miércoles, 9 de diciembre de 2020

PSICOTERAPIA DE ORIENTACIÓN JUNGUIANA


En esta entrada que hoy escribo para Psicología junguiana quería hablar sobre la psicoterapia de orientación junguiana que practico en mi consulta. Pueden encontrar este mismo texto en el apartado "PSICOTERAPIA".

La psicoterapia de orientación junguiana parte de las premisas teórico-prácticas del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. Quienes hacemos este tipo de psicoterapia entendemos que las técnicas o métodos que utilizamos en la práctica psicoterapéutica, a diferencia de otros posibles enfoques de psicología, se transforman en una cosmovisión, en una forma de ver el mundo y en una actitud vital que considera la relación de la consciencia con el ámbito espiritual o sagrado como la auténtica psicoterapia. En este sentido, distinguimos entre dos tipos de psicoterapia: 

1. La "Pequeña Psicoterapia": Consiste en la eliminación o disminución significativa de los síntomas que el paciente presenta cuando acude a consulta. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un paciente padece síntomas de algún trastorno psicopatológico, como por ejemplo los síntomas de un trastorno del estado de ánimo, como la depresión o la ansiedad, y el terapeuta aborda dicha sintomatología, contando con el paciente, mediante la puesta en práctica de una metodología de corte cognitivo conductual o analítico conductual. Al hacerlo así, los síntomas tienden a remitir en el transcurso del proceso psicoterapéutico. 

2. La "Gran Psicoterapia": Consiste en favorecer que el paciente experimente un "encuentro con lo inconsciente", es decir, con aquella parte de sí mismo que desconoce y que, por ese motivo, habitualmente permanece fuera del ámbito de su consciencia. Con ello puede dar comienzo lo que en psicología junguiana denominamos el "inicio de un proceso de individuación" o una "iniciación a la profundidad". El paciente comienza a darse cuenta de aquellos fenómenos psíquicos (contenidos de lo inconsciente) que son los auténticos causantes de los síntomas que padece y por los cuales acudió a la consulta. Con ello logramos una modificación de la actitud que posibilita un cambio positivo y duradero que repercute en una sustancial mejora de la calidad de vida del paciente. 

Al igual que otras orientaciones integradoras, la terapia de orientación junguiana se nutre de las aportaciones de autores de diversas escuelas (S. Freud, A. Adler, A. Maslow, S. Grof, J. Nelson, E. Neumann, R. Assagioli, V. Frankl, K. Wilber, etc.) y de distintos paradigmas (cognitivo-conductual, psicoanalítico, post-junguiano, humanista, transpersonal, integral, etc.), pero sin perder de vista la realidad total del individuo. Esto significa que la perspectiva antropológica y filosófica, así como el modo de abordar la realidad anímica, puede no coincidir con la mantenida por muchos de los paradigmas de psicología hoy vigentes. De hecho, la verdadera integralidad de la orientación junguiana reside en que, en la terapia, tenemos en cuenta no solo aquello que el paciente expresa conscientemente, la conducta observable en la consulta, los actos fallidos, etc.; tampoco nos limitamos a considerar los aportes teóricos de diversas escuelas y/o autores o la aplicación de técnicas o métodos terapéuticos; además de todo ello, tenemos en cuenta aquello que el inconsciente (en el paciente, en el terapeuta y en la interacción entre ambos) nos dice de la problemática con la que el paciente viene a la consulta. Por lo tanto, los sueños y los fenómenos de sincronicidad (coincidencias plenas de sentido para el paciente y/o el terapeuta) constituyen una parte importante del repertorio terapéutico.


Por cierto que lo inconsciente lo consideramos desde una perspectiva diferente a como lo entiende el psicoanálisis clásico. Lo inconsciente no solo incluye los instintos, las pulsiones, los deseos o los complejos, sino que, al mismo tiempo, se refiere a todo aquel microcosmos anímico en el que habitan los conocidos arquetipos, modelos de ordenación de los contenidos inconscientes, patrones de conducta o disposiciones innatas a reaccionar ante diferentes situaciones como seres humanos. En este sentido, la capacidad de tener una experiencia de iniciación a la profundidad que habita en el hombre, por ejemplo, es una disposición innata y, por lo tanto, posible o accesible, en principio, a todo ser humano. Sin embargo, la experiencia clínica, la investigación en psicología junguiana, la antropología y la historia de las religiones nos enseñan que dicha experiencia tiende a sucederle a un reducido número de personas. Así, las dimensiones biológico-instintiva, cognitiva o mental, conductual, social y espiritual forman parte de la persona y, por lo tanto, son objeto de consideración en el contexto terapéutico.


Otra de las características definitorias de la terapia de orientación junguiana es la falta de intervención directiva y, al mismo tiempo, el respeto al proceso de transformación del paciente. Esto puede parecer extraño a muchos psicólogos, quienes están más pendientes de medir la eficacia y la efectividad de la intervención terapéutica, muchas veces con la idea errónea de que la solución al conflicto del paciente depende solo del uso del método o técnica más adecuados (por lo tanto, de la supuesta profesionalidad y metodología científica que emplea el psicólogo), pero lo cierto es que la experiencia acaba mostrando que la terapia es un proceso autónomo, que involucra a la totalidad del paciente y del terapeuta.

Dada la tendencia holística de la terapia de orientación junguiana consideramos, también, que el ser humano es una totalidad formada por un conjunto de dominios, partes o subsistemas que se encuentran en interacción e interrelación y que generan ciertas sinergias o propiedades emergentes. De ahí la importancia de tener en cuenta las relaciones entre la consciencia y lo inconsciente, tanto en el propio paciente, como en el terapeuta y en la interacción de ambos. En este sentido, la terapia de orientación junguiana parte de la premisa, avalada por la experiencia repetida, de que no existe una separación entre lo que le sucede al paciente cuando se presenta en la consulta, el trabajo interior que el terapeuta realiza en sí mismo y los conflictos o problemas que acucian a la sociedad de su tiempo en un momento y en un lugar dados. Muchas veces el paciente trae a la consulta la misma problemática que el terapeuta ha tenido/tiene que abordar en sí mismo y que tiene en jaque a toda una sociedad.


En el marco de la psicoterapia junguiana se entiende la vida del ser humano como dividida en dos polos, vertientes o etapas fundamentales:


1.       Durante la primera de ellas, las personas necesitan aprender a afrontar la vida, por lo que van madurando, creciendo y desarrollándose hasta que son capaces de integrarse en la sociedad y cultura en la que viven. Los individuos vivimos una infancia, adolescencia y primera juventud, habitualmente siendo educados por nuestros padres, formándonos en un oficio, estudiando una carrera universitaria, integrándonos en un grupo de iguales, manteniendo una relación de pareja, teniendo descendencia, etc. En esta primera etapa, la terapia se focaliza en ayudar al paciente a ir atravesando las diferentes subestaciones o subetapas vitales, que pueda alcanzar ciertas metas u objetivos, que adquiera disciplina, autonomía, voluntad, etc. En definitiva, que rompa los lazos que le unen a la infancia y a la familia para que pueda crear un "yo" estructurado y una máscara social que le ayuden a relacionarse en sociedad y a afrontar y asimilar las dificultades y frustraciones que puedan ir surgiendo.

