¿QUÉ DIFERENCIA A HOMBRES DE MUJERES A LA HORA DE ENAMORARSE?
José González. Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.
En el artículo que publico hoy para Psicología profunda y Espiritualidad voy a hablar de un tema especialmente polémico y sensible. Ruego al lector un poco de paciencia si en la descripción que hago no se ve del todo reflejado. He tratado de realizar una abstracción y una generalización sobre decenas de observaciones clínicas (y fuera de la consulta) que, como es natural, pueden no encajar totalmente con los casos particulares.
En mi labor como Psicólogo y terapeuta me doy cuenta del avance de una serie de ideologías que parecen ir dominando el panorama público, no sólo en España y en otros países sudamericanos, sino también en gran parte de Europa y, por supuesto, en Estados Unidos.
Esta extensión casi planetaria parece estar vehiculada, desde el plano objetivo, por una agenda política que emana desde organismos supranacionales como la ONU y la OMS, y que, como sucede con la normativa internacional, va "trasponiéndose" poco a poco al resto de países del mundo occidental.
Cuando esto sucede sabemos que en lo inconsciente colectivo hay un arquetipo que está constelado y que es el auténtico actor de estos cambios en la mentalidad occidental.
Como la consciencia del occidental moderno y postmoderno se ha diferenciado solo en el plano horizontal de la existencia, valga decir en el material, y parece haber experimentado un retroceso equivalente en el plano vertical o espiritual, las consciencias de la inmensa mayoría apenas sospechan hasta qué punto están siendo manejadas, como si de marionetas se tratara, por esas tendencias inconscientes a las que en psicología junguiana denominamos arquetipos.
Como la consciencia del occidental moderno y postmoderno se ha diferenciado solo en el plano horizontal de la existencia, valga decir en el material, y parece haber experimentado un retroceso equivalente en el plano vertical o espiritual, las consciencias de la inmensa mayoría apenas sospechan hasta qué punto están siendo manejadas, como si de marionetas se tratara, por esas tendencias inconscientes a las que en psicología junguiana denominamos arquetipos.
Por este y por otros motivos me veo ante la tesitura, cada vez más penosa, de tener que realizar una labor de psicoeducación en anatomía del alma. Las personas parecen haber olvidado qué significa ser hombre o mujer, qué significa ser humano en definitiva, y en un estado de confusión realmente peligrosa, construyen "castillos en el aire" sobre quienes son y por qué hacen lo que hacen.
Y lo hacen por cierto con una ingenuidad que corre pareja a la infantilidad en la que parecen haberse asentado miles de consciencias occidentales. Consciencias que deberían, aunque sólo sea por la experiencia de vida que debieran dar los años, saber más sobre cómo funciona el mundo y sobre quienes son y por qué actúan como lo hacen.
Por ejemplo, resulta cuanto menos patético, aunque a la postre es triste por el sufrimiento que provoca, comprobar día sí, y día también, cómo la cultura así llamada occidental parece estar asentada en una actitud que es propia de la etapa evolutiva adolescente. El mito de la eterna juventud permea todas las esferas públicas, haciendo que miles de mujeres sean adictas al Botox y a la cirugía plástica, en una lucha por "congelar el tiempo", en una batalla que desde luego está perdida de antemano, con un terrible miedo a afrontar la vejez y la muerte.
Y los hombres, al igual que sus pares, pasan decenas de horas en los gimnasios, no con la intención de realizar ejercicio físico para mantener su cuerpo en un estado de salud deseable, sino para mostrar un físico que se asemeje al de un adolescente, como expresión de esa adolescencia psíquica en la que parece haberse congelado su mentalidad.
Otra idea que en la actualidad está muy extendida es aquella según la cual la sexualidad se puede sublimar hacia la esfera espiritual. De hecho, hay personas que se consideran terapeutas "tántricos", aludiendo a la tradición espiritual India del Tantra en la que se realiza un trabajo de tipo trascendente a través de la sexualidad. Una idea que, si bien tiene un fundamento arquetípico, desde luego el modo en que se enfoca es, desde un punto de vista psicológico, bastante desafortunado por desorientado. Buena muestra de que la Espiritualidad y la Sexualidad, o mejor, de que Logos y Eros no son dioses que se puedan intercambiar lo hallamos en el “experimento” de la comunidad cuyo líder espiritual es conocido por el nombre de OSHO.
Los psicólogos junguianos sabemos que la diferenciación de la dimensión erótica en el proceso de individuación corre pareja con la constelación (activación y preparación para la emergencia en la consciencia) del arquetipo del anima negra.
La virgen negra, personificada en la tradición judeocristiana por la Reina de Saba o por la morena del Cantar de los Cantares, es el arquetipo presente cuando de diferenciar las dimensiones eróticas en el varón se trata.
Debo puntualizar aquí otra de las grandes diferencias en la psicología de hombres y mujeres: mientras que para la psique femenina apenas encontramos separación entre sexualidad y espiritualidad, puesto que para la mujer el cuerpo y el sexo, por tanto, son “espirituales “, para expresarlo de un modo sencillo, en la psique masculina la cosa es bien distinta.
