viernes, 29 de noviembre de 2013

HACERSE CON EL SUFRIMIENTO


El pasado día 24 de abril, miércoles, a las 19.30 horas, tuvo lugar la conferencia de Enrique Galán Santamaría, bajo el título de Hacerse con el sufrimiento, en el ciclo de conferencias "Encuentros con lo sutil" organizados por Javier Esteban en el Centro Conde Duque de Madrid.

Enrique Galán Santamaría es psicoanalista. Formado en psicoterapia por diferentes escuelas es un reconocido profesional y un experto en la obra de Jung. Hombre de cultura, sus investigaciones y trabajos han destacado en diversas áreas.

Ha sido analista didacta y supervisor de la International Association for Analytical Psychology (1992-1998). Miembro fundador de la Sociedad Española de Psicología Analítica (1987), Secretario (1987-1992) y Presidente de la misma (1994-1998). Miembro fundador de la Asociación Transpersonal Española (1992). Miembro fundador de la Fundación Carl Jung de España (1993), primer Presidente (1993-2002; 2005-2007) y Vicepresidente (2012). Coordinador de la edición de la Obra completa de Carl Gustav Jung (Trotta Ed. 1999 s.) entre 1996 y 2006.

Editor y traductor de importantes obras de psicología, es colaborador en diversos libros colectivos y múltiples publicaciones, e imparte habitualmente cursos, seminarios y conferencias.

A continuación os dejo el texto de su conferencia, publicado originalmente en la web de la Fundación C.G.Jung de España.

Estamos convocados en este paradisíaco entorno para tratar de un asunto, tan conocido como complejo, bajo el título “El escándalo del sufrimiento humano: cómo y quiénes lo fabrican”. Esta formulación nos obligaría a considerar sólo el sufrimiento escandaloso, esto es, ilegítimo, del cual pudiéramos situar con claridad, además, sus fuentes inequívocas y su génesis voluntaria. Según esta interpretación, deberíamos hablar únicamente de ese sufrimiento contingente, cuya autoría precisa nos permitiría tal vez una acción racional que lo evitara o compensara. En una palabra, hablaríamos del sufrimiento como objeto jurídico, referido al ámbito público de la experiencia individual, o en algunos casos como objeto médico, centrado en el dolor, ambos profusamente formalizados a partir de una abundante casuística.

Para la psicología, el sufrimiento es un dato fundamental en la constitución del sujeto, y su formalización u objetivación es terriblemente más compleja que en el Derecho y la Medicina. El sufrimiento está por doquier, tiene fuentes diversas, no siempre claras, y quien lo provoca, voluntaria o involuntariamente, coincide no pocas veces con quien lo sufre. Señalar algunos puntos evidentes de este entramado será mi tarea en las páginas que siguen.

Formas y contenido del sufrimiento

Conviene señalar, de entrada, que el sufrimiento es un estado subjetivo. Se experimenta individualmente según los significados que esas sensaciones tengan para cada cual. Exagerando un poco, puede decirse que sufrimos por cualquier motivo, independiente de poderlo comunicar o compartir. Incluso tenemos indicios de un sufrimiento inconsciente, que sólo podemos inferir tentativamente y de forma incierta. Por lo tanto, la objetivación del sufrimiento, por mucho que todos tengamos noción vivencial de su naturaleza, resulta de una complejidad sin cuento y debemos conformarnos con establecer algunas notas características, casi de sentido común, que sirvan como una red conceptual para delimitar el fenómeno.

En términos muy generales, el sufrimiento es todo malestar experimentado individualmente -aunque sea compartido. Como tal estado, es un proceso dinámico al que subyace la dialéctica entre bienestar y malestar en la biografía personal. Así pues, para entender las distintas presentaciones del sufrimiento resulta útil referirse también a las diferentes formas de bienestar que se le oponen y con las que alterna. En cuanto a la valoración negativa de ese mal-estar, implica un sujeto capaz de establecer juicios de valor, es decir, usar la función sentimiento.

Teniendo en mente el sufrimiento como estado psíquico que el individuo significa negativamente en función de sus vivencias de bienestar, he diferenciado cinco niveles experienciales que intentan ordenar la diversidad de los fenómenos caracterizados por el par bienestar/malestar. Esta delimitación quiere abrazar el conjunto de las formas del sufrimiento para situarlo en una lógica, específica para cada una de ellas, y en sus diferentes significados. Tales niveles son los siguientes:

1 – Cuerpo. Aquí se experimentan las sensaciones correspondientes al par placer/dolor

2 – Alma. En este nivel, el par correspondiente es serenidad/aflicción

3 – Espíritu. En este ámbito, el par viene definido como éxtasis/tormento

4 – Relación con el otro, expresada en los polos comedia/drama

5 – Relación con el Otro -orden simbólico-, al que corresponde el par verdad/tragedia.

Evidentemente, se trata de un artificio metodológico, discutible desde muchos puntos de vista, que sirve para establecer el contenido del sufrimiento, es decir, la representación que nos hacemos de su razón. Puedo así tener un dolor inobjetivable, como en la histeria o la hipocondría, vivir un drama interior sin relación externa o experimentar el tormento más allá de una agresión inquisitorial. Los contenidos, las representaciones emocionales, constituyen precisamente el objeto psíquico. En palabras de Jung, “la imagen es alma”. El sufrimiento se lidia aquí, en el lugar de la representaciones, cargadas de significados y emociones, que pueden ser diferenciadas y comprendidas. La atención cuidadosa al sufrimiento nos permite captar en profundidad nuestra posición ante la vida y, en el caso de verla infructuosa o inviable, transformarla en el sentido que nos señala nuestro propio carácter, aquello que somos desde el nacimiento, nuestra individualidad, retomando así el bienestar que se desprende de la adecuación a nuestra naturaleza propia.

El sufrimiento se revela un componente tan esencial de la vida como el bienestar, y su economía en la maduración psíquica es innegable. Basta pensar en la necesidad de experimentar el dolor físico para curar las enfermedades, o en la oportunidad que representa la aflicción para tomar decisiones liberadoras, o cómo el tormento se halla detrás de muchas reflexiones. Sin olvidar la evidencia de que el drama da forma a toda biografía singular y la tragedia a toda andadura colectiva. Sirva esta pincelada para recordar que el sufrimiento cumple varias funciones importantes, como establecer la objetividad y acicatear la creación humana, por ejemplo, y que su importancia depende del momento biográfico e histórico del individuo.

