Al hilo de una conversación sobre la posibilidad de que un niño fuera o no superdotado y, sobre todo, observando la actitud orgullosa de su padre, me preguntaba cómo este tipo de actitudes afectaban al desarrollo del niño. Las exageradas expectativas de un padre para con su hijo, el aplicarle determinados esquemas mentales a los que su hijo/a debe responder para ser apreciado, querido y alabado por él, influyen en gran medida en la formación de la Máscara o Persona. Es decir, en aquellos valores que el niño toma como buenos, con los que se irá identificando en el transcurso del desarrollo de su ego (autoconcepto), mientras que todos aquellos valores que se opongan a su autoconcepto (o persona) irán configurando su alter-ego, su sombra.
Reflexionaba también acerca de la identificación que las personas hacen para con ciertas aptitudes, y cómo estas están relacionadas, e influidas, por el espíritu de una época. Así, en esta época tecnológica y científica, el pensamiento es exaltado, como no podía ser de otro modo, y, en general, todos los atributos relacionados con el arquetipo masculino o Yang. Por tanto, que un niño/a tengan un Coeficiente Intelectual igual o superior a 130 será digno de alabanzas, de orgullo y de complacencia para sus progenitores. O, si un niño muestra ciertas capacidades atléticas, también será digno de aprobación. Ahora bien, si el niño/a dispone de una fuerte sensibilidad y de una intuición muy fina, que le permiten captar todos aquellos contra-valores que su familia mantiene en la sombra, sus debilidades, etc. Si, además, tiene una percepción extrasensorial que le permite, desde muy pronto, experimentar conscientemente sincronicidades tremendas (por ejemplo, tiene visiones o ensoñaciones de acontecimientos que luego se manifiestan)... Entonces, el trato que reciba ese niño/a, cuando se muestren ese tipo de cualidades o aptitudes, será bien distinto de su homólogo superdotado. Aquí, en este caso, en lugar de considerársele superdotado (por percibir lo que la mayoría de la gente ni siquiera sospecha) se infravalorará y, probablemente, hasta se le repudiará (aunque esto no se manifieste directamente). Muy al contrario de lo que sucedería si, a un niño, se le ponderara precisamente aquellas aptitudes que en él están menos desarrolladas. En este caso, el efecto sería el conocido como "Pigmalión", es decir, se le estimulará a desarrollar aquello que le cuesta más.
Así, ese niño, cuando se transforma en un joven, será motivo de orgullo para sus padres si es un atleta capaz de levantar 750 kg en movimiento de prensa, o si hace ejercicios de levantamiento de peso en banco con 200 kg, o si es capaz de levantar un coche y darle la vuelta; o bien, si obtiene matrículas de honor en sus estudios casi sin estudiar, si memoriza o aprende cientos de datos en muy poco tiempo...
Lamentablemente, este tipo de actitudes y sus conductas asociadas no hacen sino dañar gravemente la salud anímica del niño... Sobre este particular me he extendido en mi libro El retorno al Paraíso Perdido, por lo que aquí sólo quería dejar constancia de algunas de las ideas que me rondaban por la cabeza. Es decir, una especie de pensamiento en alto (o mejor, por escrito).
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