LA CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL Y
LA PANDEMIA POR LA COVID-19
José González. Psicólogo y terapeuta de
orientación junguiana.
¿Entiendes acaso lo que lees? Él respondió:
¿Cómo habría de entenderlo si nadie me
prepara?
Hechos de los Apóstoles 8, 30.
La psicoterapia, en el sentido más amplio,
busca los valores que satisfagan las necesidades anímicas de los hombres de
hoy, para que no caigan en la masificación aniquiladora.
Carl Gustav Jung.
Venimos advirtiendo
desde hace años de la grave crisis de la Civilización Occidental en la que
estamos sumidos quienes participamos de la cultura de Occidente.
Escribimos sobre ello por primera vez en el año 2001, en un
libro que publicamos en el año 2004 bajo el título “El retorno al ParaísoPerdido. La renovación de una cultura“ en la editorial Sotabur.
Posteriormente retomamos dicho hilo en las novelas “Al final deltúnel. Una historia sobre el despertar del alma”, y en “La hermandad de losiniciados “, publicados en Amazon.
Unos años más tarde proseguimos
profundizando en el estado crítico de nuestra cultura en dos nuevos libros:
“Cine y Espiritualidad. El Mito del héroe en Avatar y en otras películas de
ciencia ficción” -cuya reedición ha tenido lugar el pasado mes de abril de 2020-
y en “Descubriendo tu auténtica vocación “, también publicado por Amazon, este
último bajo la rúbrica de la editorial “El hacedor de lluvia “.
Sabemos que no
somos los únicos, por supuesto, y que, desde la publicación del libro de Oswald
Spengler sobre la Decadencia de Occidente, los libros que hablan de la grave
crisis en la que está sumido Occidente se han ido multiplicando.
El psiquiatra suizo
Carl Gustav Jung consideramos que fue uno de los pioneros en advertir y, lo más
importante, en dar una respuesta vital a dicha situación crítica: mediante la
atención y diligencia religiosas al nacimiento del nuevo dios en la profundidad
de su alma. Toda su obra científica puede entenderse como el esfuerzo que su
personalidad consciente realizó para exponer, en el lenguaje de su-nuestra
época, el proceso que condujo a la encarnación de la imagen de dios en su
propia profundidad.
Desde aquel primer
“experimento “, tal como él lo denominó, algunos hemos tomado el relevo y
proseguido su legado, movidos por una llamada procedente de la profundidad,
para dar respuesta a la terrible situación de crisis social, política,
religiosa, económica y ecológica en la que está sumido el mundo.
Hace tan solo unos
meses, la Hybris de nuestra cara consciencia colectiva occidental nos
hacía pensar en que podíamos ser como dioses: alargar la vida decenas de años;
transferir nuestra consciencia, nada menos que ese misterioso “órgano de
percepción y orientación“, que apenas empezamos a conocer, con la desmedida
pretensión de convertir en innecesario nuestro cuerpo material, siendo la
biología básicamente reemplazada por un “cuerpo cibernético “; o, también,
desde ese monstruo ideológico denominado “feminismo de tercera ola”, para cuyos
acólitos la Naturaleza es completamente moldeable, por supuesto según sus
caprichos, como muestra de una terrible desorientación mental y de un
deplorable desconocimiento de la naturaleza humana (psique inconsciente); por
poner solo algunos ejemplos.
Ante semejante
desvarío acontecen, durante los primeros años del siglo XXI, varios
sucesos que evidencian la profundización de la crisis de la Civilización
Occidental: los atentados del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York, que
hacen caer las dos torres gemelas, símbolo de la Hybris tecnológica,
económica y, especialmente, financiera; los atentados terroristas del 11M de
2004, en la capital de España, Madrid,; la destrucción por las llamas de la
Catedral de Notre-Dame, a principios del año 2019, símbolo del acervo cultural
de Occidente; y, en la actualidad, nos acecha una pandemia provocada por un
virus, el SARS-CoV-2.
Este último suceso
confronta a la consciencia colectiva con la dura realidad: la
Naturaleza no tiene que ganar la batalla a nuestras pretensiones ideológicas y
a nuestro deseo de suplantarla, pero no puede perderla.
Probablemente hoy,
más que en ningún otro momento de nuestra historia reciente, los hombres nos
vemos ante la necesidad de afrontar nuestras grandes limitaciones, nuestra
vulnerabilidad y nuestra estupidez al minusvalorar aquella Naturaleza que
creíamos bajo nuestro control.
