RESEÑA
DEL LIBRO "CINE Y ESPIRITUALIDAD. El viaje del héroe en Avatar y en otras
películas de ciencia ficción."
Por
Fernando Sánchez. Psicólogo especialidad clínica. Candidato a analista
junguiano por la SEPA.
“Este libro encierra un llamamiento y una advertencia para todos
aquellos que, como yo, comparten un vivo interés por la toma de conciencia y
una preocupación creciente por el futuro
de la Humanidad y de la Naturaleza” (J.A Delgado González. El Retorno al
Paraíso Perdido.)
José es un autor
profundamente concienciado y comprensivo con las singularidades y la crisis
colectiva que estamos atravesando en este momento. Sus obras, “El Retorno al Paraíso Perdido”; “Al Final
del Túnel”; “La hermandad de los Iniciados” y ésta que presentamos hoy “Cine y Espiritualidad”, son esfuerzos
lúcidos de mostrar y clarificar a través de la psicología analítica, la gnosis,
la alquimia y la astrología como el
mundo material, es decir, el ámbito de lo consciente, lo observable y lo
manifestado, se gesta y vertebra en las capas profundas del inconsciente
colectivo.
La importancia de la concienciación
de las implicaciones que los elementos, movimientos y contenidos colectivos
tienen en la psique individual no es simplemente un interés curiósitas. Es una
necesidad vital. Ya que en los fenómenos que observamos en el mundo físico, material,
subyace un factor psíquico, de los cuales las manifestaciones observables son
únicamente su expresión más superficial.
“Mi
intención es descorrer algunos velos que cubren un ámbito de la psique que está
funcionando en todos nosotros, con un vigor extraordinario, en la oscuridad de
la vida de cada cual.” (José A. Delgado González. El retorno al Paraíso Perdido).
Esta dimensión
inconsciente se expresa con mayor vehemencia en momentos de crisis
social o de transformación colectiva como el que vivimos actualmente.
“Es una situación anímica horrible. En un
estado mental así, el inconsciente incita con vehemencia hacía el arquetipo de
la muerte y el renacimiento, en el sentido de la espiritualización gnóstica, de
la individuación.” (Dice el junguiano Raúl Ortega en el libro de José, Cine y Espiritualidad. El viaje del héroe en Avatar y en otras
películas de ciencia ficción. )
Jake Sully, personaje principal
en Avatar, muestra esta situación anímica del hombre occidental actual, vacío, sin
rumbo, inmerso en una crisis de sentido, sin herramientas para afrontar el vacío
de su propia existencia, en la necesidad de encuentro y búsqueda del sentido
verdadero de su vida. En momentos como este, los arquetipos se expresan con
potencia, proyectándose al exterior, irrumpiendo en forma de vivencias sincronísticas,
sueños lúcidos, experiencias numinosas, que invitan a las personas a realizar
un cambio profundo. Es común ver en personas que, tras una crisis,
enfermedad o el padecimiento de una
situación disruptiva, comienzan un proceso de transformación, profundo, real,
comprometido, en la que la mayoría refiere la re-lación con una dimensión más
profunda que reconoce en sí y que dota a la vida de un nuevo sentido en sus
vidas.
Estos trabajos, lejos de ser
meras aproximaciones teóricas a conceptos filosóficos, religiosos o psicológicos, cobran importancia, por los
contenidos que está sacando a la luz. José, nos muestra, nos advierte, preocupadamente, de la situación en la que
estamos, en una profunda crisis ecológica, económica y sobre todo, una profunda
crisis que atañe a los valores espirituales sobre los que se ha cimentado la
cultura occidental, en la cual, el hombre ha “perdido el contacto con sus
potencias espirituales”. Lejos de
quedarse en el análisis o la reflexión intelectual, nos propone, un cambio, un
camino, un proceso de transformación, la necesidad de transitar hacia un nuevo
estilo de vida, mediante una renovación del sistema de valores imperante en
nuestra sociedad actual, materialista, patriarcal, desacralizada, a partir de
un compromiso y un proceso de cambio con uno mismo.
Desde la modernidad, sustentado
en el mito del progreso y la ciencia, el
hombre se ha distanciado de la naturaleza, posicionándose por encima y fuera de
ella, estableciéndose en las urbes, concibiendo ésta como una amenaza y algo
que tenía que controlar y domesticar. Hoy estamos en una grave y severa crisis
ecológica y energética. La Tierra está dañada: aguas contaminadas,
océanos, desertización, cambio
climático, atmósfera, disminución de especies vegetales y animales o la
sobrepoblación humana, son fenómenos que no escapan a las advertencias de la
comunidad científica. La acción humana y
la explotación desmedida de los recursos naturales, sustentada por una
cosmovisión materialista de la realidad y una actitud dominante y posesiva del
hombre, están dinamitando los recursos de la tierra y el equilibrio del hombre
consigo mismo y su medio.
