MARTIN BUBER |
El
día 15 de marzo del 2013 acudí a unas jornadas de Antropología y Psicología
Clínica que tuvieron lugar en la Universidad CEU-San Pablo de Madrid, en su
sede de Montepríncipe (en Boadilla del Monte). En ella participaron varios
ponentes y su objetivo fundamental era reflexionar sobre las relaciones entre
antropología y psicología.
En
aquella ocasión, tras escuchar la ponencia del Doctor Martín F. Echevarría
titulada Personalidad y responsabilidad:
la clínica de la personalidad desde una perspectiva antropológica, en la
que introducía el término alma, tan
denostado en la orientación cognitivo-conductual preponderante en la mayor
parte de las universidades españolas, incluida la Universidad CEU-San Pablo, le
felicité por su exposición. Después, y dado que no había mencionado en ningún
momento a autores como C. G. Jung, Stanislav Grof, Ken Wilber o Roberto Assagioli, que han estudiado desde hace muchos años la "realidad del
alma" y sus productos, le pregunté al Dr. Echevarría que explicara cuál
era su parecer con respecto a estos autores y si, dentro del enfoque
antropológico que él planteaba (en el que se tuviese en cuenta el alma y su
apertura al espíritu), tendrían cabida los planteamientos de dichos autores. Para
mi sorpresa, D. Martín desconocía los trabajos de S. Grof y de K. Wilber, así
como tampoco conocía los estudios metafísicos de autores como Henry Corbin o
René Guenón. Sin embargo, afirmó con rotundidad que conocía la obra de Jung y
que sobre él sí iba a pronunciarse. Después de comenzar diciendo que Jung es un
autor muy complejo, a lo que asentí sin problemas, su discurso se dirigió hacia
los estudios de Jung sobre los gnósticos, lo tildó de gnóstico y, según D.
Martín, desde ahí teníamos que partir. Con ciertas reservas, también asentí a
esa afirmación. Pero, de pronto, comenzó todo un discurso ácido y crítico
contra la obra y persona de Jung, apoyándose en la idea de que Jung es un
gnóstico y que, por lo tanto, es contrario al espíritu cristiano de otros
autores que, según él, sí podían aportar algo al diálogo que allí se estaba
proponiendo.
Desgraciadamente,
no pude realizar una réplica a su discurso, bastante cargado de prejuicios y,
sobre todo, plagado de malentendidos con respecto a las aportaciones de Jung a
la psicología y a la psiquiatría. Pensé, para mis adentros, -con cierta rabia
por no haber dispuesto de tiempo para aclarar algunos temas que quedaron para
la audiencia bastante confusos y tergiversados- que este hombre sencillamente no
conocía la obra de Jung. Y, desde ese desconocimiento, parecía desprestigiar su trabajo.
Esto último me resultó aún más sorprendente.
Pero
la espina que se me quedó clavada al no haber tenido ocasión de realizar una
réplica a su intervención, tomó forma poco después, cuando, durante la comida,
una espina de pescado se me clavó entre los dientes y me resultó muy difícil de
quitar. Solicité a los cocineros un palillo y me dijeron que no tenían. Así que
tuve que levantarme de la mesa, ir a un edificio que se encontraba a unos 200
metros del comedor y encaminarme hacia el servicio con la esperanza de
encontrar algún papel con el que poder quitarme la espina. Tardé cerca de 10
minutos en poder desprender la espina del diente. Aquella fue, desde luego, una
muestra del estado anímico en el que me había quedado tras la intervención del
Dr. Echevarría.
Hoy,
trascurridos 10 meses desde aquel fausto suceso, me topo con una fuente que
expresa, en términos algo diferentes, pero en esencia iguales, los mismos
malentendidos del D. Martín. Se trata de la réplica a C. G. Jung publicada en
el libro del filósofo Martin Buber (por cierto, se llaman igual). Dejo a
continuación la réplica completa; justo después, unos textos de Jung a los que
alude Buber y, al final, mis comentarios.
IX. Suplemento. Réplica a
C. G. Jung.
En el libro Eclipse de Dios de Martin Buber.
"Ante la réplica de C. G.
Jung a la crítica que yo hiciera en mi trabajo La religión y el pensamiento moderno (no hemos podido
conseguir la réplica de Jung a la crítica de Buber), será suficiente
volver a poner en claro mi posición en lo que respecta a sus argumentos.
