El pasado sábado 30 de enero de 2016 tuvo lugar una tertulia en el Ateneo de Madrid cuyo tema principal fue la cara oscura de la personalidad a la que el psiquiatra suizo C. G. Jung denominó sombra. En ella participamos tres profesionales de la salud mental: el psiquiatra y profesor universitario Guillermo LaHera, el psicólogo y terapeuta, además de adepto al sufismo, Rafael Millán, y quien escribe estas líneas (José Antonio Delgado, psicólogo, terapeuta de orientación junguiana, ambientólogo y escritor).
Quiero
expresar mi gratitud a Victoria Caro por el esfuerzo que realiza cada sábado
organizando las tertulias en el Ateneo de Madrid, por su deferencia al
permitirnos participar y por su siempre cálida acogida. En este caso, mi
gratitud es aún mayor, dado el polémico tema que abordamos nada menos que en el
centro de la intelectualidad de Madrid, la casa de la Diosa Atenea. Y es que la
sombra, en una de sus acepciones, alude a lo que la conciencia colectiva -es
decir, los valores intelectuales, sociales, morales y/o sentimentales
defendidos por el espíritu de la época actual- rechaza, reprime o suprime por ser contrario a
la imagen unilateral que detenta y mantiene. De modo que, en cierto sentido,
nuestra intervención era casi una osadía, una afrenta a la autoridad racional
reinante y, por tanto, un reto para no levantar demasiadas ampollas.
También
deseo expresar mi gratitud a Rafael Millán, por su amistad, por su
participación en este evento y por su interpretación de la Metafísica del mal
en el Islam; a Guillermo LaHera por su actitud científica humilde, abierta y
receptiva al diálogo, por su amistad, por haber aceptado participar en este
evento, a pesar de su apretada agenda y, por supuesto, por las amables palabras
sobre el contenido del libro "Cómo integrar tu sombra"
que expresó durante el evento, y que reproduzco a continuación:
"Ateneo de Madrid, 30 de Enero
de 2016
Es
un auténtico placer para mí participar en la presentación del libro Cómo
integrar tu sombra de José Antonio Delgado. Me parece un libro
fascinante que aborda uno de los temas esenciales (quizá el que más) del ser
humano: la oscuridad que habita en nosotros.
Pero
para empezar hablaré de mi hijo Javier, de 3 años de edad. Hace aproximadamente
6 meses su madre y yo advertimos que, en sus monólogos y peroratas mientras
jugaba a vaqueros o mosqueteros, aparecía un personaje nuevo: "Bulu".
Nos llamó mucho la atención el nombre. Pronto conocimos su esencia: Bulo hacía
cosas malas. Cuando Javier se comía a escondidas una chocolatina y aparecía la
envoltura en el suelo, Javier decía -con cara de bueno, pero con churretones de
chocolate en los labios-: "no he sido yo, ha sido Bulu." Los lunes
Bulu no quería ir al cole y Bulu a veces piensa que todos los juguetes deben
ser suyos. Consecuentemente, a Bulu los Reyes le trajeron carbón, pero a Javier
el Fuerte de vaqueros de Playmobil. Más tarde (estamos esperando el segundo
hijo), Javier nos dijo que iba a querer mucho al hermanito (que se llamará
Pablo) pero Bulu -de nuevo Javier con cara de bueno- "le hará cosquillas y
no le dejará dormir y le quitará los juguetes." "Bueno, pero Javier
no hará eso, ¿verdad?" dijimos nosotros. "¡No!". Pero un día
Javier nos sorprendió con una noticia:
"Bulu es mi hermano mellizo" dijo con naturalidad. "¡Es como
yo!" dijo sorprendido. Así estamos ahora. La semana que viene nacerá Pablo
y los mellizos Javier y Bulu esperan su llegada. El proceso de integración de
la sombra ha comenzado.
