Hoy, quería hablar de la técnica que describió Jung para relacionarnos con las imágenes que residen en lo inconsciente colectivo. A esa técnica, que se basa en focalizarse en las imágenes que emanan de lo inconsciente para mantener una suerte de conversación con ellas, Jung la denominó Imaginación Activa. Y, para comprender el procedimiento a seguir lo mejor es poner un ejemplo.
Así, a continuación voy a reproducir el resultado de una conversación que mantuve con una de las imágenes emanadas de lo inconsciente y que forma parte de uno de los capítulos de mi novela Encuentros en la Oscuridad.
—¡Querido Discípulo! ¡Hijo del Universo! Parece
que estás cuestionándote lo que muchos hombres antes
que tú se han preguntado. No vas del todo mal encaminado
cuando reflexionas en torno a la Obra que
es la realización de tu propia esencia. No obstante, habrás
de saber que ello no es tarea fácil —en ese momento
Juan recordó las palabras de Abraxas y le parecía
que fuera él quien le hablaba, aunque en esta ocasión
no podía ver su imagen—. El conocimiento de tu procedencia
divina —continuó la voz— no se logra sino
después de que hayas muerto. Sí, querido discípulo,
la muerte no es otra cosa que un cambio de estado.
Una transformación que te conduce al conocimiento
de tu esencia divina. Como hombre material el ser humano
es ignorante y deficiente en grado sumo. Como
desconoce la verdadera Sabiduría del Uno cree que el
mundo ilusorio de la Materia es lo único existente y,
por lo tanto, verdadero. Por dicho motivo, aquél que
no es capaz de trascender el mundo de la Materia se
hace esclavo de ella y queda condenado de por vida a
una existencia mundana, inferior y maldita. Pero quien
habiendo sido arrojado al mundo inferior de la Materia
es capaz de elevarse por encima de sus orígenes y muere
para con la manifestación, ése ha conseguido salvarse.
Ha atravesado el umbral que lo conduce al mundo
de lo inmanifestado y tiene acceso al Nous, el mundo
del Espíritu Universal, Verdadero Hacedor de todo lo
manifestado.
—¿Quién eres tú que tan sabiamente me aleccionas?
—Preguntó Juan a aquella voz.
—Soy el Guardián del Umbral. Como Querubín
permito y favorezco la entrada al centro divino del Ser
a aquellos cuyo camino les conduzca hasta mí. Nadie
que no lleve la señal que lo identifique como quien realmente
es tendrá acceso jamás a la estancia a la que
doy entrada, colmada de tesoros divinos. Quien quiera
acceder primero habrá de morir. En estado de neonato
podrá atravesar la puerta al siguiente Eón. Por ese
motivo, hijo mío, pronto habrás de morir a tu anterior
existencia para renacer a una nueva Vida. Pero no temas.
Pues incluso la muerte es pura ilusión. Lo que
has sido y eres, en lo más profundo de ti mismo, siempre
estará ahí. Esa muerte propicia el despertar de aquello
que durante tus años previos al memorable evento
que está por llegar ha permanecido dormido. ¿Acaso
crees que el ser humano puede ser distinto de lo que
realmente es? No hay nada en el hombre, ni en el mundo,
ya sea hecho, manifestación, evento, suceso o acontecimiento
que no estuviera de antemano en el universo
de lo Inmanifestado. Tal vez creas que las guerras
entre los hombres son el producto de coyunturas o
acontecimientos externos, ligados a determinadas
circunstancias socio-económicas y políticas y que estas
circunstancias originan, finalmente, el conflicto
bélico. Mas si así piensas, yerras en lo fundamental.
Pues es el hombre en su más íntima esencia quien
provoca las guerras. Él es el último responsable de lo
que acontece en el mundo de lo manifestado. Precisamente
la ignorancia de este último aserto provoca
el clima bélico propicio para la iniciación de toda guerra.
Pero la guerra, como la muerte, también es pura
ilusión, dado que son las potencias de lo inmanifestado
quienes operan bajo la superficie, a fin de que
se produzca el necesario y siempre presente renacimiento.
Y, pese a todo, contemplado sub specie aeternitatis,
muerte y renacimiento son manifestaciones
y, por tanto, ilusiones o reflejos de poderes o
potencias sempiternas, actuantes desde los orígenes
del mismísimo Universo.
Fuente: Capítulo 6. Extraños Visitantes de mi novela Encuentros en la Oscuridad. José Antonio Delgado González. Ed. Nuevosescritores.
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