sábado, 9 de febrero de 2013

LA BELLOTA DE DIOS


En nuestra anterior entrada, titulada El roble está en la bellota, introdujimos la idea de que el futuro estaba contenido en el pasado. No es una idea nueva, como vimos, dado que ya la habían planteado personajes de la talla de Platón o el M. Eckhart. 

Como dicha entrada dio pie a varios comentarios de algunos lectores del blog, he decidido publicar, en una nueva entrada, algunas reflexiones que esos comentarios me han suscitado. 

Resumiendo mucho, yo diría que la verdadera bellota es, en efecto, la bellota de Dios. Ahora bien, este "Dios en nosotros" se manifiesta a través de cada ser humano de un modo único e irrepetible. Esa manifestación del "molde" original en la vida de cada cual se podría considerar la finalidad del proceso de individuación o del proyecto Atman. Lo que, en último término, significa la "indivisibilidad" del ser humano, la unificación de todos los pares de contrarios que lo conforman.

Pero el inicio del proceso de individuación, es decir, el inicio del Camino hacia la realización de la divinidad que nos habita y en la que habitamos, comienza precisamente con una muerte a un estado en el que la consciencia del individuo se identifica con aquello que percibe a través de los sentidos (y/o de sus sustitutos tecnológicos), algo que sucede en una fase de profunda crisis existencial, a la que los alquimistas denominan Nigredo e identifican con el Plomo y con Saturno, para que renazca una nueva luz. Pero esta luz, que el puer aeternus trae, el arquetipo del joven que representa la potencialidad del Self, no es la luz de la consciencia. Es una luz trascendente a la consciencia, a la que los gnósticos llaman chispa divina, y en las tradiciones esotéricas el Ser. Con ello nos percatamos de que todo cuanto acontece proviene del Ser, de la divinidad, que es la portadora del verdadero Sentido de la existencia. Esto significa que la consciencia despierta de ese sueño que supone la identificación con la ilusoria realidad material.

Con respecto a los místicos, hay muchas cosas que ellos nos enseñan. Una de ellas es que, en ese proceso de realización de la divinidad en nosotros, los seres humanos, es el mismo Dios el que se expresa y reconoce a sí mismo a través de nosotros. Así, quien mira y quien es mirado, en último término, es la propia divinidad. De manera que lo que se trasciende no es a Dios, algo imposible, pues lo infinito no puede ser trascendido por lo finito; lo que se puede trascender es el estado hílico (materialista) del hombre, o sea, la consciencia profana y desacralizada (a la que me refería antes), identificada con la realidad material.

En mi opinión, Jung ha realizado una buena cartografía de la realidad psíquica, del Alma, en su viaje a través de las imágenes de lo Inconsciente. Esa vía húmeda seguida por Jung es, desde luego, muy valiosa. Creo que, en Occidente, junto a Roberto Assagioli, son los que mejor han traducido a un lenguaje científico esa "pequeña gran iniciación" que es el tener acceso al Alma.

Considerando que el hombre moderno "ha perdido el contacto con su Alma" sus aportes son inestimables. Ahora bien, Jung forja un puente hacia lo que, en la Tradición Primordial, a la que alude René Guènon, o sea, al tronco común esotérico a todas las religiones, se denominan "Los Grandes Misterios". La vía junguiana es válida para el acceso y paso por los Pequeños Misterios, y ahí es, desde mi punto de vista, muy valiosa.

Por lo tanto, considero que la obra de Jung sirve de puente (y me siento muy agradecido porque me ha ayudado en ese tránsito) hacia un Conocimiento que va más allá de lo psíquico-imaginal.