No he discutido, como él cree,
ninguna parte esencial de su material psiquiátrico empírico. No estaría
autorizado para hacerlo, por otra parte. Tampoco he criticado ninguna de sus
tesis psicológicas. Este es asunto que tampoco me concierne. He señalado,
simplemente, que Jung formula afirmaciones sobre temas religiosos que exceden
el dominio de lo psiquiátrico y lo psicológico -contrariamente a su seguridad
de permanecer estrictamente dentro de él. Si lo he demostrado o no, puede
determinarlo el lector concienzudo controlando mis citas en sus respectivos
contextos. Me he tomado el trabajo de facilitarle esta tarea mediante un
cuidadoso enunciado de las fuentes. Jung discute mi demostración y el método
que utiliza para hacerlo resulta claro en su réplica. He señalado que Jung
define como un "hecho" el "que la acción divina surge del ser
interior propio" y que opone este hecho a la "concepción
ortodoxa" según la cual Dios "existe por Sí mismo". Jung explica que Dios no existe
independientemente del sujeto humano. La cuestión a discutir aquí es, por lo
tanto, la siguiente: ¿Es Dios un mero fenómeno psíquico o existe, también,
independientemente de la psique humana? Jung responde que Dios no existe por Sí
Mismo. También se puede enunciar la pregunta en esta forma: ¿aquello que el
hombre de fe llama acción divina, surge simplemente de su propio ser interior o
puede también incluirse en ella la acción de un Ser suprapsíquico? Jung
responde que surge del propio interior. He observado a este respecto que éstas
no son afirmaciones legítimas de un psicólogo quien, como tal, no tiene derecho
a declarar qué existe más allá de lo psíquico y qué no existe, o en qué medida
existen acciones provenientes de alguna otra parte. Mas Jung replica ahora:
"Solo he emitido juicios acerca de lo inconsciente." Luego afirma:
"Digo explícitamente que todo, simplemente todo, lo que se afirma sobre
Dios, es afirmación humana, es decir, psíquica." Por extraño que parezca,
vuelve a limitar esta idea: según su opinión, dice, "todas las
afirmaciones sobre Dios proceden, en primer lugar, del alma".
Compárese, para comenzar, la
primera de estas expresiones con las tesis de Jung que he citado más arriba.
Explicar enfáticamente que la acción de uno de los poderes del inconsciente
surge del propio ser interior, constituiría una desatinada tautología, una vez
expuesta la terminología del "inconsciente". Significaría simplemente
que el dominio psíquico definido como inconsciente, es psíquico. En un
comienzo, la tesis adquiere un significado por el hecho de llegar, con su No,
más allá de la esfera de los poderes del inconsciente y de la esfera psíquica
en general. Ahora Jung niega que posea este significado. Y se refiere, en
relación a esto, al hecho de que todas las afirmaciones sobre Dios son
"afirmaciones humanas, es decir, psíquicas". Esta expresión merece un
examen detenido.
No veo por cierto otra
posibilidad de plantear una discusión sino sobre la base de esta presuposición.
(Como regla general no introduzco mis propias creencias en la discusión, sino
que las refreno por el bien de la conversación humana. Mas debe mencionarse
aquí, en favor de una total claridad, que mi propia creencia en la revelación,
sin mezcla con "ortodoxia" alguna, no significa que creo que
afirmaciones perfectas sobre Dios fueron transmitidas del cielo a la tierra.
Por el contrario, significa que la substancia humana se funde en contacto con
el fuego que la visita y surge entonces de ella una palabra, una afirmación,
humana en su significado y su forma, concepción humana y discurso humano, y sin
embargo atestigua la existencia de Quien la estimuló y de Su voluntad. Somos
revelados a nosotros mismos -y no podemos expresarlo de otra manera que como
algo revelado.)
No solo los enunciados sobre
Dios, sino todos los enunciados en general son "humanos". ¿Se
determina por ello, sin embargo, algo positivo o negativo acerca de su verdad?
La distinción que aquí se discuto no es, pues, la distinción entre enunciados
psíquicos y no psíquicos, sino entre enunciados psíquicos a los cuales
corresponde una realidad suprapsíquica. La ciencia de la psicología, sin
embargo, no está autorizada para establecer tal distinción; presume demasiado,
se perjudica a sí misma si así lo hace. A este respecto, la única actividad que
pertenece apropiadamente a la ciencia de la psicología es una razonada
sujeción. Jung no pone en juego tal sujeción cuando explica que Dios no puede
existir independientemente de los hombres.
