Recuperamos un texto,
escrito por Enrique Galán Santamaría, sobre la traducción del libro de C. G.
Jung, "Aión. Contribuciones al simbolismo del sí-mismo". Interesante
por la síntesis que D. Enrique realiza de esta obra fundamental de C. G. Jung,
e importante porque apunta ciertos errores lamentables en la traducción al
español de este nuevo volumen de las Obras Completas de C. G. Jung.
Al estudioso de las obras de C.
G. Jung este tipo de errores de traducción le son especialmente penosos, porque
le obligan a tener que realizar un doble trabajo de búsqueda y revisión de
términos en diccionarios y/o en textos antiguos, dada la poca fiabilidad del
texto traducido. Errores parecidos hemos encontrado nosotros en algunos textos
publicados por la Editorial Kairós, como
por ejemplo en el libro de David Peat, "Sincronicidad. Puente entre materia y
espíritu", donde se confunden los términos "sincrónico" y
"sincronístico" o se traducen los términos "sensación" por
"sentimiento", por mencionar sólo dos de los más flagrantes. Parafraseando
a Enrique esperemos que tanto la Editorial Trotta, como la Editorial Kairós, tan loables por muchas razones que exceden ampliamente
la temática junguiana, no se permitan estos desfallecimientos.
Estructura del sí-mismo
Estructura del sí-mismo. C.G. Jung. Aion. Contribuciones al simbolismo del sí-mismo. Trad. C. Martín. Obra completa, vol. 9/2. Trotta Ed. 2011. 322 páginas.
En una feliz coincidencia, el volumen 9/2 de la Obra completa (OC) de
Jung, que viene publicando desde 1999 la Editorial madrileña Trotta, ha
llegado a nuestras librerías el mismo año que El libro rojo de C.G Jung (El hilo
de Ariadna, Ed.). Porque si hay algún libro científico del psiquiatra suizo
relacionado con ese trabajo suyo de imaginación activa es este texto
fundamental que constituye una monografía sobre el sí-mismo. Ambos tratan
de la problemática surgida en un mundo post-cristiano y ofrecen una
respuesta a la desesperación del individuo desarraigado de su orden simbólico
y anegado por la ideología estadística de ese hombre-masa conocido hoy como
‘consumidor’: autoconocimiento, contacto con los “símbolos instrumentales”
(cuentos populares y dogmas religiosos) e individuación (diferenciación e
integración de los contenidos psíquicos).
Evidentemente, hay muchas variaciones entre una obra y otra. El libro
rojo, compuesto entre 1913 y 1928, tiene un carácter privado y se presenta
como un experimento psicológico con el cual Jung pone a punto su
metodología de la imaginación activa. Por el contrario, Aion, publicado en
1951, es una investigación sobre la progresiva delimitación del ánthropos
dentro del eón cristiano —con su tensión Cristo/Anticristo y la enantiodromía
renacentista—, estudiado empírica e históricamente a través del símbolo del
pez y el signo astrológico de Piscis, contexto cosmológico del cristianismo.
Jung concibe el espíritu post-cristiano como “un verdadero antimimon
pneuma, un pseudoespíritu compuesto de arrogancia, histeria, indefinición,
amoralidad criminal y terquedad doctrinaria, un generador de mercancías de
pacotilla, pseudoarte, balbuceos filosóficos y engaños utópicos, que sólo
sirven para alimentar a gran escala el hombre masa de hoy” (§ 67).
Congruentemente, denuncia “el materialismo, el ateísmo y otros sustitutos,
que se expanden como epidemias. […] El ateísmo materialista constituye con
sus quimeras utópicas la religión de esos movimientos racionalistas que dejan
en manos de la masa la libertad de la personalidad y, de ese modo, la
extinguen” (§ 170). Pues “donde domina el materialismo racionalista, los
Estados se convierten menos en prisiones que en manicomios” (§ 282). Un
discurso políticamente conservador que da en el blanco al señalar el
empobrecimiento espiritual de la sociedad occidental.
Nuestro autor no se deja engañar, y como descubrió en esa
confrontación con su inconsciente que es El libro rojo, “hay que hablar de
Cristo, porque es el mito todavía vivo de nuestra cultura. Es nuestro héroe
cultural que, independientemente de su existencia histórica, encarna el mito
del hombre divino primigenio, del místico Adán” (§ 69). Por el contrario, “el
paganismo primitivo, […] con la forma económica que le es propia, la
esclavitud, ha podido apoderarse de nuevo de gran parte de Europa” (§ 273).
