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viernes, 16 de septiembre de 2011

EXPERIENCIAS INTERIORES QUE PREPARAN PARA LA MUERTE

Después de haber leído uno de los capítulos del libro de la psicoterapeuta y analista junguiana Barbara Hannah, titulado EL INCONSCIENTE PREPARA PARA LA MUERTE, de su libro Encuentros con el Alma, Imaginación Activa como C. G. Jung la desarrolló, he quedado muy impresionado. Hacía apenas unas semanas que había expresado a mi mujer mi intención de investigar algún caso en el que un paciente hubiera estado cerca de la muerte y hubiese relatado sus sueños. Esos sueños, pensaba yo, seguramente nos muestren cómo lo inconsciente prepara al individuo para la muerte física. Y ella me dijo que ese era precisamente el tema que hubiese querido investigar para su tesis doctoral, pero que no pudo hacer.

Con esta idea en mente, y teniendo en cuenta mi participación en el próximo congreso de Antropología, Espiritualidad y Psicología que tendrá lugar en Ávila y cuyo tema principal es “El sentido de la vida ante las crisis”, el libro de Barbara Hannah era justo lo que andaba buscando. De hecho, antes de leer este libro, acababa de terminar otro de Mircea Eliade titulado Nacimiento y Renacimiento. El significado de la iniciación en la cultura humana, donde Eliade trata los patrones iniciáticos en las distintas sociedades premodernas  (previas al fin de la Edad Media en la Europa occidental, y en el resto del mundo hasta la Primera Guerra Mundial), para mostrar la importancia y la prevalencia de estos motivos en las distintas culturas tradicionales. Eliade insiste en que “la originalidad del hombre moderno, su novedad en comparación con las sociedades tradicionales, radica precisamente en su determinación a considerarse a sí mismo como un ser puramente histórico, en su deseo de vivir en un cosmos básicamente desacralizado.” Un ideal este que no tiene nada en común con el mensaje cristiano y que es ajeno a la imagen que de si mismo tiene el hombre tradicional, para quien el mundo es obra de seres sobrenaturales y, por consiguiente, su propia estructura es en esencia sagrada.

Por ese motivo, he decidido publicar aquí varios fragmentos del capítulo al que hacía mención unas líneas más arriba, titulado EL INCONSCIENTE PREPARA PARA LA MUERTE, siendo uno de los testimonios más originales que conozco de cómo el inconsciente prepara a una mujer, que además es una analista junguiana, para la muerte física. En realidad, tanto los sueños, como la práctica de la Imaginación Activa, nos permiten, si se utiliza bien, prepararnos para afrontar cualquier crisis (yo mismo las he practicado para afrontar mis crisis personales) y, como veremos, también la muerte. Pues, en última instancia, las crisis vitales, existenciales, nos van preparando para ese ¿final?, como he expuesto en otro lugar. He aquí un vídeo sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM). Algunas de las experiencias que en él se cuentan resultan interesantes de cara a compararlos con lo que narra Barbara Hannah.




“El material (que presento) a continuación proviene de los siete meses anteriores a la muerte de Beatriz. Nos muestra cómo ella fue gradualmente atraída hacia el centro y cómo abandonó la perspectiva del ego y aprendió a adoptar la del Self.

Beatriz había practicado bastante la imaginación activa. (…) Por discreción, no describiré con detalle sus dificultades; sólo diré que eran típicas de una mujer casada de su edad (poco más de cincuenta años). (…)

Beatriz tenía un animus muy positivo el cual la guió en su imaginación activa; además, la imagen de una flor en la profundidad del bosque fue cobrando cada vez mayor importancia para ella, siendo este símbolo precisamente el punto de partida de nuestro material.”

Hago aquí un ínterin, para comentar que en una conversación privada con un amigo, que por discreción llamaré Pedro, éste me contó que, mientras atravesaba una grave crisis personal, en uno de sus sueños vio la imagen de una flor que florecía resplandeciente de un fondo fangoso y una voz le decía que debía empezar de nuevo. Esta flor, semejante al loto, simboliza precisamente lo mismo. Se trata del la Flor de Loto, una imagen del Atman interior, del arquetipo de Ser (Self).