2.      Durante la segunda gran vertiente la persona necesita aprender a prepararse para la muerte, el reencuentro con el alma y la consiguiente metanoia o cambio completo de mentalidad. Alrededor de la segunda mitad de la vida puede dar comienzo lo que, en psicología analítica, se denomina el proceso de individuación. A partir de este momento, el terapeuta junguiano se convierte en un guía o ayudante en la difícil travesía que supone el encuentro del yo consciente, ya formado y estructurado, con el mundo del alma, con ese microcosmos del que la consciencia de la persona no es sino una pequeña parte. Dicho encuentro se experimenta como una auténtica crisis, como una muerte y un renacimiento, o, en palabras del terapeuta de orientación junguiana, Raúl Ortega, como "una transformación de lo viejo por fusión con otra personalidad interna, que cambia al hombre por dentro y por fuera". En esta segunda etapa, aquellas partes de la personalidad que vivían una vida oculta en el fondo del alma, proyectadas en las personas, circunstancias o sucesos exteriores, es decir, problemas y conflictos que se creía que provenían de fuera, comienzan a ser reconocidas como constituyentes de una totalidad mayor que forma parte de uno mismo o, mejor, que uno mismo forma parte de Ella. Así, por ejemplo, todo aquello que a la persona le desagradaba del mundo, como algunas personas, entornos sociales o familiares o circunstancias desagradables en las que se veía involucrada empiezan a ser reconocidas también como partes conflictivas de sí misma. En sus relaciones eróticas con personas del otro sexo, el individuo puede empezar a sospechar o a darse cuenta de aquellos aspectos desconocidos de sí mismo que se encuentran presentes en la relación y que creía que pertenecían al otro o que provenían del otro. Por último, puede producirse un despertar de su consciencia a la Realidad espiritual.


miércoles, 1 de julio de 2020

ANÁLISIS DE UNA SERIE ONÍRICA EN UN PROCESO DE INDIVIDUACIÓN


ANÁLISIS DE UNA SERIE ONÍRICA EN UN PROCESO DE INDIVIDUACIÓN

José González. Psicólogo colegiado M-31508,  terapeuta de orientación junguiana, licenciado en Ciencias Ambientales y escritor. 

Artículo publicado por primera vez en el año 2001 por la Fundación C. G. Jung de Psicología Analítica de la República Argentina.


INTRODUCCIÓN

Desde los albores de la humanidad, los hombres se han interesado por los contenidos oníricos provenientes del inconsciente durante el período de reposo. Hace 6000 años que apareció la escritura y con ella los primeros relatos de sueños. Posteriormente, y bien documentados, los Babilonios, 4000 años ha, presentan escritos que relatan sueños.

A partir de esas lejanas fechas, todas las culturas y libros sagrados han encontrado en los sueños un material de gran importancia para la conducción de sus destinos. En la Biblia cabe destacar el sueño de Nabucodonosor, o los del faraón interpretados por José. En el Talmud aparecen 217 referencias a los sueños (Salas, 1987). Los aborígenes de todos los continentes ven en los sueños una prueba fehaciente de la existencia de espíritus y de un mundo que está más allá de la realidad física e incluso de la propia historia.

Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX, con el descubrimiento del inconsciente, del que participaron Schopenhauer, Bergson, Janet, Freud y otros, que se forjó toda una técnica de investigación del significado de los sueños. Y fue Freud el pionero en la génesis de una teoría científica que considerará al sueño como una fuente de contenidos inconscientes significativos.

Según Freud, el sentido de los sueños se halla en su contenido latente y no en las fragmentarias alusiones del contenido manifiesto (Freud, 1976; Jung, 1995; Moneret 1980). Sin embargo, su contribución más importante ha sido la técnica o método de análisis del contenido onírico. Freud (1976) propone anotar el sueño en forma prolija y detallada, para continuar con la “asociación libre”, en la que se anota toda idea que brote de la mente del analizando, en directa referencia al acontecer onírico. Jung (1995) se refiere a esta fase de asociación libre como el período de establecimiento del contexto del sueño, en el cual se recaba una cantidad ingente de material biográfico que auxiliará en su ulterior interpretación. La búsqueda de material biográfico por el terapeuta se circunscribe a lo esencial para la exégesis del contenido onírico objeto de análisis. Y, para ello, es de suma importancia la contribución del analizando o soñador. Recabado el material biográfico desde la óptica causal o reductiva, el investigador ha de someterlo a un proceso de selección, depuración y elaboración con objeto de reconstruir la historia individual (Jung, 1995). Sin embargo, aquí se presenta la primera de las varias disensiones entre la técnica jungiana y la freudiana. De acuerdo con Freud, todo se reduce al pasado y a los traumas de la infancia. Jung considera, además, que los sueños tienen un propósito o finalidad, es decir, “una orientación hacia un objetivo”. Este enfoque finalista del sueño, confronta el material asociativo utilizando una unidad de medida diferente. La pregunta que el analista se hace en este caso es ¿qué resultado persigue el sueño?

Continuando con la metodología de Freud, éste postula que los sueños encubren, de una forma simbólica, valga decir edulcorada, ciertos deseos reprimidos o insatisfechos que, por razones morales, chocan con una instancia “superior” a la que denominó “censura”, no pudiendo alcanzar la conciencia sin cubrirse. Jung, por el contrario, descubrió que los sueños tienen una función compensadora (el inconsciente, según Jung, es un organismo que compensa la unilateralidad de la actitud consciente) de forma que aquellos fragmentos que en la vida consciente adquieren escaso valor, se ven fortalecidos durante el sueño, orientando al soñador por la vía más provechosa.

EL NIVEL PERINATAL DE LA PSIQUE INCONSCIENTE

Hasta aquí se ha establecido cómo ha de arrostrarse el nivel biográfico, esto es, el inconsciente personal jungiano o el subconsciente freudiano, a partir de los contenidos oníricos individuales. Pues el análisis de los sueños delata la existencia de escenas o secuencias de imágenes oníricas provenientes de un inconsciente individual (Jung, 1993) y que, por consiguiente, se refieren a ciertos conflictos, ideas o rememoraciones del estado consciente que, por motivos diversos, han quedado bajo el umbral de la conciencia, haciéndose operativos durante el período nocturno, cuando aquella queda rebajada al mínimo exponente.

Las investigaciones de la psicología transpersonal (Grof, 1998) han puesto en evidencia que, bajo los contenidos biográficos de la psique individual, existe un nivel perinatal del inconsciente. Cuando el proceso de autoexploración llevado a cabo por el psicoterapeuta con el uso de sustancias psicodélicas (LSD) u otros métodos potentes sin el uso de drogas (análisis de mandalas (Jung, 1992), imaginación activa (Jung, 1997), excursiones a la montaña, abreacción, catarsis, guía de imágenes con música, terapia holotrópica (Grof, 1998), etc.) se consigue excogitar y vivenciar ciertos estados del proceso del nacimiento biológico. Grof (1998) ha postulado la existencia de cuatro matrices dinámicas, hipotéticas, a las que ha denominado “matrices perinatales básicas” (MPB), que condensan la constelación de experiencias individuales y colectivas en cuatro fases del proceso muerte-renacimiento del ego. La existencia de un recuerdo del transcurso del nacimiento en el inconsciente no tiene, hoy por hoy, fácil explicación. La teoría médica vigente afirma que resulta improbable que el feto pueda grabar las distintas fases por las que atraviesa su desarrollo embrionario, argumentando como prueba la inmadurez de la corteza cerebral, por mielinización incompleta de las cubiertas de las neuronas cerebrales. A pesar de ello, hay pruebas que indican la existencia de un vínculo no material entre la materia y la mente (Peat, 1995; Grof, 1998; Jung, 1994; von Franz, 1999; Shaldrake y Fox, 1999 y otros).

