jueves, 30 de abril de 2020

Reseña al libro AVATAR. ¿El nacimiento de un nuevo paradigma?


Recuperamos aquí la reseña presentación del Psicólogo de orientación junguiana Fernando Sánchez del libro AVATAR. ¿El nacimiento de un nuevo paradigma? Aprovechando el lanzamiento de la nueva edición del libro. 

Reseña al libro AVATAR. ¿El nacimiento de un nuevo paradigma?

Fernando Sánchez. Psicólogo y candidato a analista junguiano por la SEPA.

“Este libro encierra un llamamiento y una advertencia para todos aquellos que, como yo, comparten un vivo interés por la toma de conciencia y una preocupación creciente  por el futuro de la Humanidad y de la Naturaleza” (JOSÉ González. El Retorno al Paraíso Perdido.)

José  es un autor profundamente concienciado y comprensivo con las singularidades y la crisis colectiva que estamos atravesando en este momento. Sus obras, “El Retorno al Paraíso Perdido”; “Al Final del Túnel”; “La hermandad de los Iniciados” y ésta que presentamos hoy “AVATAR ¿El nacimiento de un nuevo paradigma? ”, son esfuerzos lúcidos de mostrar y clarificar a través de la psicología analítica, la gnosis, la alquimia y la astrología  como el mundo material, es decir, el ámbito de lo consciente, lo observable y lo manifestado, se gesta y vertebra en las capas profundas del inconsciente colectivo.

La importancia de la concienciación de las implicaciones que los elementos, movimientos y contenidos colectivos tienen en la psique individual no es simplemente un interés curiósitas. Es una necesidad vital. Ya que en los fenómenos que observamos en el mundo físico, material, subyace un factor psíquico, de los cuales las manifestaciones observables son únicamente su expresión más superficial.

 “Mi intención es descorrer algunos velos que cubren un ámbito de la psique que está funcionando en todos nosotros, con un vigor extraordinario, en la oscuridad de la vida de cada cual.” (José  González. El retorno al Paraíso Perdido).

 Esta dimensión  inconsciente se expresa con mayor vehemencia en momentos de crisis social o de transformación colectiva como el que vivimos actualmente.

 “Es una situación anímica horrible. En un estado mental así, el inconsciente incita con vehemencia hacía el arquetipo de la muerte y el renacimiento, en el sentido de la espiritualización gnóstica, de la individuación.” (José  González. AVATAR ¿El nacimiento de un nuevo paradigma?.)

Jake Sully, personaje principal en Avatar, muestra esta situación anímica del hombre occidental actual, vacío, sin rumbo, inmerso en una crisis de sentido, sin herramientas para afrontar el vacío de su propia existencia, en la necesidad de encuentro y búsqueda del sentido verdadero de su vida. En momentos como este, los arquetipos se expresan con potencia, proyectándose al exterior, irrumpiendo en forma de vivencias sincronísticas, sueños lúcidos, experiencias numinosas, que invitan a las personas a realizar un cambio profundo. Es común ver en personas, que tras una crisis, enfermedad  o el padecimiento de una situación disruptiva, comienzan un proceso de transformación, profundo, real, comprometido, en la que la mayoría refiere la re-lación con una dimensión más profunda que reconoce en sí y que dota a la vida de un nuevo sentido en sus vidas.

Estos trabajos, lejos de ser meras aproximaciones teóricas a conceptos filosóficos, religiosos  o psicológicos, cobran importancia, por los contenidos que está sacando a la luz. José , nos muestra, nos advierte, preocupadamente, de la situación en la que estamos, en una profunda crisis ecológica, económica y sobre todo, una profunda crisis que atañe a los valores espirituales sobre los que se ha cimentado la cultura occidental, en la cual, el hombre ha “perdido el contacto con sus potencias espirituales”. Lejos de quedarse en el análisis o la reflexión intelectual, nos propone, un cambio, un camino, un proceso de transformación, la necesidad de transitar hacia un nuevo estilo de vida, mediante una renovación del sistema de valores imperante en nuestra sociedad actual, materialista, patriarcal, desacralizada, a partir de un compromiso y un proceso de cambio con uno mismo.

