Entrevista de Gunther Emde al
psicólogo y terapeuta de orientación junguiana José González con motivo
de la publicación de su último libro Descubriendo
tu auténtica vocación.
28/06/2017
Reproducimos en Psicología Profunda y Espiritualidad la entrevista que concedimos a Gunther Emde para su blog www10voces.com y que tuvo la amabilidad de realizar y publicar.
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Gunther Emde: Hola José, antes de empezar te
felicito por tu nueva obra, creo que era necesaria una aproximación al tema de
la vocación desde la perspectiva de la psicología profunda.
José González: Muchas
gracias, Gunther, por tus palabras. También yo considero necesaria una
aproximación al fundamental asunto de la vocación desde la perspectiva de la
psicología profunda. En todo caso, este libro es fruto de un trabajo interior
de esclarecimiento y comprensión de lo que significa e implica el
descubrimiento de la auténtica vocación y de la relación que existe entre
vocación e iniciación a la propia profundidad.
GE: La imagen de portada del libro
es un mandala. Cuando lo vi pensé que esta es una forma particularmente hermosa
de ilustrar el proceso interno que nos podría llevar a descubrir nuestra
auténtica vocación en la vida.
JG: Me
alegra que digas eso porque, en efecto, ese fue mi propósito al elegir un
mandala como imagen del descubrimiento de la vocación auténtica y del encuentro
con la propia profundidad. En realidad, cuando me dispuse a buscar una imagen
que representara el contenido del libro del modo más acertado posible tuve en
mente cuatro posibilidades distintas: dos arcanos mayores del tarot, un signo
del zodíaco y un mandala. Los arcanos eran el Loco y el Ahorcado o Colgado; el signo del zodíaco era el
Aguador o Acuario y la cuarta
posibilidad, como digo, era la imagen de un mandala.
Después de sopesarlo bien, me decanté por el mandala azul. ¿Por qué esas cuatro
posibilidades? Y ¿por qué elegí finalmente el mandala?
La
imagen del Loco en el tarot es una
representación simbólica del peregrino que realiza un viaje hacia Tierra Santa,
en donde accede al Templo que es el alma, "el lugar del no lugar" en
el que se manifiesta el Misterio divino. Esta es una bella expresión del viaje
hacia la auténtica Patria y, por lo tanto, del reencuentro con la chispa divina
que habita en el corazón del hombre.
La
imagen del Ahorcado o del Colgado representa simbólicamente al
iniciado, al ser humano que ha descubierto la auténtica Realidad y tiene
vivencia de los arcanos que rigen y mueven todo cuanto sucede en el Mundo como
ámbito de la manifestación, es decir, de aquello que es perceptible a través de
los sentidos exteriores. De ahí que su punto de vista sea inverso al de la
realidad aparente, pues sabe que esta es una proyección y expresión de aquella
realidad metafísica a la que Jung denominó inconsciente
colectivo.
El
Aguador o Acuario es un símbolo muy
elocuente que expresa el derramamiento de la sabiduría divina a través del
cántaro que es el alma.
Todos
estos símbolos están presentes y son tratados en el libro. Forman parte del
tejido interno del texto y, por lo tanto, aparecen en todo proceso de
realización auténtica. Ahora bien, el mandala
o círculo sagrado es un símbolo que se manifiesta de forma recurrente en los
inicios de un proceso de individuación y representa no solo el origen del
proceso, sino también el destino hacia el cual se encamina el yo. Por lo tanto,
el mandala abarca y comprehende a todos los demás símbolos y ese fue el motivo
por el cual lo elegí como imagen para la portada.
GE: En algunos ámbitos New Age se
afirma que el universo conspira para que tus sueños se cumplan. Pero ¿no
depende eso más bien de la honestidad y la profundidad de tu pregunta? Quiero
decir, no creo que sentarse y esperar a que el universo te ilumine sea lo más
adecuado... Para que "el universo conspire", ¿no sería necesario
antes un importante trabajo psicológico interno?
JG: Esta
es una cuestión que también abordo en el libro. El mundo en el que vivimos, la
sociedad de la que formamos parte y, por lo tanto, la educación que recibimos
no está preparada para facilitar que el hombre encuentre su verdadera vocación.
