Continuamos introduciendo algunos fragmentos del libro de Esther Harding, titulado Los Misterios de la Mujer. En este caso, se trata del capítulo 17, titulado Inspiración y Sí Mismo, páginas 322-329.
"Cuando una mujer piensa con
la cabeza (animus) como un hombre, generalmente se equivoca, puede ser engañada
por opiniones preconcebidas, perder su tiempo en decisiones parciales, y su
pensamiento, cuando es de este tipo (animus), no suele ser productivo o creativo.
Las ideas formadas bajo la luna, aunque puedan parecer inferiores, tienen una
fuerza y un poder que las ideas generadas en la cabeza difícilmente poseen. Son
como la Luna, crecen por sí mismas. Piden una salida y, si no se les da una
apropiada, pueden convertirse en obsesivas y producir, como dirían los primitivos,
una "locura lunar". Porque los hijos de la luna deben de nacer igual
que los hijos físicos.
»Si los extraños pensamientos e
imágenes que surgen de lo inconsciente han de tener algún valor para nosotros,
deben ser interpretados, hemos de hacerlos válidos para la vida por medio de la
comprensión de la consciencia. Debemos preguntarnos con el Caballero de la
leyenda del Grial "¿Qué significan?"
»De nuevo, aquí la enseñanza
mistérica de la religión debe comprenderse en sus propios términos. Porque del
mismo modo que la prostitución en el templo era para la mujer corriente un
ritual de iniciación que se experimentaba solo una vez, y de ningún modo era un camuflaje para una vida licenciosa,
igualmente el ritual de la bebida del soma era una iniciación que no implica
que el adorador tuviera que abandonar su autonomía personal en la vida de cada
día, ni justificaba una vida de embriaguez y libertinaje. Cuando traducimos
esto en términos de la vida moderna, seguramente significa que igual que cada
mujer necesita experimentar, una vez en la vida, la sumisión personal por la
que acepta su propia emoción y su instinto simbolizado en el matrimonio sagrado
en el templo, en el que las mujeres de tiempos antiguos se entregaban al
instinto, sacrificando con ello su demanda de devoción del hombre; asimismo, de
un modo parecido, los hombres y mujeres modernos deben experimentar la voz de
su daimon (geniecillo, estrella, Sí-Mismo, Dios interior) interior,
permitiéndole hablarles sin ser censurado, ni por la idea racional que uno
tenga, ni por la moral convencional. Por tal experiencia un individuo puede ser
informado de la realidad esencial de su propia naturaleza. Aprende a conocer
sus profundidades y sus limitaciones.
»Los textos religiosos dicen que
una experiencia así confiere el don de la inmortalidad. No sabemos, sin
embargo, cómo este dicho debe entenderse hoy en día. (...) Pero sí sabemos que
a través de los siglos los hombres han sido testigos del hecho de que las
experiencias de iniciación, como las que hemos tratado, producían un sentimiento
de inmortalidad. Para estas gentes las consideraciones de este mundo se veían
con una nueva perspectiva (tras la iniciación). En cierto modo, y esto es una
verdadera experiencia psicológica, parecen quedar liberados del
condicionamiento absoluto del aquí y ahora, como si aún viviendo en el mundo y
estando realmente en él, viesen no obstante cosas sub specie aeternitatis, desde el punto de vista de la eternidad.
Llegar a una actitud así es, por lo menos, una experiencia subjetiva del
aspecto de ser inmortal, tanto si implica como si no una vida sin fin.
»Un texto hermético llamado Velo
parece expresar este mismo punto de vista. Dice el texto así: "significa
el Velo del Universo, tachonado de estrellas, el Velo de la Naturaleza de muchos
colores, el famoso Velo o Túnica de
Isis, que ningún mortal u hombre muerto ha rasgado, porque el velo era la
naturaleza espiritual de mismo hombre, y para levantarlo tenía que trascender
los límites de la individualidad, romper los lazos de la muerte y convertirse
así conscientemente en inmortal".
»Rasgar el Velo de Isis puede
querer decir ver la naturaleza como realmente es, comprender lo que está bajo
las manifestaciones de este mundo y de las emociones que nos mueven, verlos en
su realidad esencial, sin estar velados por más tiempo por la costumbre o
convención, por la racionalización o el engaño. Aquel que es capaz de hacer
esto y por tanto encarar la realidad, se convierte en conscientemente inmortal,
o quizás en "consciente de la inmortalidad", porque ha liberado su
mente, él mismo, de los condicionantes del tiempo y del espacio, especialmente
de las distorsiones de hecho aportadas por su propia orientación
individualista. Su centro de conciencia se ha trasladado del "yo"
personal, a un punto de vista más desinteresado, que alcanza una mayor tensión
y en consecuencia tiene una actitud más desprendida.
»Este cambio en el enfoque
psíquico es tan importante y sus consecuencias van tan lejos que, en las
religiones de la luna, se simboliza como el alcance de la inmortalidad, o bien,
dando nacimiento al niño inmortal (puer aeternus), el salvador. El hijo nacido
de la iniciación a la Diosa Luna naturalmente no debe confundirse con el hijo
humano, carnal. Es un hijo psíquico, no carnal y es el símbolo de la nueva
individualidad que nace por medio de las experiencias interiores (iniciación) de
las que hemos estado hablado.
»En la iniciación de Isis
descrita por Apuleyo, recordaremos que el postulante, al comer las Rosas de
Isis, flor del árbol, quedaba liberado de las ataduras de su naturaleza carnal.
»Este rico simbolismo nos lleva
más allá del punto de desarrollo de un principio del ser del hombre, a la unión
de ambos principios, los cuales eran representados por el matrimonio de Macho y
Hembra. El Eros del principio femenino se une aquí al Logos o principio
masculino y el fruto de esta unión, representado por el Hombre-Luna, el puer
aeternus o héroe, es la prefiguración de aquel Sí-Mismo del que los hindúes
hablan con gran certidumbre
»En la imagen de la Diosa Madre
-anciana y poderosa- las mujeres de tiempos antiguos encontraron el reflejo de
su propia naturaleza femenina más profunda. A través de su confiada realización
del ritual prescrito en su servicio, aquellas mujeres obtenían una relación con
este auténtico Eros. Hoy en día ya no se venera a la diosa. Sus santuarios
están perdidos en el polvo de los siglos, y sus estatuas se alinean a lo largo
de las paredes de los museos. Pero la ley y el poder del que no era más que su
personificación, no ha disminuido en su fuerza y potencia dadora de vida. Somos
nosotros los que hemos cambiado. Hemos dado nuestra obediencia demasiado
exclusivamente a las fuerzas masculinas
(Logos). Sin embargo, hoy en día, el antiguo principio femenino (Eros)
está reafirmando su poder. Formado por el sufrimiento e infelicidad provocados
por no hacer caso a los valores del Eros, los hombres y las mujeres se vuelven
otra vez hacia la Madre Luna, aunque no por medio de un culto religioso, ni
siquiera por un conocimiento de lo que hacen, sino a través de un cambio de
actitud psicológica. Porque aquel principio, que en los días antiguos y más
ingenuos se proyectaba en la forma de una diosa, ya no se ve como un dogma
religioso, sino que se siente como una fuerza psicológica que surge de lo
inconsciente y tiene, como tenía la Gran Madre de los antiguos, poder para
modelar los destinos de la humanidad."
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