El
libro de José Antonio describe y explica el proceso de toma de conciencia del
"mellizo oscuro" y su asimilación. El proceso que disuelve la
identificación con la máscara (la personalidad que queremos ser para los
demás), que expande nuestro campo de visión y nos permite integrar al otro (a
un otro no idealizado). Porque este proceso que ya ha empezado mi hijo Javier
con su amigo imaginario, aún no lo hemos acabado nosotros con nuestra propia
oscuridad. Expongo a continuación algunos ejemplos y reflexiones a vuelapluma
que surgen mientras uno lee este estupendo libro:
1. Lo paranoide. Para quien no
la conozca, recomiendo una obra maestra de la etapa mexicana de Luis Buñuel:
"Él" (gran título". Francisco Galván es un joven soltero,
religioso, de buena posición social y virgen. Un Jueves Santo, en la Iglesia,
durante la ceremonia del lavado de pies (nada es gratuito en Buñuel), su mirada
divaga entre los fieles hasta que bruscamente se detiene en los sensuales pies
de Gloria. A partir de ese momento la buscará y enamorará, a pesar de que esta
resulta ser novia de su amigo, el ingeniero Raúl. El amor que parece nacido de
la locura no parará nunca, y los celos patológicos de Francisco condicionarán
un trágico final. Francisco es un ser puro, una encarnación del caballero
español, honorable, limpio, recto. En la noche de bodas, le pregunta a su
esposa: "Mujer, algún defecto tendré..." y responde ella: "Pues
sí, que a veces eres muy severo, y siempre piensas que llevas razón".
Francisco entonces se encoleriza: "Soy un hombre humilde y reconozco mis
defectos, pero ese es el último que señalaría". Ese hombre que tiene una imagen enaltecida de
sí mismo, una máscara perfecta, es, según vemos en la película, un celoso
patológico capaz de matar. Lo explica José Antonio en su libro: "en lugar
de iluminar sus oscuridades, busca en el otro la proyección de su propia
infamia. De manera que con la agresividad y el resentimiento de un yo herido,
se dirige al adversario-enemigo y lo trata de aniquilar." En el
protagonista de "Él" antes aparece la perversión (Francisco es voyauer, fetichista y sádico, dentro de
su venerable fachada): encapsula su sombra y su deseo sexual en (oscuros)
objetos de deseo, manteniéndose puro por lo demás. Luego proyecta (pone en el
otro) su sombra en el otro (su mujer), un otro idealizado y luego demonizado.
El que se cree puro ve monstruos a su alrededor. Pureza y paranoidismo van de
la mano.
2. Existe una sombra individual,
una cultural o nacional y una arquetípica. El nazismo es el gran objeto de
estudio para quien albergue alguna esperanza en que la Humanidad pueda
sobrevivir. ¿Desde dónde se cometieron todas esas maldades? Si nos desprendemos
de las reconstrucciones post hoc de
la Historia y de la humana dificultad de la víctima de comprender al verdugo,
podemos decir que se cometieron desde la luz cegadora del Bien. Los nazis,
ejemplares padres de familia, sentidos patriotas heridos por el humillante
Tratado de Versalles, amantes de la cultura alemana, de su música y sus mitos,
querían "limpiar" definitivamente a Europa y renacer en su Historia.
La luz cegadora del mito nacionalista, que con tanto furor quiere el Bien para
"los nuestros". Hay un libro de Martin Amis (La flecha del Tiempo) en el que el autor reconstruye la idea
convencional del tiempo para explorar la naturaleza del pasado en una historia
que empieza, se desarrolla y termina al
revés. Es decir, empieza con la agonía del protagonista -un médico que
participó en el Holocausto- y se desarrolla hacia atrás. Rompe con sus amantes
y luego se enamora de ellas, por ejemplo. Escapa de una culpa terrible, hasta
llegar a Auschwitz, donde las chimeneas succionan cenizas del cielo y
milagrosamente las transforman en seres humanos, judíos... ¿Y dónde acaba -o
empieza-todo? En un campamento de verano en las montañas austriacas, en el que
unos niños exultantes, sanos, puros y vigorosos cantan un himno heroico.