Todo sufrimiento es consecuencia de la frustración, sea de una necesidad, una demanda o un deseo, por usar los conceptos tan útiles de Lacan. Sabemos de las necesidades humanas -físicas, psicológicas, relacionales-, de los deseos construidos entre el ser y el no ser, de las demandas tantas veces imposibles de colmar. Así pues, encontramos diversas fuentes del sufrimiento, diversos tipos de sufrimiento (real, simbólico, imaginario, respectivamente), diversos abordajes, diversas conclusiones…

El estado psíquico que llamamos sufrimiento es en su aspecto emocional estrictamente individual, pero en lo que tiene de juicio de valor remite a la relación humana, pues no hay significados individuales sin el complejo juego comunicacional y sentimental que supone toda relación. Puede incluso decirse que no hay psique humana sin relación humana -como no hay psique en general sin relación entre diferencias. La relación humana es por otra parte el fundamento de la humanidad de cada cual.

Hay múltiples tipos de relación, en un arco que va del instinto -nacimiento, apareamiento, autoafirmación, conocimiento- al espíritu -educación, colaboración, antagonismo, creación. En la realización concreta de esa miríada de formas de relación el individuo va estableciendo los significados con los cuales determinar el valor de una vivencia personal según el registro bienestar/malestar. En esa adscripción de valor se trenza la trama de la vida de cada cual.

Saber que toda relación humana, tan importante, es necesariamente conflictiva, con grandes dosis de ambivalencia, puede servirnos para comprender uno de los focos principales del sufrimiento que nos impele a madurar. Pues es enfrentado estos conflictos como el sujeto se ve obligado a pasar de la omnipotencia dependiente del niño a la libertad relativa del adulto.

Siguiendo a Castilla del Pino, podemos diferenciar tres espacios básicos de la conducta humana: íntimo, privado y público. Los sufrimientos íntimos, relativos a uno mismo, se extienden, más allá del dolor causado por una enfermedad, desde la soledad radical consecutiva a la incomunicabilidad de la experiencia, ya señalada por santo Tomás, pasando por la conflictividad interna entre ideales y limitaciones hasta llegar a sus formas patológicas, en las que un sufrimiento legítimo (necesario, madurativo) se desplaza hacia una ficción sintomática que dificulta su elaboración.

Los sufrimientos propios del ámbito privado toman la forma del drama. Sean los anhelos frustrados por la conducta del otro, el desequilibrio entre eros y poder en una relación o la confusión que producen las proyecciones psicológicas en las relaciones, estos sufrimientos presentan un más alto grado de objetividad que los íntimos por ser mayor el nivel de intersubjetividad. Intersubjetividad fundadora de objetividad y que resulta máxima en los sufrimientos correspondientes al ámbito público, como los originados por las catástrofes naturales, la política entendida como administración del miedo o la economía como dominio de los intercambios mediante el control del mercado.

A partir de estas notas, que sólo quieren refrescar cosas sabidas y señalar la complejidad que reviste el sufrimiento humano, me centraré en la relación que guarda el sufrimiento con el poder.

Poder y sufrimiento

La impotencia es nota característica del sufrimiento. Sufrimos porque nos vemos embargados por él, porque somos incapaces de conseguir una situación objetiva o subjetiva que nos libre de él. La búsqueda de esa situación libre de sufrimiento es el gran acicate vital -expresado en todo ser vivo- y cultural, pues gran parte de la creación cultural, de la técnica a la religión, es una lucha por el bienestar y contra el malestar. Conseguir el bienestar es precisamente una medida de nuestro poder.

Aquí conviene señalar la diferencia básica entre poder personal y el poder político. El poder personal se apoya en el autodominio y el poder político en el dominio sobre el otro. El poder político excede la esfera específica de la política y se ejerce en toda relación, para bien o para mal. La dialéctica entre estas dos formas de poder establece el grado de salubridad social. Tanto su identidad como su máxima contraposición son destructivas y fuente de sufrimiento, pues con ello se rompería la diferencia fundamental entre individualidad y colectividad que hace posible el despliegue del individuo a través de una progresiva diferenciación respecto de lo colectivo -consciencia colectiva e inconsciente colectivo.

He definido el poder individual como autodominio, es decir, la capacidad de articular y hacer concordar emociones, representaciones y actos en una conducta integrada internamente y adecuada a la situación exterior. El autodominio se consigue mediante la educación (alo- y auto-) y la capacidad de enfrentamiento con los conflictos internos y externos. Es decir, el autodominio implica creación y conocimiento de nuestro límites, de aquello que nos define, limitaciones tanto como posibilidades. En último término, el autodominio es la medida de nuestra libertad, ese conjunto de responsabilidades que asumimos en función de nuestra capacidad instrumental.

Por el contrario, el poder político, dominio sobre el otro, responde a otros criterios y da lugar a situaciones mucho más problemáticas que afectan específicamente a colectividades más o menos amplias. Mientras celebramos el poder político civilizador, en el cual el dominio toma las formas de la enseñanza espiritual -relativa al sentido- o técnica -relativa al acrecentamiento del bienestar-, no encontramos satisfacción alguna en la crueldad que suele acompañarlo en cuanto violencia contra la libertad individual. La complejidad histórica enseña que civilización y destrucción van a la par según una dialéctica que tantas veces se nos escapa.

Sentadas estas premisas, podemos volver a nuestro tema: cómo se relaciona el poder con el sufrimiento, cómo la impotencia experimentada en el sufrimiento se transforma en poder. Pues si bien es cierto que sepultados en el sufrimiento nuestra efectividad se reduce proporcionalmente, también lo es que al sufrir se define con mayor agudeza la verdad de nuestro bienestar, la imperiosa necesidad de recuperarlo. Sea un bienestar íntimo, relativo al equilibrio físico y psicológico que nos hace poderosos, sea el bienestar grupal o social, relativo al equilibrio político que permite vivir en paz.

Como todo individuo se encuentra inserto en una colectividad, las influencias recíprocas entre poder personal y político tienen un papel fundante en la dialéctica bienestar/malestar. Del mismo modo que nuestra impotencia personal puede desplazarse hacia el poder político -proyectar sobre el otro nuestra sombra-, la impotencia política puede desplazarse hacia el poder personal -cargar al individuo con las responsabilidades del grupo. En términos más positivos, del mismo modo que alimentamos al grupo con las responsabilidades individuales que asumimos para su mantenimiento, también extraemos del grupo las capacidades instrumentales que delimitan esas responsabilidades.

Sólo desde esta perspectiva optimista puedo abocarme a la lectura de la situación política actual, tal vez una mera adaptación temporal de la dialéctica entre destrucción y construcción que revela el despliegue histórico de nuestra especie. Y que hoy tanto como ayer nos vemos obligados a encarar. La postura individual que tomemos es crucial.

Sabemos que una de las causas objetivas del sufrimiento es la dominación ejercida sobre los demás, en cualquier terreno donde nos situemos. La dominación es siempre prepotencia, esto es, terror, también injusticia, es decir, mentira, y genera inevitablemente victimización, una gran fuente de resentimiento. Hoy conocemos al instante cuánta prepotencia hay en las acciones políticas y económicas de los poderosos, así como en las manipuladas relaciones personales y sociales, en aras de un poder político que no es muchas veces sino impotencia personal. Los resultados están a la vista de todos. En el ámbito internacional, las tensiones crecen ante la atónita mirada de las buenas gentes. En el personal, las relaciones se crispan en una competencia feroz por el poder de decisión, exiliándose Eros. Confío en que todo descenso de dominación amplíe el poder personal y tenga efectos saludables y creativos.

