Recientemente he recibido una serie de correos electrónicos de personas que se ponen en contacto conmigo, con la loable intención de colaborar en la resolución de "algunos de los grandes males de nuestra sociedad". Según parece, quienes así se expresan, creen haber obtenido "el método" infalible para resolver un determinado problema, o erradicar un concreto mal, y están deseosos de comunicárselo al mundo. Lamentablemente, para estas personas, y para quienes opinen del mismo modo, no hay métodos infalibles para ningún mal social, como la historia de la humanidad ha demostrado elocuentemente.
En una entrada anterior, ya me había referido al problema de la inflación, y de cómo ésta se reviste. En el caso concreto que acabo de describir observamos una especie de "complejo de mesías". Por eso, a quienes así piensen, les recuerdo que una de las máximas fundamentales de cualquier Psicoterapia que se precie (y, en general, de cualquier medicina que aspire a curar a un enfermo del alma) ha de tener presente que no se puede, si quiera, pretender ayudar a restablecer el estado de salud psíquica de nadie, si antes no se ha asistido uno a sí mismo; ¿con qué fuerza moral es capaz un psicoterapeuta, un psicólogo o un psiquiatra de aspirar a resolver los problemas y los conflictos que asaltan y asolan a sus pacientes, si antes no los ha enfrentado en su propio interior?
Desgraciadamente, conozco a demasiadas personas que procuran auxiliar a otros a sanar de sus neurosis, sin tener la necesaria experiencia previa. Y, lo que es aún peor, algunos incluso han sido incapaces de resolver sus propios conflictos interiores, reivindicando para sí la capacidad de ayudar a otros a resolverlos; ¿cómo es posible ayudar a alguien a sanar, si antes no se ha sanado uno a sí mismo? Para no hablar de quienes ni siquiera tienen nociones de Psicología, como es el caso de quienes me han enviado correos de carácter mesiánico. Antes de pretender salvar el mundo, más les valdría a algunos comenzar por "salvarse" a sí mismos.
Convertirse en una enciclopedia andante o una “craneoteca” ambulante puede que valga para alimentar la vanidad del ego y aparentar una gran lucidez mental, pero no sirve de nada allí donde es necesaria la experiencia. Nunca hay que olvidar que la cultura es el cultivo de la Madre, el laboreo de la Tierra, el sembrado de los surcos de la Gran Diosa, o sea, una suerte de penetración en la cueva/vulva de lo inconsciente y no la continuada compilación de datos. He ahí la diferencia entre información y cultura.
En una entrada anterior, ya me había referido al problema de la inflación, y de cómo ésta se reviste. En el caso concreto que acabo de describir observamos una especie de "complejo de mesías". Por eso, a quienes así piensen, les recuerdo que una de las máximas fundamentales de cualquier Psicoterapia que se precie (y, en general, de cualquier medicina que aspire a curar a un enfermo del alma) ha de tener presente que no se puede, si quiera, pretender ayudar a restablecer el estado de salud psíquica de nadie, si antes no se ha asistido uno a sí mismo; ¿con qué fuerza moral es capaz un psicoterapeuta, un psicólogo o un psiquiatra de aspirar a resolver los problemas y los conflictos que asaltan y asolan a sus pacientes, si antes no los ha enfrentado en su propio interior?
Desgraciadamente, conozco a demasiadas personas que procuran auxiliar a otros a sanar de sus neurosis, sin tener la necesaria experiencia previa. Y, lo que es aún peor, algunos incluso han sido incapaces de resolver sus propios conflictos interiores, reivindicando para sí la capacidad de ayudar a otros a resolverlos; ¿cómo es posible ayudar a alguien a sanar, si antes no se ha sanado uno a sí mismo? Para no hablar de quienes ni siquiera tienen nociones de Psicología, como es el caso de quienes me han enviado correos de carácter mesiánico. Antes de pretender salvar el mundo, más les valdría a algunos comenzar por "salvarse" a sí mismos.
Convertirse en una enciclopedia andante o una “craneoteca” ambulante puede que valga para alimentar la vanidad del ego y aparentar una gran lucidez mental, pero no sirve de nada allí donde es necesaria la experiencia. Nunca hay que olvidar que la cultura es el cultivo de la Madre, el laboreo de la Tierra, el sembrado de los surcos de la Gran Diosa, o sea, una suerte de penetración en la cueva/vulva de lo inconsciente y no la continuada compilación de datos. He ahí la diferencia entre información y cultura.
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