viernes, 6 de enero de 2012

LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS, TEATRALIZADA


(Sentados Juan, Miriam y Eva. Se pasea pensativo el Maestro)

Juan: Eva, ¿qué hay del bautismo? ¿Es cierto que este ritual es pre-cristiano?

Eva: Como bien dices, hermano Juan, el bautismo proviene de la vieja ciudad sumeria de Eridú, la ciudad del dios del agua o “Dios de la Casa del Agua”. En la época helenística era llamado Oannes, en griego Iones, en latín Johannes, en hebreo Yohanan y en castellano Juan. Teniendo esto en cuenta, cuando hablamos de Juan el Bautista y de Jesús nos sumergimos en el terreno del mito. En ambos casos, se trata de nacimientos milagrosos.
Juan nace de una mujer añosa. Jesús de una virgen, una mujer joven. La madre de Juan era estéril, mientras que la de Jesús fue fecundada por Dios, el esposo divino. Juan es dado a luz bajo el signo de
Cáncer, el lunar signo del agua, que para los antiguos representaba la puerta de los “pequeños misterios”, la que cruzaban las almas al salir de la encarnación y al entrar en la inmortalidad. Jesús, en cambio, bajo el signo de Capricornio, la puerta de los “grandes misterios”. Juan bautiza con agua y Jesús con el espíritu (pneuma) y fuego. Hablaré más de ello en futuras reuniones. (Se levanta Eva, después Juan y Miriam) Juan, por favor, me gustaría hablar contigo antes de que te retires. (Juan se acerca) Quería manifestarte que soy consciente de que la clase de historia que estoy impartiendo al grupo te será un tanto aburrida (Juan lo miró perplejo, balbuciendo)

Juan: Todo lo contrario, me está resultando muy instructiva.

Eva: Muchas gracias por tu cortesía. (Gesto de despedida. Se va)

Maestro: Juan, recuerdo que me dijiste, al poco de llegar, que habías conocido a ABRAXAS, el gran iniciador. Corrígeme si me equivoco pero... ¿acaso su aspecto no es el de un hombre con cabeza de gallo y piernas de serpiente?

Juan: (Juan se quedó estupefacto. Un escalofrío
recorrió todo su cuerpo) ¿Cómo sabes su aspecto?
Yo nunca te he mencionado su forma.

Maestro: (Se sienta) No te asombres, querido hermano, pues hace años que recibí su visita. Y ese grandioso acontecimiento marcó el final de una vida de creencia ciega en un dios desconocido y el nacimiento de una devoción verdadera por el conocimiento directo de Dios

Juan: (Duda si hablar o no. Si irse o no. Finalmente decide romper su silencio. Se sienta) Sí, querido maestro, así es, recibí su visita cuando me hallaba encarcelado por un delito que, si me lo permites, yo diría que comete prácticamente todo ser humano moderno en cada pequeño gesto. Pues, de verdad te confieso que, enfrentarse con la sombra de esta sociedad no deja de ser una auténtica empresa heroica. Es la lucha con el dragón. Pero quien derrota al dragón obtiene como premio el acceso a su poder.
Ese fuego que calienta e ilumina el sendero individual y, con ello, también el de la humanidad, desde las más altas cotas del Conocimiento.

Maestro: Has hablado con Sabiduría, mi querido hermano. Reflejo de que, en efecto, has batido al dragón. Por supuesto, la estancia divina está protegida por el gran Draco. Pero no sé si sabrás que también existe una maldición para el héroe que abate al dragón.
Y esa maldición es la soledad que necesariamente acompaña a toda vida solar. (Se levanta) Es como si el fuego divino te cegara, perdiendo con ello el sentido de la vista. En realidad, lo que pierdes es el interés por los asuntos mundanos, aquellos que tanto interesan al resto de los mortales. Y no se trata de que no les prestes la debida atención. Sencillamente, se es consciente de que toda desabrida materialidad o fenomenología no es sino pura ilusión, manifestación de algo trascendente. Y es ese ámbito de lo Trascendente el que, a partir de ese proceso iniciático, importa realmente.