En el varón la dimensión espiritual, el Logos, es un principio que tiende a regir su consciencia y, por lo general, se encuentra en una posición antagónica con el Eros, del que la consciencia masculina tiende a desconfiar. En sueños ambos principios se personifican bajo la forma de un ave (Logos, espíritu) y una serpiente (Eros, sexo). A veces, en algunas mujeres, el toro aparece en sueños y representa el gran falo que la persigue para someterla y fecundarla.
En psicología junguiana hablamos del arquetipo del anima cuando nos referimos a unos contenidos de lo inconsciente colectivo referidos a las dimensiones femeninas en una personalidad masculina.
En pocos trabajos de psicología junguiana se habla de la doble personificación del anima en el proceso de individuación masculino.
En sueños suele aparecer bajo el aspecto de dos mujeres con características diferentes. Por ejemplo, como una mujer Rubia y otra Morena ; como una mujer de raza blanca y otra de raza negra; etc.
El anima Rubia o Blanca personifica aquella dimensión o dimensiones de lo femenino que nutren, cuidan, alimentan y apoyan a la consciencia en su crecimiento y diferenciación de la Persona. Esto es de la adaptación al mundo: apoyo en la profesión, en el desarrollo de la Espiritualidad, la mejora y diferenciación de las funciones superiores de la consciencia, la faceta luminosa de lo divino.
El anima Morena o la Negra, a la que me refería anteriormente, es aquella que conduce a la consciencia hacia el tártaro, la bajada a los infiernos, al Hades griego, en lenguaje psicológico a lo inconsciente. El Eros es el mundo de esta anima, así como el encuentro con el mal y los aspectos oscuros, por tanto, de la imagen de Dios. El encuentro con esta anima le resulta penoso a la consciencia masculina, pues esta entra en contacto con las funciones inferiores.
Una manifestación particular de la Negra es lo que podríamos llamar el anima "lolita". En sueños puede aparecérsele a un hombre maduro bajo la forma de un súcubo joven, aniñada o adolescente, expresando el momento de máximo auge hormonal. Personificando la sexualidad sin objetivo reproductivo.
Por tanto, la Virgen o anima Negra, cuando se constela en la psique de un hombre, conduce a la consciencia a realizar un viaje al Hades, de la mano de Perséfone, y, cuando esto sucede, se produce un desarrollo, diferenciación y exaltación de la sexualidad sagrada, del principio del Eros.
Así pues, a diferencia de lo que sucede cuando se constela el anima blanca en una psique masculina, con la que es factible y oportuno emparejarse, formar una familia, y seguir un camino ascendente o de la mano derecha, con el anima negra lo adecuado es no casarse, ni por supuesto formar una familia. La sexualidad en este caso está dirigida hacia un telos (finalidad) de diferenciación erótica en el varón. Es el sendero de la mano izquierda; de ahí que en ocasiones hayamos dicho que el proceso de individuación conlleva aparejado una especie de tantra occidental.
Además de esta tendencia general que diferencia a hombres de mujeres en su modo de relacionarse, y de enamorarse, existen algunas diferencias fundamentales dependiendo del grado de diferenciación del anima/animus en ambos sexos.
Por ejemplo, una mujer con un animus en el primer estadio, que podríamos llamar el del héroe deportista, el motero, el culturista, etc., se siente atraída por hombres fálicos o testosterónicos, con un gran poder físico que además le hacen sentirse segura. La altura en muchos casos es también fundamental.
Habitualmente, y esto es común tanto en intuitivas como en sensoriales, aunque es más típico en intuitivas, a muchas mujeres en el primer estadio del animus les atraen hombres con grandes falos enhiestos. Muchas intuitivas, en el primer estadio del animus, pueden emparejarse incluso con hombres muy agresivos, con hombres primitivos y poderosamente fálicos.
En ocasiones, algunas mujeres intuitivas en el primer estadio del animus se quedan enganchadas con estos hombres fálicos y primitivos, del mismo modo que los varones intuitivos en los primeros estadios del anima son atraídos por mujeres muy voluptuosas a las que desean penetrar por todas sus aberturas practicables.
A medida que se va produciendo una diferenciación del animus, las dotes intelectuales, que también están presentes en el primer estadio antes mencionado, van tomando más importancia en aquello que valoran a la hora de emparejarse. Sin desaparecer del todo la atracción por el hombre fálico, si bien mucho más moderada.
En ocasiones, cuando la mujer tiene un animus poderoso con una fuerte tendencia espiritual, puede darse un conflicto entre la atracción sexual que les provoca un hombre fálico y el deseo que sienten por emparejarse con un hombre inteligente y con valores espirituales profundos.
Así como el animus en su primer estadio provoca en la mujer que esta se sienta atraída por hombres fálicos, el anima en el primer estadio provoca que el hombre se enamore de mujeres muy voluptuosas. Esto es especialmente así en personalidades intuitivas. Los sensoriales, aunque también se enamorarán por la vista, pueden valorar otros aspectos en sus respectivas parejas, como su capacidad de ser madres afectuosas y de crear una familia, y que posean una intuición que ellos no tienen.
Por cierto que las personalidades intuitivas se sentirán fuertemente atraídas por sus contrapartes sensoriales, y viceversa. Es el mayor pegamento posible y, al mismo tiempo, la mayor fuente de conflictos y dificultades en las relaciones.