domingo, 19 de diciembre de 2010

SÍMBOLOS QUE PRESAGIAN TRANSFORMACIONES

Al poco de presentarse el LIBER NOVUS, o libro rojo, de Carl G. Jung, tuve dos sueños muy significativos, que me mostraban cuál era la próxima etapa de mi Camino. Antonio  Machado, uno de los más grandes poetas españoles, decía en uno de sus poemas: "caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar." Y, complementa esto, diciendo en otro poema: "Esto soñé, que el caminante es la suma del camino y, en el jardín, junto del mar sereno/ le acompaña el aroma montesino/ ardor de seco henil en campo ameno".

Aun siendo las palabras del poeta muy profundas, encuentro que a su primer poema le falta algo. Y ese algo es que el Camino, en cierto modo, ya viene dado como patrón en el hombre, antes de que éste  inicie su andadura vital.  De hecho, cada uno de nosotros tiene un patrón individual e intransferible, una complejidad heredada, la cual se manifiesta en su existencial  andar. De ahí que, como soñó el poeta, el caminante sea la suma del camino. Este Camino, en mayúsculas, al que los orientales se refieren con el nombre de Tao, se le revela al hombre mediante imágenes simbólicas, en su alma o mundo interior. Y, lejos de ser un camino lineal, que uno deja atrás y que nunca vuelve a pisar, resulta que, si uno presta atención, se da cuenta de que ese Camino es circular, cíclico, de modo que uno parece hollar los mismos espacios internos varias veces a lo largo de su Vida. Ahora bien, aunque el río por el que uno pase sea el mismo, sin embargo, no lleva la misma agua.  Así que, en cierto sentido, podría decirse que es y no es el mismo paisaje interno por el que uno anda. Este alma, este mundo interior, en el que se manifiestan toda una pléyade de imágenes fluidas, donde acontecen cosas que nuestro ego no produce, lo denomina Herny Corbin con el nombre de Mundus Imaginalis , y Carl Jung lo Inconsciente Colectivo.

Una vez realizada esta introducción, regreso al tema con el que daba inicio esta entrada. Decía que había tenido dos sueños importantes que me indicaban cuál era la próxima etapa de mi Camino. Lo que me resultó más sorprendente de ambos sueños fue el modo en que se habían presentado a mi consciencia. Normalmente,  los sueños suelen revestirse de imágenes simbólicas, por lo que tienen muy poco de literalidad. Sin embargo, estos se revistieron con una literalidad que me sorprendió. Entonces, pensé, que un cambio se estaba produciendo en lo inconsciente colectivo, de modo que éste se empezaba a manifestar de maneras cada vez más literales, quizás porque la consciencia del ser humano occidentalizado, tan alejada como está de su realidad interior, necesita que los arquetipos adopten formas más cercanas a la literalidad. Y, con ese pensamiento, me quedé varios días. Entonces, comenté mis sueños con mi amigo Raúl  Ortega, terapeuta onubense, y llegó a la misma conclusión. Esto me hizo pensar en cómo se estaban manifestando los arquetipos de lo Inconsciente Colectivo en el mundo material, el más literal de todos, y recordé entonces los Círculos de las cosechas, así como los agujeros producidos en los últimos años, en varias partes del mundo (Ecuador, Alemania, China), agujeros con una circunferencia cuasiperfecta, que se habían tragado coches enteros. Luego, Ángel Almazán, en respuesta a una petición mía, realizó una entrada hablando de los Círculos de las cosechas, aludiendo precisamente a este tema que me rondaba por la cabeza. Y, menciona las siguientes palabras del autor post-junguiano Patrick Harpur: "para nuestra vergüenza, los dáimones (arquetipos), con el fin de llamar la atención sobre su realidad, se han visto empujados a volverse fijos y físicos, como los círculos de las cosechas. Disfrazándose -parodiándolos- de hechos literales, responden a nuestra moderna petición de efectos cuantificables, al lado de los cuales todo lo demás es juzgado como ilusorio. En otras palabras, su forma de presentar su propia realidad metafórica y mítica es aparecer no como literales, sino como si fueran literales”. Ahí encontré una nueva clave para comprender lo que mis sueños me estaban revelando. Las imágenes que aparecen en mis últimos sueños han de entenderse "como si fueran literales".

En uno de mis sueños, aparece la imagen de Carl C. Jung como iniciador de un proceso de renovación de la Imago Dei, y aparezco yo, junto a un grupo de personas, unos compañeros, otros,  discípulos. Cada cual está conversando con el Espíritu de la Naturaleza, que se expresa a través de sus manifestaciones materiales (árboles, animales, rocas, etc.). Jung aparece hablando con una Gran Roca. Todos nos acercamos a la Roca y, de pronto, se abre una hendidura que deja al descubierto una Cueva. De esa cueva surge una Voz, la Voz del Espíritu de las Profundidades que nos habla a todos los allí presentes. Jung se comunica con ella (Libro Rojo) y todos los allí  presentes la podemos escuchar.

La Voz nos dice lo siguiente: " La Vida, tal y como la conocéis, se agosta. El espíritu de este tiempo, está llegando a su fin. Es época de muerte, de oscuridad, que anegará toda manifestación vital. Sin embargo, esta muerte es el preludio de un renacimiento. Y lo que renace es el Dios Venidero, que presidirá una Nueva Era."

Cada uno de los allí presentes, continuamos hablando con el espíritu de las profundidades por intermediación de un elemento natural. En mi caso, es un Gran Árbol con el que me comunico.

El sueño continúa, pero con este fragmento es suficiente para el objetivo de esta entrada. Fíjense  en lo  literal del sueño y, asimismo, en la tremenda carga simbólico-arquetípica que presenta. De hecho, me había dedicado, en sincronicidad, al simbolismo del árbol en mi último trabajo, aún inédito, así como al símbolo de la roca, éste último como la manifestación del Espíritu en la Tierra. Pero, si profundizamos un poco más, nos daremos cuenta de que debemos ver el sueño del revés, también. O sea, que tanto lo literal se está convirtiendo en simbólico, cuanto lo simbólico se reviste como si fuese literal. A la desacralización que impera en occidente parece que le sigue, compensatoriamente, este fenómeno sorprendente.

Por último, me gustaría indicar aquí las analogías simbólicas entre la Cueva y los Agujeros acontecidos en  Alemania (también manifestados en Ecuador y China, antes), estos últimos inexplicables aún para los geólogos, precisamente por su circunferencia cuasi-perfecta. Ambos símbolos aluden a la entrada en las profundidades del Hades, allí, en el Vientre de la Diosa, donde se produce la muerte del dios solar (héroe-ego) y, Deo Concedente, su posterior renacimiento. La renovación de la vida exige que así sea.


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