EL INCONSCIENTE COLECTIVO O TRANSPERSONAL Y SU RELACIÓN CON LA ASTROLOGÍA

Con esta última disertación, nos adentramos en los dominios de aquellos sueños que dejan al paciente sin material asociativo vinculante al acontecer onírico, por cuanto el contenido de los mismos se deriva de instancias superiores, de estratos mucho más profundos y que, en su fundamento, están referidos a un alma antropoide universal, basamento de los mitos de los más diversos lugares de la tierra, coincidentes en sus motivos básicos y con independencia de los fenómenos de migración y cultivación (Jung, 1993, 1997). De igual forma, las obras culturales (pintura, escultura, poesía, filosofía, etc.) pueden presentar la tez de un conflicto neurótico individual, por ejemplo, propio del autor mediocre (obras por otro lado muy abundantes) o de intensas experiencias y, consecuentemente, pueden ser interpretados a la luz de los fenómenos personales, es decir, tras un análisis de su inconsciente personal (conflictos personales, ideas neuróticas, etc.). Pero existen ciertas obras que superan al propio individuo. Se trata de contenidos de lo inconsciente colectivo, que expresan una determinada situación factual, que afecta al común de la humanidad. Sus motivos, de carácter arquetípico, son transcendentales y traslucen, por lo común en un lenguaje de difícil comprensión intelectual, ciertos aconteceres que ha de afrontar la humanidad en un determinado momento (o siempre) y de ésta forma muestra el sendero correcto para alcanzar el equilibrio perdido. En este mismo sentido, el “gran sueño” (Jung, 1992) de los primitivos, presente también en el hombre contemporáneo, se asemeja a una obra de arte (por ejemplo), pues ambos son el resultado de una constelación de imágenes arquetípicas, determinantes para el establecimiento del equilibrio del soñador/artista, así como del colectivo coetáneo. La exégesis de estos sueños requiere del concurso de innumerable caudal de conocimientos en simbología, utilizando el método de “amplificación” propuesto por Jung (1994).

Grof (1988) designa transpersonal a la psique colectiva de Jung y propone, además de la utilización del método explicitado, el uso del material astrológico, entre otros, como una guía inestimable para la elucidación de los arquetipos constelados en los sueños colectivos. La explicación de su importancia radica en la propia concepción astrológica, según la cual los seres vivos guardan una analogía con el Cosmos-Universo, de manera tal que así como toda partícula lleva asociada una onda, de acuerdo con el modelo de dualidad onda-corpúsculo de la física cuántica, al cuerpo o materia se le ha de asociar la psique o espíritu. Lo primero sería lo grosero (la partícula), lo último lo sutil (la onda). De esta forma, los seres vivos deben responder a las leyes del Ser que los engendró, es decir, el Cosmos-Universo. En ese sentido, cada individuo debe mantenerse dentro del equilibrio de energías que gobiernan en el Cosmos-Universo (materia-información), como parte integrante del mismo, manteniendo una sincronicidad entre organismo y Creador. Toda escisión o alejamiento de dichas pautas energéticas repercutirá inevitablemente en la dualidad separada soma-psique del ser vivo y, en el caso del hombre, consciente-inconsciente, por lo que finalmente enfermará.


FUNDAMENTOS DE LA ASTROLOGÍA CIENTÍFICA

En su libro “La interpretación de la naturaleza y de la psique” Jung (1994) estudia la relación de sinastría entre los horóscopos de un conjunto de matrimonios, elegidos al azar, en su experimento astrológico. Los resultados de dicho experimento no le permitieron realizar ninguna conclusión efectiva. Sin embargo, en la actualidad existen multitud de trabajos que evidencian la validez de la astrología como medio para el conocimiento de la personalidad.

Los fundamentos sobre los que reposa la moderna astrología se hallan en las penetraciones intuitivas de los sabios orientales, esto es, en el compendio de todo el saber simbólico de la antigüedad. Sin embargo, dado que la función intuitiva del occidental es muy deficiente y su conocimiento simbólico escaso, se hace ineluctable su presentación en términos de la ciencia occidental. Los principios científicos que cimientan las intuiciones astrológicas se reducen, en última instancia, a tres: 1. El sano organismo humano, como todo ser vivo, es un sistema cibernético en el cual las informaciones procedentes del ambiente activan su función energética, que se concreta en la forma del símbolo o arquetipo actualizado o constelado. Dicho de otro modo, la información procedente del ambiente (incluyendo al Cosmos-Universo) es registrada por lo inconsciente, que constela un arquetipo, lo que permite la aprehensión consciente de dicha información y, por ende, de la actividad psicoenergética excitada en el trasfondo de lo inconsciente. Una vez perceptible y accesible a la conciencia, la información ha de ser decodificada con el propósito de que el yo consciente la integre. Esta integración activa el sistema de defensa del organismo contra eventuales problemas psico-somáticos y lo prepara para hacer frente a la nueva situación, manteniendo una constancia en sus funciones y actividades una vez equilibradas (homeostasis). Este equilibrio de funciones y actividades ejercen una influencia en la psique a modo de “biofeedback” ( Ribalta-Puig, 1998) ; 2. Cada parte del cuerpo de un ser vivo o sistema contiene información extensible a todo el organismo. Así, por ejemplo, el ADN de una célula cualquiera del cuerpo humano contiene información extensible a todo su organismo. De igual modo, las imágenes simbólicas que conforman los sueños de un individuo contienen información del estado de su psique como un todo (Grof, 1998; Jung, 1992). 3. El principio de sincronicidad (Jung, 1994; Peat, 1995 y otros) establece la verificación de ciertas coincidencias significativas de estados subjetivos con un hecho objetivo, a distancia espacio-temporal remota. Según este principio, la información del Todo se revela en cualquier punto (Talbot, 1995; Chew, 1968; Burr, 1972). Así, podemos postular que un ser vivo es una imagen fractal del Universo, conteniendo en sí mismo toda la información del conjunto. De esta manera, los movimientos de los planetas de nuestro sistema solar, por ejemplo, coinciden significativamente con la constelación de ciertos arquetipos en los sueños o visiones fantásticas de un ser humano. Así pues, el estudio de los movimientos planetarios en la Carta Natal de un individuo revelará coincidencias significativas con sus contenidos oníricos. Es importante reseñar que la sincronicidad es una coincidencia entre un estado subjetivo y un hecho objetivo, separados en el espacio y/o en el tiempo. Por lo tanto, las conclusiones que se coligen al cotejar la Carta Natal y los contenidos simbólicos expresados por el ser humano son siempre individuales. Los sueños tienen un significado individual y la Carta Natal es siempre personalizada. De esta última disertación se colige que un tránsito de Saturno, por ejemplo, no afectará de igual modo a dos individuos diferentes aunque lo estén experimentando al unísono. Todo dependerá de la red energética de la que esté compuesta su psique, simbolizada por el horóscopo natal, de su información genética propia y del ambiente en el que haya sido educado (familia y cultura).

EL PROCESO DE INDIVIDUACIÓN COMO PROMOTOR DE ESTADOS EXTRAORDINARIOS DE CONCIENCIA

Son numerosas las investigaciones que se centran en el estudio de lo inconsciente colectivo, su relación con la actitud consciente del soñador y diversas variables de la psicopatología. Así, se relacionan negativamente con la estabilidad psíquica, ciertos estados extraordinarios de conciencia, tales como las vivencias de uniones místicas con la divinidad, los viajes a otras regiones geográficas alejadas en el espacio e incluso en el tiempo, las vivencias de sincronicidades, etc. Ciertamente, existen casos en los que semejantes ideas dominan la conciencia del individuo hasta tal extremo que llegan a fragmentar la personalidad en añicos (Jung, 1997). Sin embargo, no todos los estados “alterados” de conciencia denotan un cuadro clínico negativo. De hecho, muchos de los casos diagnosticados como psicopatológicos (excluyendo daños o malformaciones somáticas) no son sino detenciones en el proceso de desarrollo del sí-mismo o individuación. Grof (1988) se refiere a ellos como fijaciones en alguna de las matrices perinatales básicas (MPB), dentro del proceso de muerte-renacimiento del ego, comparándolo con el resurgir de entre las llamas del ave Fénix. De esta suerte, por ejemplo, las vivencias de estados extraordinarios de conciencia parecen tender a presentarse en los estadios más importantes del proceso de individuación, cuando el individuo se halla más abierto o expuesto a las influencias del inconsciente. Es decir, en los periodos de afloramiento de material proveniente del inconsciente colectivo.