Juan: Maestro, es cierto lo que dices; cuanto más avanzo en el conocimiento de mi esencia, haciendo uso del tercer ojo ciclópeo, menos me interesan los asuntos que tanto importan al resto de los mortales. Sin embargo, he aprendido que no debemos menospreciar el ámbito de la materia. Pues, al fin y a la postre, ella es el soporte físico en el que se emplaza la divinidad.

Miriam: Es como el lecho sobre el que discurren las aguas del gran río de Sabiduría. El vuelco unilateral hacia el ámbito del Espíritu lleva aparejado el desprecio por lo material y, con ello, del cuerpo físico. Existe una interconexión entre ambos aspectos de una misma realidad, si bien es cierto que la materia, por ser el ámbito de lo temporal y, por consiguiente, del eterno devenir o del perpetuo cambio, siempre estará subordinada al dominio intermedio de lo psicoideo u holotrópico.

Maestro: Querida Miriam y querido Juan, cuánta sabiduría destilan vuestras palabras. Desde luego, tu estancia en la cárcel, Juan, ha sido un viaje por las penumbras del infierno, de donde has robado el fuego a los dioses. Me gustaría contaros la historia de mi vuelco hacia el conocimiento trascendente.
Creo que la ocasión se presta a ello y, así, tal vez podamos intercambiar pareceres. Miriam nos puede acompañar en este viaje, pues ella personificará aquella María Magdalena, la matriz o santo grial que contiene la sangre real, la sabiduría de Dios.

Miriam: (Sonríe, mientras lo mira fascinada por sus últimas palabras)

Maestro: En los años de mi mocedad, yo era un joven inquieto y bastante rebelde. Ya había sido reprendido por mis superiores cuando estudiaba Teología, dadas mis heréticas interpretaciones y mi cuestionamiento de las Sagradas Escrituras. Esto me condujo, con el tiempo, a la excomunión y a mi reclusión en este antiguo monasterio. Como consecuencia de mi carácter inquisitivo y mis ansias de trascendencia me dediqué durante años a buscar, a investigar sobre simbología esotérica, aprendí Astrología y rebusqué entre documentos antiguos de movimientos gnósticos que me mostraran el camino al conocimiento de Dios. Por mis manos pasaron los manuscritos del mar muerto y la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi. Estos textos no hacían sino afianzar mi convencimiento de la diferencia sustancial entre el cristianismo ortodoxo, literal o patriarcal, aquel que enseñan en la escuela y que inculcan cuando aún no tenemos uso de razón, y el cristianismo gnóstico. Según estos textos gnósticos el conocimiento de uno mismo nos conduce al conocimiento de Dios, pues nosotros somos Dios. Y ese nosotros, no tiene nada que ver con nuestro yo.
Disponemos de una esencia divina. Inmerso en mis vastas pesquisas, un día recibí la visita de un ente imaginario. Una mujer sumamente seductora que me llamaba a copular con ella. Era un sueño que me enfrentó a un terrible adversario. Esa imagen llamaba a mi concupiscencia, a mis más bajas pasiones…
Hermanos, ¡cuán pocas visiones me han ocasionado tanta perplejidad! Encontré, de pronto, entre los muros de este antiguo monasterio, una estancia en cuyo interior estaba enterrada la efigie de una doncella. Aquello era una tumba

Miriam: (Interrumpiendo) ¿Era conocido ese recinto por las personas del monasterio?

