El pasado 23 de noviembre, entrados ya en el mes de Sagitario, asistí al VI Ciclo de Conferencias del Aula Fe-Cultura, celebrado en el hotel Badajoz Center, en la ciudad de Badajoz, con motivo de la conferencia que dio María Isabel Rodríguez Fernández, acerca del sentido de la vida. El título de la conferencia fue ¿La vida sin sentido?
A medida que avanza la crisis de valores en la que está sumido occidente, acicateada por el arquetipo plutoniano que impele a una bajada a los infiernos, a la oscuridad de la caverna, donde se toma contacto con los espíritus de nuestros ancestros al estilo de los chamanes, el problema del sentido en la vida del ser humano se hace cada día más acuciante. ¿Tiene algún sentido la vida, más allá de la satisfacción de las necesidades materiales o los deseos más prosaicos? Este interrogante no resulta fácil de responder si no se ha tenido acceso a la Realidad que se encuentra allende las apariencias, al Mundo Imaginal del que nos habla Henri Corbin, ese Mundo en el que se manifiestan las Imágenes Primordiales, como proyecciones ortogonales de los Principios Universales o Ideas platónicas. Uno de los más graves escollos que el hombre moderno tiene que superar es, precisamente, la "muerte de Dios", vaticinada por Nietzche y expuesta en su Así habló Zaratustra. Desde luego, no debe entenderse con ello que Dios, se entienda como se quiera o pueda entender, haya muerto literalmente. Lo que ha muerto, y esto es esencial que se sepa, es la Idea de un Dios externo al hombre, tal y como la entienden los seguidores literalistas de las tres grandes religiones del libro. Al hombre moderno, caracterizado por su hipertrofia de la consciencia horizontal, material, parece ser que ya nada le dicen los relatos bíblicos.Al contrario, son fuente de las más enconadas críticas.
Por lo tanto, si me refiero a esta época en la que nos ha tocado vivir, como una época de oscuridad y tiniebla, de inversión de valores rectores de la actitud consciente, donde prima la competencia más atroz, la lucha por la supervivencia física, la guerra de los elementos contrapuestos, ejemplificada en la alquimia por el símbolo del esqueleto con la Guadaña, una auténtica nigredo, no debería sorprenderle al lector. Si hay algo que caracteriza a las épocas de oscuridad es, precisamente, la completa falta de un Sentido último de la existencia humana. Justamente, porque se vive una especie de psicosis colectiva, de división de elementos, donde el Dragón, es decir, "lo instintivo", "lo animal" en el hombre, ese impulso ciego que todo lo devora, esa sed insaciable que todo lo quiere y con nada se conforma, parece haberse hecho con las riendas de la consciencia colectiva, arrasando todo a su paso, como si de un Diluvio universal se tratara. Claro que, en el seno de la nigredo, de la noche oscura del alma que es, también, una noche de la purgación de los sentidos, surge, de ordinario, la iluminación. Esta época, pues, encierra una tremenda paradoja. Tan es así que, frente a la completa falta de un Sentido trascendente de la vida humana, defendida por el stablisment cientifista, se van formando grupos, cada vez más numerosos, donde se dan cita aquellos individuos que, tras su descensusad inferos particular, nos hablan de ese "tesoro difícil de alcanzar".
Uno de esos tesoros es la contemplación de la lux aeterna, tras la imperiosa necesidad del ser humano moderno de realizar un viaje de retorno al Paraíso Perdido, que reside en su mundo interior, donde encontrará la Imago Dei, la chispa divina de la que dan cuenta los gnósticos. Por eso, el Hombre Nuevo es aquél que ha tomado contacto con sus raíces, que ha sufrido una muerte y un renacimiento simbólicos, descubriendo que, en su trabajo de sanar su herida, contribuye a la sanación de la herida colectiva. Y, en ese viaje de autodescubrimiento, de autoexploración, entra en un Mundo que, paradójicamente, es tanto subjetivo, cuanto objetivo. Un Mundo que, si bien ,comienza siendo suyo propio, acaba descubriendo que lo conecta con toda la Humanidad. Y es ahí, donde la Imago Dei va transformándose, va cambiando de forma, hasta descubrir, en esas transformaciones, que se le está desvelando su propio Mito.
Ese nacimiento de la Imago Dei en el interior del ser humano es, precisamente, lo que dota de un Sentido trascendente la existencia humana. Así entendida, la Vida humana es un proceso de desarrollo y crecimiento, muy ligado a los procesos creativos, que conduce al hombre, desde una completa ceguera (o miopía) e ignorancia espiritual, hasta una creciente consciencia de su dimensión espiritual. A este proceso, la mitología lo denomina "un segundo nacimiento". De hecho, el individuo que no ha nacido por segunda vez es considerado como un ser contrahecho, siendo éste segundo nacimiento lo que hace que el ser humano sea humano.
