Y, de pronto, de un modo sincronístico, como suele sucedernos a mi hermano espiritual Raúl y a mí, en un hilo de comentarios en torno a mi ensayo sobre la interpretación del simbolismo arquetípico de la película Avatar, encuentro que Raúl escribe algo que encaja perfectamente con lo que venía pensando durante los últimos días. Por ese motivo, voy a reproducir el fragmento que más directamente describe mi/nuestro modus vivendi:
"Yo, por otro lado, soy un hombre de poca fe. Un pobre de espíritu, obligado a ser mordaz crítico tanto de mis especulaciones fantasiosas como de las de los demás. Incapaz de creer en lo que cuenta ningún maestro en una conferencia o libro si no forma parte de mi propio bagaje. No me interesa ninguna canción que no me toque el alma, ni ninguna doctrina que no pueda contrastar con la dura roca de mi limitada pero únicamente efectiva experiencia real. Mi opinión al respecto se asimila con la de U.G: nadie va a darte nada que tú no tengas. Nunca vas a conocer nada importante sobre la realidad transpersonal a través del pensamiento de otros, de sus anécdotas, de sus libros, ni tampoco a través de ningún ejercicio o meditación a la que no te instigue (siempre sólo temporalmente) el mismo Self. Nadie puede elegir andar el camino. Él te elige a ti.
El desarrollo espiritual no consiste en incorporar, introyectar, saberes ajenos, que para uno mismo no son más que fantasías, y no pueden ser otra cosa, sino en sacar a la luz tu saber interior. Debo decir mejor “el” saber interior. Hay, sin embargo, algo legítimo en el alumnado, lo “acádemico” transpersonal, y es cuando se cumple la máxima “el maestro aparece cuando el discípulo está preparado”, porque eso incluye que el proceso ha partido desde un lugar que está más allá de la mera transmisión de información entre dos seres humanos, lo cual, como digo, es totalmente inoperante allende la educación para un oficio técnico, manual. Y hasta para ello hay que tener aptitudes, las cuales no se aprenden, ni se compran con el pago de una matrícula.
En resumen: quizás con algo de ayuda, mejor sin ninguna, o lo ves por ti mismo, o no lo ves jamás. Es desde aquí, desde la familiaridad experiencial, desde donde critico o no critico a esta gente. No suelo jugar nunca a contrastar teorías aprendidas como un loro con las teorías imaginadas por otros. De eso está lleno el mundo académico y “cultureta” de las sociedades, pero yo no transito esas ágoras."
Hermano Raúl, con gran esfuerzo por mi parte, me toca transitar esas ágoras...
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