Si la dominación es causa del sufrimiento, la tiranía, basada en el miedo, es el ejemplo más claro de su utilización. Es difícil encontrar hoy una comunidad libre de tiranía. Explícita o implícita, está enseñoreándose de la política nacional e internacional, de la economía y de las relaciones humanas. Las amenazas militares, económicas o personales revelan que el autoritarismo crece a costa de la autoridad, hasta llegar a confundirse toda autoridad con autoritarismo. La tiranía se propone como objetivo la destrucción de todo poder personal y hace de la violencia su razón primordial. El sociópata es el abundante tirano menor que puebla nuestro tiempo, un tiempo cargado de terror gracias a nuestros mandatarios paranoicos y voraces.

La extensión de esta situación nos alerta sobre el crecimiento del totalitarismo. El totalitarismo no ha terminado con el hundimiento de los fascismos negros o rojos, representados paradigmáticamente por el nazismo y el estalinismo, sino que se encuentra por doquier. El progresivo despojamiento de la individualidad a la que asistimos es el primero de los signos, apenas velado por un aparente individualismo atroz. La razón instrumental se utiliza contra la verdad, como transparentan las decisiones económicas, políticas e incluso personales. El victimismo, por último, constituye el núcleo de la ideología terrorista dominante -todo agresor justifica su agresión como respuesta a una imaginaria agresión ajena, sea un Estado o un particular en la sombra. Tales fenómenos -ataques al individuo, a la razón y al inocente- están difundiéndose a escala planetaria, destruyendo individuos, culturas e incluso la propia biosfera.

Ante esta situación, ilustrada día a día por los medios de comunicación, nos vemos compelidos a pensar en las respuestas que podemos dar a este horror. Respuestas que ante la enormidad de tal horror siempre parecen insuficientes aunque posiblemente están en la mente de todos, pero que conviene intentar definir si queremos enfrentarnos al sufrimiento. Por mi parte, quisiera señalar los siguientes: en primer lugar, frente a la queja ante la situación, creo que conviene celebrar lo Real, atender a todo aquello que, natural o social, revela el orden de la belleza, delimitada sobre el fondo de su contrario. En segundo lugar, me parece fundamental calibrar el aspecto conflictivo, la dialéctica de los opuestos, que se da en todo fenómeno visible e invisible, en contra del intento pueril de salvar sólo el polo positivo del conflicto. Por último, considero que el conocimiento, el respeto y el amor deben primar sobre la ignorancia, la violencia y el odio. Según seamos capaces de realizar esta tarea nuestro sufrimiento será un lastre o un acicate.

Está demostrado que encarar el sufrimiento no hace al individuo pusilánime y resignado, sino despierto y confiado. La psicoterapia revela a diario, más allá de sus múltiples formulaciones de Escuela, que comprender el modo en el que los hechos que vivimos van asociados al sufrimiento es una vía de conocimiento de nuestros presupuestos, tantas veces mero tópico, de nuestras miserias, tan comunes, de nuestros límites, que en la alquimia en que consiste toda transformación psíquica, van revelando el punto en el cual el individuo se siente dueño de sí, uno con su sí-mismo, sujeto al Tao en el centro de su mundo de acción.

El poder experimentado por aquel que sabe transformar el sufrimiento en una verdad sobre él y sobre el mundo, una verdad penosamente ganada que alimenta a esa alma, no por invisible intangible, que constituye el lugar de nuestra experiencia, es básico. Ese poder, que funda la libertad de quien confrontado consigo mismo ha sabido retomar su camino, es el más necesario, a mi entender, en este mundo cínico donde la mentira no esconde su rostro. Un mundo que día a día nos bombardea con la imagen de seres colectivos incapaces de marcar su senda, sujetos a las condiciones económicas y a la tutela del Estado, cuando no esquilmados por él, en perpetua huida tanto de las condiciones saludables (a lo que llamamos turismo) como de las insalubres (definido entonces como emigración). Un mundo colectivo de individuos intercambiables definidos por un poder ajeno.

Creo que los poderes omnímodos políticos y económicos, de una crueldad en el pensamiento y la conducta altamente llamativa, se construyen a partir de esos pequeños renuncios individuales con los que cotidianamente nos vamos acomodando a un ambiente opresor para evitar el sufrimiento que rápidamente nos sale al paso cuando el exterior se resiste a materializar nuestros sueños. La resignación, aceptada por el mismo “realismo” que justifica cualquier tropelía, el “pesimismo” de quien sólo se fija en sus carencias y no en sus capacidades, el “relativismo” que esconde el miedo a la decisión y sus riesgos, la “patología mental” que demanda en la pastilla una cuota permitida de irresponsabilidad son el resultado de no atender a la simple verdad que nos dice que la vida no existe sin el fracaso y el sufrimiento, y que lejos de negarlos u ocultarlos, más nos vale verlos aparecer, no para llorar compungidos por nuestra mala suerte, sino para fortalecernos al enfrentarlos, esto es, comprenderlos (reflexionarlos e imaginarlos).

La comprensión, como antes decía, de los presupuestos a todo sufrimiento, es una caja de sorpresas. Tallado en la oscuridad, aparece nuestro verdadero rostro, nuestro real poder, si somos capaces de no cerrar los ojos cuando acechamos nuestra sombra. Al contrario de lo que pudiera pensarse, esa sombra no es nuestra enemiga, sino el espejo donde el yo ve su propia orgullosa enemistad hacia sí mismo. Comprender cómo uno mismo va sepultando su poder personal bajo capas de actitudes defensivas permite desvelar ese poder tan necesario. Un poder que, oculto y reprimido, proyectamos en los demás, a quienes creemos fuente de nuestra impotencia, alienándonos así en el poder político, que crece a costa del personal.

Cuanto más sepamos acerca de nuestro poder personal, expresado en tantas y tantas conductas cotidianas, y más comprendamos la relación que guarda con nuestro sufrimiento, más difícil lo tendrán los tiranos, pues no hay mayor miedo que el que uno se tiene a sí mismo.

