Decía la psiquiatra Maribel, en uno de sus muy acertados comentarios, que hoy se están agudizando las rupturas de pareja. El problema de las relaciones de pareja, ciertamente, se está convirtiendo en un campo de batalla. Quizás el más significativo de los actuales conflictos y, se podría decir, que el más arquetípico de todos. Con esto quiero decir, basándome en mi experiencia, que el quid de la cuestión, es decir, lo que, a mi juicio, se encierra tras la maraña de una guerra abierta en buena parte de las relaciones de pareja (la Caída de las Torres Gemelas, fue, para mí, un signo externo y un símbolo, a su vez, de la Caída de las estructuras obsoletas sobre las que descansan la mayor parte de las relaciones de pareja) es que el modelo relacional demanda una transformación radical. Esa transformación consistirá, tal y como parece atisbarse en ciertas relaciones maduras, que he podido conocer (siendo, esos miembros participantes de las nuevas relaciones, unos pioneros, desde luego); como digo, esa transformación consistirá en una maduración interior de ambos miembros de la pareja; una maduración sustentada en una evolución de sus consciencias a ciertos niveles, en los que se incluya, no sólo la consciencia de los factores personales inherentes a toda relación, esto es, los cotidianos, los del día a día, sino también, y esto es básico, la consciencia de los dominios trans-personales que están involucrados en dicha relación. Esta toma de consciencia, que va desde los factores personales, pasando por los interpersonales, a los trans-personales, permite superar y/o trascender el modelo patriarcal que hoy predomina en la sociedad moderna (aunque en un estado decrépito y marchito) para abrazar un modelo integral e integrador.
Desde luego, esto supone un reto sobresaliente, pues exige de la pareja que ambos sean individuos completos, independientes y autónomos, de modo y manera que la relación no se base en la dependencia mutua, o del uno por el otro; es decir, que ninguno de los dos sea una muleta para el otro... una muleta que, con el tiempo, se convierte en una carga insoportable de llevar. Esa independencia, esa libertad de elección (se está con el otro porque uno así lo ha querido, o elegido, y no porque dependa de él/ella) conlleva, a la postre, un compromiso verdadero en la relación de pareja y ese compromiso, en el fondo, es, ante todo, y sobre todo, para con Uno Mismo, y para con el Otro. Y, así entendida, la relación de pareja del futuro entraña una superación mutua y una entrega mutua en pro de un proceso individuatorio (o sea, de una autorrealización) de ambos participantes. En cierto sentido, podemos ver un atisbo de este tipo de relación en la película Avatar, cuando el Amor nace entre el protagonista, Jake Sully, y la aspirante a Sacerdotisa de Pandora, Neytiri, una personificación de su anima.
Las letras de multitud de canciones de cantantes modernos/as, en los que se incide en la importancia del otro, como, por ejemplo, la conocida canción de Amaral, titulada "sin tí no soy nada", en el fondo, están reflejando un motivo legítimo y una tendencia arquetípica que yace en lo más profundo de todo ser humano. La tendencia arquetípica que busca la realización personal más completa y que, en psicología analítica, denominamos proceso de individuación. Ahora bien, lo que demuestran esas letras es la inconsciencia desde la que cual se expresa. Esto es, la ignorancia de la pauta arquetípica que bulle en el caldero de lo inconsciente. Y esto supone que lo que debería ser en acto, sólo lo es en potencia.