Continúa Barbara Hannah diciendo:


Ella se dirige a la flor (en un ejercicio de imaginación activa):

Tú, maravillosa flor de oro y plata, eres como un centro resplandeciente en mí, a partir del cual estoy aprendiendo a vivir. No puedo seguir viviendo fuera de mi misma, debo vivir desde este otro centro en donde también vive mi hombre espíritu divino. El misterio de la flor me une con la intemporalidad, incluso con la eternidad.

Beatriz continúa:

La flor es la casa que he construido para mí en la eternidad. Me he mudado ya a esta casa, con el fin de tener un lugar para que mi alma viva cuando mi cuerpo decaiga. Es un pedazo del jardín celestial del paraíso.

Aquí Beatriz probablemente estaba influenciada por el artículo de Richard Wilhem, “Muerte y Renovación en China”, en donde explica que los chinos aprecian la vida en forma diferente a como lo hacemos nosotros (los occidentales). Uno de los documentos chinos más antiguos señala que la mayor fortuna para un ser humano es encontrar una muerte que corone su vida y el mayor infortunio es morir a destiempo y no poder encontrar la propia muerte (…) Los confucianos creen que uno debería prepararse para ese evento; durante el curso de su vida uno debería tratar de construir una especie de cuerpo sutil espiritual, elaborado a base de pensamientos y obras. Un cuerpo que brinde a la conciencia un apoyo cuando ésta tenga que abandonar a su ayudante anterior: el cuerpo físico. Evidentemente, Beatriz espera que esta flor se desarrolle en un cuerpo sutil espiritual que le dé soporte a su conciencia al momento de morir. No sé si Jung alguna vez habló con ella acerca de su premonición con respecto a su muerte prematura, sin embargo, ella misma debe haberlo sentido, pues estaba inusitadamente interesada en construir este apoyo (…).

Como muchos de nosotros, Beatriz esta muy preocupada por los sucesos del mundo (y) decide hablar con su ánimus positivo, su hombre espíritu, sobre esto (…):

Gran Hombre espíritu: ayuda a la humanidad para no destruirnos unos a otros y que no vayamos a pique. Ayúdanos contra los demonios oscuros que nos amenazan. Ayúdanos contra el dios maligno que nos destruirá, pues imagina más maldad de la que somos capaces de soportar.

El (animus) responde:

Piensa en la flor, pues todo es uno en ella.

Entonces ve a un pájaro blanco volar hacia el interior de la flor, bañarse en su luz y volar después para internarse en  el mundo.

Su hombre interior hace bien en llamar su atención hacia la unión de los contarios en la flor, pues la única esperanza para nuestro desgarrado mundo es que los opuestos hostiles puedan unirse. La labor principal de los alquimistas radicaba ahí, ellos siempre trataban de unir los opuestos pues sólo cuando los opuestos están unidos se encuentra la paz verdadera. Cuando analizamos la situación del mundo como lo hizo Beatriz, encontramos en todas partes un opuesto tratando de ganar poder sobre el otro. A nivel colectivo no podemos hacer nada, puesto que, en el único ámbito en donde podemos hacer algo es nosotros mismos.

Si Beatriz se daba cuenta o no, de cualquier forma estaba contribuyendo lo mejor que podía para el bienestar del mundo al obedecer a su hombre espíritu e ir hacia la flor. El pájaro que ella observa volar hacia la flor y después volar hacia el mundo nos da la clave: en este mundo no podemos pretender una liberación permanente de la tensión de los opuestos, pero sí podemos darnos cuenta de que dentro de nosotros existe un lugar en donde están unidos y podemos aprender a visitarlo y permitir así que su luz salga volando al mundo. Si un buen número de personas pudiera darse cuenta de la importancia de esto y visitaran este espacio interior, podrían llegar a ser capaces de soportar la tensión de los opuestos en el mundo exterior. Para Jung, esto es esencial para evitar el holocausto nuclear.

Beatriz nos dejó un registro de sus visitas a la flor, por lo menos dos veces al mes. En la siguiente visita a la flor se percató, más que nunca, de la unión de los opuestos:

Voy a la flor milagrosa y la contemplo. Lo que antes eran dos opuestos en ella, se han convertido en uno. Eso es un milagro. Posiblemente, el espíritu de esta flor pueda sanear el mundo y protegerlo de la guerra. Rezo para que así suceda.