Acerca del sufrimiento – Enrique Galán Santamaría


jueves, 28 de noviembre de 2013

COMPROMISO DE CORAZÓN (C.G.JUNG)

Recuperamos aquí un interesante documental realizado en 1986 y dirigido por donde se recogen imágenes y declaraciones de C.G. Jung y se entrevista a algunos de sus mejores amistades y a analistas junguianos como:
   
Marie-Louise von Franz
Barbara Hannah
Liliane Frey-Rohn    
Laurens Van der Post
Baroness Vera von der Heydt
C.A. Meier
Mary Bancroft
Joseph Henderson
Aniela Jaffé
Joseph Wheelright
Jane Wheelright
Heinrich Fierz
                                                              Hilde Kirsch    
                                                               Gerhard Adler
                                                               Michael Fordham
                                                               James Kirsch
                                                               Rudolph Niehus
                                                               Johanna Meier-Fritzsca
                                                               Toni Wolff
                                                               Dieter Baumann (Nieto de Jung y analista junguiano)
                                                               Tadeus Reichstein (Premio nobel de Química)

  Este vídeo de You Tube lo ha subido a la red el  Centro C.G. Jung Medellin:

El término Self con el que Jung designa al arquetipo del Sí-Mismo ha sido traducido aquí como "YO". El triángulo amoroso Jung-Toni-Enmma ocupa varios minutos.




La versión que dejamos a continuación ha sido subtitulada por el Centro Cultural Aztlan de Argentina.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

ASTROLOGÍA ¿Pseudo-ciencia o complejo sistema simbólico?

Durante mi adolescencia tuve la oportunidad de conversar con una astróloga profesional acerca del significado de la Astrología como herramienta para estudiar el carácter, así como el destino que el ser humano está llamado a realizar en esta vida. En aquel entonces, en un alarde de ignorancia e incompetencia, cuestionaba continuamente todos los argumentos que aquella astróloga, con mucha paciencia, me fue explicando. Tardé cerca de tres años en darme cuenta de los prejuicios que hacían presa de mí, y de que en el fondo aquello a lo que ella se refería me daba cierto resquemor, casi un temor a que lo que me estaba diciendo sobre mi personalidad (y tipología psicológica) fuese cierto.


Con el transcurso del tiempo, entrado ya en mis veinte años, me fui percatando de cuán certeras habían sido aquellas explicaciones que me había dado la astróloga, a quien tenía por una persona extraña, y cuyo enfoque me parecía infantil (mítico en el lenguaje de Wilber).


Pero cuando realmente comprendí los fundamentos de la Astrología, que comparé después con los que rigen en el I Ching y en otras mancias o artes adivinatorios, fue al experimentar la disolución de la máscara social, de mi consciencia identificada con el  espíritu de esta época, para quien la consciencia científico-racional era el único modo de conocimiento. Me vienen  a la memoria en estos momentos las palabras de C. G. Jung sobre la identificación de la consciencia individual con la consciencia colectiva: "No se puede jugar con el espíritu de la época, pues constituye una religión, más aún, una confesión o un credo, cuya irracionalidad no deja nada que desear; tiene, además, la molesta cualidad de querer pasar por el criterio supremo de toda verdad y la pretensión de detentar el privilegio del sentido común. El espíritu de la época escapa a las categorías de la razón humana. Es una inclinación sentimental que, por motivos inconscientes, actúa con una soberana fuerza de sugestión sobre todos los espíritus débiles y los arrastra. Pensar así es popular; y, por tanto, decente, razonable, científico y normal”.


No obstante, ya a mis veinte años, me había parecido de una arrogancia propia de un pensamiento adolescente esa pretensión del espíritu de estos tiempos, de la consciencia colectiva actual, de que la ciencia, esa expresión de la diferenciación de las funciones racionales del hombre, que ha llegado a un estado en el que se ha desligado de su fundamento arcaico, de esa alma del mundo o mundus imaginalis (Henry Corbin) a la que Jung ha rebautizado con el nombre de Inconsciente Colectivo Psicoideo, sea la medida de todas las cosas.


No se me ocurriría cuestionar ahora la importancia de esa diferenciación de la consciencia racional del sustrato inconsciente, que con tanto esfuerzo ha logrado su independencia. Desde un punto de vista mitológico, esto se puede expresar como un "matricidio", es decir, como un intento por parte de una consciencia patriarcal de aniquilar al fundamento del que la consciencia ha sido dada a luz. En cierto modo, esto se relaciona con un estado de la consciencia que podríamos denominar juvenil. No obstante, creemos que es importante hacer hincapié aquí en que no entendemos lo "mítico" como lo hace Wilber, ni mucho menos. De ahí los malentendidos que se repiten una y otra vez, cada vez que en el ámbito de la Psicología Analítica nos referimos a los mitos. El mito y lo mitológico lo entendemos de un modo semejante a como lo hace Joseph Campbell, Mircea Eliade, Herry Corbin, Erich Neumann, Karl Kereny, Gilbert Durand o C. G. Jung, entre otros. Simplificando mucho entendemos que representan patrones o pautas de comportamiento en el lenguaje de lo inconsciente, es decir, el lenguaje de los símbolos, que es el de la "naturaleza" del alma. En este sentido, la Astrología, que es también un modo simbólico de comprender esos mismos patrones (o leyes, como se las consideraba antes), y que nos habla de las características de aquello que ha sido dado a luz en un momento dado, permite comprender -hay otros medios simbólicos, por supuesto- cuál es la pauta o modo de expresión al que el individuo está "sujeto" o “circunscrito”. Todo ser humano, desde un determinado punto de vista, es expresión de un mito. Y la astrología, como otros sistemas simbólico-mitológicos, puede ayudarnos a comprender ese mito que nos habita y del cuál somos expresión. Desgraciadamente, la inmensa mayoría de las personas somos completamente ignorantes de ese "mito" o "pauta" que está antes (pre-racional) y después (trans-racional) del nivel racional, y que es el verdadero "dueño" de nuestro destino. Por ese motivo, creemos que el trabajo no reside en buscar descalificaciones a los sistemas simbólico-mitológicos, como hace la ciencia oficial en un despliegue de ignorancia sin parangón, sino en tratar de servirnos de ellos para conocernos mejor a nosotros mismos, y colaborar en el despliegue efectivo del mito que somos. Esto implica un DIÁLOGO, una relación dialéctica, entre la consciencia y lo inconsciente, entre la razón y el mito. Al parecer, en eso estamos de acuerdo, tanto aquellos que defienden el “modelo integral” de Ken Wilber, como los que nos dedicamos a la Psicología Analítica y a la Transpersonal. En lo que diferimos es en la importancia que concedemos a lo SUPRACONSCIENTE, a ese ámbito de la psique al que Jung ha denominado Inconsciente Colectivo Psicoideo o Psique Objetiva (no biográfica). Consideramos que la consciencia, en relación con lo supraconsciente, por más que se haya hipertrofiado en los últimos años, es una pequeña parcela en comparación con ese otro ámbito, que, por cierto, parece hallarse más allá de las categorías del espacio, del tiempo y de la causalidad. La física cuántica comienza, de hecho, a comprobar la existencia del fenómeno de la sincronicidad, y de esta idea de que, en ese ámbito subatómico, las categorías de espacio, tiempo y causalidad parece que no tienen aplicación. El enlace al vídeo que dejo a continuación, lo aclara bastante bien: Vídeo obtenido de la noticia Materia Oscura: El entrelazamiento cuántico.