Pues, digámoslo una vez más, si
se trata de un enunciado sobre un arquetipo llamado Dios, la seguridad enfática
de que se trata de un factor psíquico es por cierto innecesaria (¿Qué otra cosa
podría ser?) Pero si se trata de un enunciado sobre algún Ser extrafísico
correspondiente a este factor psíquico -es decir, la afirmación de que tal Ser
no existe- en lugar de la parsimonia indicada tenemos aquí una ilícita
violación de fronteras. ¡Deberíamos desembarazarnos por fin de esta ingeniosa
ambigüedad!
Pero Jung me llama la atención
sobre el hecho de que los hombres poseen en realidad muchas y muy diferentes
imágenes de Dios, que ellos mismos crean. Creo que ya lo sabía y muchas veces
lo he expuesto y explicado. Mas lo esencial es aún el hecho de que son solo
imágenes. Ningún hombre de fe cree poseer una fotografía de Dios, o un reflejo
de Dios en algún espejo mágico. Cada uno de ellos sabe que él la ha pintado, él
y los otros. Pero fue pintada simplemente como imagen, como una semejanza. Esto
significa que fue pintada con la intención de la fe dirigida hacia el
Irreproducible que la imagen retrata, es decir, significa. Esta intención de la
fe dirigida hacia un Ser, existente, hacia Uno Que existe, es común a los
hombres que creen en base a una variada experiencia. Es cierto que la
"conciencia moderna", con la cual Jung se ha identificado en lugares
inequívocos de sus escritos, "aborrece" la fe. Pero no podemos
aceptar que se permita a este aborrecimiento influir en afirmaciones
presentadas como estrictamente psicológicas. Ni la psicología ni ninguna otra
ciencia tiene competencia para investigar la verdad de la creencia en Dios. El
derecho de sus representantes es mantenerse a distancia; no están autorizados,
dentro de sus propias disciplinas, a emitir juicios sobre la creencia en Dios
como si fuese algo que conocen.
La doctrina psicológica que se ocupa de los
misterios sin conocer la actitud de la fe hacia el misterio, es la
manifestación moderna de la gnosis. No ha de entenderse la gnosis solo como una
categoría histórica, sino como una categoría universal. Ella -y no el ateísmo,
que aniquila a Dios porque debe rechazar las imágenes de Dios hasta ahora
existentes- es el verdadero antagonista de la realidad de la fe. Su
manifestación moderna me preocupa específicamente no solo debido a sus
pretensiones de solidez, sino también, y en particular, debido a su reasunción
del motivo de Carpócrates. Este motivo, que aquella enseña como psicoterapia,
consiste en deificar místicamente los instintos en lugar de santificarlos en la
fe. Que debemos apreciar a C. G. Jung en relación con esta moderna manifestación
de la gnosis, lo he probado en base a sus propias afirmaciones y puedo hacerlo,
además, con mucha mayor abundancia. He mencionado su pequeña obra Abraxas -que todo lector sin prejuicios
apreciara no como un poema, según dice Jung, sino como una confesión- porque en
ella se proclama ya con toda claridad al "Dios" ambivalente que
equilibra el bien y el mal en sí mismo."
El texto al que se refiere
Buber cuando sostiene que Jung reasume el motivo de Carpócrates se encuentra en
el libro Psicología y Religión,
concretamente en el párrafo 133 del volumen II de las Obras Completas de C. G.
Jung. Para que se comprenda mejor a lo que Jung se refiere, y que en nuestra
opinión Buber ha malinterpretado, dejo aquí parte del texto que ha sido objeto
de la crítica (en cualquier caso, para una mejor comprensión, remito al lector
a las obras citada):
CARL. G. JUNG |
"Excluido el "criminal
estadístico", subsiste todavía el amplio territorio de las cualidades
subdesarrolladas y las tendencias arcaicas que forman parte de la estructura
psíquica del ser humano, el cual es siempre mucho menos ideal y más primitivo
de lo que desearíamos (aquí Jung se refiere a la función psíquica
inferior. Véase su obra Tipos
Psicológicos para un mayor abundamiento). Abrigamos ciertos juicios
sobre la manera en que tendría que vivir una persona civilizada, educada o
moral, y en ocasiones hacemos todo lo que está en nuestra mano por cumplir esas
ambiciosas expectativas. Pero dado que la naturaleza no ha adornada a todos sus
hijos con las mismas virtudes, algunos de ellos obran en propiedad de más
talentos que otros. Así, hay personas que son capaces de vivir
"recta" y respetablemente, es decir, sin que jamás pueda
encontrárseles un pelo en la sopa. O solo comenten pecadillos -si los comenten-
o no son conscientes de sus pecados. (...) Sin embargo, la naturaleza no es en
modo alguno misericordiosa con los pecadores inconscientes, y los castiga con
la misma severidad de que les haría víctimas si hubieran cometido una
infracción a sabiendas. Por ello, observamos que (...) las personas más
piadosas -inconscientes de su lado oscuro-
son también las primeras en ser pasto de humores particularmente
infernales, por los que se tornan insoportables para sus más allegados. La fama
de la santidad puede llegar muy lejos, pero en individuos menos capacitados
moralmente la convivencia con un santo puede desencadenar un complejo de
inferioridad, o incluso una feroz erupción de inmoralidad. En apariencia, la
moral, como la inteligencia, es un don. No es posible bombearla sin daño dentro
de un sistema que no le es connatural.
