TRATAMIENTO
EN LAS PSICOPATÍAS. ACTITUDES A EVITAR.
Jose González
Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.
En este ensayo que
escribo hoy para Psicología profunda y Espiritualidad me voy a centrar en un
asunto que adelanté en un artículo anterior. Se trata de ciertas actitudes adoptadas
por algunos profesionales de la salud mental alrededor de la psicopatía
subclínica o adaptada, comprensibles por la dificultad que entraña entender
este trastorno, pero no por ello menos erradas.
La primera de las actitudes que he
encontrado en el ejercicio de la profesión de psicólogo y terapeuta ha sido la
de algunos psiquiatras (y psicólogos),
tanto en el ámbito de la salud pública, como en la práctica privada: valiéndose
de sus títulos correspondientes (doctores en psiquiatría o psicólogos clínicos)
se consideran autorizados para tratar
a pacientes que han sido parejas, amigos, hijos/as o compañeros de trabajo de
psicópatas o narcisistas sin la más
mínima experiencia. Sin embargo, dada su inexperiencia en el trastorno y el
desconocimiento de sus consecuencias sobre la consultante y su familia, han
llegado a cometer graves errores en el diagnóstico y en el tratamiento, con
consecuencias muchas veces irreparables.
Por ejemplo, uno
de los errores más frecuentes consiste en pasar por alto información
valiosísima que la pareja de un psicópata trasmite al profesional cuando
acompaña a su hijo/a a la consulta. El niño/a presenta síntomas de ansiedad y/o depresión y la madre
o el padre le explica al profesional que su pareja manipula, engaña e intenta
lavarle el cerebro a sus hijos. El profesional, que no tiene experiencia con
este tipo de personajes, pensará que se trata de una reacción del hijo ante un
conflicto de pareja, y que la madre exagera o, en el peor escenario, que se
encuentra frente a un posible Síndrome de Alienación Parental (SAP), por lo que
su diagnóstico será de ansiedad/depresión y le recetará el psicofármaco
correspondiente sin más indicaciones. Sin embargo, no ha atendido adecuadamente
a las señales de desesperación que la madre o el padre le está trasmitiendo,
malinterpreta o desoye cuanto le habla sobre la terrible situación a la que
está sometido tanto el niño/a, como la madre o el padre, causantes reales de
los síntomas que presenta. La madre se marcha de la consulta con su hijo/a
sintiéndose desoída, desatendida y desprotegida por una inadecuada intervención
terapéutica.
Los hijos de psicópatas están expuestos a un
ambiente y a una cultura psicopática que se caracterizan por una terrible
tensión y una constante manipulación y lavado de cerebro que, de no ponerse
ningún remedio, acabará con el colapso de las defensas psíquicas y la
introyección de las ideas del psicópata en la mente del niño/a. Algo que el
profesional sin experiencia desconoce por completo.
Por lo dicho
recomendamos que los profesionales de la salud mental se formen en la psicopatía/narcisismo
y que, en caso de duda, deriven el caso a otros profesionales lo antes posible.
Otra actitud que he encontrado con frecuencia
consiste en la negación de la existencia
del mal personificado en los/as psicópatas. Muchos profesionales sencillamente
se niegan a creer que este tipo de personalidades existan. Sin embargo, esta
actitud es quizá la más irresponsable de todas, especialmente en profesionales
de la salud mental, porque les incapacita para detectar los efectos
devastadores que un psicópata (y un narcisista) provoca en su entorno inmediato
y, por supuesto, la implementación de un tratamiento adecuado. Estos profesionales
pueden estar perfectamente capacitados para el diagnóstico y el tratamiento de
otros trastornos o, incluso, para una psicoeducación vocacional, ahora bien
presentan un punto ciego para todo aquello que se relacione con la psicopatía. De
ahí que nuestra recomendación, tanto para el terapeuta como para el paciente,
es que este acuda a un profesional que tenga experiencia en la psicopatía. Yo mismo he
tenido que aprender a decodificar ciertas señales y a interpretar otras que son
"típicas" de una persona que está bajo el yugo y la influencia de un
psicópata o de un narcisista maligno en el ejercicio de la profesión.
Tanto en el
caso de los profesionales que se consideran capacitados para tratar a pacientes
que giran alrededor de un psicópata sin tener experiencia ni conocimiento, como
en aquellos que niegan (o no conciben) la existencia de este tipo de trastornos
mentales hemos observado que las consecuencias son parecidas: diagnósticos
equivocados y tratamientos desorientados. En ambos casos, por cierto, los psicópatas pueden provocar tal fascinación
en el profesional que, gracias a
sus grandes dotes de persuasión, inteligencia y encanto superficial, logran engañarlo y manipularlo hasta el extremo
de realizar un diagnóstico y un
tratamiento a la medida del psicópata. Las consecuencias negativas para el
entorno familiar de una intervención así pueden prolongarse durante años y llegar
a ser irreparables.
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