Jung escribe cinco años después del final de la II Guerra Mundial, con una
Europa dividida bajo el dominio de dos potencias opuestas: el totalitario
estalinismo ruso, iniciado ya en su estela el horror maoísta, y el imperialismo
depredador del capitalismo estadounidense, dominante internacionalmente a
partir de entonces.
La complejidad del asunto y la metodología junguiana propia de su
etapa alquímica hacen imposible resumir el contenido de esta obra. Sí puede
señalarse que los cuatro primeros capítulos presentan la versión acabada de
sus conceptos cardinales ‘yo’, ‘sombra’, ‘sicigia ánima/us’ y ‘sí-mismo’. Y que
el último, el capítulo 14, se ocupa específicamente de la estructura y dinámica
del sí-mismo tal como se manifiesta empíricamente en sueños, visiones e
imaginación activa. Jung confía en “haber establecido algunos fundamentos
históricos y conceptuales” (§ 284), entre los cuales se encuentra tratar del
“destino del hermetismo, que, si no se tiene en cuenta a la moderna psicología
de lo inconsciente, sigue siendo un libro cerrado con siete llaves. Pero este
libro tiene que abrirse de una vez, si queremos de otra manera llegar a
comprender la situación espiritual presente, pues la alquimia es la madre de
los esenciales contenidos mentales y del pensamiento sustancial de las
modernas ciencias naturales, y no la Escolástica, a la que en lo esencial sólo
tenemos que agradecer la disciplina y el entrenamiento del intelecto” (§ 266).
Afirma que si “la Mater Alchimia, […] en los siglos XVI-XVII, alumbró la era
de las ciencias naturales, […] su auténtica esencia procede de los sistemas de
los gnósticos” (§ 267) en el alba del cristianismo.
Planteamientos que adelanta Jung en el prólogo de este libro al señalar
que “mi investigación trata de enfocar, por medio de los símbolos del símismo,
cristianos, gnósticos y alquímicos, la transformación experimentada
por la situación psíquica dentro del ‘eón cristiano’” [p. 3]. Una situación
psíquica referida al dilema Cristo/Anticristo y al surgimiento del Anticristo al
final de los tiempos. Considerando a Cristo como símbolo del arquetipo del
sí-mismo, Jung se esfuerza en delinear el aspecto de complexio oppositorum de
este último, oponiéndose así a la visión cristiana ortodoxa de un Cristo
exclusivamente bueno, con el ánimo de integrar a ese Anticristo, su sombra.
Para conseguir este objetivo se refiere a la diversa imaginería
integradora que presenta su estructura: geométrica —círculo, esfera,
cuaternidad, cruz, es decir, mándalas—; algebraica —grupo 3+1, relación 3x4 y
axioma de María (3:4)—; natural —montaña, mar, flor, árbol, cristal—; social
—ciudad, castillo, iglesia, casa, habitación, recipiente, rueda—; animal
—elefante, caballo, toro, oso, ave blanca y negra, pez, serpiente, tortuga,
caracol, araña, coleóptero—; humana —figura humana superior al soñante,
viejo sabio o madre ctónica, falo—; metafísica —demon, lapis.
En cuanto a su dinámica, el sí-mismo toma la forma de cuaternidad de
pares de opuestos —cuaternio de Moisés, cuaternio de los ríos del paraíso—;
serpiente —uroboros—; árbol —despliegue natural— y proceso de
ascenso/descenso. Es decir, el sí-mismo “no es una mera magnitud estática ni
una forma insistente, sino que es también un proceso dinámico, […] una
fuerza actuante” (§ 411). Esta visión energetista del sí-mismo permite pensar
en “una coincidencia final de los conceptos físicos y psicológicos” (§ 413). La
noción de sincronicidad, coincidencia de sentido de fenómenos materiales y
psíquicos no conectados causalmente, será la vía para investigar y establecer
dicha vinculación conceptual entre física y psicología. Jung publicará un año
después su monografía al respecto (OC 8, 18).
En suma, Aion (1951) ofrece la versión final del concepto junguiano de
sí-mismo, como Mysterium coniunctionis (1955-56) es la presentación más
acabada del proceso de individuación, la realización consciente del sí-mismo.