El hombre occidental ha perdido
la relación con la naturaleza, el medio ambiente, pero igualmente con su
naturaleza interior, su alma. Relegado al horizonte de lo material, al mundo
sublunar, se encuentra encerrado, perdido, sin rumbo, esclavizado en cárceles
de mármol, que inducen seguridad ficticia, llamadas sociedades de bienestar y
consumo, que le invitan coercitivamente a destinar su tiempo de vida a
satisfacer necesidades (gran parte de ellas, inducidas artificialmente por el
sistema mediático) reviviendo esquemas de funcionamiento propios de la primera
infancia, que no hacen sino alimentar una sensación de omnipotencia e
inflación, propia del niño que se encuentra sobreprotegido por la madre.
Pero, esta forma de vida no
permite el desarrollo pleno del individuo. No satisface sus anhelos de verdad,
de explorar su ser interior, de adentrarse en el Mysterium de la existencia,
amén de ser profundamente destructiva. Esta crisis esta magistralmente expuesta en la
película Avatar. Las actitudes del hombre actual, son similares a los terrícolas
que llegan a Pandora, para dominarla y
explotar su material precioso. Esta búsqueda de poder, riqueza y seguridad, les
hace desenfocarse, perder perspectiva de la profundidad de la realidad en la
que viven. La reflexión que nos invita la película y el libro, es que dañando
la naturaleza, “destruimos la posibilidad
de conectar con lo más profundo y elevado de nosotros mismos”.
Esta situación está mostrando la situación mitológica de Prometeo. El hombre
actual, desacralizado, concibe su progreso y su conocimiento ajeno a la
divinidad.
“Desafiando
al dios supremo, el celestial Zeus, Prometeo intenta favorecer a los hombres
entregándoles el fuego —robado a los dioses— símbolo sagrado, que dependiendo
de cómo se utiliza, puede iluminar o quemar” “El fuego, permite iluminar a los
que actúan de acuerdo a su conciencia, en sentido espiritual, proporcionándoles elevación a niveles de
dimensiones espirituales (de paz interior)….pero, sin ésta, para el
inconsciente, se torna en llamas del infierno”.
Restando poder a los dioses, se vislumbra una forma de
conocimiento, desprovista de cualquier elemento relacionado con la divinidad:
el conocimiento científico. Ante tal ofrenda,
Zeus envía un castigo a Prometeo por su rebeldía y por no haber
respetado la hegemonía divina, encadenándolo y torturado día tras día en el Cáucaso
por un cuervo que le comía las entrañas, al igual, que su desobediencia, trae
como consecuencia una serie de maleficios contra los hombres. La reflexión sobre el mito, ampliamente
expuestas en el libro, nos obliga a preguntarnos si esa aspiración inherente y
connatural al ser humano, que aspira al Conocimiento con mayúsculas y a la
evolución personal y colectiva, es posible sin la presencia de la divinidad y
la dimensión trascendente, a la que el hombre tiende naturalmente.
La
propuesta
de Avatar, amplificada en el libro de José Antonio, consiste en la
vuelta a un conocimiento experiencial, al encuentro en la profundidad de uno
mismo con el alma y su mundo, en el cual, el individuo comienza a replantearse
todo lo aprendido y a ver las cosas desde un nuevo prisma a modo de conversión.
“Cuanto mayor sea el número
de individuos que se dediquen a la investigación, ala elucidación y al trabajo con los
arquetipos, especialmente con la sombra, desde los más diversos ámbitos del
saber, tanto más nos aproximaremos, a la-masa crítica- necesaria para que el
cambio de conciencia que el espíritu de los tiempos demanda se extienda
exponencialmente al colectivo” nos
dice José en El retorno al Paraíso Perdido.
Este
proceso se ha denominado en la mitología como el camino del héroe, equivalente
al proceso de individuación descrito por la psicología analítica. Avatar es un
mito moderno, que muestra el viaje del héroe en la personificación de Jake
Sully, que va tomando conciencia del proceso de individuación, a través de del tránsito
de distintos ritos, que le van llevando a cumplir su más alto destino.