Desgraciadamente,
la capacidad de asimilar la vivencia actual para convertirla en una experiencia
transformadora solo lo logrará el individuo. Por no hablar de la terrible
inconsciencia de los hombres ante la manifestación material del Símbolo,
realidad esta que concita todo cuanto sucede en el mundo, y cuanto acontece en
el alma.
Una de las más
fecundas enseñanzas que he podido aprender en el trato, indirecto, a través de
pacientes que han convivido con personalidades psicopáticas y narcisistas, y
directo, con psicópatas subclínicos y personalidades con trastornos del grupo B
(narcisistas, límite o borderline, histriónicas y antisociales), según la clasificación del DSM-V, es la importancia
que tiene el contacto directo con la Vox Dei, con la Voz interior, es decir,
con la sabiduría de la Naturaleza interior.
La fidelidad a esa
Naturaleza íntima a la que los psicólogos de orientación junguiana denominamos
psique inconsciente es, también, lo que algunos de mis pacientes terminan
aprendiendo después de todo un proceso psicoterapéutico de reconstrucción,
iniciando a partir de entonces un camino que les conduce a devenir aquello que
auténticamente “Son” desde que nacieron.
Los pacientes que
inician dicho Camino agudizan los sentidos interiores, lo que les permite
"escuchar", "ver", "percibir por
adelantado", etc., no solo los contenidos de su propio interior, a través
de insights y de sueños, sino también la relación entre su vida psíquica
y lo que les acontece en la realidad objetiva.
Una de las
habilidades que desarrollan consiste en que pueden detectar en la realidad
objetiva aquellos comportamientos, y señales, que proceden de personalidades
psicopáticas y/o narcisistas, neutralizando su acción cuando es preciso, y
alejándose de su radio de acción apenas los detectan si fuera necesario. Quizás
la enseñanza más importante proceda de la toma de consciencia de su estado de
fragmentación, de su necesidad de apoyarse en puntos de vista colectivos, de en
qué medida ellos explotan y absorben de un modo infantil y rapaz a su entorno,
en lugar de enriquecerlo con su presencia y su actitud.
Los psicópatas y
los narcisistas malignos se sirven de las personalidades "zombi" como
"monos voladores", para tratar de succionar la vitalidad de aquellas
personas que aún conservan cierto grado de conexión emocional con su
interioridad. De ahí la necesidad que tienen estas personalidades muertas en
vida de alimentarse de un modo parásito de personas empáticas.
Asimismo, algunos
pacientes comprenden que las personalidades del grupo B, así como los
psicópatas, son la expresión palmaria de un mundo en decadencia. De una
sociedad que ha perdido su alma, como se refleja en las series y películas de
Zombis, representantes del insaciable deseo de consumir. Una cultura en donde
el símbolo unificador ha dejado de ser efectivo para todo un colectivo, es
decir, la imagen cristiana de Dios ha fallecido.
Dichas personalidades
plutocráticas necesitan alimentarse (parasitándolas) de aquellas personas que
aún mantienen la frescura y vitalidad que les confiere el contacto, consciente
o inconsciente, con el mundo anímico. Y es que esa "hambre de
trascendencia", esa pérdida irreparable del Símbolo, esto es, de la expresión
tangible a los sentidos del alma de lo absolutamente trascendente, no podrá
nunca satisfacerse con ningún objeto de consumo, con ningún bien material.
De igual modo,
algunos pacientes adquieren con el tiempo la capacidad de comprensión de la
relación existente entre la realidad subjetiva y la objetiva, en esos arreglos
que los junguianos denominamos "sincronicidades".
Estos aprendizajes,
provenientes de la experiencia, son especialmente importantes para comprender
lo valioso que resulta la transformación de una oveja en un hombre, de una
personalidad colectiva en un individuo completo, máxime atendiendo al peligroso
avance de las ideologías, y de los grupos espiritualistas regentados por
psicópatas adaptados (Garrido) o cotidianos (Marietán).
Hoy, más que nunca,
el alma constituye un objeto de interés cuya potencia de atracción es tanto más
alta, cuanto mayores son los conflictos sociales y religiosos en el mundo.
Hace algunos años
publiqué un libro titulado “Cine y Espiritualidad”, en el que abordaba la
interpretación simbólica de la película Avatar, de James Cameron. En mi
opinión, en dicha película el afamado director de cine expresaba de un modo
gráfico lo que acontece en la cultura occidental, y al mismo tiempo manifiesta
una salida a la crisis en la que el mundo está sumido.
En estos días se ha producido el lanzamiento de la reedición de dicho libro, con un título distinto, más acorde
con la época: Avatar. ¿El nacimiento de un nuevo paradigma? (pincha en el enlace para verlo o comprarlo).