CASUÍSTICA

La investigación actual se ha centrado en el análisis de una serie de seis sueños*, tratando de dilucidar como transcurre un proceso de individuación en un sujeto que ha experimentado estados extraordinarios de conciencia, su relación con la transformación de la personalidad y la elevación del nivel de conciencia, tras la asimilación positiva de los contenidos inconscientes constelados. Se ha elegido este caso en particular por dos motivos primordiales: a) Los sueños muestran una extraordinaria claridad por lo que facilitan el seguimiento y la exposición del proceso; b) Las referencias de los sueños a la sombra individual y colectiva permitieron observar la encarnación de los fundamentos de la crisis ecológica de la sociedad occidental en un individuo y, lo que es más importante, el arrostramiento afortunado de la misma, por mediación de una ampliación del nivel de conciencia. De la exposición de los sueños se desprende que el soñador disponía de un cierto conocimiento de la simbología arquetipal. Conocía el libro “El hombre y sus símbolos” y, al escribir el sueño, recordó lo que allí se decía respecto al hombre bisexual. Sin embargo, apenas tenía idea de su significación profunda y, mucho menos, de qué pudiera significar “semejante rompecabezas”.

Aquí se ha adoptado el criterio de análisis de sueños, articulando los tres niveles básicos que conforman la estructura del inconsciente y su función: el inconsciente individual, el nivel perinatal del inconsciente y el inconsciente colectivo o transpersonal; por tanto, se toma al inconsciente como un organismo autónomo, regido según una finalidad o propósito, definido como la autorrealización del sí-mismo o individuación (Jung, 1997), que se estructura en tres niveles de profundidad creciente. El nivel individual se analizó utilizando la técnica sugerida por Jung (1993) que concierta la perspectiva reductiva de Freud con la finalista de Adler. El nivel perinatal se ajustó a las MPB que constelan y ordenan el material inconsciente actualizado (individual, perinatal, colectivo). Siguiendo las recomendaciones de Jung (1992), se han estudiado las relaciones entre la simbología universal y los arquetipos constelados en los sueños provenientes del inconsciente colectivo, así como, de conformidad con lo indicado por Grof (1988), otras dimensiones transpersonales relevantes desde la óptica de la astrología psicológica (Greene, 1986; Sasportas, 1987; Hand, 1981 y otros). Como conclusión, se muestra la analogía existente entre los sueños provenientes del inconsciente colectivo y los descubrimientos más recientes de la teoría del caos.

Se ha elegido una metodología de análisis que modifica en parte la técnica analítica desarrollada por Jung (1995), por la gran utilidad teórica y práctica (Grof, 1988) que brinda al trabajo de exploración profunda de la psique inconsciente, la agrupación de los contenidos inconscientes individuales y colectivos en matrices perinatales básicas. En cierto modo, estas constituyen el gozne que articula los contenidos personales y colectivos, vinculándolos a un acontecimiento fisiológico, cuales son las etapas del parto biológico. Cuando se habla de tres niveles inconscientes, no se pretende afirmar que todos ellos, a la par, hayan de aparecer necesariamente en todo sueño. Muy al contrario, como veremos, hay sueños cuyo contenido es claramente individual y no se precisa amplificación alguna. La mera confrontación con el material asociativo, que compone el contexto del sueño, es harto suficiente para su interpretación. En otros casos, el sueño sólo presenta material arquetípico y la amplificación es la única vía de acceso a la comprensión de la secuencia onírica. Y, finalmente, hay casos en los que el sueño está conformado por una mezcla abigarrada de contenidos individuales y colectivos. En tales casos, el establecimiento del contexto deberá incluir amplificaciones más o menos extensas, pudiéndose vincular a las diversas MPB que describen las etapas del proceso muerte-renacimiento de la personalidad o individuación, por la vía de la función trascendente.


CONCLUSIONES

Para concretar las relaciones esbozadas, parece factible que el contenido de los sueños se vincule directamente con el proceso de individuación descrito por Jung (1997). En este, el individuo ha de desarrollar las potencialidades individuales dadas, autorealizándose como ser individual, como miembro de un colectivo social, natural y, en última instancia, universal. Por su parte, del análisis y confrontación de los sueños con el material asociativo, la simbología occidental, la astrológica y, finalmente, los nuevos descubrimientos científicos, puede colegirse la función trascendente de lo inconsciente (Jung, 1993, 1997) y el proceso de muerte-renacimiento del ego (Grof, 1988) que se halla tras ciertas experiencias y estados extraordinarios de conciencia, tratados hasta el momento como síntomas psicopatológicos. Estas relaciones entre las imágenes oníricas y el proceso de individuación se estudiaron a partir de una serie de seis sueños. El primero presenta un carácter eminentemente arquetípico, haciéndose imprescindible la confrontación de material simbólico para su comprensión. Se recurrió a los símbolos de la cultura occidental, de la que es oriundo el soñador, a las matrices perinatales básicas, así como a la astrología psicológica y otros símbolos orientales. Este sueño se refería a la necesidad de arrostrar la sombra personal para acceder al si-mismo nuclear, por lo que la imagen onírica reproducida fue la de un negro primitivo, personaje del mismo sexo que el soñador. El sueño coincidió significativamente con el tránsito de Saturno por el sector doce de la carta del analizando. Los siguientes tres sueños provinieron también de la psique colectiva, si bien muestran algunos contenidos individuales. Los tres se relacionan con el primero, ampliando sus connotaciones y el proceso que atraviesa el soñador. Se confrontaron con material simbólico y se realizó un método de asociación, para aquellos detalles que presentaban alguna significación individual específica. Las imágenes evocadas en ellos fueron las siguientes: un gigante, la trilogía serpiente-dragón-diablo (vinculados con la escena del Apocalipsis de San Juan) y un animal mítico (escorpión-molusco). Durante el período temporal en el que acontecieron los tres sueños, se produjo la actualización de ciertas tendencias, comportamientos y actitudes que evidenciaban la activación de la MPB 2 y 3. La transición de una a otra fue el detonante de la irrupción de instintos agresivos, de irritabilidad desbordante, violencia, enojo y una tendencia a buscar conflictos. En el período de análisis surgieron algunos sueños mixtos en cuanto al contenido inconsciente, que se analizaron en conjunción con los otros sueños. En ese momento, Plutón en tránsito por el horóscopo formaba un trígono con el Mercurio natal, planeta regente del soñador. El siguiente, por orden cronológico, fue un sueño de carácter individual, en tanto que se refería a personajes de la vida “real” del soñador y cuyo significado se desprendió del material excogitado en los sueños que lo precedieron. Su importancia estriba en que mostraba la relación positiva-activa del soñador con su anima. El último de la serie es de naturaleza colectiva y representa la constelación de un arquetipo (unión mística con Dios) que estará en vigor por varios años, al igual que sucedió con el primero de la serie, por lo que afectará directamente al analizando, modificando su percepción del mundo. El tránsito de Neptuno por el sector nueve de la carta natal estuvo sucediendo en sincronicidad con el sueño, así como Urano en conjunción con el medio cielo (m. c.) en trígono con el Urano natal.