Desde la modernidad, sustentado en el mito del progreso y la ciencia,  el hombre se ha distanciado de la naturaleza, posicionándose por encima y fuera de ella, estableciéndose en las urbes, concibiendo ésta como una amenaza y algo que tenía que controlar y domesticar. Hoy estamos en una grave y severa crisis ecológica y energética. La Tierra está dañada: aguas contaminadas, océanos,  desertización, cambio climático, atmósfera, disminución de especies vegetales y animales o la sobrepoblación humana, son fenómenos que no escapan a las advertencias de la comunidad científica. La acción humana  y la explotación desmedida de los recursos naturales, sustentada por una cosmovisión materialista de la realidad y una actitud dominante y posesiva del hombre, están dinamitando los recursos de la tierra y el equilibrio del hombre consigo mismo y  su medio. 

El hombre occidental ha perdido la relación con la naturaleza, el medio ambiente, pero igualmente con su naturaleza  interior, su alma.  Relegado al horizonte de lo material, al mundo sublunar, se encuentra encerrado, perdido, sin rumbo, esclavizado en cárceles de mármol, que inducen seguridad ficticia, llamadas sociedades de bienestar y consumo, que le invitan coercitivamente a destinar su tiempo de vida a satisfacer necesidades (gran parte de ellas, inducidas artificialmente por el sistema mediático) reviviendo esquemas de funcionamiento propios de la primera infancia, que no hacen sino alimentar una sensación de omnipotencia e inflación, propia del niño que se encuentra sobreprotegido por la madre.

Pero, esta forma de vida no permite el desarrollo pleno del individuo. No satisface sus anhelos de verdad, de explorar su ser interior, de adentrarse en el Mysterium de la existencia, amén de ser  profundamente destructiva.  Esta crisis esta magistralmente expuesta en la película Avatar. Las actitudes del hombre actual, son similares a los terrícolas que llegan a Pandora,  para dominarla y explotar su material precioso. Esta búsqueda de poder, riqueza y seguridad, les hace desenfocarse, perder perspectiva de la profundidad de la realidad en la que viven. La reflexión que nos invita la película y el libro, es que dañando la naturaleza, “destruimos la posibilidad de conectar con lo más profundo y elevado de nosotros mismos.”

Esta situación está mostrando  la situación mitológica de Prometeo. El hombre actual, desacralizado, concibe su progreso y su conocimiento ajeno a la divinidad. 

 “Desafiando al dios supremo, el celestial Zeus, Prometeo intenta favorecer a los hombres entregándoles el fuego —robado a los dioses— símbolo sagrado, que dependiendo de cómo se utiliza, puede iluminar o quemar” “El fuego, permite iluminar a los que actúan de acuerdo a su conciencia, en sentido espiritual,  proporcionándoles elevación a niveles de dimensiones espirituales (de paz interior)….pero, sin ésta, para el inconsciente, se torna en llamas del infierno.”

Restando poder a los dioses, se vislumbra una forma de conocimiento, desprovista de cualquier elemento relacionado con la divinidad: el conocimiento científico. Ante tal ofrenda,  Zeus envía un castigo a Prometeo por su rebeldía y por no haber respetado la hegemonía divina, encadenándolo y torturado día tras día en el Cáucaso por un cuervo que le comía las entrañas, al igual, que su desobediencia, trae como consecuencia una serie de maleficios contra los hombres. La reflexión sobre el mito, ampliamente expuestas en el libro, nos obliga a preguntarnos, si esa aspiración inherente y connatural al ser humano, que aspira al Conocimiento con mayúsculas y a la evolución personal y colectiva, es posible sin la presencia de la divinidad y la dimensión trascendente, a la que el hombre tiende naturalmente. 