(…) Quince días más tarde:

Voy al lugar en donde dos se han convertido en uno, en donde oro y plata, sol y luna, se han unido, en donde el ser humano también puede ser uno consigo mismo y con los otros.

De inmediato, Beatriz se queja de que su contratrasferencia la está perturbando. Es incapaz de comprender su significado por lo que se dirige al bosque para hablar con su hombre espíritu y comunicarle la tristeza que le produce esta contratransferencia (Beatriz está analizando a un paciente). Lo acusa de manifestarse en su paciente y le pide que no sea tan cruel.

Podemos ver cómo ella, cada vez con más frecuencia, lleva sus problemas del mundo externo, a la flor o al hombre espíritu; quince días más tarde, ella camina en lo que ha llamado el “bosque del ensueño fantástico”, llamando al animus repetidamente. Por fin, él acudo y la conduce a la flor, caminando a su lado. Permanecen en silencia tomados de la mano ante la flor “contemplando el gran misterio de la unidad”. Ella le pregunta si existe algún fuego que arda sin consumirse y sin destruir todo lo que alcance. Él le dice que observe a la flor y sea testigo del calor y brillantez con la que arde sin consumirse ni destruir cosa alguna; la flor es el hijo y el símbolo del amor de ambos y del amor que ella ha manifestado hacia todo lo demás; y le reprocha que esté triste, le pide que sufra su contratransferencia gozosamente, pues es bueno tenerla ya que ésta pertenece a su propia psicología.

Esto enfurece a Beatriz, enojada clama por el derecho a llorar y a estar triste. Lo acusa de ser cruel, le dice que su amor hacia él se ha convertido en odio, él es un monstruo y no desea volverlo a ver (…)
A pesar de todos sus intentos por librarse de la fantasía, ella aún está en el bosque, pero ahora se ha tornado oscuro como boca de lobo. Tanto la flor como su hombre espíritu han desaparecido; ella tiene miedo de caer en un abismo si da un paso en cualquier dirección.

Comienza a sumirse en la desesperación profunda, pero hace demasiado frío para permanecer acostada en el suelo. A pesar del peligro (…) decide caminar lentamente, piensa que nada puede ser peor que su miedo actual.  Piensa en su esposo, en su casa y determina que por el amor al hombre espíritu ha perdido todo, un amor transformado en odio. Tocando el fondo de su desesperación acusa a su flor de defraudarla, había declarado ser eterna y ahora ha desaparecido.

Beatriz en realidad está evadiendo su centro “como un animal tímido” y la oscuridad que experimenta es lo que San Juan de la Cruz llamó “La Noche Oscura del Alma”; pero Beatriz parece haber olvidado que ella misma la propició al culpar al hombre espíritu de todos sus problemas, y lo sigue culpando.

Algo sucede en ese momento. Dado que su caminar lento ha funcionado bien a pesar de la oscuridad, ella se pregunta sorprendida: “¿es posible que la oscuridad me este nutriendo?”

Esto es exactamente lo que no ha podido comprender en el mundo exterior. Ella se ha rebelado contra el sufrimiento y la oscuridad de su contratransferencia y no ha podido ver lo positivo de su sufrimiento. Como es natural para una introvertida, le resulta difícil encontrar el valor del sufrimiento en el mundo (por lo que el inconsciente lo traslada al interior, donde le resulta más fácil reconocerlo).

Ella prosigue:

Él me ha lastimado mucho, no puedo arrepentirme ¿por qué debería hacerlo? No puedo amarlo otra vez, ahora he perdido todo cuanto tenía con él. Sé que él fue mi dios, luz y  calor, pero también mi tortura y desesperación, por lo tanto, no puedo seguir amándolo. Prefiero esta oscuridad.