Maestro: No. A juzgar por las telarañas. Nadie había bajado a esa cámara funeraria. En su centro había un féretro, con unos dibujos del Sol y de la Luna, y una inscripción en griego decía: “Aquí yace la efigie de la sagrada doncella que cohabitó con el señor en amorosa unión”. Me dispuse a descorrer la losa que ocultaba a la difunta. En su interior hallé la efigie de una joven, que sujetaba, con sus manos, un libro sumamente deteriorado. Por su apariencia tenía el aspecto de un auténtico incunable. Lo recogí de sus manos y, sin esperar siquiera a cerrar la lápida, me precipité a ojearlo. Pero… ¡cuál no sería mi frustración al descubrir que se trataba de una simple Biblia! Dejé el libro en el centro de una mesa redonda, rodeado por cuatro candelabros. Un día me dio por encender los cuatro candelabros, que rodeaban el incunable, al mismo tiempo y, cuál no fue mi sorpresa al descubrir que, lo que en apariencia era una Biblia al uso, aunque un tanto antigua, encubría textos en un idioma que me era desconocido. Para asombro mío, averigüé que era copto; es decir, la lengua que utilizaban los cristianos egipcios del siglo II. La misma que los manuscritos encontrados en Nag Hammadi.
Cuando la luz de los cuatro candelabros refulgía iluminando el incunable, tras la apariencia de un texto ortodoxo, se ocultaba, en copto, el otro texto. Descubrí, en su deteriorada cubierta, la imagen de una mujer completamente desnuda. Esta imagen sólo era visible cuando la luz de los cuatro candelabros (o de sus doce velas) coincidía en el centro de la portada. El cuerpo de esa joven era sedoso, moreno y de contornos bien marcados. Era una auténtica beldad, lo más parecido a una diosa. Su largo cabello, negro como el azabache, acariciaba sus desnudos senos. Prendió en mí una pasión que jamás había sentido. Me debatí entre los deseos de la carne y las altas esferas divinales que la ortodoxia cristiana me había inculcado durante los años de mi formación como sacerdote.

Juan: (Interrumpiendo) Maestro, esa imagen semeja mucho a la que se me apareció en sueños durante mi encarcelamiento. De hecho, fue ella quien me insinuó que mi estancia en la cárcel era un estadio necesario de un proceso de desarrollo personal.

Maestro: Yo descubrí que el aspecto femenino de la divinidad había sido lacerado durante siglos. Sí, queridos hermanos, la figura femenina de la portada de la Biblia, que era la misma doncella que exhumé en el sepulcro, representa a María Magdalena.

Eva: (Entrando) En el periodo anterior al cristianismo, existían decenas de templos ofrendados a la Diosa. En ellos ejercían la función de mediadoras entre los hombres y la Diosa unas mujeres que recibían el nombre de Hieródulas “servidoras sagradas” del templo. Ellas eran las iniciadoras en los secretos del Amor y concedían el favor de la Sabiduría. Las Hieródulas disfrutaban de un enorme prestigio social y, pese a su consagración a la Diosa en el Templo, disponían de grandes privilegios.

Maestro: Así es. Gracias al libro que encontré, en aquel preciso momento, descubrí que nosotros, los hombres y mujeres contemporáneos, somos herederos de una lacra que, durante siglos, ha venido azotando a tantas y tantas generaciones. (Se va sin querer que se vea lo emocionado que está)

Eva: Querido Juan, estoy recordando las enseñanzas sobre astrología que has compartido con nosotros, ya sabes que Miriam desconoce la terminología astrológica. De modo que intenta, por favor, ser un poco más explícito y no omitas que, debido al movimiento de precesión, las constelaciones y los signos zodiacales no coinciden en la actualidad. De ahí que se pueda hablar de una astrología sideral, que es la que ubica los planetas en función de las constelaciones, y de una astrología natal, que lo hace de acuerdo con los signos.

Juan: Bueno, pues para evitar cualquier atisbo de confusión, ten presente, Miriam, que al relacionar el cristianismo con la Era de Piscis, me refiero a que el punto vernal estaba situado en la constelación de Piscis y no en el signo. Si hago referencia al signo, es únicamente para servirme de su simbolismo.