La propuesta de Avatar, amplificada en el libro de José , consiste en la vuelta a un conocimiento experiencial, al encuentro en la profundidad de uno mismo con el lama y su mundo, en el cual, el individuo comienza a replantearse todo lo aprendido y a ver las cosas desde un nuevo prisma a modo de conversión. 

“Cuanto mayor sea el número de individuos que se dediquen a la investigación,  ala elucidación y al trabajo con los arquetipos, especialmente con la sombra, desde los más diversos ámbitos del saber, tanto más nos aproximaremos, a la-masa crítica- necesaria para que el cambio de conciencia que el espíritu de los tiempos demanda se extienda exponencialmente al colectivo” 

Este proceso se ha denominado en la mitología como el camino del héroe, equivalente al proceso de individuación descrito por la psicología analítica. Avatar es un mito moderno, que muestra el viaje del héroe en la personificación de Jake Sully, que va tomando conciencia del proceso de individuación, a través de del tránsito de distintos ritos, que le van llevando a cumplir su más alto destino.

Este proceso puede describirse como el proceso a través del cual, “la conciencia del ser humano recorre los oscuros abismos de lo inconsciente y recupera las cualidades que había proyectado en el ámbito exterior”, a través de un proceso alquímico que consiste en “solve et coagula” que consiste en disolver y volver a unir, retomar la proyección para integrarla de nuevo.

Igualmente, consiste en “la aproximación lenta a los contenidos y funciones de la totalidad psíquica (el sí mismo) y su acción irremediable sobre el yo” (Jacobi, J), en última instancia a la autorrealización del Sí mismo, a través de la progresiva integración de opuestos. La integración completa, la totalidad, implica la integración del lado femenino de la psique, el estado edénico, el Reino de la gran Madre (o el lado femenino de Dios).

El acceso de Jake Sully a Pandora, un mundo arquetípico, es el comienzo de la relación con el mundo inconsciente. Al héroe le supone una profunda conmoción,  provocando una especie de “segundo nacimiento”, una experiencia de reencuentro, muerte y renacimiento, al entrar en contacto con la dimensión espiritual, sacrificando su conciencia colectiva, racional y con ello todos los valores colectivos, antropocéntricos y egoístas propios de esta época. Lo que en psicología analítica se describe como la máscara. Por lo tanto, el camino del héroe comienza con una gran prueba, una pérdida, un cambio,  una salida a un nuevo mundo desconocido una dimensión más allá de lo físico, el universo espiritual.

“…El héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura…” (J. Campbell)

Podemos encontrar distintos escenarios arquetípicos que muestran esta situación, como la salida de Egipto de Moisés, la partida de Parsifal, el viaje de Parsifal o el comienzo del vuelo de Ícaro. Debiéndose entender como mensajes transmisores de la vía maestra para huir de la dimensión horizontal de lo material, lo mundano y terrenal, propias de la infancia y la adolescencia psicológica, para incorporar el aire, la dimensión vertical y el cielo. Es decir, un proceso psíquico en el cual el héroe se aleja de la madre real, del paraíso materno, adentrándose en los dominios de la Gran madre (Pandora) y recuperar el estado edénico conscientemente.

En el inicio del contacto con el inconsciente, con Pandora, Jake esta aterrado, mostrando que el primer contacto del yo con el inconsciente es vivenciado como violento y amenazante, en cierta medida, dañino y peligroso para el equilibrio propio. Es una experiencia numinosa, semejante a los miedos y peligros que experimentaban los hombres primitivos con los fenómenos naturales. Es entrar en contacto con los peligros del alma humana.

Cuando Jake accede a Pandora, es atacado por una pantera negra prehistórca (el guardián del umbral) y al huir se adentra mas en el bosque. El inicio de la exploración se hace en la noche. El héroe tiene que descender a los infiernos y penetrar en un espacio desconocido. Con ello comienza la fase alquímica de la nigredo, que tras sucesivas destilaciones y purificaciones elimina sus impurezas.  