Ken Wilber, por su parte, es un pensador holístico. Un hombre que ha logrado diferenciar el pensamiento hasta extremos heróicos, desde luego. Y ahí está su gran mérito: en la adquisición de un conocimiento enciclopédico que le ha permitido realizar, en ocasiones de un modo un poco apresurado, un modelo que trata de abarcar la totalidad (en ese afán por hallar una teoría del Todo). Lo que encontramos en Wilber es una deificación de la Mente, y una magnificación de la Conciencia. Para expresarlo metafóricamente, si entendemos la constitución psíquica de Wilber desde el modelo de Jung, Wilber parece que ha desarrollado su función del pensamiento hasta tal extremo que domina el jardín de su psique. Se alza segura y sólida, como una sequoia, sobre un joven y escuálido roble (en comparación con la Sequoia), que es su intuición, al que hace sombra y al que roba parte de los nutrientes. Es ese descollante pensamiento el que deslumbra a muchos de sus seguidores y, en cierto modo, se identifican con él. Esta considero que es la grandeza de Ken Wilber. Ese es el camino de K. Wilber y su proyecto existencial le conduce por esos derroteros. Lo que tal vez no sepan muchos de sus prosélitos es el precio que ese desarrollo (o hiper-desarrollo) del pensamiento conlleva, y el sacrificio al que aboca.

Ese pensamiento tan descollante proyecta una sombra que impide el acceso de la luz a todo aquello que está bajo su abrigo, y la sensación y, sobre todo, el sentimiento, se hallan en la más completa penumbra, a la sombra de ese gran árbol que es su pensamiento y de ese roble un poco deslgado que es su intuición, por lo que están raquíticos, enjutos y lánguidos. Advierto que esta no es más que una descripción metafórica, y además provisional, de su tipología psicológica. No encierra ningún juicio moral. De hecho, mi interés por la psicología de este gran hombre es el de comprender su proceso de individuación, porque es un ejemplo conspicuo de un destino muy acuariano y, por consiguiente, paradigmático del espíritu diferenciador de la época en que vivimos. Tampoco significa, lo que he expresado, como algunos lectores han interpretado, que Ken Wilber no haya realizado otra cosa que un aporte meramente cognitivo-intelectual. Lo característico de una función hiperdiferenciada es, precisamente, su capacidad de expresar los fundamentos metafísicos en sus propios términos. De modo que, la metáfora de la sequoia (el árbol más grande que existe) es bastante significativa de la grandeza de su pensamiento, y la idea del roble, un árbol bien robusto, aunque aún no a la altura de su pensamiento, también. Pero lo que tiene un haz, también tiene un envés. Y el sentimiento, la función opuesta al pensamiento, tiende a inmiscuirse y a sabotear a su contraria cuando ésta se "desvincula" de la Tierra de la que ha nacido. Por otro lado, entiendo que ese proceso está regulado por el Self, es decir, por el arquetipo de la Totalidad.

Por mi propia ecuación personal (es decir, por mi personalidad total, por mi cosmovisión, por mi forma de co-constuir la realidad y por mi disposición psíquica) me siento más próximo al camino cartografiado por Jung, lo que no significa que Wilber no me aporte nada. Wilber es, en cierto modo, el Santo Tomás de Aquino actual, y su obra, una especie de Summa Teológica moderna. En términos parecidos se expresaba Marie Louise von Franz como leemos en el artículo escrito por el Dr. en Física Teórica y experto en Psicología Analítica,
Herbert van Erkelens, titulado "A junguian response to Ken Wilber":

" Around that time there appeared in German a book by Edith and Rolf Zundel about leading psychotherapists of our time. In that book one chapter was devoted to Ken Wilber, though he is not a psychotherapist. Edith Zundel tells us that Marie-Louise von Franz regarded Wilber as the modern Thomas Aquinas who was writing the Summa Theologia of our time. What could that possibly mean? On the one hand it is certainly a compliment. But on the other, it could mean that Wilber runs the risk of overlooking something of essential value. Aquinas himself suspended his writing in the third part of the Summa, because of the inner, mystical change that befell him. He said to his friend Reginald of Piperno: ‘I cannot go on, Reginald, everything I have written seems as worthless as straw.’"