Miriam: Entonces ¿Cuándo es símbolo y cuando signo propiamente dicho?

Eva: Miriam, déjame que te adelante algo que tal vez te ayude a comprender mejor las enseñanzas de Juan.
Como muy bien ha expresado Juan, la época cristiana se ha relacionado, en numerosas ocasiones, con el símbolo de Piscis. La era cristiana, que se entiende como nacida tras la muerte de la era del cordero, en alusión a Aries, lleva el sello de dos gemelos. El primero contendría lo que después se manifestó como una adoración al Espíritu, valga decir al elemento masculino de la divinidad, y el otro, el oscuro hermano anticristiano, se manifestaría por la exaltación de lo mundano, o sea, de la diosa Materia.
Tal vez desconozcáis que la raíz de esta palabra, mater, significa madre. Y esto podríamos relacionarlo con la imagen de la Virgen María, pues ella es la madre de Jesús.

Miriam: Eva, durante muchos años, la primera parte de la era cristiana, los valores que le son adscritos a Piscis, como son la compasión, el amor por el prójimo, el sacrificio, la bondad y, en el esplendor de Piscis, la unión del alma con Dios, conditio sine qua non para una verdadera empatía y servicio a los demás, es decir, al prójimo, recordad aquel mandamiento que dice “ama al prójimo como a ti mismo”, en clara alusión a esta misma idea, fueron exaltados en detrimento de las cualidades terrenales y realistas de su opuesto, Virgo.

Juan: Pero esa brecha abierta entre la aspiración
espiritual del ser humano hacia los niveles más altos de la evolución humana y la vida terrenal, del aquí y ahora, dentro de las limitaciones impuestas por las circunstancias, la sociedad, la época y la propia personalidad sigue siendo hoy igual de evidente que antaño. Y si los valores que vienen representados por el símbolo de los peces son el amor y la compasión, la aspiración espiritual suprema.

Miriam: Así es, Juan. La apología de la fantasía y del “Reino de los Cielos”, los valores asociados al símbolo de Virgo, la Virgen o Doncella, son forzosamente antagónicos: la materia, la visión pragmática de la vida, la sexualidad, los ciclos vitales del cuerpo y de la Tierra, el físico y su salud, el bienestar material y, por supuesto, lo Femenino y, por ende, el ámbito de la mujer joven.

Eva: ¡Bravo, hermana Miriam! ¡Qué enriquecedora está siendo esta reunión! Comparto plenamente todo cuanto has dicho. Y no tengo nada que añadir al respecto.

Miriam: Ahora lo veo todo muy claro y la verdad es que coincido contigo, Juan. Si recuerdas mi intervención, en la reunión con el resto de hermanos, había afirmado que me parecía que estábamos replanteándonos los orígenes mismos de la era cristiana porque transitamos hacia una nueva era.
(Entra el Maestro) Con esta expresión no estaba haciendo uso de la Astrología, puesto que desconozco demasiado esa disciplina. Sin embargo, sin percatarme de ello, estaba expresando lo mismo.

Eva: En efecto, hermana. Pero es que, además de la extraordinaria analogía entre la época en la que se originó el cristianismo y la nuestra. Todo aquello que había sido sojuzgado por la religión cristiana ha ido emergiendo hasta constituir la dominante actual. Un claro ejemplo que viene muy al caso lo constituye el retorno de lo femenino que hoy parece tener lugar y que se observa en multitud de manifestaciones.

Juan: Te refieres a los movimientos feministas y homosexuales, a la proliferación de programas televisivos que gravitan en torno a la frivolidad o, también, la sexualidad mórbida que tanto se ha extendido a través de Internet y de tantos y tantos otros ejemplos de idéntico rasero.