 
 Y, además, entendemos que el viaje del héroe o el proceso de individuación, parece que comienza,  se dirige y culmina en un centro inmóvil que es el que mueve todos los hilos (el arquitecto de todo, el Sí-Mismo,  “Dios en nosotros” o el Rey del Castillo de diamante del que habla Teresa de Jesús en las Moradas), y ahí ya no hay imágenes. La consciencia es importante porque acompaña al proceso, que en sí mismo es autónomo, y sin su colaboración no podría hablarse de proceso de individuación. Parece como si Dios necesitara del hombre para hacerse consciente de Sí-Mismo. En otras palabras, según parece ese proceso circular, centrovertido, por el que el complejo del yo gira como la tierra alrededor del Sol, siendo éste último su centro regulador, necesita de la consciencia del ser humano para hacerse consciente de Sí Mismo. De ahí su importancia, que no pongo en duda en ningún momento. Lo que discuto es la preeminencia o superioridad que, según parece, se le concede a la consciencia racional, como si ésta última, que es precisamente hija de lo Inconsciente Colectivo o Alma del Mundo, estuviese por encima o más allá de aquello que constituye sus raíces y hasta el sustrato del que se alimenta (sin que la consciencia tenga la menor sospecha, al parecer). Sobre este mismo asunto, véase el ensayo de José Carlos Aguirre, acerca de Stanislav Grof, y cómo este último autor habla de una Consciencia Cósmica, como sinónimo de anima mundi (alma del mundo).  El paso siguiente sería considerar a la consciencia racional la hacedora del proceso, es decir, la creadora de todo. Y ese es un camino que conduce, en última instancia, a un peligroso endiosamiento, del que parece imbuido el espíritu de esta época.  Claro que el destino de Lucifer, al creerse igual a Dios, fue precisamente su Caída (la crisis financiero-económica que azota a los países “ricos” es una manifestación de esa Caída). Aunque, al mismo tiempo, ese atrevimiento de creerse igual a Dios, que, al parecer, es algo que sólo el ser humano puede llegar a experimentar, o sea, esa temeridad de igualarse a los mismos dioses, puede conducirle a alcanzar los más grandes logros y, al mismo tiempo, a provocar los mayores desastres. Pese a todo, incluso esto último pareciera estar regulado o contenido en el Plan divino. Aunque este ya es otro cantar. 

En otro lugar expresamos nuestra opinión, tanto Raúl Ortega como un servidor, sobre el proyecto atman Wilberiano, y en qué punto consideramos que había patinado. También expresamos la diferencia fundamental entre nuestra cosmovisión y la cosmovisión de Wilber. Básicamente, nosotros tenemos en cuenta tanto la parte inconsciente o a-racional, cuanto la parte consciente o racional, y tratamos de mantener un diálogo con esa alma del mundo a la que antes me refería; no compartimos la idea de Wilber del desarrollo espiral-lineal ascendente, porque comprendemos que las ramas del Árbol están conectadas con las raíces, y, por lo tanto, tenemos en cuenta tanto lo uno, como lo otro. El proceso de individuación, tal y como lo entendemos, supone un estar atento a las señales que lo Inconsciente Colectivo o Alma del Mundo (espíritu de las profundidades) le envía a la consciencia, a través de sueños, experiencias visionarias y, por supuesto, teniendo en cuenta ese otro principio a-racional que Jung bautizó con el nombre de "sincronicidad", y que es conocido desde muy antiguo.

De igual modo, considero que es una pretensión de una arrogancia que roza la megalomanía situar TODO lo que no esté en el nivel racional (me refiero aquí a lo simbólico, al ámbito de los mitos, de las leyendas y de todo producto de lo inconsciente), por "debajo" de la razón; y equiparar lo a-racional con la etapa mítica (en el sentido de una de las etapas por las que pasa el niño según Piaget) me parece el mayor de los desatinos. El lenguaje simbólico es una llave de acceso al Misterio, no algo personal que la razón pueda abarcar y explicar. Si así fuese, entonces hablaríamos de un lenguaje icónico. Por ejemplo, el símbolo de la Cruz, ese arcaico engranaje del que también habla simbólicamente el Tao, jamás podrá ser agotado en su interpretación consciente. Porque alude a un "otro", a un "algo", que es un Misterio.

Para los seguidores de Wilber, según parece, lo único que puede denominarse con justicia espiritual es lo transracional que, ¡vaya novedad!, se equipara con estados que se describen en la espiritualidad oriental pero que, y esto es muy curioso, culmina en el nivel de consciencia occidental ¿americano? Pero no me voy a meter en ese berenjenal. Porque está dentro del desarrollo natural de la consciencia que el yo consciente luche por separarse de la influencia poderosa que ejerce sobre él lo Inconsciente. Sólo después de que aquél haya adquirido una posición de firmeza, puede acceder a la siguiente etapa y atravesar el oscuro y terrible umbral que lo conduce al ignoto mundo de lo Inconsciente, sin que padezca un grave trastorno mental. Hasta que ese momento llegue, si es que llega, la consciencia necesita ir afianzando su posición y luchar contra lo que puede considerarse "pensamiento mítico", "superstición", etc. Es decir, el peligroso ámbito de la Madre (lo Inconsciente Colectivo). Y eso que el tránsito por el Reino de la Madre (por lo Inconsciente Colectivo Psicoideo), es decir, el viaje interior a la Luna, no es el final del Camino, sino una de las estaciones del viaje hacia el Eje del Mundo (la gran fuente).


miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL VIAJE INTERIOR, NUEVO CURSO.


El próximo 26 de septiembre del 2013 comienza un curso de 22 horas, repartidas en 11 jueves, en horario de 19:00 a 21:00 horas, que lleva por título EL VIAJE INTERIOR, y que impartiremos Maribel Rodríguez y un servidor (José Antonio Delgado).
 
Después de haber impartido en la Universidad de la Mística de Ávila, junto a Maribel Rodríguez, los cursos "EN BUSCA DEL ALMA PERDIDA" y, posteriormente, "LAS ETAPAS EN EL CAMINO INTERIOR", nos dimos cuenta de que había mucha gente interesada en los temas que abordamos. La afluencia de personas que vinieron desde diferentes partes de España, e incluso desde Inglaterra, fue el motivo principal de que decidiésemos realizar el curso que ahora os presentamos.


De manera que, aprovechando nuestra nueva andadura en el Centro Anthropos, que hemos inaugurado este mismo mes de septiembre, decidimos comenzar con un curso de iniciación que ampliara algunas de los temas que introdujimos en los cursos anteriores. Precisamente, porque los participantes en dichos cursos nos solicitaban reiteradamente que hiciésemos un curso más amplio y continuado, en el que pudiésemos profundizar en algunos de los aspectos que, dada la limitación del tiempo, sólo habíamos podido ordenar e introducir.