 Ahora bien, cada uno de ellos ha realizado su propio camino, y lo ha expresado en sus mapas particulares. Pero como es ley de vida, cada cual debe de recorrer su propio Camino, su proyecto existencial, y, al andar ese Camino, la cartografía que realice terminará siendo distinta a la de ambos autores (y a la de muchos otros), aunque pueda aprender y compartir parte de su cartografía. En eso consiste, en último término, la individuación...

Dado que esta entrada parece que ha suscitado algunos malentendidos cuelgo a continuación parte de una conversación que mantuvimos, a través de comentarios, Raúl Ortega y yo, y que creo que complementa y completa lo que he apuntado más arriba. Decía Raúl así:

"Exáctamente, José. El “caso Wilber” nos muestra los gigantescos poder y gloria de las funciones mentales e intuitivas altamente diferenciadas y la problemática por contra que significa en un estado de cosas así el mundo de las funciones sensitivas y sentimentales, su sombra.

Podríamos analizar terapéuticamente que existe una oposición de lo más bajo de Wilber contra lo más alto (lo alto se compensa con lo bajo, el porvenir con lo dado), lo cual sería como decir que precisamente los aspectos más ordinarios de su psique trampean y obstaculizan a los superiores. Allí donde el teórico concibe la mente-espíritu como un integrador supraordinado de lo animal y lo social, esto animal-social (el funcionamiento fisiológico, el sexo, el amor) empieza a hacer de las suyas y amenaza con desintegrar al conjunto. Chocante paradoja ¿verdad?, que parece una realidad que está ahí para desdecir la teoría.

Sin embargo, esto sería para mi gusto sólo el comienzo del análisis del mito wilberiano, una visión parcial. Otro acercamiento provisional pero también apropiado lo podríamos hacer hablando de la relación de todo esto con el mito prometeico del encadenamiento a la roca del dolor como “pago” por haber desvelado demasiadas verdades divinas (transpersonales). Realmente las ataduras del gran Wilber a su cama tiene muchísimo de esto. Pero aunque sea incluso pronosticable en un carácter prometeico como éste que los aspectos triviales y banales de la vida van a traicionar las aspiraciones complejas y sofisticadas de su filosofía, no me parece realmente integrador despachar el asunto hablando solamente de que su personalidad, su destino, busca la Totalidad (la Máxima Integración, precisamente) tratando de dar peso e importancia a los reinos inferiores allí donde Wilber pretendía despacharlos colocándolos sencillamente en subordinación de los superiores (como si la función intelectual pretendiera supraordinarse sin más a la sentimental).

El tema me parece que es aún más complicado que esto, por más que ya lo sea, y parece tener que ver con una intención tácita del Self de seguir diferenciando su psique haciéndola crecer y profundizar en direcciones que están ya en el punto ciego de la mente-espíritu de Wilber. Este es el núcleo del mito fáustico y en este sentido Treya es la Margarita de Ken. Cuando la mente por sí sola es incapaz de ver más allá, el Espíritu trata de abrir los ojos del corazón, o del cuerpo, para que la verdad aún oculta sea percibida. Justo aquí viene como anillo al dedo el refrán “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Los junguianos y Dante comparten la intuición, avalada una y otra vez por la experiencia, de que la ascensión hacia los reinos integradores transpersonales pasa por una desintegración en el túnel de los reinos infrahumanos de la sombra. Así que la tragedia de Treya y el largo camino por las dolorosas enfermedades son en el fondo una profundización de los estudios de Ken sobre la divinidad, o sea, la realidad, pero en materias y asignaturas que no están ya en los libros y que están justo más allá de lo que su mente y su proyecto vital es capaz de concebir. Por supuesto, al mismo tiempo se trata de los dolores en la transformación de las funciones inferiores, de la sombra, abandonando entre estertores los reinos inferiores de la proyección, para que pueda producirse una auténtica integración (una boda) entre todos los aspectos de la personalidade de Wilber en un nivel genuinamente, y no sólo mentalmente, superior.

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