Estos dos títulos sintetizan y contienen así el pensamiento de madurez de
Jung.
Sobre la traducción en 1986 la Editorial Paidós publicó una primera traducción a nuestro idioma de Aion, debida al filólogo Julio Balderrama, quien salió airoso del
reto. Aunque se trata de la traducción del volumen 9/2 de las Gesammelte
Werke, su edición no sigue los criterios propios de la Obra completa. Que sí
debían haberse utilizado en esta nueva traducción, según fueron fijados en su
día por el Comité Científico de la Fundación Carl Gustav Jung de España y
puestos en práctica en la edición de los volúmenes publicados entre 1999 y
2006 (1, 15, 4, 10, 14, 9/1, 8, 12 y 16).
Carlos Martín, el traductor de este volumen 9/2, lo es también del
volumen 10 (2001), de un estilo muy diferente, aunque ello no debería servir
de excusa para los muchos errores que encontramos en esta traducción. Antes
de nada, es incomprensible que el traductor (o quien haya ejercido de editor
de esta traducción) no haya tenido en cuenta las decisiones tomadas para la
edición de los volúmenes 12 y 14 respecto a la traducción a las lenguas
vernáculas de los nombres de alquimistas y médicos que firmaron sus textos
en latín con su nombre latinizado, así como en lo relativo a los títulos de sus
escritos.
Siendo esto grave, pues crea discordancias dentro de la propia OC y
dificulta la elaboración del volumen 20 (Índices generales de la Obra completa),
más chocantes resultan otras incorrecciones, que revelan sobre todo incultura.
Es penoso tener que escribirlo, y no es este el lugar para establecer una lista
exhaustiva. Bastará señalar las más llamativas.
En primer lugar, ‘alquimista’ se define en el Diccionario de la Real
Academia Española como sustantivo referido al adepto, no como adjetivo que
califique interpretaciones, concepciones y demás, para lo que contamos con
‘alquímico/a’. Menos aceptables son otros términos, como ‘ithyfálico’ en vez
de ‘itifálico’; ‘kuretes’, ‘kabiros’ o ‘daktilos’ en vez de ‘curetes’, dáctilos’ o
‘cabiros’. O, más sangrante, ‘naasenses’, ‘sabeístas’, ‘setheenses’, ‘mítricos’ en
vez de ‘naseenos’, ‘sabianos’, ‘setianos’ o ‘mitraicos’, como está decidido no
sólo por los anteriores editores de la OC. Errores flagrantes son traducir
‘demonio’ en vez de ‘demon’ para daimon (§ 51), ‘trigon’ en vez de ‘trígono’,
‘sincrónicamente’ en vez de ‘sincronísticamente’ (§ 148), ‘plenitud’ en vez de
‘completud’ (§ 171), ‘joaniano’ por ‘joánico’, ‘Chadir’ por ‘Jadir’, ‘yahvínica’ en
vez de ‘yahvista’, ‘Hébdomas’ en vez de ‘hebdómada’, ‘Arcon’ por ‘arconte’,
‘bogomiliano’ por ‘bogomilo’, ‘Asia anterior’ en vez de ‘Oriente Próximo’,
‘cuaterniones’ en vez de ‘cuaternios’, ‘cuatridad’ por ‘cuaternidad’, ‘Adyton’
como nombre propio cuando el ‘adyton’ es el lugar donde el dios délfico
transmite su oráculo a la pitia, un ‘sancta santórum’ y no el ‘altísimo’, como
vierte el traductor…
Lamento tener que referirme a este asunto, aunque sea de modo
puramente descriptivo y ejemplarizante. El proyecto de edición de la Obra
completa de Jung, que permitió una intensa colaboración entre la Fundación
Carl Gustav Jung de España y la Editorial Trotta, fijó entre 1996 y 2006 una
serie de criterios de edición que se han revelado fructíferos. Esta edición de
Aion evidencia el peligro de no seguirlos. Con ello, la oferta por parte de la
Fundación de homologar a través de la OC la traducción de Jung al castellano,
resolviendo los muchos problemas presentados por las anteriores ediciones
parciales de su obras, es arrojada a la basura. Sin que nadie gane. Esperemos
que la Editorial Trotta, tan loable por muchas razones que exceden
ampliamente la temática junguiana, no se permita estos desfallecimientos.
Enrique Galán Santamaría
Noviembre, 2012
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