Por desgracia, es indudable que
el hombre, considerado como un todo, es
menos bueno de lo que se figura o desearía ser. Todo el mundo es seguido por
una sombra, y cuanto menos se halle esta encarnada en la vida consciente del
individuo, tanto más densa y oscura será. Si se es consciente de una debilidad,
siempre se dispondrá de una oportunidad para corregirla. Además, dicha
debilidad se mantendrá en contacto con otros intereses, por lo que se verá
sometida a modificaciones constantes. Pero si la debilidad ha sido reprimida y
desalojada de la consciencia, nunca será posible rectificar. A ello debe
añadirse el peligro de que, en un momento de descuido, lo reprimido puede hacer
de pronto acto de presencia con toda su crudeza. Y, en cualquier caso, siempre
constituirá un obstáculo inconsciente que llevará a los mejores propósitos a
fracasar.
(...) Limitarse a suprimir la
sombra sería un remedio igual de acertado que cortarle la cabeza a quien
padeciera cefalalgias. Destruir la moral de una persona tampoco supone ninguna
ayuda, porque todo lo que de este modo se consigue es arruinar su mejor
versión, sin la cual la sombra carece también de sentido. La reconciliación de
estos opuestos arroja uno de los problemas más importantes, y mantuvo ya
ocupados incluso a algunos espíritus antiguos. Uno de ellos fue el más bien
legendario Carpócrates, un filósofo neoplatónico del siglo II, cuya escuela, en
palabras de Ireneo, enseñaba que el bien y el mal son solamente una cuestión de
opinión, y que, antes de morir, las almas han de pasar por todas las experiencias
humanas concebibles apurándolas al máximo, so pena de volver a verse
aprisionadas en la cárcel del cuerpo. Del encarcelamiento en el universo
somático del demiurgo (o sea, en el cuerpo físico, en la materia)
el alma no puede liberarse, por así decirlo, más que dando pleno cumplimiento a
todos sus apetitos vitales.
(...) Este problema es un
problema vital, pero también uno de los más peligrosos y delicados problemas
éticos de la civilización moderna, la cual ya no conoce ni comprende los
motivos por los que la vida humana debería constituir un sacrificio en su
sentido más elevado (...)."
Bernardo Nante, en su obra El libro rojo de Jung. Claves para la comprensión
de una obra inexplicable, afirma con muy buen criterio lo siguiente:
"Martin Buber creyó erróneamente que con ello Jung adhería a esta
concepción (la de Carpócrates) y pretendía deificar los instintos en vez de santificarlos. Pero en
realidad es evidente que para Jung tanto el "moralismo" que niega la
sombra y no reconoce los movimientos compensatorios de la psique, como la
anulación de toda referencia a la moral evitan una verdadera reconciliación de
los opuestos. Más aún, sin moral no hay referencia a la sombra y se suprimen
los límites entre virtudes y vicios. Tal es el peligro de una imitación
equívoca de la espiritualidad oriental que supone que es posible ir más allá de
los vicios y virtudes con el grave peligro de caer en la indiferencia moral y,
por ende, en una identificación con la sombra."
Por desgracia no hemos
conseguido la réplica original a Martin Buber escrita por C. G. Jung, por lo
que tendremos que contentarnos con lo que Martin Buber sostiene que afirma
Jung. No obstante, dado que conocemos la mayor parte de su obra, consideramos
que disponemos de los elementos suficientes para realizar un comentario sobre
las críticas de Buber a Jung.
