viernes, 28 de julio de 2017

DESCUBRIENDO TU AUTÉNTICA VOCACIÓN. ENTREVISTA A JOSE GONZÁLEZ



Entrevista de Gunther Emde al psicólogo y terapeuta de orientación junguiana José González con motivo de la publicación de su último libro Descubriendo tu auténtica vocación.

 28/06/2017

Reproducimos en Psicología Profunda y Espiritualidad la entrevista que concedimos a Gunther Emde para su blog www10voces.com  y que tuvo la amabilidad de realizar y publicar.

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Gunther Emde: Hola José, antes de empezar te felicito por tu nueva obra, creo que era necesaria una aproximación al tema de la vocación desde la perspectiva de la psicología profunda.

José González: Muchas gracias, Gunther, por tus palabras. También yo considero necesaria una aproximación al fundamental asunto de la vocación desde la perspectiva de la psicología profunda. En todo caso, este libro es fruto de un trabajo interior de esclarecimiento y comprensión de lo que significa e implica el descubrimiento de la auténtica vocación y de la relación que existe entre vocación e iniciación a la propia profundidad.

GE: La imagen de portada del libro es un mandala. Cuando lo vi pensé que esta es una forma particularmente hermosa de ilustrar el proceso interno que nos podría llevar a descubrir nuestra auténtica vocación en la vida. 

JG: Me alegra que digas eso porque, en efecto, ese fue mi propósito al elegir un mandala como imagen del descubrimiento de la vocación auténtica y del encuentro con la propia profundidad. En realidad, cuando me dispuse a buscar una imagen que representara el contenido del libro del modo más acertado posible tuve en mente cuatro posibilidades distintas: dos arcanos mayores del tarot, un signo del zodíaco y un mandala. Los arcanos eran el Loco y el Ahorcado o Colgado; el signo del zodíaco era el Aguador o Acuario y la cuarta posibilidad, como digo, era la imagen de un mandala. Después de sopesarlo bien, me decanté por el mandala azul. ¿Por qué esas cuatro posibilidades? Y ¿por qué elegí finalmente el mandala?
La imagen del Loco en el tarot es una representación simbólica del peregrino que realiza un viaje hacia Tierra Santa, en donde accede al Templo que es el alma, "el lugar del no lugar" en el que se manifiesta el Misterio divino. Esta es una bella expresión del viaje hacia la auténtica Patria y, por lo tanto, del reencuentro con la chispa divina que habita en el corazón del hombre.
La imagen del Ahorcado o del Colgado representa simbólicamente al iniciado, al ser humano que ha descubierto la auténtica Realidad y tiene vivencia de los arcanos que rigen y mueven todo cuanto sucede en el Mundo como ámbito de la manifestación, es decir, de aquello que es perceptible a través de los sentidos exteriores. De ahí que su punto de vista sea inverso al de la realidad aparente, pues sabe que esta es una proyección y expresión de aquella realidad metafísica a la que Jung denominó inconsciente colectivo.
El Aguador o Acuario es un símbolo muy elocuente que expresa el derramamiento de la sabiduría divina a través del cántaro que es el alma.
Todos estos símbolos están presentes y son tratados en el libro. Forman parte del tejido interno del texto y, por lo tanto, aparecen en todo proceso de realización auténtica. Ahora bien, el mandala o círculo sagrado es un símbolo que se manifiesta de forma recurrente en los inicios de un proceso de individuación y representa no solo el origen del proceso, sino también el destino hacia el cual se encamina el yo. Por lo tanto, el mandala abarca y comprehende a todos los demás símbolos y ese fue el motivo por el cual lo elegí como imagen para la portada.  

GE: En algunos ámbitos New Age se afirma que el universo conspira para que tus sueños se cumplan. Pero ¿no depende eso más bien de la honestidad y la profundidad de tu pregunta? Quiero decir, no creo que sentarse y esperar a que el universo te ilumine sea lo más adecuado... Para que "el universo conspire", ¿no sería necesario antes un importante trabajo psicológico interno?