El trabajo con la sombra nos confronta con el aspecto sombrío del alma. La importancia reside en la toma de conciencia de todos los aspectos propios que hemos negado y reprimido, que proyectamos en los demás, asumiendo que esos elementos pertenecen a nosotros. Esta toma de conciencia nos permite entender el potencial destructivo y dañino que reside en nosotros, como potencial, y ELEGIR. Integrar la sombra que cada uno porta, permite trascender el estado de conciencia estrecho, que nos circunscribe y ata a un cerco de la realidad limitado, ya que en última instancia es una posición defensiva respecto a la totalidad de la que somos parte, autootorgándose e identificándose con valores nobles, legítimos, propios de los ambientes sociales y familiares a los que pertenecemos. Es importante abandonar esa actitud psicológica obsoleta, ya que en última instancia obstaculiza el proceso de maduración psicológica del individuo.

De alguna manera, esta nueva actitud psicológica, implica, rescatar el mito de Quirón. Avatar es el mito del héroe civilizador, el rey herido que precisa curar su herida, a través de la sombra individual, confrontarnos con la colectiva, que se nutre de los dogmas, la estrechez de mira y la ignorancia del yo. Es sintomática la alusión continua en la película a la vista y a la capacidad de Ver: “No ves” “Te veo”.

Empezar a ver significa tomar conciencia de que vivimos en un mundo vivo más grande, que nos engloba, una totalidad que nos abarca y todo lo contiene, del cual formamos parte y que tenemos que aprender a relacionarnos y vivirlo como parte propia. Es el Anima Mundi (también llamado Unus Mundus, Mundus Arquetypus, Mundus Imaginabilis o Inconsciente colectivo según la tradición) . Jung dijo una vez: “La psique no está en nosotros sino que nosotros estamos en la psique”. Estamos insertados-inmersos en una psique cósmica mayor que nosotros, en la cual, cada uno de nosotros somos una pequeña parte de ella. Esto implica (y es uno de los grandes hallazgos de Jung), la idea de humanidad como parte de ese patrón cósmico, de esa gran psique. Pandora, es real. Ese mundo existe, no es una película. Los Na`vi son el mundo daimónico que la ciencia ha desterrado, pero que aún co-habitan en los recónditos mundos del alma, del que el omnipotente hombre moderno, ya no recuerda nada. Es en ese mundo donde se muestran los arque-typos, los patrones que subyacen y dotan de entidad y REALIDAD, esta dimensión en la que vivimos los humanos. 

Ante esta toma de conciencia, nuestro héroe, Jake Sully, se ve ante la necesidad de sacrificar su conciencia racional, orientada hacia el éxito y el logro de objetivos marcados por el modelo cultural de la época, para reconciliarse consigo mismo y con su mundo. El jake antiguo, da lugar a un nuevo Jake. Esta renuncia implica necesariamente relegar la conciencia moldeada en los valores colectivos por la vivencia del alma y el contacto con su mundo. Esta situación aparece representado en la película, en la lucha a vida o muerte entre Jake, el héroe trasformado y el coronel quaritch, una lucha titánica contra la conciencia colectiva patriarcal, que obstaculiza el contacto y entendimiento profundo con la realidad.

Durante esta batalla, Jake recibe la ayuda de Eywa, el espíritu divino que gobierna la vida de Pandora, para derrotarlo, lo que muestra que la transformación personal, la renovación, depende del Sí mismo. El proceso de individuación, el viaje de regreso del héroe, tiene como finalidad promover una renovación. Dar nacimiento a un hombre nuevo. La conciencia yoica, ciega, debe morir para dar paso al arquetipo del sí mismo, que implica que el yo se alinea, refleja el verdadero yo, el Sí mismo. Esto se ve en la película cuando Jake monta al gran pájaro rojo.