Aparece el poder siniestro de lo bucólico, lo naif, lo ñoño. (Nota:
Este libro sigue la lógica de Heidegger, y es que la historia se vive hacia
adelante, pero se comprende hacia atrás).
Lo malo que
tiene la apoteosis del Bien es que puede acabar matando a seis millones de
judíos.
3. En el fenómeno sectario,
omnipresente en nuestras vidas, se forja una identidad extendida. El individuo se siente parte de
algo más grande, más potente, claro y luminoso, con límites bien definidos y
generalmente guiados por un líder que le aclara el significado de la realidad.
Se sacraliza entonces esa representación esquemática de la realidad, donde se
amplifica la pureza del grupo y se identifica, expulsa y extermina (si se
puede) la amenaza. Esa amenaza que se expulsa es tan potente que a veces adopta
figuras terribles: el enemigo, el extranjero, el bárbaro, el inhumano, el
cerdo, el hereje, el anti-Cristo, el vampiro, el Loco, Lucifer. Gracias a todos
ellos: su existencia reafirma nuestra bondad y nuestra pureza. Nos calma
designar a la Maldad y la Locura con un sinfín de nombres, un catálogo que no
les identifica a ellos sino a nosotros: los cuerdos, nobles, racionales,
buenos, los nuestros. Dice el libro de Delgado: "No sólo el mal es
generador de atrocidades, sino que la identificación con el bien como valor
absoluto acaba por conducir al mal que desea evitarse a toda costa." El
fin que justifica los medios, o matar en nombre de Dios.
4. Huyamos de los lugares
apacibles y reconfortantes. Dice Mircea Eliade: "Las iniciaciones heroicas
no son nunca familiares, ni cívicas. No se hacen en la ciudad, sino en el
bosque, entre la maleza. "Los héroes viven en las cavernas, en lugares
oscuros y húmedos, que nos remiten al momento del parto y de la muerte, en
general poco tranquilizadores y sosegados. Porque los héroes están preparados
para la muerte y la resurrección.
Los
lugares apacibles o las familias impolutas suelen esconder monstruos. Dice
Delgado: "El hombre común prefiere evitar cualquier consideración que le
permita comprender que dentro de su psiquismo habita todo aquello que él más
rechaza." Y entonces opera el tabú y el silencio. Los miembros de la
familia comparten las mismas vulnerabilidades y tratan de sortear el peligro
acordando no atender la zona problemática,
tejiendo una red de silencios y mentiras compartidas. Pero bajo esa aparente
perfección "bulle el caldero de la ira, el resentimiento y el daño
inexpresado", como cita Delgado en su libro.
5. Dios nos libre también de los padres "demasiado buenos",
que con una fachada de bondad y belleza excedidas atraen y succionan a las
personas allegadas. Y qué suerte tener padres buenos que permiten y favorecen
el desarrollo de la personalidad total del hijo, con sus muertes y resurrecciones,
que le permiten ser libre y ser querido por ellos... Buena lección, como hijo y
como padre, extraída de este libro.
6. Así también en la vida de
cada uno. El adolescente idealiza al Maestro, que cree admirable y sin mancha;
idealiza a la Amada -gracias al Mito que pervive en nuestro tiempo, el Amor
Romántico-. Luego uno se encuentra al Maestro (o a la Amada, quién sabe), al
cabo de los años, y lo ve hecho un guiñapo, una ruina: ¿era éste el admirable?
Lo ve dubitativo, inseguro, frágil, aferrándose a muletas intelectuales para no
caerse. ¿Debe caerse? ¿O el adolescente que ya no lo es debe integrar la sombra
del Maestro, y su propia sombra, para por fin quererlo?
Acabando, estamos ante un libro que se devora placenteramente y suscita continuamente la
reflexión del lector. Tiene un claro fundamente junguiano pero maneja con
fluidez otras fuentes bibliográficas y cita oportunamente la epopeya de
Gilgamesh, la Odisea, San Juan de la Cruz, Nietzsche, Mircea Eliade o Rilke. Cómo
integrar tu sombra recuerda la aproximación a los magníficos libros de
Joseph Campbell: tratar de entender la psicología del ser humano de forma
integral, en sus diversas dimensiones, y no sólo en la estrictamente racional.