Entonces tropieza con algo duro, estira los brazos y encuentra una curiosa pared tapizada de libros. Ella comienza a tirarlos lejos uno por uno y tropieza con ellos. Beatriz ha llegado al momento descrito por los alquimistas: “desháganse de los libros antes de que rompan sus corazones”. En alquimia se recomienda una y otra vez leer libros: “un libro abre otro libro” decían, es el camino por excelencia para entender “nuestro arte”, pero de pronto, todo lo aprendido de segunda mano por Beatriz se ha convertido en un obstáculo. Lo único vital es nuestra propia experiencia, porque nuestra propia forma es siempre única. Sin embargo, en una etapa avanzada del proceso de individuación, la experiencia de otras personas contenida en los libros, puede mostrarnos el camino a seguir. Hasta este momento, Beatriz sólo puede permanecer fiel a la experiencia de haber sido nutrida por la oscuridad y, por ello, debe aceptar todo su sufrimiento como una parte necesaria en su vida. “El sufrimiento es el caballo más veloz para llegar a la perfección”, decía el Meister Eckhart.

La acción de tirar los libros tiene un efecto inmediato en Beatriz, ve algo parecido a una luz tenue en la distancia, es una luz difusa, menos oscura que su entorno. Titubeando se dirige hacia allá y se sorprende cuando descubre a alguien caminando a su lado. Le pregunta quién es y él responde “tu amigo”. A pesar de que le agrada ya no estar sola, contesta desafiante “yo no tengo amigos”. Caminan juntos en la oscuridad, en silencio; después, él le dice que ella sólo pensó estar sola, pero él siempre ha estado ahí, pues él es su destino y es inútil pelear contra él. Los dos son uno solo. Sin reproches, él le ensaña que, en ocasiones, él se acerca a ella desde afuera, como lo hizo en esa contratransferencia que ella odia aceptar. Ella argumenta que el hombre no puede ser parte suya, pues es totalmente desconocido para ella. Entonces él le pregunta: “¿sabes quién eres tu?” Ella admite no haber conocido nunca su identidad y que muchas veces pensó ser luna persona incomprensible con un destino igualmente incomprensible. Aún de niña, se preguntaba acerca de esto (…) Beatriz pregunta si debe pasar por más sufrimiento con él. Él le responde: “pero ahora sabes que nos pertenecemos. Sin duda, esto disminuirá el sufrimiento y lo hará soportable.” Inmediatamente, el hombre cita a John Gower: “una paz hostil, una herida dulce, una agradable maldad”.

Ahora, Beatriz ha aceptado que al culpar a su hombre espíritu de todo lo ocurrido y al rechazar su sufrimiento externo, ella misma propició la oscuridad. (…) Esta nueva actitud de aceptación hace de la luz difusa una más brillante y una forma geométrica comienza a aparecer. Ella le pegunta al hombre espíritu si se trata de su flor de ocho pétalos vista desde arriba, la hija de su amor, el fruto de tanto dolor y tortura. Él asiente y ella dice: “todo en ella se ah convertido en uno, tú y yo, adentro y afuera.” (…)

Ella comprende su destino total como Uno, tanto en el interior, como en el exterior.

Nuevamente, le sorprende el calor irradiado por el fuego de su mándala sin consumirse a sí mismo ni dañar otras cosas. El hombre espíritu le indica que debe atravesar el fuego para volverse resistente a todo, a prueba de fuego. Ella accede de inmediato. Él le da la mano y la conduce hacia el interior del fuego. Beatriz tiene miedo de sentir el calor, pero al mismo tiempo, una determinación incomprensible la lleva a cruzar (…) Ambos caminan sobre las brasas candentes y las llamas los rodean, pero sin quemarla. Por el contrario, Beatriz se siente penetrada y bañada por el fuego, como si éste estuviera consumiendo sus frivolidades. (…)

En la siguiente ocasión que ella retoma la fantasía, su hombre espíritu se ha convertido en un oso. (…) Ella se había elevado demasiado, y como veremos más adelante, estaba reprimiendo una serie de emociones que pensaba no debería tener. Por ejemplo: para cualquier madre resulta muy difícil cuando los hijos crecen y dejan el hogar. Sin embargo, Beatriz estaba decidida a no ser una madre devoradora y dejar en libertad a sus hijos. Así, reprimió sus emociones y en consecuencia no pudo darse cuenta de lo desdichada que esto la hacía; (…) necesitó de la cruel frialdad de su sentimiento animal para que le permitiera concentrar toda su energía en interés en su vida interior, como su inconsciente parecía exigirle cada vez más. (…)

Mas tarde, ella continúa:

Siempre estoy buscando el centro para protegerme de mis emociones. Pero, por otro lado, son precisamente mis emociones, mis celos y mi contratransferencia las que me han conducido al centro. Sin ellas, no me habría sentido forzada a ir y jamás hubiera ido.