Jake vence al padre material, Saturno, el Coronel Quaritch, acompañado en todo momento de su ánima, Neytiri, convirtiéndose en el líder de los omaticaya. Como dice José  en su libro, el proceso de individuación es la realización del Dios mismo, mercurius, la expresión de lo superior en lo inferior, la divinidad en el mundo material. Implica necesariamente la vivencia y comprensión profunda de que la única realidad es Dios y nada fuera de Él. 

Toda la película de Avatar es una apología de la Imaginación Verdadera, como forma de entrada en contacto con la realidad del alma (psique), es decir, nos expone la necesidad de recuperar el contacto con el alma y a través de ella, acceder al mundo velado a la que ella pertenece. Descrita ya por Paracelso: “Imaginatio Vera et non Phantastica”, se convirtió como un medio validado por los alquimistas y las tradiciones neoplatónicas y cabalistas, especialmente a partir del renacimiento. Rescatada por Jung  para la mente moderna, la utilizo consigo mismo y sus pacientes denominándola, Imaginación Activa.  

M.L. von Franz, discípula directa de Jung, la describe acertadamente de la siguiente manera:

“Es una forma de meditación en la cual uno entra en contacto con los habitantes de su mundo interno”.

En una cultura que ha devaluado ontológica y epistemológicamente (otra manifestación de su aspecto patriarcal) la imaginación como dueña de la falsedad y el error, especialmente a partir de la época cartesiana y el desarrollo del método racional, el uso de la imaginación verdadera implica dotar a la psique y a la imagen de realidad. Jung decía: “Imagen es alma”. Lévi-Strauss: “Los símbolos son más reales que lo real que simbolizan”

La imaginación cumple así una función de trascender el mundo físico. “Empezar a ver”, “Despertar” a esa dimensión natural que nos engloba, nos re-encuentra con nosotros mismos. Este proceso descrito en el libro de José , y escenificado en la película Avatar, se presenta no sólo como una necesidad, sino también una responsabilidad para volver a conectarnos a nuestras potencias espirituales de un modo consciente y, de igual modo, ser conscientes del peligro que supone no hacerlo en términos colectivos.

viernes, 17 de abril de 2020

COVID-19 Y LA CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL

El TITÁN Prometeo. Quien roba el fuego
a los dioses para entregárselo a los hombres. 

Venimos advirtiendo desde hace años de la grave crisis de la Civilización Occidental en la que estamos sumidos quienes participamos de la cultura de Occidente.

Escribimos sobre ello por primera vez en el año 2001, en un libro que publicamos en el año 2004 bajo el título “El retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura “en la editorial Sotabur.

Posteriormente retomamos dicho hilo en las novelas “Al final del túnel. Una historia sobre el despertar del alma “ y en “La hermandad de los iniciados “ publicados en Amazon.

Unos años más tarde proseguimos profundizando en el estado crítico de nuestra cultura en dos nuevos libros: “Cine y Espiritualidad. El Mito del héroe en Avatar y en otras películas de ciencia ficción “ (cuya reedición esperamos que tenga lugar durante el año 2020) y en “Descubriendo tu auténtica vocación “también publicado por Amazon, este último bajo la rúbrica de la editorial “El hacedor de lluvia “.

Sabemos que no somos los únicos, por supuesto, y que desde la publicación del libro de Oswald Spengler sobre la crisis civilizatoria de Occidente, los libros que apuntan hacia la grave crisis en la que está sumido Occidente se ha ido multiplicando.

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung consideramos que fue uno de los pioneros en advertir y, lo más importante, en dar una respuesta vital a dicha situación crítica: mediante la atención y diligencia religiosas al nacimiento del nuevo dios en la profundidad de su alma. Toda su obra científica puede entenderse como el esfuerzo que su personalidad consciente realizó para exponer, en el lenguaje de su-nuestra época, el proceso que condujo a la encarnación de la imagen de dios en su propia profundidad.

