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miércoles, 1 de agosto de 2018

ASPECTOS TRANSPERSONALES EN LA PSICOPATÍA



ASPECTOS TRANSPERSONALES EN LA PSICOPATÍA


José González 
Psicoterapeuta de orientación junguiana.

Hace en estos momentos unos dos años y medio que comencé a investigar el trastorno de la personalidad psicopática. Mis últimas publicaciones y mis escasas intervenciones en público han tenido como centro de atención la psicopatía y el narcisismo. En especial, me he dedicado a profundizar en los aspectos "personales" de estos trastornos de la personalidad, no solo por un interés intelectual y personal, sino, en especial, por una necesidad profesional. Un porcentaje muy elevado de los pacientes a los que atiendo en consulta me participa que su problema fundamental gira alrededor de la toxicidad en las relaciones de pareja o amorosas. De hecho, el motivo de consulta habitual suele ser el siguiente: "estoy atrapado en una relación de pareja que me hace sufrir enormemente y no sé qué hacer". La formación de un vínculo traumático; la sensación de sentirse "atrapado/a" en un situación sin salida (indefensión aprendida); la impresión de vivir en un constante "carrusel emocional" que se inicia con un tremendo sentimiento de amor, como si se hubiera encontrado por fin la anhelada alma gemela, seguido de una serie de maltratos emocionales, a veces con terribles consecuencias, una "sensación de que estoy perdiendo la cabeza y el control de mi vida", así como la vivencia de una terrible celotipia, motivada por constantes triangulaciones que la pareja mantiene con otras personas, ideas o cosas, y que termina con una re-captación que sitúa a la persona en un nuevo inicio del círculo vicioso; y la comprensión final de haber sido estafado, utilizado/a como testaferro de actividades ilegales (desconocidas por la persona) o haber recibido falsas denuncias por violencia de género, como un medio de extorsión y manipulación emocional y/o financiara, constituyen algunos ejemplos de lo que sucede en el seno de muchas relaciones tóxicas.

En estas relaciones es habitual encontrar a un/a psicópata o un/a narcisista. Y esto, hasta cierto punto, es esperable. Ahora bien, uno podría pensar que, en el otro lado de la ecuación relacional, deberíamos encontrar a una persona con rasgos infantiles de personalidad, como por ejemplo personalidades dependientes, neuróticas o con graves déficits emocionales. Y, si bien en algunos casos esto es así, hay personas que no presentan estas características y sin embargo están atrapadas en una relación con un/a narcisista o un/a psicópata. A veces la relación se inició cuando la persona atravesaba una crisis: después de una separación o de un divorcio, de una muerte de un ser querido, tras la pérdida de un trabajo estable; o bien, después de un traslado del lugar de residencia a un país extranjero. Las personalidades psicopáticas tienen un instinto depredador que les permite saber cuándo una persona está en un momento de máxima vulnerabilidad para aprovecharse de esa situación. En algunos artículos, y en ensayos de divulgación, algunos autores, entre los que me incluyo, afirmamos que una de las características definitorias del psicópata es su incapacidad para empatizar. Si bien esto es cierto, conviene realizar en este punto una matización importante. La empatía está compuesta por tres componentes diferentes. Dos de ellos son cognitivos o mentales y el tercero es emocional. Dichos componentes son:

  1. La habilidad para identificar el estado emocional de otra persona.
  2. La capacidad para asumir la perspectiva y el rol del otro. 
  3. La capacidad de experimentar la misma emoción que el otro está sintiendo.

Los dos primeros componentes están agudizados en los psicópatas, mientras que el tercero de ellos está completamente ausente. De lo que son incapaces los psicópatas y los narcisistas malignos es de experimentar la misma emoción que siente el otro.



Dicho esto, como primer paso en la muerte de una etapa y la preparación para el nacimiento de una nueva, después de una relación con una/un narcisista o una/un psicópata, es imprescindible el CONTACTO CERO. Ahora bien, esta acción resulta insuficiente para la auténtica transformación.