DISCUSIÓN GENERAL

A partir de los resultados obtenidos en el análisis de los seis sueños precedentes, parece que puede colegirse, sin violencia, algunas de las incógnitas que motivan esta investigación. De la serie de imágenes oníricas que se presentaron en los sueños del analizando, a la luz de los conocimientos de las mencionadas escuelas de psicoterapia analítica y transpersonal, se ofrece como resultado un proceso de regresión a las fuentes oceánicas de la vida, a lo inconsciente propiamente dicho, en el cual el analizando-soñador debió nadar para no verse anegado por sus aguas. Este período puede ser caracterizado como un viaje interior, en el cual deben arrostrarse los peligros que el inconsciente prepara en el camino del héroe a la individuación. El viaje interior al que se adentra el soñador tras una ruptura con la situación exterior (contexto social y local), debe ser favorecido, ayudando a que trascurra sin que sea abortado por la utilización de ningún tipo de tratamiento de choque. Este período de iniciación, tal como se encuentra en los chamanes jóvenes y en los místicos de las diferentes épocas y culturas (Campbell, 1997) puede ser comparado con una crisis existencial. Sin duda, se trata de uno de esos “períodos de bifurcación” (Prigogine, 1999) en los cuales existen idénticas posibilidades de éxito que de fracaso, inicialmente. Sin embargo, dada la sensibilidad de las bifurcaciones o crisis, una pequeña variación en la naturaleza del complejo del yo (condiciones iniciales), cual es la psicoterapia y el análisis de los sueños, mediante los cuales el soñador ha tenido acceso al conocimiento de la situación que debía arrostrar, llevan a la elección preferente de una de las dos ramas (escisión versus integración), rompiendo, de esa manera, la simetría original.

Lo dicho se desprende de la aplicación de las leyes del caos al complejo del yo. Dado que este es un sistema abierto a las influencias de un medio ambiente externo, de un lado, y a las de un medio interno o instintivo que se ha dado en llamar lo inconsciente, del otro, el complejo del yo puede ser equiparado a una “estructura disipativa” (Prigogine, 1999). El momento en el que el analizando tiene estos sueños, el complejo del yo está en unas “condiciones de no equilibrio”, disipando energía al exterior y permaneciendo en interacción con el mismo. Exteriormente, las circunstancias coercitivas y conflictivas han excitado y actualizado ciertos arquetipos o “mecanismos de respuesta innatos” (MRI) (Campbell, 1997) cuya energía se ha investido en la serie de imágenes mnémicas durante el período nocturno, cuando la conciencia quedó rebajada al mínimo exponente. Sin embargo, no fueron estos los únicos símbolos conformados por el inconsciente del soñador. También, durante las sesiones psicoanalíticas, dio expresión a su estado psíquico total al dibujar un conjunto de imágenes fractales (mandalas) que abocaron, finalmente, en un mandala de estructuras geométricas bien definidas (círculos, cuadrados, esvásticas y triángulos), cuya interpretación se reserva a un trabajo posterior. Estas imágenes representadas por la psique, no obstante, mostraron, junto con los sueños analizados, el estado caótico interior inicial del analizando. Los primeros días de análisis, el analizando se presentó desaliñado e incoherente en la combinación de su vestimenta. Tras este período crítico inicial, caótico en extremo, la libido fue transferida al símbolo de la unidad ordenadora superior (si-mismo), así como al último sueño, de importancia sobresaliente a estos efectos. Estos símbolos, junto con la serie analizada, transformaron la energía, ordenando el magma inconsciente en una serie de imágenes que expresaban la dirección que iba a tomar la libido y, consecuentemente, la actitud que debía adoptar el soñador para no enloquecer.

La vivencia plena del proceso, con sus calamidades, el sufrimiento y la incomprensión iniciales, han sido los catalizadores del cambio. El soñador comenzó a ver cual era su papel dentro de toda esa maraña de contenidos abstrusos, apareciendo una nueva coherencia, un principio ordenador del “caos dinámico” inicial. A partir del momento en el que el soñador comienza a tomar conciencia del proceso de individuación, incorpora la energía investida en los símbolos para dar un nuevo cauce a la libido, que se había estancado en un estado de imposible progresión. Los contenidos inconscientes comenzaban a aflorar y a cobrar mayor importancia, debido a una sobre-estimulación exterior (coerción y conflictos) que equilibró la balanza en favor de lo inconsciente. Este aumento del gradiente favoreció que el proceso de regresión se llevara a cabo, pues la libido encontró un desnivel. Este desnivel o depresión introdujo al soñador en los primeros estadios de la infancia, reviviendo sus inconscientes traumas infantiles. Posteriormente, contribuyó a vislumbrar, derivar y vincular la libido de parentesco que lo unía con su familia, compartiendo un marco de concepciones, estructuras y actuaciones de identidad inconsciente, al conjunto de los seres vivos. Asimismo, llegó al nivel perinatal de la psique, donde vislumbró sus primeras etapas del nacimiento en el seno materno, de una forma simbólica, para, finalmente, hundirse en la experiencia de lo inconsciente colectivo, vivenciando una serie de experiencias de sincronicidad que le permitieron contactar significativamente ciertos acontecimientos objetivos con sus estados subjetivos. Esto le dio acceso a una perspectiva panorámica del Universo, de manera que pudo ver con una claridad meridiana la interconexión entre todos los entes cósmicos, lo que los físicos denominan “entretejido sin costuras del universo”.

El arquetipo del orden o si-mismo que emerge en el último sueño es la expresión de un nuevo orden surgido tras el caos formativo original o iniciático. La asimilación de los contenidos inconscientes surgidos en forma simbólica, han dado lugar a un aumento de información, ligado a un nivel de conciencia más evolucionado. Resulta muy importante reseñar que, a partir del momento en que eso sucede, la sensibilidad del analizando para con los acontecimientos psíquicos, así como su mayor capacidad de observación para con los sucesos y/u objetos exteriores, propician una toma de decisiones mucho más meditada, al disponer de un ingente elenco de elementos decisorios y, ante todo, plena consciencia de la irreversibilidad de las consecuencias de las decisiones adoptadas en último término. Esta meditación tiene en consideración no sólo las circunstancias externas al soñador, sino también las internas, conjugando ambas y, en última instancia, manifestando lo interior en lo exterior.

Por todo ello, podemos considerar que el análisis de los sueños en un proceso de individuación permite constatar la relación existente entre las imágenes oníricas y los símbolos universales o arquetipos de lo inconsciente colectivo constelados en los momentos de crisis existencial. Asimismo, estos símbolos oníricos acontecen en sincronicidad con los movimientos planetarios, tal y como se tuvo ocasión de estudiar en la carta natal del soñador. Y vemos como, la diferencia entre un verdadero estado extraordinario de conciencia y la psicopatología esquizofrénica se distingue tan sólo en la manera de arrostrar la situación. Es decir, el viaje a lo inconsciente se da en ambos casos, pero lo que diferencia el estado esquizofrénico del individuado estriba en la capacidad de asimilar los contenidos aflorados desde los trasfondos de lo inconsciente colectivo, diferenciarlos y eludir en todo momento la identificación con los mismos. Campbell (1997) lo expresa diciendo que el místico, el chamán o el sabio sabe bajar al océano de lo inconsciente y nadar en él, por lo que no se ahoga, mientras que el esquizofrénico, incapaz de nadar por la escisión entre su conciencia y su inconsciente, se ve anegado por las aguas de lo colectivo. Al mismo tiempo, también ha quedado establecida la posibilidad de aplicar las leyes del caos al sistema psíquico. Esta última afirmación ha de entenderse como una semejanza entre lo acontecido en el encuentro con la sombra y la teoría del caos y de los sistemas complejos. Sin embargo, sería prematuro afirmar que el sistema psíquico sigue las leyes de dichas teorías, si bien es cierto que los hechos parecen apuntar en esa dirección.