Desde aquél primer “experimento “, tal como él lo denominó, algunos hemos tomado el relevo y proseguido su legado, movidos por una llamada procedente de la profundidad, para dar respuesta a la terrible situación de crisis social, política, religiosa, económica y ecológica en la que está sumido el mundo. 

Hace tan sólo unos meses la hybris de nuestra cara consciencia colectiva occidental nos hacía pensar en que podíamos ser como dioses: alargar la vida decenas de años; transferir nuestra consciencia, nada menos que ese misterioso  “órgano de percepción y orientación“que apenas empezamos a conocer, con la desmedida pretensión de convertir en innecesario nuestro cuerpo material, siendo la biología básicamente reemplazada por un “cuerpo cibernético “; o, también, desde ese monstruo ideológico denominado feminismo de tercera ola, para cuyos acólitos la naturaleza es completamente moldeable, por supuesto según sus caprichos, como muestra de una terrible desorientación mental y de un deplorable desconocimiento de la naturaleza humana (psique inconsciente); por poner solo algunos ejemplos.

Ante semejante desvarío acontecen, durante los primeros años del siglo XXI,  varios sucesos que evidencian la profundización de la crisis de la Civilización Occidental: los atentados del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York, que hacen caer las dos torres gemelas, símbolo de la hybris tecnológica, económica y especialmente financiera; los atentados terroristas del 11M de 2004, en la capital de España, Madrid; la destrucción por las llamas de la Catedral de Notre-Dame, a principios del año 2019, símbolo del acervo cultural de Occidente; y, en la actualidad, nos acecha una pandemia provocada por un virus, el SARS-CoV-2.

Este último suceso confronta a la consciencia colectiva con la dura realidad: la Naturaleza no tiene que ganar la batalla a nuestras pretensiones ideológicas y a nuestro deseo de suplantarla, pero no puede perderla. 

Probablemente hoy, más que en ningún otro momento de nuestra historia reciente, los hombres nos vemos ante la necesidad de afrontar nuestras grandes limitaciones, nuestra vulnerabilidad y nuestra estupidez al minusvalorar aquella Naturaleza que creíamos bajo nuestro control.

Desgraciadamente, la capacidad de asimilar la vivencia actual para convertirla en una experiencia transformadora solo lo logrará el individuo. Por no hablar de la terrible inconsciencia de los hombres ante la manifestación material del Símbolo, realidad esta que concita todo cuanto sucede en el mundo, y cuanto acontece en el alma.

José González
Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana

jueves, 9 de abril de 2020

UNA SOCIEDAD DE ZOMBIS


Una de las más fecundas enseñanzas que he podido aprender en el trato, indirecto, a través de pacientes que han convivido con personalidades psicopáticas y narcisistas, y directo, con psicópatas subclínicos y personalidades con trastornos del grupo B (narcisistas, límite o borderline, histriónicas y antisociales), es la importancia que tiene el contacto directo con la Vox Dei, con la Voz interior, es decir, con la sabiduría de la Naturaleza interior.

La fidelidad a esa Naturaleza íntima a la que los psicólogos de orientación junguiana denominamos psique inconsciente es, también, lo que algunos de mis pacientes terminan aprendiendo después de todo un proceso psicoterapéutico de reconstrucción, iniciando a partir de entonces un camino que les conduce a devenir aquello que auténticamente “Son” desde que nacieron. 

Los pacientes que inician dicho Camino agudizan los sentidos interiores, lo que les permite "escuchar",  "ver", "percibir por adelantado",  etc., no sólo los contenidos de su propio interior, a través de insights y de sueños, sino también la relación entre su vida psíquica y lo que les acontece en la realidad objetiva.

