La alquimia representa la
experiencia del yo en sus primeros contactos con lo inconsciente mediante el
símbolo de la herida. En efecto, el yo se siente herido en el encuentro con lo
inconsciente, siendo el primero de ellos el más terrible. Esto ocurre siempre que la
psicoterapia conduce a una cierta profundidad y, allende los contenidos de la
sombra, comienzan a aparecer en los sueños motivos de carácter arquetípico. Es
importante comprender que se trata de una experiencia inevitable, y no un
fenómeno anómalo que deba tratarse con psicofármacos, por ejemplo.
Esa experiencia de la consciencia
ha sido simbolizada mediante diversas representaciones: Ra
herido en el pie por la serpiente que Isis le pone en su camino; el lobo
engullendo al Rey; el mordisco del perro enloquecido; cupido hiriendo con sus
flechas los corazones de sus víctimas, etc. Todos estos motivos aluden al
símbolo de la mortificación, de los padecimientos del alma, también presentes
en la Noche Oscura de Juan de la Cruz.
La coniuntio o el arquetipo del incesto
Además de esta experiencia de la
herida, hay otras experiencias que la consciencia experimenta en sus primeros
encuentros con lo inconsciente. Una de ellas es el sentimiento de culpa. La
relación de la consciencia con lo inconsciente es simbolizada en la alquimia
mediante el símbolo de la coniunctio o del hierosgamos, es decir,
de la conjunción de los opuestos. Este símbolo central se relaciona con el
arquetipo del incesto, tan caro al psicoanálisis. Freud comprendió y explicó el
incesto desde un punto de vista concreto y personal. Y se refirió al tabú del
incesto también desde un punto de vista personalista, siendo el padre el responsable de instaurar la prohibición del incesto. Sin embargo, además de
este punto de vista, el incesto puede comprenderse como un símbolo arquetípico,
y por tanto alude a la experiencia de un retorno a la fuente o al origen (la
Madre) de la consciencia, es decir, lo inconsciente. El título de mi primer
libro, El retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura, se
refiere a esa experiencia.
En sueños suele representarse
mediante un retorno a la infancia, y pueden surgir símbolos como el árbol (la
Madre), el jardín en el centro de una estructura circular o la fuente. A través
del tabú del incesto se prohíbe la unión del yo con lo inconsciente, dado que
en el proceso evolutivo la consciencia tiene que hacer un tremendo esfuerzo por
separarse de la Madre-Origen-Infancia-Inconsciente para conseguir una posición
de madurez y responsabilidad, separada del grupo familiar. Un ejemplo de este proceso, y
de la prohibición del incesto, lo podemos ver en la saga El Padrino. Y el
final del patriarcado, como etapa psíquico-espiritual dominada por el arquetipo
del padre y, por lo tanto, con el fortalecimiento de la consciencia desde un
punto de vista colectivo-nacional, lo vemos en España durante el franquismo, y,
en especial, en su transición a la democracia con el golpe de estado del 23F de
1981.
Solo se produce una pérdida de
esta situación tan duramente ganada cuando un hecho vital provoca una
introversión profunda. Un ejemplo de tabú del incesto lo hallamos en el
Decálogo del Antiguo Testamento, concretamente en el Segundo Mandamiento en
donde se prohíben expresamente las imágenes. Estas aparecen precisamente en el
encuentro con lo inconsciente y abren las puertas a la profundidad. Que esto
ocurra, que exista una prohibición expresa al retorno al origen, significa que
el acceso de la consciencia a la profundidad no es adecuado, ni apropiado, sino
solo para unos pocos “transgresores de la ley”. De ahí el sentimiento de culpa
que surge como consecuencia de la ruptura del tabú. En la mayoría de los casos
las explicaciones personalistas, reductivas y concretas, que honran el tabú del
incesto, son las adecuadas.
Un yo inmaduro podría sufrir todo
tipo de desgracias si tuviera acceso a lo inconsciente, como por ejemplo un
brote psicótico, una esquizofrenia u otro trastorno mental grave. Recuerdo un
sueño de un paciente de veinte seis años en el que se expresaba este peligro:
en la escena aparecía el soñador queriendo mantener relaciones sexuales con una
mujer desconocida (lo inconsciente, la Madre), por la que se sentía muy
atraído, pero que no llegó a consumarlas porque se dio cuenta de que su falo
era demasiado pequeño (yo inmaduro). A otro paciente le ocurrió que, a la edad
de veinte años, quiso experimentar con marihuana y sufrió un brote psicótico.
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