Se reserva a una futura publicación la interpretación detallada de la serie de sueños que han servido de base para las conclusiones colegidas en este trabajo, así como el estudio del mandala y de otras manifestaciones artísticas que acontecieron durante el proceso de análisis.

Finalmente, en el futuro habría que coordinar los conocimientos de las diferentes escuelas psicoanalíticas y transpersonales en un paradigma que aúna a todas ellas, tal y como señala Grof (1988). También habría que volver a estudiar las relaciones entre la astrología, la psicología analítica y transpersonal desde una perspectiva más integradora, pues aunque estos no formaban parte de los objetivos fundamentales de esta investigación, este es uno de los pocos trabajos en los que se asocian dichas disciplinas y del que se ha podido desprender los fructíferos resultados arribados de su utilización conjunta.


REFERENCIAS

Burr, Harold S. (1972) The fields of life, Balantine books; Nueva York.
Campbell, J. (1997) Esquizofrenia: el viaje interior. En Los Mitos. Su impacto en el mundo actual. Kairós. Barcelona.
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Jung, C. G. (1997) Las relaciones entre el yo y el inconsciente. Paidós. Barcelona.
Jung, C. G. (1998) Psicología y Religión. Paidós; Barcelona.
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Peat, F.D. (1995) Sincronicidad. Puente entre mente y materia. Kairós. Barcelona.
Prigogine, I. (1999) Las leyes del caos. Crítica. Barcelona.
Ribalta-Puig, P. (1998) Bio-Cibernética quántica holonómica. En el Primer Simposium de Medicina Ecológica. Fundación Imhotep-creu Blanca. Barcelona.
Salas, E. (1987) El gran libro de los sueños. Círculo de lectores. Barcelona.
Sasportas, H. (1990) Los dioses del cambio. El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón. Urano. Barcelona.
Sheldrake, R. y Matthew, F. (1999) Resonancia mórfica y el ritual. En Ciencia y Espiritualidad. La nueva visión. Kairós. Barcelona. Pp. 159-181.
Talbot, M.(1995) Misticismo y Física Moderna. Kairós. Barcelona.


ANEXO

Sueño 1.

Exposición

“Una imagen arquetípica de un ser bisexual (mercurial) se halla en la escena onírica que presencio. Un hombre primitivo, negro, con su órgano sexual horrorosamente desproporcionado trata de violar al antrophos hermafrodítico. Su contraparte femenina lanza una plegaria pidiéndome ayuda. Desgarrado por la barbarie y atrocidad del negro y dañada la matriz del órgano sexual femenino, el rostro de la parte femenina del hombre andrógino muestra una expresión de dolor intenso, que me despiertan con un sentimiento de malestar y excitación entremezclados.”

Sueño 2

Exposición

“Estando yacido en el lecho nocturno, mordióme una serpiente tras el cuello, paralizándome e impidiendo que me moviera, así como todo intento de reincorporación”.

Sueño 3.

Exposición

“Yacía en el lecho mientras dormía, cuando me percato de la figura de un gigante que me observaba. Me dirigió varias sentencias en un idioma que no lograba comprender. Su aspecto sombrío, su cara sin rostro, el dialecto hablado y su voz fuerte y ronca paralizaron mi intento de responder. Abrí los ojos y confuso, aún inmerso en la paralización y con un sentimiento de miedo, de terror ante el espantoso espectáculo, confundí la silueta del altavoz de mi habitación con la figura obscura del gigante sin rostro”.

Sueño 4.

Exposición

“Una escena de horror. Me resulta imposible recordar con propiedad la secuencia al completo. Cual fogonazos imaginativos, aparecen ante mí sólo algunos fragmentos. Un esfuerzo por recordar me lleva a hilar más fino: una especie de escorpión surge como de una fábula, mitad arácnido, mitad molusco, clavó su imponente aguijón en mi cuerpo. La parte dañada es ahora el dedo del pie y el efecto, el mismo: una paralización. Vagos recuerdos de familiares parecen surgir: mi hermano aparece como figura salvadora.”

Sueño 5.

Exposición

“La escena onírica transcurre en la casa en la que actualmente resido y, más concretamente, en mi habitación. Aquí estoy con una mujer que me recuerda a una antigua compañera de estudios con la que hace unas semanas (entre doce y catorce) coincidí, con motivo de una invitación en la que nos congregábamos los antiguos alumnos que cursamos en la misma promoción. Desde el interior de mi habitación se escuchan las disputas de poder entre mi madre y mi padre. Ciertos comentarios hirientes provenientes de ambas partes se escuchan desde el interior de la habitación. Ajenos a esta discusión acalorada, aunque sin desconectar en ningún momento y afectados por ella, hablamos, la mujer y yo, durante un largo período de tiempo, en el que me comenta que un señor X le había dado la posibilidad de obtener un título, pero que cometió el error de hablar de ello con una amiga que estaba muy interesada en él, pues sus estudios versaban en un tema relacionado directamente con el susodicho título. Por ello, ahora se encontraba frente a un dilema. Entretanto, yo le mostré un libro antiguo de sabiduría oriental, con las tapas desgastadas y degradadas por el paso del tiempo y cuyo título no consigo recordar. No obstante, sé que está relacionado con la concepción oriental del mundo como un organismo, y con el movimiento cíclico del acontecer histórico-natural. Entonces, le pregunté si le parecía demasiado profundo para leerlo, a lo que me respondió que le dejara hojearlo. Tras hacerlo, me dijo que no le parecía tal cosa. En este punto comenzamos un contacto físico más íntimo. Yo puse la pierna derecha sobre su cuerpo y la besé en el cuello. Continuamos abrazándonos, en tanto que una voz de ultratumba afirmó: “Aún hay mucho por hacer”. El sueño concluyó tras un estado de éxtasis que irrumpió en un placer sexual extraordinario”.

Sueño 6.

Exposición

“Un ente bisexual aparece entre las tinieblas del mundo arquetípico de lo inconsciente colectivo, como arquetipo de ese mismo submundo. Al igual que en el sueño anterior (sueño 1) el rostro del ser es femenino, sus rasgos sutiles y delicados, pero su órgano sexual es dúplex: masculino y femenino. La belleza del antrophos es extraordinaria, a diferencia del pretérito sueño. Llamado por Ella, atraído por su radiante belleza y su campo de atracción, entro en contacto con Ella para fusionarme en un acto sexual sin precedente alguno. Un intenso placer recorría mi ser impulsándome desde lo más hondo a lo más elevado, de la abisal profundidad a las alturas siderales. Mi ánimo quedó embargado y mi ser se sumió en una comunión divina con la misma deidad interior, deseando con todas mis fuerzas permanecer en tan pródigo estado, en la beatitud más excelsa.”


Comentario final al sueño hecho por el soñador: “¡Por vez primera he comprendido el significado de la unión con Dios, a la que tan maravillosamente nos refieren los místicos!"

jueves, 28 de mayo de 2020

LA CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL Y LA PANDEMIA POR LA COVID-19


LA CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL Y LA PANDEMIA POR LA COVID-19

José González. Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.
Coronavirus. SARS-CoV-2 que provoca la COVID-19. (peterschreiber.media - stock.ado.)


¿Entiendes acaso lo que lees? Él respondió:
¿Cómo habría de entenderlo si nadie me prepara?
Hechos de los Apóstoles 8, 30.

La psicoterapia, en el sentido más amplio, busca los valores que satisfagan las necesidades anímicas de los hombres de hoy, para que no caigan en la masificación aniquiladora.
Carl Gustav Jung.


Venimos advirtiendo desde hace años de la grave crisis de la Civilización Occidental en la que estamos sumidos quienes participamos de la cultura de Occidente.