Para empezar, la consciencia ilustrada del contemporáneo parece haber olvidado
qué significa ser hombre. La palabra hombre
significa etimológicamente "habitante de la tierra" y tiene la misma
raíz que humus. Los términos cultura
y cultivo también tienen una raíz común y, de hecho, de un sabio se dice que es
un hombre "cultivado". Pero todas estas expresiones se comprenden
solo en un sentido limitado al saber meramente intelectual o libresco. Nuestra
sociedad considera que la persona que ha estudiado varias carreras, que ha
realizado un doctorado y/o ha leído muchos libros es alguien culto, esto es,
cultivado. Y, sin embargo, esto es un tremendo error. La cultura implica el
trabajo de la tierra negra que es la profundidad del hombre, es decir, el
cultivo del alma. Y esto no se logra sino con el trabajo, el esmero, la
atención y el amor por el alma y, en definitiva, por el propio Camino.
Otro
de los graves malentendidos de nuestra cara sociedad lo encontramos en el modo
en que concibe la psicología y lo psicológico. La palabra psicología está
formada por dos vocablos: psique y logos. El primero de ellos significa hálito
de vida, soplo, viento y, también, espíritu o alma. El segundo alude a la
"palabra" o "verbo".
Psicología es, por lo tanto, aquella disciplina que se encarga del estudio del
alma. Ahora bien, si las palabras aún tienen algún sentido, podríamos decir que
la psicología sería el estudio de la "palabra" o "verbo"
tal y como se presenta en el alma. En otras palabras, se trata de aquella
ciencia que estudia las manifestaciones del verbo en la psique, siendo el alma
aquello que anima el cuerpo. Sin embargo, en los estudios académicos de la
Psicología como disciplina el alma no aparece por ningún lado, limitándose casi
exclusivamente al estudio de la conducta observable.
Por
tanto, respondiendo a tu pregunta, el trabajo psicológico, entendido como un
remover una y otra vez la tierra negra que es la profundidad del hombre, es una condición indispensable para
el descubrimiento y la realización de la vocación auténtica.
GE: Cuéntanos un poco tu propio
descubrimiento de tu vocación. ¿Fuiste científico medioambiental y después
psicólogo?
JG: En
nuestra sociedad estamos acostumbrados a vincular la palabra vocación con la
profesión que cada uno ha elegido. Del mismo modo, también suele relacionarse
la palabra vocación con la religión. Si bien estas relaciones son correctas, se
circunscriben a ámbitos muy concretos y limitados. En mi libro Descubriendo tu auténtica vocación
entiendo por vocación algo mucho más amplio, que abarca ambas acepciones pero
que, al mismo tiempo, las trasciende.
La
palabra vocación proviene del término
latino vocatus que significa llamada.
Una llamada implica a alguien que llama y a alguien que escucha la llamada y,
eventualmente, responde. Ahora bien, ¿quién llama y quién es llamado? La
llamada procede de una voz que proviene de la propia profundidad y a quien se
dirige esa voz es al yo del individuo, al centro de la consciencia. Esa
profundidad podemos llamarla dios en su sentido etimológico de
"brillar". Dios significa, por lo tanto, algo así como la luz que
brilla en la oscuridad del microcosmos del alma, la chispa divina en el corazón
del hombre. De hecho, el subtítulo de otro de mis libros, Al final del túnel. Una historia sobre el despertar del alma, alude
precisamente a esta experiencia. Para poder seguir la llamada de la profundidad
a la realización de la chispa divina en la vida de la persona es imprescindible
que el yo esté firmemente posicionado en la realidad. Es decir, que el yo no
esté enfermo (falto de firmeza). Un malentendido muy extendido en las
sociedades modernas es aquel que considera que el yo, como centro de la
consciencia, debe desaparecer para dar paso a lo divino. Si el yo
"desapareciera" ¿quién escucharía la llamada y quién respondería a
ella? Al contrario, el yo debe de estar sano y firme para poder soportar los
embates, las tremendas dificultades y las múltiples muertes y renacimientos que
tienen lugar en el peregrinaje hacia sí
mismo, y esto entronca con tu
anterior pregunta.