Miriam: (Interrumpe apenada) Hermano Juan, lo que dices parece contradecir cuanto conversamos hace poco con el maestro. Recuerda que hablamos de la Diosa y de la importancia de conceder el lugar que le corresponde a lo sagrado femenino. Sin embargo, ahora, con tu última afirmación, parece que lo femenino es negativo

Juan: Por favor, imagina lo que intento decir. Deberías estar de acuerdo conmigo en que el aspecto más burdo y pueril de lo femenino atañe necesariamente a todo lo que acabo de decir. Pero, gracias a Dios, hay muchas mujeres que han alcanzado un nivel de madurez suficientemente elevado como para expresar sus puntos de vista, siendo ellas testigos fehacientes de la armonía que lo femenino confiere a la existencia.

Miriam: De acuerdo. Desde mi humilde opinión, el cometido de la mujer moderna reside en hacer valer el aspecto femenino de la divinidad, que nosotras encarnamos como mujeres, sin identificarnos con los valores masculinos, propios de esta sociedad misógina. Al así hacerlo, nuestro testimonio será de gran ayuda para la revalorización de lo sagrado femenino. Por eso, comparto contigo la idea de que el estado actual de desarrollo de lo femenino, tanto en mujeres, cuanto en varones, deja mucho que desear. Haciendo una comparación con la evolución natural del ser humano podríamos decir que el desarrollo de lo femenino está en la fase de la adolescencia, en un precario estado evolutivo.

Maestro: Miriam, muy certeras tus palabras, admirables la serenidad de tu frente, la perspicacia de tus ojos, la sutileza de tus gestos, el acierto con que discurres y tu aguda donosidad. Advierto que eres un ejemplo viviente de todo cuanto has expresado ¡me reconforta escuchar tus palabras! Da gusto oír el tono sosegado en que expresas tus convicciones.
Muestra elocuente de tu desarrollo personal, opuesto al común de las mujeres modernas. Miriam, querida hermana, recuerda la conversación que mantuvimos en torno a las hieródulas. Quizás sea propio del espíritu de la época que comienza a gestarse en el seno de ese colapso, un nuevo kairós, la renovación del sexo como unión mística, a través del éxtasis y de la comunión del alma con Dios. Es decir, el resurgimiento del imperio del Espíritu.

Juan: Pese al caos que hoy se cierne sobre los humanos destinos, se vislumbra indicios de luz solar acuariana.
Para que se comprenda mejor lo que intento decir es necesario que introduzca el simbolismo del signo de Acuario. Es decir, el aguador abreva a todo aquel que siga el sendero del autoconocimiento.

Maestro: De hecho este símbolo “individualista” congenia muy bien con grupos como los gnósticos, quienes se embarcaron, de conformidad con lo que hemos visto, en un viaje de autoexploración profunda.

Miriam: Maestro, en otro orden de cosas, hace tiempo que quiero preguntarle ¿cómo debemos entender que Isis, como materia prima, sea el origen del mal y, al mismo tiempo, la portadora del bálsamo de vida?

Maestro: Esa es una buena pregunta, querida Miriam. He ahí la paradoja que le es propia al espíritu femenino simbolizado por la figura de Isis.
En tanto que la materia prima está en su estado original, bruto, o sea, no labrado, ella es el origen de todo conflicto; ella es el Caos que le es consustancial a toda discordia de elementos contrapuestos. Pero una vez labrada, esa materia se transforma en el Lapis, es decir, en la piedra filosofal de gran valor, en cuyo interior yacen conciliados todos los contrarios y, cual diamante tallado, es capaz de reflejar todos los colores de la luz, como centellas divinas.

Miriam: Maestro, cuanto más creo comprender lo que dices, más me asombro de mi falta de entendimiento ¿qué es la masa confusa? ¿Qué Isis? ¿Qué el Lapis? Quiero decir… ¿a qué se corresponden todos estos símbolos en la vida manifiesta?