Os dejo información concreta sobre los temas que abordaremos, el lugar, horario, precio, etc. En este caso, a diferencia de lo que sucedía en la Universidad de la Mística, las plazas son limitadas a 15 personas, por lo que os recomendamos que si estáis interesados no dejéis la inscripción para el último momento.



Curso de 22 horas que impartiremos en Madrid, José Antonio Delgado y Maribel Rodríguez, sobre el proceso de autoconocimiento y de la búsqueda del Misterio en un camino introspectivo.

Tomaremos como referencias, fundamentalmente, el camino de los místicos, modelos psicológicos de tipo introspectivo y el proceso de Individuación de Carl Gustav Jung.
Se realizarán prácticas de técnicas de meditación que ayudan a la introspección y se mostrarán casos prácticos de imaginación activa.

Será los JUEVES de 19:00 a 21:00 desde el 26 de septiembre al 12 de diciembre de 2013.

El precio del curso es de 180 euros, con pago antes del 19 de septiembre, después 200 euros. Es un precio de promoción por ser el primero. Hay descuentos del 20% para estudiantes y parados. Se puede pagar en dos plazos.

ESTE SERÁ EL PRIMER MÓDULO DE UNA SERIE DE CURSOS DE PSICOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD

Para apuntaros podéis escribir a cursosespiritualidad@gmail.com

LAS PLAZAS SON LIMITADAS: MÁXIMO 15 ALUMNOS

Curriculum de los docentes:

- José Antonio Delgado González, experto en Psicología Analítica, graduando en Psicología, escritor y Licenciado en Ciencias Ambientales. Blog http://psicologiaespiritualidad.blogspot.com.es/
- Maribel Rodríguez, Médico Psiquiatra, Master en Psicoterapia, Experta en Logoterapia y en Hipnosis. Web: http://www.maribelium.com/

Lugar del curso: CENTRO DE TERAPIAS INTEGRADORAS ANTHROPOS, C/ Condes del Val 18, Bajo 1, Madrid. Metro Cuzco o Colombia.
 


Aquí tenéis el enlace al evento creado en facebook (pincha en el enlace).

lunes, 22 de julio de 2013

ENTREVISTADO PARA EL BLOG INTEGRAL DE GUNTHER EMDE

La semana pasada Gunther Emde publicó la entrevista que me hizo en su blog integral. Dejo a continuación dicha entrevista, que podéis ver también en el muy recomendable  blog de Gunther,  a quien agradecemos su amabilidad y su apertura.

El Blog Integral entrevista a José González

José González es psicólogo, terapeuta de orientación junguiana y escritor. 

Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad Europea de Madrid 
y graduado en Psicología por la UNED. 

Gunther Emde:  Hola José, antes que nada gracias por concedernos esta entrevista para los lectores de El Blog Integral. Mi primera pregunta se refiere a las experiencias personales que nos impulsan en ocasiones a plasmarlas en forma de ensayo o de novela. ¿Es este el caso de tu primera novela, "Encuentros en la oscuridad", publicada en 2007? Si así fuera, ¿podrías explicar alguna experiencia o cambio en la percepción de la vida que tuvieras en los meses o años previos?  


http://www.elblogintegral.com/2013/07/el-blog-integral-entrevista-jose.html
José: Gracias a ti, Gunther, por entrevistarme, y enhorabuena por tu blog. Con respecto a tu primera pregunta, entiendo que cada novela que escribo es un fragmento de mi propia vida interior. Desde mi punto de vista, la vida puede caracterizarse, algo que hizo ya Miguel de Unamuno, como una novela en curso o, como decía Jung, un mito en despliegue continuo. Mi primera novela, “Encuentros en la oscuridad”, la escribí en un completo aislamiento con respecto a la sociedad, casi toda ella de noche, y sumido en un estado de arrobamiento. Apenas tardé una semana en escribirla y, para serte sincero, gran parte del texto lo escribí al dictado de un “otro” al que, de hecho, he llamado daimon en la novela. Durante las dos noches en las que plasmé el grueso del libro, me sucedieron numerosos fenómenos extraños. Uno de ellos es realmente significativo. Mientras pensaba en lo que iba a escribir, salí a dar una vuelta en mitad de la noche. Un búho chico me sobrevoló, pasó por encima de mi cabeza, se golpeó con la pared de un edificio y cayó aturdido al suelo. Yo me aproximé a él, cogí una pequeña caja de cartón que encontré cerca de allí, lo introduje en ella como pude, me alejé del edificio en el que se había golpeado, abrí la caja y emprendió de nuevo el vuelo. Esta y otras experiencias extrañas me llevaron al convencimiento de que existe un mundo misterioso, ajeno a la consciencia diurna, que funciona de un modo autónomo. Gracias a esas experiencias, y a otras por el estilo, comprendí aquello a lo que Jung se refería cuando hablaba de lo inconsciente colectivo o, como lo denomina en El Libro Rojo, del espíritu de las profundidades.

G: Tu última obra "Al final del túnel", ¿podría explicarse en función de algo similar, o es algo diferente?

J: Sí, Gunther, “Al final del túnel” podría entenderse como una ampliación de las experiencias que viví cuando escribí “Encuentros en la oscuridad” y, al mismo tiempo, es la precuela de otro libro mío titulado “La hermandad de los iniciados”. Lo que diferencia “Al final del túnel” de mis otros libros es que intento representar, a través de un relato que narra la vida de un hombre moderno, cómo veo yo la situación espiritual en la que nos encontramos, y cuales son los conflictos que nos afectan, hasta cierto punto, a todos los que vivimos en este momento histórico; conflictos a los que debemos enfrentarnos, cada cual a su modo particular. De ahí que su prologuista, el Dr. Salvador Harguindey, clasificara “Al final del túnel” como novela psicológica, dentro del género iniciado por Hermann Hesse.

G: ¿Te consideras un escritor metódico o caótico? Ya sabes, los hay que escriben de 9 a 5, y otros sólo cuando lo permiten las musas...

J: Bueno, considero que tengo un poco de ambas características. Aunque, si las musas no acompañan, entonces prefiero no escribir y dejar que las ideas vayan madurando en mi interior. Normalmente, siento una gran actividad onírica e imaginativa poco antes de ponerme a escribir, y esa actividad me suele acompañar durante todo el proceso de elaboración de una obra. La lectura, investigación y recopilación de datos es la parte que me hace ser algo más “metódico”.

G: ¿Sigues haciendo pesas? Se te ve en forma.

J: Sí, hago ejercicio físico siempre que puedo. Practico pesas en un gimnasio, al que voy unas tres veces por semana. Sin embargo, el deporte que más me gusta es el montañismo y el senderismo, aunque también monto en bicicleta de montaña. De hecho, en el primer lugar en el que experimenté el efecto de los “arquetipos” fue durante una jornada de montañismo, en lo alto de una montaña. Allí, en plena naturaleza, rodeado de robles o pinos, me siento como “en casa”.