(…) Al tratar de entender el centro ella admite, como todos nosotros, que no lo entiende. Si embargo, se da cuenta cada vez más y más de que éste es una completa paradoja. Ella dice vivir cerca del fuego y el Self la protege del fuego. Tamben se da cuenta de que cuando más lejana se encuentra de Dios, es cuando más cerca está de él: en emoción ella está lejos, pero es cuando más lo necesita y lo busca encarecidamente. Es el salvaje, terrible fuego de su pasión y es también la redención.

(…) En la siguiente visita de Beatriz a la flor a través de la imaginación activa, la encuentra rodeada por altos muros en un temenos. Este tiene cuatro puertas, una en cada lado, orientadas hacia el este, al sur, al oeste y al norte. El hombre oso posee las llaves de oro, él abre una de las puertas y ambos pasan a través de ella. De inmediato, Beatriz se siente feliz y protegida y le pregunta a su hombre oso: “¿Por qué?” Él le responde: “porque las paredes mantienen a los demonios afuera”. Ella repite una y otra vez lo feliz que se siente ahí, pues la flor brilla con una luz maravillosa y curativa. Enfatiza que ella no está en la flor sino junto a ella, bajo su protección y calor.

Ella le pregunta al hombre osos: “¿Quién construyó los muros?” Él le contesta que Dios los construyó como una protección contra Él mismo, pero también Él el quien hace crecer la flor. Vencida una vez más por la paradoja, ella exclama: “Dios terrible, bueno, auxiliador.”

Es en ese momento cuando se da cuenta de que el bien y el mal también deben unirse y están unidos en Dios. El bien y el mal son el par de opuestos más extremos que existen para nosotros, pero sobre todo, para quienes fuimos educados bajo la moral cristiana. La moral cristiana tiene la gran desventaja de reprimir el mal, y esto ha dado como resultado que ahora el mal reprimido esté rompiendo sus ataduras y esté poseyendo ciegamente cada vez a más personas que viven en él, sin siquiera darse cuenta de sus actos. Ya no podemos permitir la represión de ninguno de los opuestos (bien y mal), debemos verlos a ambos y vivirlos con conciencia y responsabilidad, de la misma forma en que Beatriz trataba genuinamente de hacer. Desdichadamente, muy pocas personas tienen conciencia de este hecho.

En este momento de su vida, Beatriz practica con mayor frecuencia la imaginación activa y se retira a su temenos (recinto sagrado), tantas veces como le es posible. Una vez allí, ella ve una estrella brillando en la noche oscura. Se pregunta a sí misma quién es ella. ¿Es ella la estrella? Si es así, piensa, es un destino curioso, y aun con todo su interés y pasión en la estrella, exclama: “Si existe un ser humano, es sólo a causa de la estrella”.

(…) La estrella deja una inmensa impronta en ella. Pero, evidentemente, Beatriz se identifica con ella demasiado pronto, entonces decide que puede abandonar sus emociones mundanas completamente y puede volverse objetiva y moderada en ese instante. Esta actitud irrita al hombre oso enfureciéndolo con una rabia verdaderamente fiera y se lanza contra ella como si quisiera despedazarla. Ella no tiene tiempo para escapar así que cae al piso delante de él y se somete totalmente “como si estuviera rezando a Dios”. Esto lo apacigua y no la ataca. Ella entonces le pregunta: “¿Qué te he hecho que de pronto estás tan enojado conmigo y quieres matarme?” Él responde: “No puedo soportar una actitud tan sobria”. Ella entonces le promete no volver a reprimir sus emociones “para ser razonable”. Después, juntos van al centro: a la flor.