Maestro: Querida Miriam, te ruego aceptes mis disculpas, si mis paradojas te resultan complejas. Desgraciadamente, al profundizar en el simbolismo de ABRAXAS topamos con un Gran Misterio. Nuestra incapacidad humana no nos permite expresar su esencia sino a través de paradojas. Ese es el motivo por el cual hablo de los misterios a través de paradójicos enigmas.
Sin embargo, hermana, accediendo a tu petición, te diré que Isis, la materia prima y María Magdalena aluden a lo que los psicólogos modernos denominan: lo inconsciente y los gnósticos: Pleroma. Por tanto, cuando nos referimos al estado caótico y desunido de la materia prima, hablamos del estado inarmónico del individuo que no se conoce a sí mismo. El ser humano que dormita en un estado de ignorancia y estulticia, semejante a la situación natural de los animales o al primitivo estado de la materia alquimista, hierve en un mar de enceguecidas pasiones, donde sus bajos instintos campean a sus anchas dominando su conducta. En semejante estado el ser humano está a merced de los constituyentes instintivos de su ser, los cuales se hallan peleados, los unos con los otros y, por supuesto, también con el centro de su consciencia, el ego. Pero quien ingresa en el caos de su interior y se adentra en la impenetrable oscuridad de su propio infierno, aquél que trabaja con seriedad en el conocimiento de su esencia divina y pule las aristas de la piedra bruta de su personalidad, obtiene de ese modo el Lapis, el oro de los filósofos. Con ello, transforma el plomo en oro.
Semejante tarea titánica es digna de un auténtico héroe, y, si recuerdas nuestras anteriores conversaciones, esa hazaña viene representada en los mitos como la lucha del héroe con el dragón que expulsa fuego, siendo éste un símbolo de las fuerzas del mal o, también, de las tinieblas, cuando aviesas se ciernen sobre las consciencias de los hombres.

Miriam: Mil gracias, maestro. Ahora sí lo veo todo más claro. (Los ojos de Miriam se iluminaron con un tenue resplandor y su rostro adquirió el aspecto que adivina la dicha interior cuando se logra desvelar un enigma largo tiempo impenetrado)

Maestro: Miriam, no las merece. Tus dudas son más
que razonables, sobre todo si tenemos en cuenta que nos hallamos frente a uno de los más grandes misterios. Nada menos que la Obra a la que los alquimistas dedicaron su vida entera.

Juan: Maestro –interrumpió Juan-, ¿cómo debemos entender la unión del hijo con su madre? ¿Y el hecho de que el hijo, o sea, Horus, sea huérfano? (Juan estaba tratando de comprender su propio mito, el destino que Dios le había encomendado. Aquella última conversación con el maestro le había desvelado lo universal de su trayectoria vital, lo que de legendaria tenía su vida)

Eva: Queridos hermanos, nos hallamos ante el gran misterio de la unión de los contrarios. No me cansaré de repetíroslo: la hercúlea tarea de unificar el sustrato lunar, femenino-maternal, de lo inconsciente, la Diosa, con el principio masculino espiritual. Y esa tarea el cristianismo la representa como la muerte y resurrección de Cristo. La Virgen María concibe a su hijo Jesús, pero su padre no es José, no es de este mundo. En realidad, hermanos, es el mismo Dios quien fecunda a la Virgen y de sus entrañas nacerá Cristo.
Asimismo, lo Femenino vuelve a hacer acto de presencia, en la muerte de Jesús para que resucite transfigurado. Y, en este misterio, cobra máxima importancia María Magdalena, pues es ella la que prepara a Jesús para tamaño acontecimiento. La cohabitación con la madre, por su parte, debe entenderse del siguiente modo: representa la muerte y la posterior resurrección. Pero la muerte no es concebida como un final definitivo, no, sino, antes bien, como el inicio de un nuevo estado: la culminación de la vida de Jesús, lo que nos permite comprender el significado positivo de Judas, en su evangelio gnóstico. No obstante, ¿quién es María Magdalena en realidad? Os preguntaréis... pues ni más, ni menos que a quién más amaba Jesús.