G: ¿Efectúas algún tipo de práctica espiritual? ¿Has tenido alguna clase de experiencias que puedan calificarse como espirituales?

J: Sí, aunque es un tema que mantengo en la intimidad. No obstante, lo que sí puedo decirte es que no separo mi vida espiritual de la ordinaria. Para mí, lo importante no es la “práctica espiritual” concreta que alguien lleve, sino la actitud que uno tenga ante todas las dimensiones de la existencia.

G: Tú eres un experto en Jung. ¿Opinas que Jung alcanzó la máxima cota de trascendencia (iluminación), o bien lo consideras, como hace Wilber, como una persona que tuvo importantes vislumbres de los estadios psíquico y sutil, pero que en ocasiones confundió lo pre-personal con lo trans-personal?

J: Bueno, para ser honestos, no podría afirmar con rotundidad si Jung, o menganito de tal, ha llegado a la cota máxima de la trascendencia. Para eso, habría que estar en una situación que contemplara la totalidad del destino de los hombres, y eso es algo que le corresponde a “Dios”. Dicho esto, en mi opinión, siempre condicionada por mi propia ecuación personal, considero que Jung ha sido un maestro espiritual, un iniciado en los misterios de la naturaleza, es decir, un gnóstico. La obra de Jung, pese a que ha habido bastantes personas que la han leído parcialmente, aún permanece desconocida para la mayoría. Especialmente, para los lectores de habla española. Y esto es así porque aún no se ha traducido toda su extensa obra al español. Así que, incluso los que llevamos muchos años estudiándole, hay partes de su obra que desconocemos. No obstante, hasta donde yo conozco, en Jung vemos dos facetas distintas. La primera es la del empírico, fenomenólogo y hermeneuta, que es tal vez la “más conocida”. Y una segunda, más íntima, más oculta si se quiere, en la que se mostraba sólo ante un grupo reducido de personas. A esta última faceta pertenecen sus últimos escritos, como El Libro Rojo, sus memorias y algunas de sus epístolas, entre otros. La lectura de la obra de Jung, especialmente esta última tan desconocida, requiere prestar mucha atención y, en mi opinión, haber recorrido o estar recorriendo el camino que él describe en sus textos. De lo contrario, se puede malinterpretar lo que él escribe, como les ha sucedido a Victor Frankl o a Ken Wilber, por ejemplo.



G: ¿Has leído "El libro rojo" de Jung? Si es así, ¿qué opinión te merece? ¿Crees que aporta algo que sea adecuado para el siglo XXI?

J: Sólo he leído parte de El Libro Rojo, aunque he sobrevolado la obra entera. Se trata de un libro incalificable e inclasificable, en el que Jung escribió, dibujó y pintó las experiencias visionarias que tuvo durante su viaje del alma. Cuando uno se adentra en su lectura se da cuenta de que es como si accediera a una catedral. Contiene multitud de imágenes simbólicas, de sueños, de textos polisémicos que resultan muy difíciles de comprender si no se lee despacio, pensando detenidamente, meditando y, sobre todo, contemplándolo a la luz de la propia experiencia personal. Esta última es la verdadera piedra de toque. Cuando te adentras en este magnífico libro, rápidamente acuden a la memoria otros textos de la literatura universal, como la Odisea de Homero, la Divina Comedia de Dante, el Así habló Zaratustra de Nietzsche, la Eneida de Virgilio, etc. Sin embargo, a diferencia de todos ellos, El Libro Rojo contiene la experiencia de una odisea del alma de un hombre contemporáneo. Eso es lo que le hace realmente significativo, y que contenga, en cierto modo, un mensaje “profético”, en el sentido de que descubre asuntos de gran relevancia para el hombre de nuestro tiempo. Es difícil sintetizar en unas líneas lo que aporta este libro al hombre del siglo XXI, y lo que diga siempre será erróneo por escueto y parcial. Máxime, teniendo en cuenta que no lo he leído entero con detenimiento. Pero, considerando estas limitaciones, yo diría que el mensaje de El Libro Rojo de Jung, para el hombre de esta época, es el siguiente: “El alma existe; es una entidad autónoma que habita en lo profundo del ser humano. La consciencia del hombre puede y debe entablar una relación dialéctica con su alma, si desea restablecer el equilibrio que la humanidad ha perdido con la supremacía del racionalismo patriarcal y su consciencia unilateralmente desarrollada. Ese viaje por el alma “culmina” en el renacimiento de la imagen de dios en el “interior” del ser humano, y supone, para el hombre, una completa transformación de su actitud hacia todas las esferas de su existencia: la vida, el mundo, la sociedad, las relaciones interpersonales, la naturaleza, etc., adquieren una dimensión simbólica (religiosa=religio=unido y ligado a Dios), es decir, sagrada.”

G: ¿Crees que la maduración personal sigue unas etapas definidas, después de los estadios descritos por Piaget? Me refiero a si crees que es posible algo así como la iluminación "de un solo salto", o bien hay que recorrer de forma ineludible unas etapas que son las mismas para todos.

J: Considero que el proceso de maduración personal pasa por diferentes etapas, en efecto. Y que esas etapas hay que experimentarlas, asimilando las vivencias a las que convoca. Ahora bien, hay que tener cuidado con las clasificaciones que la consciencia realiza de un proceso que es autónomo y que, por definición, las trasciende. Conocer intelectualmente las “etapas” que otros han descrito no significa que uno haya conseguido la “iluminación”. El Camino se conoce recorriéndolo. Y, si se hace así, uno no puede menos que recordar las palabras de Antonio Machado: “caminante, no hay camino, se hace camino al andar.” Si hay algo que el proceso de maduración tiene de característico es que el individuo accede a un territorio ignoto para su consciencia, y que, por más que otros hayan descrito ese viaje en etapas, éste siempre será único para él. Pongamos un ejemplo. Sabemos que hay ciertos motivos que se repiten en los sueños de los diferentes individuos y que, además, aparecen en los mitos, el folklore y los cuentos de las más variadas culturas. Sin embargo, nunca he conocido a dos personas que sueñen exactamente el mismo sueño, sin variación alguna. Y esto es así, porque la “ecuación personal” del individuo es única e irrepetible.



G: Volviendo a tu obra recién publicada, "Al final del túnel", ¿consideras que es imprescindible una inmersión en las penumbras del alma humana antes de poder vislumbrar la luz de la comprensión? ¿La evolución de una persona sería algo así como un "retroprogreso", por emplear un término de Pániker, es decir un constante avance hacia arriba y hacia adelante, y a la vez una profundización también cada vez mayor en el pasado, en las oscuridades de las heridas de la infancia, por ejemplo? ¿De qué forma se plasma todo esto en tu obra?

