El TITÁN Prometeo. Quien roba el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres. |
Venimos advirtiendo desde hace años de la grave crisis de la Civilización Occidental en la que estamos sumidos quienes participamos de la cultura de Occidente.
Escribimos sobre ello por primera vez en el año 2001, en un libro que publicamos en el año 2004 bajo el título “El retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura “en la editorial Sotabur.
Posteriormente retomamos dicho hilo en las novelas “Al final del túnel. Una historia sobre el despertar del alma “ y en “La hermandad de los iniciados “ publicados en Amazon.
Unos años más tarde proseguimos profundizando en el estado crítico de nuestra cultura en dos nuevos libros: “Cine y Espiritualidad. El Mito del héroe en Avatar y en otras películas de ciencia ficción “ (cuya reedición esperamos que tenga lugar durante el año 2020) y en “Descubriendo tu auténtica vocación “también publicado por Amazon, este último bajo la rúbrica de la editorial “El hacedor de lluvia “.
Sabemos que no somos los únicos, por supuesto, y que desde la publicación del libro de Oswald Spengler sobre la crisis civilizatoria de Occidente, los libros que apuntan hacia la grave crisis en la que está sumido Occidente se ha ido multiplicando.
El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung consideramos que fue uno de los pioneros en advertir y, lo más importante, en dar una respuesta vital a dicha situación crítica: mediante la atención y diligencia religiosas al nacimiento del nuevo dios en la profundidad de su alma. Toda su obra científica puede entenderse como el esfuerzo que su personalidad consciente realizó para exponer, en el lenguaje de su-nuestra época, el proceso que condujo a la encarnación de la imagen de dios en su propia profundidad.
Desde aquél primer “experimento “, tal como él lo denominó, algunos hemos tomado el relevo y proseguido su legado, movidos por una llamada procedente de la profundidad, para dar respuesta a la terrible situación de crisis social, política, religiosa, económica y ecológica en la que está sumido el mundo.
Hace tan sólo unos meses la hybris de nuestra cara consciencia colectiva occidental nos hacía pensar en que podíamos ser como dioses: alargar la vida decenas de años; transferir nuestra consciencia, nada menos que ese misterioso “órgano de percepción y orientación“que apenas empezamos a conocer, con la desmedida pretensión de convertir en innecesario nuestro cuerpo material, siendo la biología básicamente reemplazada por un “cuerpo cibernético “; o, también, desde ese monstruo ideológico denominado feminismo de tercera ola, para cuyos acólitos la naturaleza es completamente moldeable, por supuesto según sus caprichos, como muestra de una terrible desorientación mental y de un deplorable desconocimiento de la naturaleza humana (psique inconsciente); por poner solo algunos ejemplos.
Ante semejante desvarío acontecen, durante los primeros años del siglo XXI, varios sucesos que evidencian la profundización de la crisis de la Civilización Occidental: los atentados del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York, que hacen caer las dos torres gemelas, símbolo de la hybris tecnológica, económica y especialmente financiera; los atentados terroristas del 11M de 2004, en la capital de España, Madrid; la destrucción por las llamas de la Catedral de Notre-Dame, a principios del año 2019, símbolo del acervo cultural de Occidente; y, en la actualidad, nos acecha una pandemia provocada por un virus, el SARS-CoV-2.
Este último suceso confronta a la consciencia colectiva con la dura realidad: la Naturaleza no tiene que ganar la batalla a nuestras pretensiones ideológicas y a nuestro deseo de suplantarla, pero no puede perderla.
Probablemente hoy, más que en ningún otro momento de nuestra historia reciente, los hombres nos vemos ante la necesidad de afrontar nuestras grandes limitaciones, nuestra vulnerabilidad y nuestra estupidez al minusvalorar aquella Naturaleza que creíamos bajo nuestro control.
Desgraciadamente, la capacidad de asimilar la vivencia actual para convertirla en una experiencia transformadora solo lo logrará el individuo. Por no hablar de la terrible inconsciencia de los hombres ante la manifestación material del Símbolo, realidad esta que concita todo cuanto sucede en el mundo, y cuanto acontece en el alma.
José González
Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana
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