Miriam: Pero, Eva, ¿por qué ama Jesús a María
Magdalena más que a ninguno de sus otros discípulos? Si los doce apóstoles acompañaban siempre a Jesús ¿por qué no iba a amarlos a ellos tanto o más que a María Magdalena? Además, según la tradición cristiana sería un auténtico contrasentido.

Eva: Hermana Miriam, porque ella es el rostro visible del Padre. María Magdalena es la personificación cristiana de la diosa virgen, de Sophia, la Sabiduría de Dios, que se hace manifiesta para que el hombre pueda aprehenderla. Por eso, ama Jesús a Magdalena más que a ningún otro discípulo.
Ellos simbolizaban la verdadera unión de los contrarios. Una conjunción que, en verdad, es la unión de Jesús con Dios en su forma manifiesta, en su aspecto Femenino. La unión que así acontece es mucho más sutil, más elegante, más intensa, más satisfactoria y más completa que cualquier relación sexual física. Ésta no es sino una tosca y decolorada
imitación de la verdadera unión mística del alma con Dios, si bien, gracias a ella se reproduce el Gran Misterio. Uno de los más grandes místicos españoles que han sabido plasmar tamaño acontecimiento ha sido San Juan de la Cruz. Cuando se avanza en el sendero hacia el conocimiento, la unión sexual se traslada del plano material o instintivo, a la región sutil, es decir, al mundo imaginal. Una vez alcanzado ese nivel se es consciente de que el A-mor que se profesa a la amada encierra el deseo interior de llevar a cabo la unión de los opuestos, del Sol y de la Luna, de lo Masculino y de lo Femenino, del alma con Dios, de nuestra consciencia con el sustrato femenino-maternal. La unión de la conciencia con la amada en la figura de Sophia conduce a la mayor de las dichas, a la realización más completa.

Miriam: Eva, ahora entiendo el verdadero sentido del Amor, por el que, como mujer, me identifico, y la causa por la que los gnósticos profesan tanta adoración a la figura de María Magdalena.

Eva: Hermanos, el amor que sienten los hombres por la mujer encierra, en su esencia última, el amor que sentimos por Dios y el amor que Dios siente por nosotros. Dios, a través de nuestro amor por Él, desea conocerse y ser conocido por nosotros. Y el amor que siente la mujer por el hombre ha de interpretarse de idéntica forma. Rondamos el gran misterio de las Bodas Místicas. Se trata de la realización del Lapis Philosophorum, un símbolo análogo al Grial de la leyenda del Santo Grial.

Juan: Gracias por todo Eva y a ti también maestro.
Realmente habéis sido como una madre y un padre para mí. Mejor dicho, una amiga y un amigo espiritual, unos guías en los escabrosos senderos hacia el auténtico conocimiento de mi alma. Nunca os podré agradecer lo suficiente todo cuanto habéis hecho por mí. (Sin querer emocionarse)

Maestro: Ya estáis los dos preparados para seguir el sendero que os conducirá a la realización de vuestra humanidad, a la expresión de vuestro destino, sin otro guía que ABRAXAS. Tanto Miriam como tú mismo Juan, habéis alcanzado el grado de madurez espiritual que vuestra estancia aquí tenía por finalidad. No tenéis que agradecernos nada. Ha sido un placer y un honor para nosotros haber compartido con ambos todo este tiempo. Mis queridos hermanos, no olvidéis nunca lo aquí aprendido. El rostro de Dios está dondequiera miréis, no os apeguéis a credo alguno, no defendáis ningún dogma frente a otro, pues todos son fuentes en las que abrevar la Sabiduría de ABRAXAS. Alejaos de las ominosas muchedumbres, que ondean la bandera de la estupidez y la brutalidad impidiéndoos seguir el camino hacia el conocimiento trascendente, y centraos en el anthropos interior, escuchad su voz, atended a sus mensajes simbólicos. Allí hallaréis la Verdad y sentiréis la dicha que acompaña a su contemplación.

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