Este
proceso puede describirse como el proceso a través del cual, “la conciencia del ser humano recorre los
oscuros abismos de lo inconsciente y recupera las cualidades que había
proyectado en el ámbito exterior”, a través de un proceso alquímico que consiste
en “solve et coagula” que consiste en disolver y volver a unir, retomar la
proyección para integrarla de nuevo.
Igualmente, consiste en “la
aproximación lenta a los contenidos y funciones de la totalidad psíquica (el sí mismo) y su acción irremediable sobre
el yo” (Jacobi, J), en última instancia a la autorrealización del Sí mismo, a
través de la progresiva integración de opuestos. La integración completa, la
totalidad, implica la integración del lado femenino de la psique, el estado
edénico, el Reino de la gran Madre (o el lado femenino de Dios).
El
acceso de Jake Sully a Pandora, un mundo arquetípico, es el comienzo de la
relación con el mundo inconsciente. Al héroe le supone una profunda
conmoción, provocando una especie de
“segundo nacimiento”, una experiencia de reencuentro, muerte y renacimiento, al
entrar en contacto con la dimensión espiritual, sacrificando su conciencia colectiva,
racional y con ello todos los valores colectivos, antropocéntricos y egoístas
propios de esta época. Lo que en psicología analítica se describe como la
máscara. Por lo tanto, el camino del héroe comienza con una gran prueba, una
pérdida, un cambio, una salida a un
nuevo mundo desconocido una dimensión más allá de lo físico, el universo
espiritual.
“…El héroe mitológico abandona su choza o
castillo, es atraído, llevado o avanza voluntariamente hacia el umbral de la
aventura…” (J. Campbell)
Podemos encontrar distintos
escenarios arquetípicos que muestran esta situación, como la salida de Egipto de
Moisés, la partida de Parsifal, el viaje de Parsifal o el comienzo del vuelo de
Ícaro. Debiéndose entender como mensajes transmisores de la vía maestra para
huir de la dimensión horizontal de lo material, lo mundano y terrenal, propias
de la infancia y la adolescencia psicológica, para incorporar el aire, la
dimensión vertical y el cielo. Es decir, un proceso psíquico en el cual el héroe
se aleja de la madre real, del paraíso materno, adentrándose en los dominios de
la Gran madre (Pandora) y recuperar el estado edénico conscientemente.
En el inicio del contacto con
el inconsciente, con Pandora, Jake esta aterrado, mostrando que el primer
contacto del yo con el inconsciente es vivenciado como violento y amenazante,
en cierta medida, dañino y peligroso para el equilibrio propio. Es una
experiencia numinosa, semejante a los miedos y peligros que experimentaban los
hombres primitivos con los fenómenos naturales. Es entrar en contacto con los
peligros del alma humana.
Cuando Jake accede a Pandora,
es atacado por una pantera negra prehistórca (el guardián del umbral) y al huir
se adentra mas en el bosque. El inicio de la exploración se hace en la noche. El
héroe tiene que descender a los infiernos y penetrar en un espacio desconocido.
Con ello comienza la fase alquímica de la nigredo, que tras sucesivas
destilaciones y purificaciones elimina sus impurezas.
El trabajo con la sombra nos
confronta con el aspecto sombrío del alma. La importancia reside en la toma de
conciencia de todos los aspectos propios que hemos negado y reprimido, que
proyectamos en los demás, asumiendo que esos elementos pertenecen a nosotros.
Esta toma de conciencia nos permite entender el potencial destructivo y dañino
que reside en nosotros, como potencial, y ELEGIR. Integrar la sombra que cada
uno porta, permite trascender el estado de conciencia estrecho, que nos
circunscribe y ata a un cerco de la realidad limitado, ya que en última
instancia es una posición defensiva respecto a la totalidad de la que somos
parte, autootorgándose e identificándose con valores nobles, legítimos, propios
de los ambientes sociales y familiares a los que pertenecemos. Es importante
abandonar esa actitud psicológica obsoleta, ya que en última instancia obstaculiza
el proceso de maduración psicológica del individuo.
De alguna manera, esta nueva
actitud psicológica, implica, rescatar el mito de Quirón. Avatar es el mito del
héroe civilizador, el rey herido que precisa curar su herida, a través de la
sombra individual, confrontarnos con la colectiva, que se nutre de los dogmas,
la estrechez de mira y la ignorancia del yo. Es sintomática la alusión continua
en la película a la vista y a la capacidad de Ver: “No ves” “Te veo”
Empezar
a ver significa tomar conciencia de que vivimos en un mundo vivo más grande,
que nos engloba, una totalidad que nos abarca y todo lo contiene, del cual
formamos parte y que tenemos que aprender a relacionarnos y vivirlo como parte
propia. Es el Anima Mundi (también llamado Unus Mundus, Mundus Arquetypus, Mundus
Imaginabilis o Inconsciente colectivo según la tradición) . Jung dijo una vez:
“La psique no está en nosotros sino que
nosotros estamos en la psique”. Estamos insertados-inmersos en una psique
cósmica mayor que nosotros, en la cual, cada uno de nosotros somos una pequeña
parte de ella. Esto implica (y es uno de los grandes hallazgos de Jung), la
idea de humanidad como parte de ese patrón cósmico, de esa gran psique.