No podemos detenernos aquí a
desarrollar las ideas originales de la Psicología Analítica, algo que ya hicimos en El retorno al Paraíso Perdido y, posteriormente, en un libro de próxima publicación que llevará por título La imaginación creadora en el cine. Avatar y su simbolismo. Por eso, remitimos
al lector interesado en profundizar en este debate acerca de los límites de la Psicología, entre el psiquiatra y
psicólogo C. G. Jung, y el filósofo judío Martin Buber, a los siguientes
libros: El eclipse de Dios, de Martin
Buber; El hombre y sus símbolos, en
donde Jung y sus discípulos más próximos exponen los aportes más importantes de
la Psicología Analítica; El libro rojo de
Jung. Claves para la comprensión de una obra inexplicable de Bernardo
Nante, quizás una de las obras más actualizadas sobre los aportes de C. G. Jung
a la psicología y a la cultura de nuestro tiempo.
Por nuestra parte,
consideramos legítimo realizar una crítica a Jung, por supuesto, y nosotros lo hemos
hecho en varias ocasiones. Así, por ejemplo, creemos que el término inconsciente colectivo, para referirse a
la "realidad del alma" o al "mundo imaginal" (una auténtica
matriz creadora de símbolos), no es el más feliz de los nombres. De igual modo,
consideramos que Jung se limita a estudiar el ámbito psíquico y, salvo en sus
últimas obras, ya de anciano, y en el libro
rojo, apenas vemos incursiones en el terreno metafísico. Comprendemos que
su ámbito de estudio, como psiquiatra y psicólogo, es el alma humana, y dado
que su práctica profesional era la psicoterapia, es lógico que así fuese.
Sin embargo, según nos
parece, para criticar a un autor antes hay que conocerlo. Y, en el caso de
Jung, dado el área de estudio que él aborda, el alma humana abierta a la
trascendencia, no es suficiente con leer solo algunos libros sueltos, como hace
Buber (o el Dr. Echevarría) cuando lee los libros en los que Jung aborda las
relaciones entre Psicología y Religión. Incluso los que llevamos muchos años
estudiándole (y poniendo en práctica su "método" -una fenomenología
de la experiencia interior-), nos hemos visto ante la obligación de hacer una
relectura de sus obras a la luz de la publicación de su libro más íntimo, el libro rojo, verdadera materia prima
de todo su desarrollo intelectual, profesional y vital.
Dicho esto, tan solo voy a
señalar los malentendidos más importantes que Buber parece cometer en su
réplica a C. G. Jung. Como he expresado antes, el lector interesado en
comprender y profundizar en lo que aquí me limito a señalar, puede acudir a la
bibliografía indicada más arriba.
En el texto de Buber, su autor afirma "Como
regla general no introduzco mis propias creencias en la discusión, sino que las
refreno por el bien de la conversación humana", para posteriormente
introducir toda una serie de presupuestos (creencias) que, desde luego, muy
poco tienen que ver con lo que Jung afirma en sus obras. Se acusa un
desconocimiento en el filósofo acerca de la metodología junguiana, al decir que
Jung se extralimita en sus argumentaciones y, según Buber, hace afirmaciones sobre
temas religiosos que, como psicólogo, no le corresponden. Y, sin embargo, es
precisamente la cosmología propuesta por Jung, es decir, su método fenomenológico de la experiencia
anímica humana, lo que hacen de Jung un pionero en la recuperación de la
"realidad del alma" como objeto de estudio de la Psicología. Tampoco
parece comprender Buber lo que Jung entiende por arquetipo, ni aquello a lo que
se refiere cuando habla de imágenes
simbólicas de Dios (imago Dei).
Pero acaso sea el malentendido más grave el que se refiere a la inexistencia de
Dios fuera del hombre, es decir, a lo que podríamos denominar como
"metafísica".
Cuando Jung habla de la realidad del alma o psíquica se
está refiriendo a un ámbito que está abierto a la trascendencia; es decir, en
el alma se manifiestan ciertas imágenes simbólicas que aluden a una realidad
"metafísica" o trascendente. Sin embargo, como psicólogo, Jung trata
de limitarse a estudiar los fenómenos que aparecen en esa realidad imaginal a
la que denomina "lo inconsciente colectivo". Lo que no significa que,
como ser humano, desde luego que tiene todo el derecho a pronunciarse con
respecto a Dios (como cuando, a la edad de ochenta años, en una
entrevista que le hicieron, dijo que cuando era joven creía en Dios; y, al
preguntarle si ahora, o sea, con ochenta y tres años, creía en Dios, se quedó
un momento reflexionando, mientras decía que era un cuestión difícil de
responder, y, por fin, afirmó con rotundidad: "yo lo conozco",
aludiendo con esta expresión a la experiencia de Dios.)