JG: Esta es una cuestión que también abordo en el libro. El mundo en el que vivimos, la sociedad de la que formamos parte y, por lo tanto, la educación que recibimos no está preparada para facilitar que el hombre encuentre su verdadera vocación. Para empezar, la consciencia ilustrada del contemporáneo parece haber olvidado qué significa ser hombre. La palabra hombre significa etimológicamente "habitante de la tierra" y tiene la misma raíz que humus. Los términos cultura y cultivo también tienen una raíz común y, de hecho, de un sabio se dice que es un hombre "cultivado". Pero todas estas expresiones se comprenden solo en un sentido limitado al saber meramente intelectual o libresco. Nuestra sociedad considera que la persona que ha estudiado varias carreras, que ha realizado un doctorado y/o ha leído muchos libros es alguien culto, esto es, cultivado. Y, sin embargo, esto es un tremendo error. La cultura implica el trabajo de la tierra negra que es la profundidad del hombre, es decir, el cultivo del alma. Y esto no se logra sino con el trabajo, el esmero, la atención y el amor por el alma y, en definitiva, por el propio Camino.
Otro de los graves malentendidos de nuestra cara sociedad lo encontramos en el modo en que concibe la psicología y lo psicológico. La palabra psicología está formada por dos vocablos: psique y logos. El primero de ellos significa hálito de vida, soplo, viento y, también, espíritu o alma. El segundo alude a la "palabra"  o "verbo". Psicología es, por lo tanto, aquella disciplina que se encarga del estudio del alma. Ahora bien, si las palabras aún tienen algún sentido, podríamos decir que la psicología sería el estudio de la "palabra" o "verbo" tal y como se presenta en el alma. En otras palabras, se trata de aquella ciencia que estudia las manifestaciones del verbo en la psique, siendo el alma aquello que anima el cuerpo. Sin embargo, en los estudios académicos de la Psicología como disciplina el alma no aparece por ningún lado, limitándose casi exclusivamente al estudio de la conducta observable.
Por tanto, respondiendo a tu pregunta, el trabajo psicológico, entendido como un remover una y otra vez la tierra negra que es la profundidad del  hombre, es una condición indispensable para el descubrimiento y la realización de la vocación auténtica.

GE: Cuéntanos un poco tu propio descubrimiento de tu vocación. ¿Fuiste científico medioambiental y después psicólogo? 

JG: En nuestra sociedad estamos acostumbrados a vincular la palabra vocación con la profesión que cada uno ha elegido. Del mismo modo, también suele relacionarse la palabra vocación con la religión. Si bien estas relaciones son correctas, se circunscriben a ámbitos muy concretos y limitados. En mi libro Descubriendo tu auténtica vocación entiendo por vocación algo mucho más amplio, que abarca ambas acepciones pero que, al mismo tiempo, las trasciende.
La palabra vocación proviene del término latino vocatus que significa llamada. Una llamada implica a alguien que llama y a alguien que escucha la llamada y, eventualmente, responde. Ahora bien, ¿quién llama y quién es llamado? La llamada procede de una voz que proviene de la propia profundidad y a quien se dirige esa voz es al yo del individuo, al centro de la consciencia. Esa profundidad podemos llamarla dios en su sentido etimológico de "brillar". Dios significa, por lo tanto, algo así como la luz que brilla en la oscuridad del microcosmos del alma, la chispa divina en el corazón del hombre. De hecho, el subtítulo de otro de mis libros, Al final del túnel. Una historia sobre el despertar del alma, alude precisamente a esta experiencia. Para poder seguir la llamada de la profundidad a la realización de la chispa divina en la vida de la persona es imprescindible que el yo esté firmemente posicionado en la realidad. Es decir, que el yo no esté enfermo (falto de firmeza). Un malentendido muy extendido en las sociedades modernas es aquel que considera que el yo, como centro de la consciencia, debe desaparecer para dar paso a lo divino. Si el yo "desapareciera" ¿quién escucharía la llamada y quién respondería a ella? Al contrario, el yo debe de estar sano y firme para poder soportar los embates, las tremendas dificultades y las múltiples muertes y renacimientos que tienen lugar en el peregrinaje hacia sí mismo,  y esto entronca con tu anterior pregunta.
Dicho esto, mi vocación como terapeuta de orientación junguiana fue un verdadero descubrimiento. Cuando estudiaba Ciencias Ambientales, en la década de los noventa, me interesé vivamente en los múltiples impactos que la actividad humana provocaba en su entorno y, muy especialmente, por los preocupantes cambios que se estaban generando en el delicado equilibro de los ecosistemas planetarios. El cambio climático, el agujero en la capa de ozono, la pérdida de la biodiversidad específica, genética, cultural, paisajística y edáfica, el uso indebido de la energía, el incremento insostenible de residuos y la superpoblación planetaria eran algunos de los temas relacionados con la crisis ecológica planetaria que más me preocupaban. Durante algún tiempo, influido por lo que fui aprendiendo durante mi formación académica, pensé que la solución a aquellos desequilibrios tendría que buscarla en el estudio científico y en una más avanzada tecnología. Pero, poco antes de terminar mi formación como científico ambiental, experimenté un "encuentro con lo inconsciente" y me di cuenta de lo equivocado que estaba. Durante aquella experiencia terrible con la profundidad me percaté de que la crisis ecológica planetaria es la expresión de una enfermedad que carcome las entrañas de las personas que formamos parte de las sociedades contemporáneas. Dicha enfermedad es la falta de una relación viva con el Misterio. Comprendí que había estado alejado de aquella Presencia divina que, en aquel momento, irrumpía en mi consciencia con la violencia de un mar embravecido. Poco a poco fui expresando, de la mejor manera que pude, todo lo que fue surgiendo desde mi profundidad. Al mismo tiempo, puse todo mi empeño en comprender el significado de aquella voz que se manifestaba de múltiples maneras en un lenguaje simbólico. Tardé más de una década en comprender la importancia y la profundidad de aquella terrible presencia, al tiempo que maravillosa y sanadora experiencia. Poco a poco se me fue haciendo presente el Sentido profundo de todo cuanto había ido haciendo durante mi vida y que la expresión de la auténtica vocación es un proceso que se va descubriendo y desplegando en el devenir de la vida.
 