Dicho
esto, mi vocación como terapeuta de orientación junguiana fue un verdadero
descubrimiento. Cuando estudiaba Ciencias Ambientales, en la década de los
noventa, me interesé vivamente en los múltiples impactos que la actividad
humana provocaba en su entorno y, muy especialmente, por los preocupantes
cambios que se estaban generando en el delicado equilibro de los ecosistemas
planetarios. El cambio climático, el agujero en la capa de ozono, la pérdida de
la biodiversidad específica, genética, cultural, paisajística y edáfica, el uso
indebido de la energía, el incremento insostenible de residuos y la
superpoblación planetaria eran algunos de los temas relacionados con la crisis
ecológica planetaria que más me preocupaban. Durante algún tiempo, influido por
lo que fui aprendiendo durante mi formación académica, pensé que la solución a
aquellos desequilibrios tendría que buscarla en el estudio científico y en una
más avanzada tecnología. Pero, poco antes de terminar mi formación como
científico ambiental, experimenté un "encuentro con lo inconsciente"
y me di cuenta de lo equivocado que estaba. Durante aquella experiencia
terrible con la profundidad me percaté de que la crisis ecológica planetaria es
la expresión de una enfermedad que carcome las entrañas de las personas que
formamos parte de las sociedades contemporáneas. Dicha enfermedad es la falta
de una relación viva con el Misterio. Comprendí que había estado alejado de
aquella Presencia divina que, en aquel momento, irrumpía en mi consciencia con
la violencia de un mar embravecido. Poco a poco fui expresando, de la mejor
manera que pude, todo lo que fue surgiendo desde mi profundidad. Al mismo
tiempo, puse todo mi empeño en comprender el significado de aquella voz que se
manifestaba de múltiples maneras en un lenguaje simbólico. Tardé más de una
década en comprender la importancia y la profundidad de aquella terrible
presencia, al tiempo que maravillosa y sanadora experiencia. Poco a poco se me
fue haciendo presente el Sentido profundo de todo cuanto había ido haciendo
durante mi vida y que la expresión de la auténtica vocación es un proceso que
se va descubriendo y desplegando en el devenir de la vida.
GE: Cuando te involucras
intensamente con el descubrimiento de tu ser interior aparece el fascinante
fenómeno de las sincronicidades. ¿Hay una relación entre procesos internos en
la psique y procesos exteriores en el mundo? ¿Descubrir tu vocación podría ir
acompañado de ese tipo de fenómenos?
JG: En
efecto, Gunther, los fenómenos de sincronicidad son "el pan nuestro de
cada día" para quienes están descubriendo y realizando su vocación. Las
sincronicidades son la expresión de que la auténtica Realidad, que es
metafísica, se manifiesta en dos órdenes que semejan distintos: el mundo físico
y el psíquico.
GE: La sociedad está atravesando
una gran transformación. Cada vez más personas se dan cuenta de que la vida
tiene que ser algo más que trabajar para ganar dinero y luego sentarse en el
sofá a ver la televisión. Descubrir la verdadera vocación forma parte de ese
proceso de tomar conciencia acerca de quiénes somos y de cuál es nuestra misión
dentro de la sociedad. Creo que tu libro, José, llega en un momento muy
oportuno.
JG: Los
hombres que formamos parte de esta cara sociedad contemporánea padecemos de una
enfermedad. Y esa enfermedad se manifiesta de múltiples formas posibles, a
través de trastornos mentales y padecimientos físicos de diverso tipo. Uno de
los más significativos es el narcisismo maligno y la psicopatía adaptada porque
son una manifestación palmaria del mal que asola al mundo: la ausencia de una
relación viva con las potencias espirituales que dominan todo lo presente. Hay
un anhelo profundo en las personas de las sociedades opulentas que les hace
sentirse vacías y profundamente insatisfechas, a pesar de disponer de todas las
necesidades materiales cubiertas. Esta situación de crisis de Sentido, desde
luego, no es nueva en la historia de la humanidad. Sucedió en la época de la
Roma imperial con los excesos de los emperadores y emergió entonces el símbolo
de Cristo, el Mesías, (entre otros redentores, como Orfeo, Attis o Mitra)
enviado por Dios para la redención de la humanidad. Hoy nos hallamos en una
situación similar y se hace necesaria una nueva relación con el Símbolo que
renace en la profundidad. Precisamente es en el alma, en esa Realidad desechada
por la mayoría de los científicos académicos, en donde tiene lugar el
renacimiento de Dios. El descubrimiento de la auténtica vocación implica saber
que es Dios quien se expresa en nuestra vida, incluso en el absurdo de una vida
sin sentido como la que viven la inmensa mayoría de los contemporáneos. Supone
un darse cuenta de que Dios se mira a sí mismo a través de la consciencia del
hombre que realiza su vocación de un modo auténtico. Y es precisamente el
encuentro con la Presencia que habita en el alma, el despliegue de la vocación
auténtica, lo que produce una verdadera sanación.
28/06/2017