Esta transformación precisa de la asunción de todo lo sucedido y de la comprensión simbólica, dentro de un proceso de individuación, de la relación que termina y del sufrimiento padecido en ella (un duelo por la muerte simbólica de la persona con la que se tuvo una relación y de la relación misma). Por tanto es insuficiente el contacto cero sin una revisión de los patrones arquetípicos activados durante una relación de pareja, de amistad o familiar, que provocaron el encuentro (y la situación vivida) y delinearon el desarrollo de la relación. En definitiva, quedarse exclusivamente en los aspectos personales de una relación -algo imprescindible durante un cierto tiempo y, en algunas personalidades, probablemente siempre-, puede provocar en determinadas personalidades que la consciencia continúe inserta en la red de maya de las proyecciones de contenidos inconscientes, personales y transpersonales. De ahí la importancia de comprender, también, qué contenidos transpersonales han favorecido y/o precipitado el encuentro y el desencuentro en determinadas personalidades. Como el proceso de individuación es cada vez más extraño, a muchas personas estas consideraciones no  les serán de utilidad y hasta pueden resultarles contraproducentes. De ahí que la mayor parte de mis últimas publicaciones sobre psicopatía y narcisismo maligno solo versaran acerca de los aspectos personales, patrones de comportamiento relacionales y/o de lo estrictamente biográfico. Solo en aquellos casos en los que una cirugía psíquica se hace necesaria para extirpar el cáncer psicopático se hará un trabajo que contemple los aspectos transpersonales de la psique.


Así también la propia dinámica de una relación tóxica no siempre tiene como protagonista a un narcisista o un psicópata. Esto es fundamental que se comprenda, porque hay una tendencia a considerar que toda relación tóxica implica la presencia de una/un narcisista o psicópata (comprensible porque la cultura en la que vivimos carece de Amor y, por lo tanto, de experiencia auténtica del Misterio, de comprensión de cómo este Misterio se manifiesta en la vida individual y colectiva, incluso en una vida sinsentido) algo que es completamente erróneo.


Afortunadamente, los psicópatas son pocos, entre el 1% y el 5% de la población, dependiendo del país del que se trate, y los TNP malignos también son relativamente escasos entre la población general. De ahí que las probabilidades de encontrarse con un psicópata o con un narcisista maligno no son tan altas como a veces se pretende. Lo que sí impera es una cultura y una sociedad que promueven valores propios de personalidades narcisistas y psicopáticos. Una cultura que ensalza el egocentrismo, la puesta en escena, la extrema extraversión, la reificación de las personas, la manipulación de la información, la mentira, la calumnia, el deseo de poder y el individualismo radical, entre otros valores, y que parece estar favoreciendo en la cultura occidental una reacción compensatoria de carácter tribal-colectivista, igualmente terrible porque está empoderándose de la consciencia de millones de personas (especialmente mujeres, aunque también de muchos hombres) como en su momento sucedió con la ideología nazi. Nos referimos, por supuesto, a la "ideología de género" a la que suelo denominar también "ideología feminazi", porque es el arquetipo femenino (yin) el que está apoderándose de dichas consciencias. La consciencia poseída por el arquetipo se unilateraliza, se convierte en dogmática y fundamentalista, y arremete contra todo aquello que se encuentre fuera de los márgenes estrictos del sesgo cognitivo-emocional defendido por los acólitos de dicha ideología. En toda ideología sucede un fenómeno muy interesante: la consciencia cree que es totalmente libre y que desde esa libertad defiende una serie de valores e ideas que, por supuesto, considera buenas; en este caso, que el género se construye socialmente, sin tener en consideración lo que la biología, la genética, la psicología y la antropología han demostrado a este respecto y que hacen insostenible la defensa de la hipótesis constructivista del género. Por supuesto que la defensa de esta hipótesis falsada o refutada por la ciencia, conviene también a ciertos sectores políticos para acceder a la esfera de la educación y realizar, ya desde la infancia, un efectivo lavado de cerebro en los niños, desplazando la patria potestad de los padres en la educación de sus hijos. Una estrategia semejante a la que utilizan, por cierto, los psicópatas con sus hijos. Ahora bien, si se mira más de cerca, lo que sucede desde un punto de vista psicológico es que la consciencia está siendo poseída y dominada por una idea, de la que la consciencia no se puede desprender, porque esa situación psíquica le es del todo inadvertida. La consciencia individual es esclava de una idea por la que es capaz de sacrificar los valores propiamente humanos. De ahí que "toda guerra es siempre una guerra santa".

Continuará en la segunda parte de este artículo.







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