Pandora, es real. Ese mundo existe, no es una película. Los Na`vi son el mundo
daimónico que la ciencia ha desterrado, pero que aún co-habitan en los
recónditos mundos del alma, del que el omnipotente hombre moderno, ya no
recuerda nada. Es en ese mundo donde se muestran los arque-typos, los patrones
que subyacen y dotan de entidad y REALIDAD, esta dimensión en la que vivimos
los humanos.
Ante esta toma de conciencia,
nuestro héroe, Jake Sully, se ve ante la necesidad de sacrificar su conciencia
racional, orientada hacia el éxito y el logro de objetivos marcados por el
modelo cultural de la época, para reconciliarse consigo mismo y con su mundo.
El jake antiguo, da lugar a un nuevo Jake. Esta renuncia implica necesariamente
relegar la conciencia moldeada en los valores colectivos por la vivencia del
alma y el contacto con su mundo. Esta situación aparece representado en la
película, en la lucha a vida o muerte entre Jake, el héroe trasformado y el
coronel quaritch, una lucha titánica contra la conciencia colectiva patriarcal,
que obstaculiza el contacto y entendimiento profundo con la realidad.
Durante esta batalla, Jake
recibe la ayuda de Eywa, el espíritu divino que gobierna la vida de Pandora,
para derrotarlo, lo que muestra que la transformación personal, la renovación,
depende del Sí mismo. El proceso de individuación, el viaje de regreso del
héroe, tiene como finalidad promover una renovación. Dar nacimiento a un hombre
nuevo. La conciencia yoica, ciega, debe morir para dar paso al arquetipo del sí
mismo, que implica que el yo se alinea, refleja el verdadero yo, el Sí mismo.
Esto se ve en la película cuando Jake monta al gran pájaro rojo.
Jake vence al padre material,
Saturno, el Coronel Quaritch, acompañado en todo momento de su ánima, Neytiri,
convirtiéndose en el líder de los omaticaya. Como dice José en su
libro, el proceso de individuación es la realización del Dios mismo, mercurius, la expresión de lo superior
en lo inferior, la divinidad en el mundo material. Implica necesariamente la
vivencia y comprensión profunda de que la única realidad es Dios y nada fuera
de Él.
Toda
la película de Avatar es una apología de la Imaginación Verdadera, como forma
de entrada en contacto con la realidad del alma (psique), es decir, nos expone
la necesidad de recuperar el contacto con el alma y a través de ella, acceder
al mundo velado a la que ella pertenece. Descrita ya por Paracelso: “Imaginatio
Vera et non Phantastica”, se convirtió como un medio validado por los
alquimistas y las tradiciones neoplatónicas y cabalistas, especialmente a
partir del renacimiento. Rescatada por Jung
para la mente moderna, la utilizo consigo mismo y sus pacientes
denominándola, Imaginación Activa.
M.L. von Franz, discípula directa de Jung, la describe acertadamente de
la siguiente manera: “Es una forma de meditación en la cual uno
entra en contacto con los habitantes de su mundo interno”.
En
una cultura que ha devaluado ontológica y epistemológicamente (otra
manifestación de su aspecto patriarcal) la imaginación como dueña de la
falsedad y el error, especialmente a partir de la época cartesiana y el
desarrollo del método racional, el uso de la imaginación verdadera implica
dotar a la psique y a la imagen de realidad.
Jung decía: “Imagen es alma”.
Lévi-Strauss:
“Los símbolos son más reales que lo real que simbolizan”
La
imaginación cumple así una función de trascender el mundo físico. “Empezar a ver”, “Despertar” a esa dimensión natural que nos engloba, nos
re-encuentra con nosotros mismos. Este proceso descrito en el libro de José, y escenificado en la película Avatar, se presenta no sólo como una
necesidad, sino también una responsabilidad para volver a conectarnos a
nuestras potencias espirituales de un modo consciente y, de igual modo, ser
conscientes del peligro que supone no hacerlo en términos colectivos.
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