Pero, ¿en qué consiste esa tendencia arquetípica a la que aludía escasas líneas más arriba? De un modo muy resumido, y utilizando el lenguaje de la psicología analítica, consistiría en la conexión con , y en la colaboración consciente en el despliegue efectivo del, Ser interior que habita en todo ser humano. En ese proceso, en el que el individuo va, progresivamente, desplegando sus potenciales, y, por consiguiente, profundizando en su autoconocimiento, lo masculino en la mujer, su animus, y lo femenino en el hombre, su anima, son los intermediarios en ese camino que conduce a la realización de su Ser interior. Ese camino de autorrealización es, ciertamente, diferente en el caso de la mujer que en el del hombre. La personalidad superior viene simbolizada, en la mujer, por una Anciana Sabia que representa toda la Sabiduría de lo Femenino, de Gaia o Gea; podría decirse que es una auténtica Chamana o una Sacerdotisa (represéntese el lector la relación entre Neytiri y su madre, la mujer que interpreta la voluntad de la divinidad, una especie de Profetisa, en la película Avatar); en cambio, en el hombre, la personalidad superior viene simbolizada por un Anciano Sabio, al modo de un Merlín, en las sagas artúricas, o de un Mago, como Gandalf el Blanco, en la epopeya titulada " El Señor de los Anillos", y representa toda la Sabiduría Superior (en Avatar vendría simbolizado por el padre de Neytiri, el jefe de la tribu), el conocimiento superior de la chispa divina (de los principios universales); La mujer, gracias a su animus-logos spermatikós (para los estoicos, el logos spermatikós es la razón generadora de todas las cosas, la potencia original y creadora de todas las cosas, la divinidad que abarca, dirige, da vida y destino a todas las cosas de la Naturaleza), puede tener acceso a los principios universales y, con ello, a la Sabiduría de la Chamana; El hombre, a través de su anima, se puede relacionar con la Naturaleza y sus ciclos, dentro y fuera, y puede, con ello, tener acceso a los productos de lo Inconsciente Colectivo y, en último término, a su Sí-Mismo o Anciano Sabio, como vemos que le sucede a Jake Sully, el protagonista de Avatar.
Por eso, cuando las personas son inconscientes de esos desarrollos, de esas evoluciones que se dan en su interior, y que emergen al ámbito de la consciencia, a través de un proceso dialéctico entre consciencia e inconsciente, esos mismos desarrollos o evoluciones (y las imágenes en las que están contenidos e investidos) son proyectados al exterior, cargando al otro, a su pareja, con unas expectativas tan elevadas, que sólo un dios podría llevar a cabo. Téngase en cuenta que, las entidades a las que me refería, como son el anima, el animus y, sobre todo, la personalidad superior (también llamada, Sí-Mismo, Atmán interior, o Cristo Interior) permanecen en la más completa inconsciencia para la inmensa mayoría de las personas. Y, por consiguiente, son esas mismas entidades autónomas, las que se proyectan al exterior, invistiendo al compañero, al amante, a la pareja, con ese halo de numinosidad que proviene de dichas imágenes arquetípicas. Por tanto, en realidad, el único responsable de lo que a uno le sucede y, por ende, de lo que atrae, es uno mismo. Pues es uno mismo quien ha proyectado en el otro algo que, en verdad, pertenece a sí mismo. Por no hablar de que, al así hacerlo, uno mismo induce en el otro cierto tipo de comportamiento o comportamientos. Khalil Gibrán lo expresa de un modo poético cuando dice, en el capítulo El Crimen y El Castigo, del libro titulado El Profeta, lo siguiente:
"Si alguno de vosotros trajera a juicio a la mujer infiel, haced que pesen también el corazón de su marido en la balanza y midan su alma con medidas... Sólo así sabréis que el erecto y el caído no son sino un sólo hombre, de pie en el crepúsculo, entre la noche de su yo pigmeo y el día de su dios personal."
De ahí que, en realidad, lo que diferencia una relación madura de otra inmadura es el nivel de consciencia de ambos involucrados. Y es, precisamente, esa consciencia de que algo Trascendente e Inmanente a ambos miembros de la pareja los ha unido con un propósito determinado, el que marca la gran diferencia. Una vez se es consciente de eso, ya no cabe culpar al otro, en este caso, a la pareja, de los conflictos que uno mismo ha de superar. Eso sí, en este caso, con la colaboración de la pareja, tal y como viene representado en AVATAR, entre Neytiri y Jake Sully. Éste, gracias a la ayuda recibida por su amada Neytiri, se convierte en el héroe acuariano (prometeico) capaz de unificar a todas las tribus, para hacer frente a los espúreos intereses corporativistas, de un Sistema basado en el materialismo más voraz, y que tiene claras analogías con el Sistema Político-Económico-Financiero (institucional, si se prefiere) que actualmente impera en la Civilización Occidental.
Continuará...
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