Una de las habilidades que desarrollan consiste en que pueden detectar en la realidad objetiva aquellos comportamientos, y señales, que proceden de personalidades psicopáticas y/o narcisistas, neutralizando su acción cuando es preciso, y alejándose de su radio de acción apenas los detectan si fuera necesario. Quizás la enseñanza más importante proceda de la toma de consciencia de su estado de fragmentación, de su necesidad de apoyarse en puntos de vista colectivos, de en qué medida ellos explotan y absorben de un modo infantil y rapaz a su entorno, en lugar de enriquecerlo con su presencia y su actitud.

Los psicópatas y los narcisistas malignos se sirven de las personalidades "zombi" como "monos voladores", para tratar de succionar la vitalidad de aquellas personas que aún conservan cierto grado de conexión emocional con su interioridad. De ahí la necesidad que tienen estas personalidades muertas en vida de alimentarse de un modo parásito de personas empáticas.

Asimismo, algunos pacientes comprenden que las personalidades del grupo B, así como los psicópatas, son la expresión palmaria de un mundo en decadencia. De una sociedad que ha perdido su alma, como se refleja en las series y películas de Zombis, representantes del insaciable deseo de consumir. Una cultura en donde el símbolo unificador ha dejado de ser efectivo para todo un colectivo, es decir, la imagen cristiana de Dios ha fallecido. Dichas personalidades plutocráticas necesitan alimentarse (parasitándolas) de aquellas personas que aún mantienen la frescura y vitalidad que les confiere el contacto, consciente o inconsciente, con el mundo anímico. Y es que esa "hambre de trascendencia", esa pérdida irreparable del Símbolo, esto es, de la expresión tangible a los sentidos del alma de lo absolutamente trascendente, no podrá nunca satisfacerse con ningún objeto de consumo, con ningún bien material.

De igual modo, algunos pacientes adquieren con el tiempo la capacidad de comprensión de la relación existente entre la realidad subjetiva y la objetiva, en esos arreglos que los junguianos denominamos "sincronicidades".

Estos aprendizajes, provenientes de la experiencia, son especialmente importantes para comprender lo valioso que resulta la transformación de una oveja en un hombre, de una personalidad colectiva en un individuo completo, máxime atendiendo al peligroso avance de las ideologías, y de los grupos espiritualistas regentados por psicópatas adaptados (Garrido) o cotidianos (Marietan). 

Hoy, más que nunca, el alma constituye un objeto de interés cuya potencia de atracción es tanto más alta, cuanto mayores son los conflictos sociales y religiosos en el mundo.

José González 
Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.

miércoles, 8 de abril de 2020

AVATAR ¿El nacimiento de un nuevo paradigma?



Hace algunos años publiqué un libro titulado “Cine y Espiritualidad”, en el que abordaba la interpretación simbólica de la película Avatar, de James Cameron. En mi opinión, en dicha película el afamado director de cine expresaba de un modo gráfico lo que acontece en la cultura occidental, y al mismo tiempo manifiesta una salida a la crisis en la que el mundo está sumido. 

En estos días estoy trabajando en una reedición de dicho libro, con un título distinto, más acorde con la época, y que probablemente lleve el título de “Avatar. ¿El nacimiento de un nuevo paradigma?”.

 En él desarrollo la idea de que en nuestra época materialista de progreso tecnológico y científico, cada vez más se está manifestando una profunda crisis como consecuencia de la pérdida de la imagen de Dios, de aquel símbolo que representa el valor más alto; el valor que da vida y sentido a la existencia del ser humano.

El Mito cristiano afirma que dicho valor supremo hoy perdido en nuestra cultura se ha transformado. El cuerpo según el mito no lo encontraron allí donde le habían sepultado. Pero el cuerpo en realidad simboliza la forma exterior y visible,  la concepción hasta ese momento aceptada pero transitoria, del valor supremo que proporciona sentido a la vida del ser humano en una época históricamente determinada.

La película Avatar escenifica de un modo magnífico esa pérdida del sentido de la vida, que representa la muerte de Dios. Que una  sociedad pierda a su Dios e incurra en graves crisis sociales y psicológicas desde luego que no constituye un acontecimiento extraño, sino que es un acontecer típico que se repite con frecuencia en la historia de la humanidad. Los dioses mueren y resucitan bajo formas distintas. 