J: Sí, considero que es imprescindible una inmersión en las simas del alma humana, si quiere uno conocerse a sí mismo. Porque el hombre, por más que les pese a algunos, es un auténtico desconocido para sí mismo. Y, cuando empieza realmente a conocerse y atraviesa la epidermis de su consciencia, pronto se da cuenta de que en él hay un espacio interior que tiene vida propia. Una vida que la conciencia no ha producido y que, por lo tanto, tampoco puede controlar, ni manejar a su antojo. De ahí la importancia del silencio, del tener un espacio en el que apartarse del “mundanal ruido”, a fin de poder escuchar y contemplar esa vida que habita en nosotros. Si hay algo que le cuesta al occidental un trabajo ímprobo es el aprender a tener paciencia y permitir que las cosas se den por sí mismas, sin que el yo consciente interfiera en el proceso. Nuestra consciencia diurna está habituada a controlar y a manipularlo todo, para que las cosas se den de acuerdo a como ella lo ha planificado. Pero esta actitud es completamente errónea cuando lo que está en juego es el proceso interior.

Con respecto a tu segunda pregunta, el término de Pániker, “retroprogreso”, pienso que es muy acertado, porque hace justicia a esa paradoja que tiene lugar durante el proceso de evolución individual (y que también se observa en el grupal o en el social). El símbolo que suelo utilizar para ejemplificar el proceso de individuación, es decir, la evolución de la Conciencia (entendida esta como una Totalidad), es la imagen de un árbol. Precisamente porque en éste lo que está arriba y lo que está abajo, las raíces profundas y las ramas aéreas, está relacionado lo uno con lo otro. Y, en el símbolo del árbol hallamos las tres dimensiones en las que podemos dividir la Realidad: la aérea o el Cielo; la profunda o el mundo ctónico subterráneo; y el mundo intermedio. Por algo es el árbol una epifanía de Dios y, también, como símbolo del arquetipo de la Madre, el lugar en el que tiene lugar el renacimiento de la divinidad.



En toda mi obra puede rastrearse, como si de un hilo de Ariadna se tratara, ese “retroprogreso” al que se refiere Pániker. Y trato de hacerlo en un lenguaje sencillo, divulgativo, accesible a todo tipo de público. Así, por ejemplo, en mi última novela, “Al final del túnel”, describo este proceso a través de un relato heroico que, por cierto, está basado en hechos reales. Pero es heroico en el sentido de que describe un viaje que parte del mundo de la consciencia ordinaria, aquél en el que se desenvuelve a diario el hombre contemporáneo, y el protagonista se aventura hacia el ignoto mundo del alma, con las dificultades y los conflictos inherentes a esa odisea. Y, en ese recorrido, tiene lugar una experiencia de iniciación (=de muerte y renacimiento a la realidad del alma y sus arcanos), entre otras muchas sorpresas que el lector encontrará en sus 217 páginas. De ahí que el título del ensayo novelado que continúa la historia del protagonista de “Al final del túnel” sea “La hermandad de los iniciados”, puesto que en él describo las experiencias y las enseñanzas de una comunidad de monjes que han experimentado una iniciación, y que está dirigida por un Maestro o guía espiritual.

domingo, 7 de julio de 2013

"TERESA DE JESÚS". LA NUEVA FUNCIÓN DE TEATRO DE ISIDRO RODRÍGUEZ

  TERESA DE JESÚS



 

Continuamos en esta entrada proporcionando información sobre la nueva obra de teatro dirigida y escrita por el director ISIDRO RODRÍGUEZ. 

El texto que os dejo a continuación corresponde al dosier de la obra que me ha proporcionado Carmen González, una de las colaboradoras de ISIDRO RODRÍGUEZ, a quien agradecemos su deferencia. 





"En los finales del Siglo XV, en 1492, el 12 de Octubre, Cristóbal Colón desembarca y descubre un nuevo continente, América.

El mundo se agranda y se abre en pos de nuevos  horizontes.

Meses antes, el 18 de agosto del mismo año, se publica la primera edición de la Gramática de la Lengua Castellana, de Antonio de Nebrija. La evolución del lenguaje observa unas normas que sientan las bases de la consistencia de nuestra lengua.

En el año 1.500, el 24 de Febrero, nace Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, Rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña; duque titular de Borgoña y archiduque de Austria.

Cuando el Emperador de casi todo el Orbe, cumple quince años, nace en Ávila, Teresa de Cepeda y Ahumada, el 28 de Marzo de 1515. 

El universo evoluciona con gran rapidez, se ensancha el conocimiento y se demuestra que la tierra es redonda y gira alrededor del sol.

El Siglo XVI es llamado en España el Siglo de Oro de las bellas letras. Entre otras narraciones, Teresa de Jesús, escribe “El libro de la vida”, “Castillo interior o las Moradas” “Poesía”, “Libro de las Fundaciones” “Camino de perfección” y un epistolario de más de cuatrocientas cartas Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de una numerosa familia de judíos conversos, cumple quince años y vive una intensa controversia interior, en aquellas tierras de Castilla sufriendo épocas de gran sequía y fiscalizada para pagar los tremendos impuestos que sostienen tan extenso dominio por parte del Emperador Carlos I de España y V de Alemania. 

 
Son muchas las motivaciones que incitan a poner sobre la escena la peripecia vital de Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de padres judíos conversos.

En principio y como inicio, encontramos la perfección en la escritura donde se mezclan, magistralmente, la poética y la lirica con un fondo intenso en la fe inquebrantable hacia Dios.

Detrás de las letras está la historia, el movimiento humano en expansión, la jerarquización de los monarcas del Estado y de la Iglesia. 

Teresa de Jesús, obediente y rebelde, lucha contra las injusticias, se opone a decisiones arbitrarias que fomentan la desigualdad en la sociedad. Es una revolucionara de aquella época porque toma como base su fe y se enfrenta a todos los estamentos que entiende que se alejan de los principios de humanidad y luchan por el incremento patrimonial.
 
Su misión prioritaria es fomentar la fe y crea Fundaciones en diversos lugares de España, con la idea clara que han de ser creadas con el propio esfuerzo de su Congregación, negándose, salvo pocas excepciones, a recibir ayudas de gentes y familias poderosas e incluso de la propia Iglesia.

El encuentro con San Juan de la Cruz, es vital, como lo es para los dramaturgos contemporáneos. Bucear en las miles de páginas, de estos dos imprescindibles autores de los más hermosos versos que se hayan compuesto en toda la literatura universal es un ejercicio imprescindible para entender el valor actual de la poética, la mística y la espiritualidad.

Si supiéramos luchar como lucharon ellos por su ideal, las injusticias, el hambre de millones de personas, las diferencias sociales, no nos dedicaríamos a destruir el mundo que nos soporta. Seríamos más solidarios, más humanos y gozaríamos compartiendo y no negando."