Explora, profundiza y divulga el arquetipo junguiano
de la Sombra y su efecto sombre el hombre actual
Se
me ocurren muchas preguntas que hacerle al autor del libro. Una es sobre el
papel de la Sombra en la religión y en el ateísmo, esas dos luces cegadoras.
Por un lado, la religión propiciando mucho el mito de la pureza: la absolución
del pecado del Hombre, la Inmaculada Concepción, las Vírgenes arrobadas de
Murillo, los Santos sin tacha. Pero, por otro, el ateísmo también puede
instalarse en una Luz (ilustrada) que trata de "limpiar" las
impurezas de la superstición y la superchería. ¿Es posible una creencia o un
ateísmo que no sean absolutos y sean capaces de integrar al otro, crea en lo
que crea? ¿O será eso tachado y acusado de relativismo?
Otra
pregunta en la misma dirección es sobre los caminos de integración de la
Sombra. Uno que se propone en el libro es la Mística, como símbolo de
unificación de contrarios, vía maravillosamente descrita por San Juan en La
Noche Oscura del Alma. Pero a mí se me ocurre que una visión racional y
científica del Hombre puede también conseguirlo. Frente al relato exaltado y
grandilocuente del Mito, ofrecer el relato modesto, provisional, falsable, a
veces contradictorio, de la Ciencia. Y sabiendo que la Ciencia tiene límites y
no explica todo, ni siquiera una pequeña parte... podría haber un mandala, una
tensión entre opuestos, en el que se integrara el humilde conocimiento
científico con las profundas e irracionales ansias del Hombre de otorgarle
significado a la realidad.
¿Hay
mejor manera de reconocer las propias sombras e integrarlas de forma creativa?
En
resumen, somos seres híbridos, impuros, pero esforzados. Saberlo puede cambiar
nuestra vida. Y el libro de José Antonio es un buen inicio.
Gracias
Guillermo
Lahera Forteza"
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Guillermo,
en su excelente intervención, lanzó dos preguntas que yo no respondí
adecuadamente para no acaparar protagonismo y permitir el diálogo con los
asistentes a la tertulia. Por ese motivo, a continuación trataré de responder
sucintamente a sus dos preguntas, fundamentales y muy oportunas:
1.
¿Es posible una creencia o un
ateísmo que no sean absolutos y sean capaces de integrar al otro, crea en lo
que crea? ¿O será eso tachado y acusado de relativismo?
La
respuesta a esta pregunta no es sencilla. En mi opinión, el proceso de individuación convoca,
precisamente, esa unión de contrarios a la que alude Guillermo en su
exposición. De hecho, la terapia de orientación junguiana pretende que la
consciencia racional del individuo tome contacto con su propia profundidad, que
para él es del todo desconocida, y una de las etapas de la terapia consiste en
la progresiva toma de consciencia de la sombra o inconsciente personal. Durante
mi intervención, que puede verse en el vídeo que cuelgo más adelante, decía que
la respuesta a la pregunta entre la mentalidad religiosa, mágica y/o mitológica
-presente en los niños, como hemos visto en el ejemplo del hijo de Guillermo- y
la mentalidad racional científica la obtuve de un sueño. Un sueño que tuve en
un momento en el que me cuestionaba la tendencia racionalista del positivismo
científico que había estado estudiando, primero durante mi formación como
científico ambiental y después durante mis estudios de Psicología en la
Universidad. En aquel sueño se me revelaba que ambas mentalidades convivían en
mí y era importante no identificarme con ninguna de ellas. Por eso, durante mi
intervención, hablé de la importancia de mantenerse en el Centro. La tensión
entre esas mentalidades, a las que podríamos denominar mentalidad
mágico-religiosa y mitológica y mentalidad racional, está presente en todo
hombre contemporáneo. Así, cuando observamos la actitud de algunos científicos
positivistas, que defienden a capa y espada la utilización del método
científico como el único válido para estudiar todas las dimensiones de la