Otro malentendido en el
texto de Buber es aquél en el que afirma que la gnosis, como fenómeno
universal, es "un antagonista" de la realidad de la fe, llegando a
sostener que es aún más contraria que la actitud atea. Este malentendido parece
provenir de una distorsionada comprensión del término gnosis, que, por cierto, es común al esoterismo de todas las
tradiciones religiosas. Francisco García Bazán, en su libro La gnosis
eterna, explica lo que significa el término gnosis:
"La palabra
"gnosis" significa conocimiento. Deriva de una antigua etimología
indoeuropea, jñâ, también presente en el sustantivo sánscrito jñana,
con un significado idéntico: el conocimiento en sí mismo. Es decir, el saber
directo e inmediato, despojado tanto de los velos que lo obstaculizan (el error
o el olvido), como de los intermediarios que lo fracturan y lo debilitan (el
juicio y la razón)."
El conocimiento al que alude
la palabra gnosis es, por lo tanto,
un conocimiento de los principios universales que rigen el acontecer de todo lo
creado. Las distintas tradiciones esotéricas se refieren a esos arcanos de diferentes maneras. Por ejemplo,
la Cábala judía habla de las diez esferas o sefirot
que constituyen los distintos aspectos de Dios, mediante los cuales este se
manifiesta. Jung, en su obra, denomina a estos principios con el nombre de
arquetipos, y, como psicólogo, se limita a estudiar sus manifestaciones en el
alma humana. Tras una primera iniciación en el ámbito de los principios universales,
ese conocimiento virtual ha de hacerse efectivo. Y ello tiene lugar a través de
la manifestación de ese conocimiento revelado, mediante la enseñanza y la
práctica correcta.
Por lo tanto, podríamos
decir que la obra de Jung es un intento de recuperar ese conocimiento antiguo,
tradicional, y adaptarlo a la terminología de la época moderna. Un conocimiento
que, repitámoslo de nuevo, no surge del esfuerzo intelectual, es decir, del
estudio erudito de miles de libros, sino del contacto directo con el espíritu de las profundidades en lo más
íntimo del alma del hombre. Es cierto que Jung se limita a explorar la
expresión de esos principios universales, metafísicos, en el ámbito psíquico y,
por lo tanto, podría reprochársele una cierta tendencia a "psicologizarlos".
Pero afirmar que es un representante de la "conciencia moderna" y,
como tal, "aborrece" la fe, para cualquiera que conozca en
profundidad la obra de Jung, dicha afirmación le resultará un auténtico
disparate.
Por último, me referiré al
comentario sobre el Abraxas de Jung,
al que Buber -libre de prejuicios, según sus palabras- se refiere como a una confesión,
y no como a un poema, que es como Jung lo entiende. Cuando Jung dice que el Abraxas es un poema, quiere decir que,
como expresión de la imaginación creadora, es un producto autónomo del alma (por eso Jung afirma en varias ocasiones que los poetas le comprenderán. De ahí, también, su afinidad con la obra del poeta visionario inglés William Blake) .
Buber, en cambio, cuando dice que es una confesión (una declaración o un credo
religioso, entendemos), con ello parece afirmar que se trata de una obra creada
desde la consciencia. De ahí el grave malentendido. No es que Jung, como parece
interpretar Buber, tenga la intención consciente de escribir un libro llamado Abraxas (Abraxas aparece en un pequeño libro que escribió Jung, titulado Los siete sermones a los muertos), y con
ello quiera instaurar una especie de secta gnóstica; muy al contrario, Abraxas surge en Jung como un producto
creativo autónomo desde las profundidades de esa alma del mundo a la que Jung denomina inconsciente colectivo. Y, en este sentido, sería al revés de como
lo entiende Buber: Abraxas NO es
creado por el "yo" de Jung con el objetivo de instaurar una especie
de gnosticismo contrario a la fe (judía o cristiana); antes al contrario, es el yo de
Jung una creación de Abraxas y, por
lo tanto, no hace sino dar expresión (recrear) a esa realidad que lo engloba, lo crea y
lo trasciende.
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