Sin embargo cabe preguntarse dónde se encontrará la nueva imagen de Dios. James Cameron, utilizando un despliegue de efectos especiales impresionante, nos lo muestra en la pantalla de un modo realmente magnífico: en las profundidades del alma es donde encontraremos el nuevo cuerpo en el que se manifiesta la divinidad.

Ese es precisamente el objetivo, por decirlo de algún modo, de la terapia de orientación junguiana: que la persona se encuentre a sí misma, que comprenda cuál es su auténtica vocación y, en definitiva, que su consciencia acceda y se relacione con aquella Naturaleza en la que dios se hace presente. 

Una actitud así orientada le permite adquirir a la persona una independencia y una libertad de acción que lo hacen responsabilizarse de su propia vida, abandonando de ese modo la infantil actitud que busca en el “papá o mamá“ Estado, en el Gobierno de turno, el Papa o en la figura de autoridad religiosa o política de turno, la solución de todos sus conflictos.

José González
Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana 

viernes, 3 de abril de 2020

SOBRE EL ESTADO PSÍQUICO DEL PUEBLO ESPAÑOL




Los indescriptibles acontecimientos del último año en España inducen la sospecha de que su causa se encuentra posiblemente en una peculiar perturbación psicológica en el país.

Quien pregunte a un psicólogo lo que piensa al respecto debe esperar una respuesta desde su específico punto de vista. Si se adopta esta perspectiva no resulta difícil observar que la situación política en España es una expresión palmaria de un estado de disociación y de escisión psíquicas. 

Hace aproximadamente cuatro  años vengo comprobando en lo inconsciente de mis pacientes unas curiosas perturbaciones que no cabría atribuir únicamente a su psicología personal. Dichas perturbaciones procedían de unas relaciones sentimentales con determinadas personalidades trastornadas cuyo diagnóstico clínico formaba parte del grupo B de trastornos de la personalidad conocidos como narcisismo y psicopatía.

Cuando observé la extensión de dichos fenómenos en la consulta comencé a fijarme en los fenómenos colectivos, no solo en España, sino también en el resto del mundo. Mi sorpresa fue que las actitudes observadas en personalidades narcisistas y psicópatas se estaban extendiendo en la cultura occidental de un modo preocupante. Observaba entonces cómo en España ciertas personalidades con un comportamiento narcisista y psicopático estaban accediendo con una facilidad pasmosa al poder estatal. 

El trabajo con mis pacientes consistía en que comprendieran el significado que la experiencia con personalidades terriblemente malvadas tenía, así como la importancia de tomar conciencia de que dichas personalidades encarnan el desorden, el caos y el mal que habitan en la profundidad de la psique.

Sin embargo, la integración de los contenidos inconscientes es un acto individual de realización, comprensión y valor moral. Es una tarea muy dificultosa que exige un elevado grado de responsabilidad ética. Solo de un número de individuos relativamente reducido cabe esperar la capacidad para un logro semejante y esos no son los líderes políticos de la humanidad, sino sus líderes morales.

En cambio, la inmensa mayoría de las personas sigue en un estado de consciencia que es incapaz de integrar los contenidos sombríos que emergen desde lo inconsciente. De hecho es muy probable que esas fuerzas asalten a la consciencia y de un modo improviso y con gran violencia sometan la voluntad de muchos. Los síntomas anunciadores de semejante situación los tenemos delante de nuestras narices: el incremento de las tendencias totalitarias, de la esclavitud estatal y de las ideologías de tinte comunista.

Únicamente en el individuo es esperable una actitud que conduzca a la erradicación de la lastimosa inconsciencia del hombre, de su infantilismo y de su debilidad individual para que sean sustituidos por un ser humano que sepa que su destino depende de él y no del Estado o del Gobierno.

José González.
Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.