GE: Cuando te involucras intensamente con el descubrimiento de tu ser interior aparece el fascinante fenómeno de las sincronicidades. ¿Hay una relación entre procesos internos en la psique y procesos exteriores en el mundo? ¿Descubrir tu vocación podría ir acompañado de ese tipo de fenómenos?

JG: En efecto, Gunther, los fenómenos de sincronicidad son "el pan nuestro de cada día" para quienes están descubriendo y realizando su vocación. Las sincronicidades son la expresión de que la auténtica Realidad, que es metafísica, se manifiesta en dos órdenes que semejan distintos: el mundo físico y el psíquico.

GE: La sociedad está atravesando una gran transformación. Cada vez más personas se dan cuenta de que la vida tiene que ser algo más que trabajar para ganar dinero y luego sentarse en el sofá a ver la televisión. Descubrir la verdadera vocación forma parte de ese proceso de tomar conciencia acerca de quiénes somos y de cuál es nuestra misión dentro de la sociedad. Creo que tu libro, José, llega en un momento muy oportuno.

JG: Los hombres que formamos parte de esta cara sociedad contemporánea padecemos de una enfermedad. Y esa enfermedad se manifiesta de múltiples formas posibles, a través de trastornos mentales y padecimientos físicos de diverso tipo. Uno de los más significativos es el narcisismo maligno y la psicopatía adaptada porque son una manifestación palmaria del mal que asola al mundo: la ausencia de una relación viva con las potencias espirituales que dominan todo lo presente. Hay un anhelo profundo en las personas de las sociedades opulentas que les hace sentirse vacías y profundamente insatisfechas, a pesar de disponer de todas las necesidades materiales cubiertas. Esta situación de crisis de Sentido, desde luego, no es nueva en la historia de la humanidad. Sucedió en la época de la Roma imperial con los excesos de los emperadores y emergió entonces el símbolo de Cristo, el Mesías, (entre otros redentores, como Orfeo, Attis o Mitra) enviado por Dios para la redención de la humanidad. Hoy nos hallamos en una situación similar y se hace necesaria una nueva relación con el Símbolo que renace en la profundidad. Precisamente es en el alma, en esa Realidad desechada por la mayoría de los científicos académicos, en donde tiene lugar el renacimiento de Dios. El descubrimiento de la auténtica vocación implica saber que es Dios quien se expresa en nuestra vida, incluso en el absurdo de una vida sin sentido como la que viven la inmensa mayoría de los contemporáneos. Supone un darse cuenta de que Dios se mira a sí mismo a través de la consciencia del hombre que realiza su vocación de un modo auténtico. Y es precisamente el encuentro con la Presencia que habita en el alma, el despliegue de la vocación auténtica, lo que produce una verdadera sanación.

28/06/2017

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