realidad humana, rechazando otras
posibles formas de abordaje de la realidad (el método
fenomenológico-hermenéutico en la Psicología, por ejemplo) nos encontramos con
una de las tendencias polarizadas (la del racionalismo); cuando observamos, por
contra, la forma de aproximación al estudio de la realidad de lo que se ha
denominado movimiento New Age, nos
daremos cuenta de que hay ahí una emergencia de esa mentalidad mágico-religiosa
y mitológica a la que me refería más arriba. Este sería el polo contrario. Los
científicos positivistas critican a la New
Age de pseudocientífica y los seguidores de la New Age critican a los
científicos positivistas de estrechos de miras. Pero lo cierto es que los unos proyectan
su sombra en los otros. En todo científico hay, agazapado en la sombra, un
dogmático religioso (que convierte a la razón en el máximo valor -Dios); y en
un hombre religioso hay, agazapado, un racionalista que puede utilizar su racionalidad
para hacer proselitismo. Por eso utilicé el ejemplo de la New Age como sombra compensatoria del positivismo científico y
viceversa.
Dicho
esto, la Psicología Analítica, y su práctica en la clínica, ha puesto de
manifiesto la existencia de una función espiritual o religiosa en el alma del
hombre, siendo esta un constituyente de la naturaleza humana, como también lo
es el instinto de nutrición y la sexualidad. Por ese motivo, no es posible,
como se insinuó en la tertulia, una existencia saludable sin considerar la
dimensión espiritual del ser humano. Así como la represión de la sexualidad
trae aparejada una serie de manifestaciones neuróticas, la negación de la
dimensión espiritual conlleva otras. Aún diría más. Es precisamente el exceso
de una mentalidad racionalista, propia del patriarcado, represora, negadora o
supresora de la realidad del Alma, la que ha convertido al mundo en un erial y,
en cierto sentido, lo que permite comprender el motivo por el cual nuestra
civilización está atravesando una profunda crisis de Sentido.
La
metanoia o cambio completo de
mentalidad que supone el contacto de la consciencia racional con las dimensiones
profundas de la personalidad es a lo que me referí, durante la tertulia, cuando
dije que la razón se reubica en un lugar diferente. No es que la razón sea
contraria u opuesta a la fe, sino que la razón se convierte en una servidora de
una realidad que la trasciende y a la que se abre. Lo que se obtiene de este
modo es una dialéctica entre la mentalidad racional que preside la consciencia
y la mentalidad mágica que habita en lo profundo del hombre. Una dialéctica que
genera una mentalidad nueva a la que podríamos llamar gnosis. Esta especie de gnosis
es el resultado de la unión de la mentalidad racional y la mágica, no siendo ni
la una, ni la otra.
¿Podría
haber un mandala, una tensión entre opuestos, en el que se integrara el humilde
conocimiento científico con las profundas e irracionales ansias del Hombre de
otorgarle significado a la realidad?
En
mi opinión, sí. Creo que, al responder a la anterior pregunta, también he
respondido en parte a esta. El conocimiento científico es un modo de aplicación
de la mentalidad racional. La Psicología Analítica, como ciencia, aplica la
mentalidad científica a la comprensión del Sentido de la vida del ser humano. Así,
vemos cómo en la obra de Jung, y en la de los que continuamos su legado,
intentamos realizar una comprensión del significado profundo de la vida humana
en términos de la ciencia moderna. Y lo hacemos así porque la ciencia es la
expresión de la consciencia colectiva de nuestro tiempo. En otras palabras, el proceso de individuación, la realización
de la profundidad del hombre, convoca a quienes lo realizan a utilizar el
lenguaje de su tiempo para expresar el mensaje que procede de la profundidad.
Pero, y esto es importante tenerlo presente, la vida del hombre puede
entenderse como la expresión de un patrón arquetípico, es decir, un mito.