Sobre estas, y otras muchas cuestiones relacionadas con el Sentido de la Vida, estuvimos hablando largo y tendido Maribel, Teresa y yo, primero unas horas antes de la conferencia de Maribel, y después, durante la cena. Desde luego, fue un privilegio el poder compartir estas experiencias con Psicólogas y Psiquiatras de mentalidad tan abierta.
A medida que avanza la crisis de valores en la que está sumido occidente, acicateada por el arquetipo plutoniano que impele a una bajada a los infiernos, a la oscuridad de la caverna, donde se toma contacto con los espíritus de nuestros ancestros al estilo de los chamanes, el problema del sentido en la vida del ser humano se hace cada día más acuciante. ¿Tiene algún sentido la vida, más allá de la satisfacción de las necesidades materiales o los deseos más prosaicos? Este interrogante no resulta fácil de responder si no se ha tenido acceso a la Realidad que se encuentra allende las apariencias, al Mundo Imaginal del que nos habla Henri Corbin, ese Mundo en el que se manifiestan las Imágenes Primordiales, como proyecciones ortogonales de los Principios Universales o Ideas platónicas. Uno de los más graves escollos que el hombre moderno tiene que superar es, precisamente, la "muerte de Dios", vaticinada por Nietzche y expuesta en su Así habló Zaratustra. Desde luego, no debe entenderse con ello que Dios, se entienda como se quiera o pueda entender, haya muerto literalmente. Lo que ha muerto, y esto es esencial que se sepa, es la Idea de un Dios externo al hombre, tal y como la entienden los seguidores literalistas de las tres grandes religiones del libro. Al hombre moderno, caracterizado por su hipertrofia de la consciencia horizontal, material, parece ser que ya nada le dicen los relatos bíblicos.Al contrario, son fuente de las más enconadas críticas.
Por lo tanto, si me refiero a esta época en la que nos ha tocado vivir, como una época de oscuridad y tiniebla, de inversión de valores rectores de la actitud consciente, donde prima la competencia más atroz, la lucha por la supervivencia física, la guerra de los elementos contrapuestos, ejemplificada en la alquimia por el símbolo del esqueleto con la Guadaña, una auténtica nigredo, no debería sorprenderle al lector. Si hay algo que caracteriza a las épocas de oscuridad es, precisamente, la completa falta de un Sentido último de la existencia humana. Justamente, porque se vive una especie de psicosis colectiva, de división de elementos, donde el Dragón, es decir, "lo instintivo", "lo animal" en el hombre, ese impulso ciego que todo lo devora, esa sed insaciable que todo lo quiere y con nada se conforma, parece haberse hecho con las riendas de la consciencia colectiva, arrasando todo a su paso, como si de un Diluvio universal se tratara. Claro que, en el seno de la nigredo, de la noche oscura del alma que es, también, una noche de la purgación de los sentidos, surge, de ordinario, la iluminación. Esta época, pues, encierra una tremenda paradoja. Tan es así que, frente a la completa falta de un Sentido trascendente de la vida humana, defendida por el stablisment cientifista, se van formando grupos, cada vez más numerosos, donde se dan cita aquellos individuos que, tras su descensusad inferos particular, nos hablan de ese "tesoro difícil de alcanzar".
Uno de esos tesoros es la contemplación de la lux aeterna, tras la imperiosa necesidad del ser humano moderno de realizar un viaje de retorno al Paraíso Perdido, que reside en su mundo interior, donde encontrará la Imago Dei, la chispa divina de la que dan cuenta los gnósticos. Por eso, el Hombre Nuevo es aquél que ha tomado contacto con sus raíces, que ha sufrido una muerte y un renacimiento simbólicos, descubriendo que, en su trabajo de sanar su herida, contribuye a la sanación de la herida colectiva. Y, en ese viaje de autodescubrimiento, de autoexploración, entra en un Mundo que, paradójicamente, es tanto subjetivo, cuanto objetivo. Un Mundo que, si bien ,comienza siendo suyo propio, acaba descubriendo que lo conecta con toda la Humanidad. Y es ahí, donde la Imago Dei va transformándose, va cambiando de forma, hasta descubrir, en esas transformaciones, que se le está desvelando su propio Mito.
Ese nacimiento de la Imago Dei en el interior del ser humano es, precisamente, lo que dota de un Sentido trascendente la existencia humana. Así entendida, la Vida humana es un proceso de desarrollo y crecimiento, muy ligado a los procesos creativos, que conduce al hombre, desde una completa ceguera (o miopía) e ignorancia espiritual, hasta una creciente consciencia de su dimensión espiritual. A este proceso, la mitología lo denomina "un segundo nacimiento". De hecho, el individuo que no ha nacido por segunda vez es considerado como un ser contrahecho, siendo éste segundo nacimiento lo que hace que el ser humano sea humano.
Sobre estas, y otras muchas cuestiones relacionadas con el Sentido de la Vida, estuvimos hablando largo y tendido Maribel, Teresa y yo, primero unas horas antes de la conferencia de Maribel, y después, durante la cena. Desde luego, fue un privilegio el poder compartir estas experiencias con Psicólogas y Psiquiatras de mentalidad tan abierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario