conciencia de la verdadera e inagotable esencia del hombre y de lo que es para él la fuente del sufrimiento o la felicidad; se esfuerza, para parecerse a Dios, en no dejar subsistir sino únicamente el pensamiento; luego, de consecuencia en consecuencia, es conducido a un estado inefable en el que percibe la Teofanía universal. El solitario percibe la aparición divina resplandeciendo en las Inteligencias de las más elevadas esferas, que se va debilitando gradualmente hasta el mundo sublunar; por fin, descendiendo hasta el fondo de sí mismo, percibe la existencia de una multitud de esencias individuales semejantes a la suya, rodeadas unas de luz y de pureza, y sumidas otras en Tinieblas y en tormentos.

Es al salir de esta visión de éxtasis, transcurridos ya siete septenarios, es decir, siete veces siete años, cuando el solitario, entrado ya en el quincuagésimo año de su vida, se encuentra en su isla con Absâl. El primer contacto es difícil. Hay una desconfianza recíproca. Pero Absâl consigue aprender la lengua de Hayy, y juntos realizan un sorprendente descubrimiento: Absâl se da cuenta de que todo lo que en la isla de los hombres le fue enseñado como religión es ya conocido, y en una forma más pura, por Hayy, el filósofo solitario, que lo aprendió bajo la sola guía de la Inteligencia agente. Absâl descubre lo que es un símbolo, y comprende que toda la religión es el símbolo de una verdad y de una realidad espiritual inaccesible a los hombres, si no es bajo ese velo, pues la visión interior de los seres humanos se encuentra anquilosada, tanto porque su atención está enfocada exclusivamente hacia el mundo sensible, como a consecuencia de las convenciones sociales.

Pero al enterarse de que en la isla de enfrente hay hombres que viven inmersos en la obscuridad espiritual, Hayy experimenta el noble deseo de ir hasta ellos y darles a conocer la verdad. Absâl, aunque con pesar, acepta acompañarle. Los dos solitarios, gracias a una embarcación que por azar llega hasta la orilla, se dirigen pues a la isla antaño habitada por Absâl. Al principio son recibidos con grandes honores, pero a medida que despliegan su predicación filosófica, se dan cuenta de que la amistad deja sitio a la frialdad primero, y a una hostilidad creciente después, pues los hombres se muestran absolutamente incapaces de entenderles. Por su parte, los dos amigos comprenden que la sociedad humana es incurable y regresan a su isla. Saben ahora por experiencia que la perfección, y en consecuencia la felicidad, no es accesible más que a unos pocos: aquellos que tienen fuerza suficiente para asumir la renuncia.

Numerosas opiniones han sido expresadas en cuanto al significado del relato y la intención profunda de lbn Tofayl. No es cuestión de enumerarlas aquí, pero lo que caracteriza a los símbolos es la posibilidad de encerrar innumerables sentidos; cada lector deberá encontrar ahí su verdad. Sería una equivocación considerar este relato como una novela análoga a Robinson Crusoe. Todo episodio exterior debe ser entendido aquí en un sentido espiritual. Se trata de la autobiografía espiritual del filósofo y la intención de Ibn Tofayl concuerda con la de Avicena y con la de todos aquellos que se sitúan en la misma perspectiva. La pedagogía que conduce a la conciencia plena de la realidad no es obra de un maestro humano exterior, sino que es la iluminación de la Inteligencia agente, pero ésta no ilumina al filósofo más que a condición de que se despoje de todas las ambiciones profanas y mundanas, y viva, en medio mismo del mundo, la vida del solitario tal como la entiende Ibn Bâjja. Del solitario, en efecto, pues el sentido último del relato de Ibn Tofayl parece ser éste: el filósofo puede comprender al hombre religioso, pero la afirmación inversa no responde a la verdad; el hombre meramente religioso no puede entender al filósofo.

Desde este punto de vista, Averroes clasificará a los seres humanos en tres categorías espirituales: los hombres de la demostración apodíctica, los hombres de la dialéctica probable y los hombres de la exhortación. ¿Significa el retorno de Hayy ibn Yaqzân y de Absâl a su isla que el conflicto entre filosofía y religión en el mundo islámico es desesperado y carente de salida? Quizá es esto lo que habitualmente se contempla en el averroísmo, cuando se habla, refiriéndose a él, de «la última palabra» de la filosofía en el Islam. Pero no es ésa más que una pequeña parte del campo de la filosofía islámica.