Escribimos sobre ello por primera vez en el año 2001, en un libro que publicamos en el año 2004 bajo el título “El retorno al ParaísoPerdido. La renovación de una cultura“ en la editorial Sotabur.
Posteriormente retomamos dicho hilo en las novelas “Al final deltúnel. Una historia sobre el despertar del alma”, y en “La hermandad de losiniciados “, publicados en Amazon.
Unos años más tarde proseguimos profundizando en el estado crítico de nuestra cultura en dos nuevos libros: “Cine y Espiritualidad. El Mito del héroe en Avatar y en otras películas de ciencia ficción” -cuya reedición ha tenido lugar el pasado mes de abril de 2020- y en “Descubriendo tu auténtica vocación “, también publicado por Amazon, este último bajo la rúbrica de la editorial “El hacedor de lluvia “.

Sabemos que no somos los únicos, por supuesto, y que, desde la publicación del libro de Oswald Spengler sobre la Decadencia de Occidente, los libros que hablan de la grave crisis en la que está sumido Occidente se han ido multiplicando.

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung consideramos que fue uno de los pioneros en advertir y, lo más importante, en dar una respuesta vital a dicha situación crítica: mediante la atención y diligencia religiosas al nacimiento del nuevo dios en la profundidad de su alma. Toda su obra científica puede entenderse como el esfuerzo que su personalidad consciente realizó para exponer, en el lenguaje de su-nuestra época, el proceso que condujo a la encarnación de la imagen de dios en su propia profundidad.

Desde aquel primer “experimento “, tal como él lo denominó, algunos hemos tomado el relevo y proseguido su legado, movidos por una llamada procedente de la profundidad, para dar respuesta a la terrible situación de crisis social, política, religiosa, económica y ecológica en la que está sumido el mundo. 

Hace tan solo unos meses, la Hybris de nuestra cara consciencia colectiva occidental nos hacía pensar en que podíamos ser como dioses: alargar la vida decenas de años; transferir nuestra consciencia, nada menos que ese misterioso  “órgano de percepción y orientación“, que apenas empezamos a conocer, con la desmedida pretensión de convertir en innecesario nuestro cuerpo material, siendo la biología básicamente reemplazada por un “cuerpo cibernético “; o, también, desde ese monstruo ideológico denominado “feminismo de tercera ola”, para cuyos acólitos la Naturaleza es completamente moldeable, por supuesto según sus caprichos, como muestra de una terrible desorientación mental y de un deplorable desconocimiento de la naturaleza humana (psique inconsciente); por poner solo algunos ejemplos.

Ante semejante desvarío acontecen, durante los primeros años del siglo XXI,  varios sucesos que evidencian la profundización de la crisis de la Civilización Occidental: los atentados del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York, que hacen caer las dos torres gemelas, símbolo de la Hybris tecnológica, económica y, especialmente, financiera; los atentados terroristas del 11M de 2004, en la capital de España, Madrid,; la destrucción por las llamas de la Catedral de Notre-Dame, a principios del año 2019, símbolo del acervo cultural de Occidente; y, en la actualidad, nos acecha una pandemia provocada por un virus, el SARS-CoV-2.

Este último suceso confronta a la consciencia colectiva con la dura realidad: la Naturaleza no tiene que ganar la batalla a nuestras pretensiones ideológicas y a nuestro deseo de suplantarla, pero no puede perderla. 

Probablemente hoy, más que en ningún otro momento de nuestra historia reciente, los hombres nos vemos ante la necesidad de afrontar nuestras grandes limitaciones, nuestra vulnerabilidad y nuestra estupidez al minusvalorar aquella Naturaleza que creíamos bajo nuestro control.

Desgraciadamente, la capacidad de asimilar la vivencia actual para convertirla en una experiencia transformadora solo lo logrará el individuo. Por no hablar de la terrible inconsciencia de los hombres ante la manifestación material del Símbolo, realidad esta que concita todo cuanto sucede en el mundo, y cuanto acontece en el alma.

Una de las más fecundas enseñanzas que he podido aprender en el trato, indirecto, a través de pacientes que han convivido con personalidades psicopáticas y narcisistas, y directo, con psicópatas subclínicos y personalidades con trastornos del grupo B (narcisistas, límite o borderline, histriónicas y antisociales), según la clasificación del DSM-V, es la importancia que tiene el contacto directo con la Vox Dei, con la Voz interior, es decir, con la sabiduría de la Naturaleza interior.

La fidelidad a esa Naturaleza íntima a la que los psicólogos de orientación junguiana denominamos psique inconsciente es, también, lo que algunos de mis pacientes terminan aprendiendo después de todo un proceso psicoterapéutico de reconstrucción, iniciando a partir de entonces un camino que les conduce a devenir aquello que auténticamente “Son” desde que nacieron. 

Los pacientes que inician dicho Camino agudizan los sentidos interiores, lo que les permite "escuchar", "ver", "percibir por adelantado", etc., no solo los contenidos de su propio interior, a través de insights y de sueños, sino también la relación entre su vida psíquica y lo que les acontece en la realidad objetiva.

Una de las habilidades que desarrollan consiste en que pueden detectar en la realidad objetiva aquellos comportamientos, y señales, que proceden de personalidades psicopáticas y/o narcisistas, neutralizando su acción cuando es preciso, y alejándose de su radio de acción apenas los detectan si fuera necesario. Quizás la enseñanza más importante proceda de la toma de consciencia de su estado de fragmentación, de su necesidad de apoyarse en puntos de vista colectivos, de en qué medida ellos explotan y absorben de un modo infantil y rapaz a su entorno, en lugar de enriquecerlo con su presencia y su actitud.

Los psicópatas y los narcisistas malignos se sirven de las personalidades "zombi" como "monos voladores", para tratar de succionar la vitalidad de aquellas personas que aún conservan cierto grado de conexión emocional con su interioridad. De ahí la necesidad que tienen estas personalidades muertas en vida de alimentarse de un modo parásito de personas empáticas.

Asimismo, algunos pacientes comprenden que las personalidades del grupo B, así como los psicópatas, son la expresión palmaria de un mundo en decadencia. De una sociedad que ha perdido su alma, como se refleja en las series y películas de Zombis, representantes del insaciable deseo de consumir. Una cultura en donde el símbolo unificador ha dejado de ser efectivo para todo un colectivo, es decir, la imagen cristiana de Dios ha fallecido.

Dichas personalidades plutocráticas necesitan alimentarse (parasitándolas) de aquellas personas que aún mantienen la frescura y vitalidad que les confiere el contacto, consciente o inconsciente, con el mundo anímico. Y es que esa "hambre de trascendencia", esa pérdida irreparable del Símbolo, esto es, de la expresión tangible a los sentidos del alma de lo absolutamente trascendente, no podrá nunca satisfacerse con ningún objeto de consumo, con ningún bien material.

De igual modo, algunos pacientes adquieren con el tiempo la capacidad de comprensión de la relación existente entre la realidad subjetiva y la objetiva, en esos arreglos que los junguianos denominamos "sincronicidades".

Estos aprendizajes, provenientes de la experiencia, son especialmente importantes para comprender lo valioso que resulta la transformación de una oveja en un hombre, de una personalidad colectiva en un individuo completo, máxime atendiendo al peligroso avance de las ideologías, y de los grupos espiritualistas regentados por psicópatas adaptados (Garrido) o cotidianos (Marietán). 

Hoy, más que nunca, el alma constituye un objeto de interés cuya potencia de atracción es tanto más alta, cuanto mayores son los conflictos sociales y religiosos en el mundo.