Un poco antes de su muerte, Beatriz está en el centro y dice:

De ahora en adelante, debo permanecer en el centro o el problema jamás se resolverá en ambos lados. Tal vez yo soy el centro. El misterio de la flor se encuentra en mí; yo soy ella y ella soy yo. La flor ha entrado en mí y se ha convertido en un ser humano. Yo soy dos: un ser humano ordinario y el misterio de la flor. He crecido desde el centro. Mis raíces están en lo profundo de la tierra negra del bosque. Aquí crecí. Mis pétalos se han abierto y ahora la flor milagrosa está en el centro, cuatro pétalos de oro y cuatro pétalos de plata. Soy esta flor brillante desde donde también brota un manantial. Yo, flor brillante en el centro del bosque oscuro. ¿En realidad soy la flor?

Esta es la primera vez que Beatriz ha entrado a la flor, pero esto no quiere decir que no lo haya deseado con anterioridad. Ella lo expresó este deseo a su hombre espíritu cada vez que tuvo la oportunidad. Pero él siempre le prohibió la entrada, argumentando que era peligroso, pues normalmente resultaba imposible regresar. Sin embargo, esta vez él no protesta, ha llegado el tiempo correcto (kairos) para su propia muerte específica; ella ya no podrá encontrar el camino de regreso a su cuerpo mundano y entrará al cuerpo sutil, el cual construyó con gran sufrimiento.

(…) Sin embargo, a Beatriz se le permitió volver a su cuerpo terreno por un poco más de tiempo.

Al día siguiente, ella escribe:

Me dirijo al muro. El hombre oso, mi poderoso y gran compañero, abre una de las cuatro puertas. Entramos y cierra la puerta detrás de nosotros. Tan pronto como estamos dentro de los muros, él asume la forma de un ser humano. El es mi hombre espíritu, lleva un manto blanco y dorado, pues pertenece a la realeza. Contemplo la flor. Mientras lo hago medito en ella y como ayer, me transformo en la flor misma, enraizada, en crecimiento, radiante y eterna.
De esta manera tomo la forma de la inmortalidad. Y entonces me siento bien y protegida de cualquier ataque del exterior. La flor también me protege de mis propias emociones. Cuando me encuentro en mi centro, nada ni nadie me pueden atacar y herir y sé que debo pasar todavía la mayor parte de mi tiempo ahí… Sin embargo, siempre tendré la oportunidad de convertirme en la flor de vez en cuando. Esto me hace muy feliz, pues acabo de darme cuenta de esta posibilidad. Desde hace mucho tiempo, conocía a la flor solo como un objeto, ahora sé que también puedo ser ella.

Beatriz acertó al pensar que aún tenía su forma humana, pero se equivocó al pensar que todavía podría pasar la mayor parte del tiempo en esta. Ella murió de una trombosis repentina e inesperada un día después de esta última entrada de su diario de imaginación activa. Como su hombre espíritu siempre le advirtió, si uno entra a la flor durante nuestro tiempo de vida, puede resultar imposible el regreso a nuestra forma  humana. Por eso, a Beatriz se le permitió la entrada en la flor durante los dos últimos días que le quedaban de vida.

(…) La imaginación activa la ha guiado hacia una completa independencia y ella ya no confía en ningún apoyo exterior. Los chinos seguramente dirían que ella es feliz; ella construyó su cuerpo sutil y encontró su propia muerte específica en el momento preciso. Aunque desde el punto de vista de la conciencia, su muerte fue repentina, no podemos dudar que la muerte la encontró completamente preparada. Como es natural, su esposo, hijos y amigos recibieron un terrible y repentino choque. A pesar de haber sido su muerte aparentemente prematura, tengo la impresión de que ella evitó todos los resentimientos que la gente joven suele sentir. Eso se manifiesta normalmente en los sueños de familiares y amigos, pero en el  caso de Beatriz yo no he sabido nada al respecto. Hasta donde una puede atreverse a hablar del Más Allá, podría sugerir que Beatriz cumplió con todas las demandas del inconsciente para la vida en la tierra, y pudo entonces encontrar un apoyo total en el cuerpo sutil que incluso se volvió más real en su imaginación activa durante los días previos a su muerte. "


Para finalizar, me gustaría poner el siguiente vídeo de Marion Woodman, una analista junguiana americana, que habla del  destino de cada cual.


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