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miércoles, 7 de octubre de 2015

LOS MISTERIOS DE LA MUJER. EL PODER DE LA INSPIRACIÓN, EL DON DE LA INMORTALIDAD Y EL SÍ-MISMO



Continuamos introduciendo algunos fragmentos del libro de Esther Harding, titulado Los Misterios de la Mujer. En este caso, se trata del capítulo 17, titulado Inspiración y Sí Mismo, páginas 322-329.

 "Cuando una mujer piensa con la cabeza (animus) como un hombre, generalmente se equivoca, puede ser engañada por opiniones preconcebidas, perder su tiempo en decisiones parciales, y su pensamiento, cuando es de este tipo (animus), no suele ser productivo o creativo. Las ideas formadas bajo la luna, aunque puedan parecer inferiores, tienen una fuerza y un poder que las ideas generadas en la cabeza difícilmente poseen. Son como la Luna, crecen por sí mismas. Piden una salida y, si no se les da una apropiada, pueden convertirse en obsesivas y producir, como dirían los primitivos, una "locura lunar". Porque los hijos de la luna deben de nacer igual que los hijos físicos.

»Si los extraños pensamientos e imágenes que surgen de lo inconsciente han de tener algún valor para nosotros, deben ser interpretados, hemos de hacerlos válidos para la vida por medio de la comprensión de la consciencia. Debemos preguntarnos con el Caballero de la leyenda del Grial "¿Qué significan?"

»De nuevo, aquí la enseñanza mistérica de la religión debe comprenderse en sus propios términos. Porque del mismo modo que la prostitución en el templo era para la mujer corriente un ritual de iniciación que se experimentaba solo una vez, y de ningún modo  era un camuflaje para una vida licenciosa, igualmente el ritual de la bebida del soma era una iniciación que no implica que el adorador tuviera que abandonar su autonomía personal en la vida de cada día, ni justificaba una vida de embriaguez y libertinaje. Cuando traducimos esto en términos de la vida moderna, seguramente significa que igual que cada mujer necesita experimentar, una vez en la vida, la sumisión personal por la que acepta su propia emoción y su instinto simbolizado en el matrimonio sagrado en el templo, en el que las mujeres de tiempos antiguos se entregaban al instinto, sacrificando con ello su demanda de devoción del hombre; asimismo, de un modo parecido, los hombres y mujeres modernos deben experimentar la voz de su daimon (geniecillo, estrella, Sí-Mismo, Dios interior) interior, permitiéndole hablarles sin ser censurado, ni por la idea racional que uno tenga, ni por la moral convencional. Por tal experiencia un individuo puede ser informado de la realidad esencial de su propia naturaleza. Aprende a conocer sus profundidades y sus limitaciones.

»Los textos religiosos dicen que una experiencia así confiere el don de la inmortalidad. No sabemos, sin embargo, cómo este dicho debe entenderse hoy en día. (...) Pero sí sabemos que a través de los siglos los hombres han sido testigos del hecho de que las experiencias de iniciación, como las que hemos tratado, producían un sentimiento de inmortalidad. Para estas gentes las consideraciones de este mundo se veían con una nueva perspectiva (tras la iniciación). En cierto modo, y esto es una verdadera experiencia psicológica, parecen quedar liberados del condicionamiento absoluto del aquí y ahora, como si aún viviendo en el mundo y estando realmente en él, viesen no obstante cosas sub specie aeternitatis, desde el punto de vista de la eternidad. Llegar a una actitud así es, por lo menos, una experiencia subjetiva del aspecto de ser inmortal, tanto si implica como si no una vida sin fin.
 
»Un texto hermético llamado Velo parece expresar este mismo punto de vista. Dice el texto así: "significa el Velo del Universo, tachonado de estrellas, el Velo de la Naturaleza de muchos colores, el famoso  Velo o Túnica de Isis, que ningún mortal u hombre muerto ha rasgado, porque el velo era la naturaleza espiritual de mismo hombre, y para levantarlo tenía que trascender los límites de la individualidad, romper los lazos de la muerte y convertirse así conscientemente en inmortal".


»Rasgar el Velo de Isis puede querer decir ver la naturaleza como realmente es, comprender lo que está bajo las manifestaciones de este mundo y de las emociones que nos mueven, verlos en su realidad esencial, sin estar velados por más tiempo por la costumbre o convención, por la racionalización o el engaño. Aquel que es capaz de hacer esto y por tanto encarar la realidad, se convierte en conscientemente inmortal, o quizás en "consciente de la inmortalidad", porque ha liberado su mente, él mismo, de los condicionantes del tiempo y del espacio, especialmente de las distorsiones de hecho aportadas por su propia orientación individualista. Su centro de conciencia se ha trasladado del "yo" personal, a un punto de vista más desinteresado, que alcanza una mayor tensión y en consecuencia tiene una actitud más desprendida.

»Este cambio en el enfoque psíquico es tan importante y sus consecuencias van tan lejos que, en las religiones de la luna, se simboliza como el alcance de la inmortalidad, o bien, dando nacimiento al niño inmortal (puer aeternus), el salvador. El hijo nacido de la iniciación a la Diosa Luna naturalmente no debe confundirse con el hijo humano, carnal. Es un hijo psíquico, no carnal y es el símbolo de la nueva individualidad que nace por medio de las experiencias interiores (iniciación) de las que hemos estado hablado.

»En la iniciación de Isis descrita por Apuleyo, recordaremos que el postulante, al comer las Rosas de Isis, flor del árbol, quedaba liberado de las ataduras de su naturaleza carnal.


»Este rico simbolismo nos lleva más allá del punto de desarrollo de un principio del ser del hombre, a la unión de ambos principios, los cuales eran representados por el matrimonio de Macho y Hembra. El Eros del principio femenino se une aquí al Logos o principio masculino y el fruto de esta unión, representado por el Hombre-Luna, el puer aeternus o héroe, es la prefiguración de aquel Sí-Mismo del que los hindúes hablan con gran certidumbre

»En la imagen de la Diosa Madre -anciana y poderosa- las mujeres de tiempos antiguos encontraron el reflejo de su propia naturaleza femenina más profunda. A través de su confiada realización del ritual prescrito en su servicio, aquellas mujeres obtenían una relación con este auténtico Eros. Hoy en día ya no se venera a la diosa. Sus santuarios están perdidos en el polvo de los siglos, y sus estatuas se alinean a lo largo de las paredes de los museos. Pero la ley y el poder del que no era más que su personificación, no ha disminuido en su fuerza y potencia dadora de vida. Somos nosotros los que hemos cambiado. Hemos dado nuestra obediencia demasiado exclusivamente a las fuerzas masculinas  (Logos). Sin embargo, hoy en día, el antiguo principio femenino (Eros) está reafirmando su poder. Formado por el sufrimiento e infelicidad provocados por no hacer caso a los valores del Eros, los hombres y las mujeres se vuelven otra vez hacia la Madre Luna, aunque no por medio de un culto religioso, ni siquiera por un conocimiento de lo que hacen, sino a través de un cambio de actitud psicológica. Porque aquel principio, que en los días antiguos y más ingenuos se proyectaba en la forma de una diosa, ya no se ve como un dogma religioso, sino que se siente como una fuerza psicológica que surge de lo inconsciente y tiene, como tenía la Gran Madre de los antiguos, poder para modelar los destinos de la humanidad."




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