Hace algunos años publiqué un libro titulado “Cine y Espiritualidad”, en el que abordaba la interpretación simbólica de la película Avatar, de James Cameron. En mi opinión, en dicha película el afamado director de cine expresaba de un modo gráfico lo que acontece en la cultura occidental, y al mismo tiempo manifiesta una salida a la crisis en la que el mundo está sumido. 

En estos días se ha producido el lanzamiento de la reedición de dicho libro, con un título distinto, más acorde con la época:  Avatar. ¿El nacimiento de un nuevo paradigma? (pincha en el enlace para verlo o comprarlo).

En dicho libro desarrollo la idea de que, en nuestra época materialista de progreso tecnológico y científico, cada vez más se está manifestando una profunda crisis como consecuencia de la pérdida de la imagen de dios, de aquel símbolo que representa el valor más alto; el valor que da vida y sentido a la existencia del ser humano.

El Mito cristiano afirma que dicho valor supremo hoy perdido en nuestra cultura se ha transformado. El cuerpo según el mito no lo encontraron allí donde le habían sepultado. Pero el cuerpo en realidad simboliza la forma exterior y visible, la concepción hasta ese momento aceptada pero transitoria, del valor supremo que proporciona sentido a la vida del ser humano en una época históricamente determinada.

La película Avatar escenifica de un modo magnífico esa pérdida del sentido de la vida, que representa la muerte de Dios. Que una sociedad pierda a su dios, e incurra en graves crisis sociales y psicológicas, desde luego que no constituye un acontecimiento extraño, sino que es un acontecer típico que se repite con frecuencia en la historia de la humanidad. Los dioses mueren y resucitan bajo formas distintas. 

Sin embargo, cabe preguntarse dónde se encontrará la nueva imagen de Dios. James Cameron, utilizando un despliegue de efectos especiales impresionante, nos lo muestra en la pantalla de un modo realmente magnífico: en las profundidades del alma es donde encontraremos el nuevo cuerpo en el que se manifiesta la divinidad.

Ese es precisamente el objetivo, por decirlo de algún modo, de la terapia de orientación junguiana: que la persona se encuentre a sí misma, que comprenda cuál es su auténtica vocación y, en definitiva, que su consciencia acceda y se relacione con aquella Naturaleza en la que dios se hace presente. 

Una actitud así orientada le permite adquirir a la persona una independencia y una libertad de acción que lo hacen responsabilizarse de su propia vida, abandonando de ese modo la infantil actitud que busca en el “papá o mamá“ Estado, en el Gobierno de turno, en la Unión Europea, en Bruselas, en el Papa o en la figura de autoridad religiosa o política la solución de todos sus conflictos.

Los indescriptibles acontecimientos del último año en España inducen la sospecha de que su causa se encuentra posiblemente en una peculiar perturbación psicológica en el país.

Quien pregunte a un psicólogo lo que piensa al respecto debe esperar una respuesta desde su específico punto de vista. Si se adopta esta perspectiva no resulta difícil observar que la situación política en España es una expresión palmaria de un estado de disociación y de escisión psíquicas. 

Hace aproximadamente cuatro años vengo comprobando en lo inconsciente de mis pacientes unas curiosas perturbaciones que no cabría atribuir únicamente a su psicología personal. Dichas perturbaciones procedían de unas relaciones sentimentales con determinadas personalidades trastornadas cuyo diagnóstico clínico formaba parte del grupo B de trastornos de la personalidad, de acuerdo con el DSM-V, conocidos como narcisismo y psicopatía (también conocido como trastorno antisocial, narcisismo maligno o narcisismo perverso).

Cuando observé la extensión de dichos fenómenos en la consulta comencé a fijarme en los fenómenos colectivos, no solo en España, sino también en el resto del mundo. Mi sorpresa fue que las actitudes observadas en personalidades narcisistas y psicópatas se estaban extendiendo en la cultura occidental de un modo preocupante. Observaba entonces cómo en España ciertas personalidades con un comportamiento narcisista y psicopático estaban accediendo con una facilidad pasmosa al poder estatal. 

El trabajo con mis pacientes consistía en que comprendieran el significado que la experiencia con personalidades terriblemente malvadas tenía, así como la importancia de tomar conciencia de que dichas personalidades encarnan el desorden, el caos y el mal que habitan en la profundidad de la psique.
Sin embargo, la integración de los contenidos inconscientes es un acto individual de realización, comprensión y valor moral. Es una tarea muy dificultosa que exige un elevado grado de responsabilidad ética. Solo de un número de individuos relativamente reducido cabe esperar la capacidad para un logro semejante y esos no son los líderes políticos de la humanidad, sino sus líderes morales.

En cambio, la inmensa mayoría de las personas sigue en un estado de consciencia que es incapaz de integrar los contenidos sombríos que emergen desde lo inconsciente. De hecho, es muy probable que esas fuerzas asalten a la consciencia y de un modo improviso y con gran violencia sometan la voluntad de muchos. Los síntomas anunciadores de semejante situación los tenemos delante de nuestras narices: el incremento de las tendencias totalitarias, de la esclavitud estatal y de las ideologías comunistas.

Únicamente en el individuo es esperable una actitud que conduzca a la erradicación de la lastimosa inconsciencia del hombre, de su infantilismo y de su debilidad individual para que sean sustituidos por un ser humano que sepa que su destino depende de él y no del Estado o del Gobierno.

Desde el Congreso de los Diputados ya se ha escuchado la “venida de un Nuevo Orden” social y cultural. Este antiguo sueño, que ya se tuvo en la Alemania Nazi y que se expresó por boca del Führer, nos alerta de una situación anímica de descomposición y fragmentación. Aun así, nos equivocaríamos si pensáramos que quien así se expresa no tiene la intención de crear un “orden nuevo”; o, cuanto menos, de propiciarlo o favorecerlo. De hecho, con toda probabilidad, en la profundidad de su alma le motivan fuerzas del orden que se están apoderando de miles de ciudadanos españoles. Nuestros dirigentes no son otra cosa que síntomas de la emergencia del arquetipo del orden. Dicho arquetipo del orden se constela cuando un pueblo se encuentra en una situación psíquica de desorientación y desorden, como resultado de una pérdida de conexión con la profundidad de su alma, esto es, de un estado de enajenación mental colectivo.

Sin embargo, esta situación de desorden solo puede ser compensada con éxito mediante un radical cambio de mentalidad; que permita la integración paulatina de las fuerzas del orden y, en última instancia, la encarnación de la nueva imagen de dios, del nuevo Eón y/o del orden en la vida. Esta metanoia solo es esperable, como venimos repitiendo, en el individuo. Las masas son siempre inconscientes e indolentes en grado superlativo.

El peligro que se nos avecina reside en que el pueblo español, en lugar de favorecer la vía de realización del orden en el individuo, proyecte en la personalidad de un político psicópata o narcisista maligno su anhelado orden. Con ello se despoja de la responsabilidad individual y, por tanto, pierde también su más preciado tesoro: la libertad.

Solo en el seno de una auténtica democracia, y ya estamos viendo que esta comienza a verse amenazada por la avasalladora lucha por el poder, podremos hacer efectivas las fuerzas del orden. No cabe esperar en las masas españolas que tengan en cuenta la importancia de este saber psicológico, por más claro y sencillo que sea. Por ese motivo, como psicólogo, tengo puestas todas mis esperanzas en la creación de individuos, autónomos e independientes, libres y responsables de sus propios destinos, pues la sociedad española deriva su calidad espiritual y moral del ciudadano realizado. Ojalá vaya penetrando poco a poco esta comprensión, de modo que compense la infantil concepción del Gobierno de España, de la Unión Europea o de Bruselas como si se trataran de unos “salvadores”, capaces de responder a todas las expectativas de poder, de abundancia y de resolución de problemas.



Bibliografía:

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