En dicho libro desarrollo la
idea de que, en nuestra época materialista de progreso tecnológico y
científico, cada vez más se está manifestando una profunda crisis como
consecuencia de la pérdida de la imagen de dios, de aquel símbolo que
representa el valor más alto; el valor que da vida y sentido a la existencia
del ser humano.
El Mito cristiano
afirma que dicho valor supremo hoy perdido en nuestra cultura se ha
transformado. El cuerpo según el mito no lo encontraron allí donde le habían
sepultado. Pero el cuerpo en realidad simboliza la forma exterior y
visible, la concepción hasta ese momento aceptada pero transitoria, del
valor supremo que proporciona sentido a la vida del ser humano en una época
históricamente determinada.
La película Avatar
escenifica de un modo magnífico esa pérdida del sentido de la vida, que
representa la muerte de Dios. Que una sociedad pierda a su dios, e incurra
en graves crisis sociales y psicológicas, desde luego que no constituye un
acontecimiento extraño, sino que es un acontecer típico que se repite con
frecuencia en la historia de la humanidad. Los dioses mueren y resucitan bajo
formas distintas.
Sin embargo, cabe
preguntarse dónde se encontrará la nueva imagen de Dios. James Cameron,
utilizando un despliegue de efectos especiales impresionante, nos lo muestra en
la pantalla de un modo realmente magnífico: en las profundidades del alma es
donde encontraremos el nuevo cuerpo en el que se manifiesta la divinidad.
Ese es precisamente
el objetivo, por decirlo de algún modo, de la terapia de orientación junguiana:
que la persona se encuentre a sí misma, que comprenda cuál es su auténtica
vocación y, en definitiva, que su consciencia acceda y se relacione con aquella
Naturaleza en la que dios se hace presente.
Una actitud así
orientada le permite adquirir a la persona una independencia y una libertad de
acción que lo hacen responsabilizarse de su propia vida, abandonando de ese
modo la infantil actitud que busca en el “papá o mamá“ Estado, en el Gobierno
de turno, en la Unión Europea, en Bruselas, en el Papa o en la figura de autoridad religiosa o política la
solución de todos sus conflictos.
Los indescriptibles
acontecimientos del último año en España inducen la sospecha de que su causa se
encuentra posiblemente en una peculiar perturbación psicológica en el país.
Quien pregunte a un
psicólogo lo que piensa al respecto debe esperar una respuesta desde su
específico punto de vista. Si se adopta esta perspectiva no resulta difícil
observar que la situación política en España es una expresión palmaria de un
estado de disociación y de escisión psíquicas.
Hace
aproximadamente cuatro años vengo comprobando en lo inconsciente de mis
pacientes unas curiosas perturbaciones que no cabría atribuir únicamente a su
psicología personal. Dichas perturbaciones procedían de unas relaciones
sentimentales con determinadas personalidades trastornadas cuyo diagnóstico
clínico formaba parte del grupo B de trastornos de la personalidad, de acuerdo con el DSM-V, conocidos
como narcisismo y psicopatía (también conocido como trastorno antisocial, narcisismo maligno o narcisismo perverso).
Cuando observé la
extensión de dichos fenómenos en la consulta comencé a fijarme en los fenómenos
colectivos, no solo en España, sino también en el resto del mundo. Mi sorpresa
fue que las actitudes observadas en personalidades narcisistas y psicópatas se
estaban extendiendo en la cultura occidental de un modo preocupante. Observaba
entonces cómo en España ciertas personalidades con un comportamiento narcisista
y psicopático estaban accediendo con una facilidad pasmosa al poder
estatal.
El trabajo con mis pacientes consistía en que comprendieran el
significado que la experiencia con personalidades terriblemente malvadas tenía,
así como la importancia de tomar conciencia de que dichas personalidades
encarnan el desorden, el caos y el mal que habitan en la profundidad de la
psique.
Sin embargo, la integración de los
contenidos inconscientes es un acto individual de realización, comprensión y
valor moral. Es una tarea muy dificultosa que exige un elevado grado de
responsabilidad ética. Solo de un número de individuos relativamente reducido
cabe esperar la capacidad para un logro semejante y esos no son los líderes
políticos de la humanidad, sino sus líderes morales.
En cambio, la
inmensa mayoría de las personas sigue en un estado de consciencia que es
incapaz de integrar los contenidos sombríos que emergen desde lo inconsciente.
De hecho, es muy probable que esas fuerzas asalten a la consciencia y de un
modo improviso y con gran violencia sometan la voluntad de muchos. Los síntomas
anunciadores de semejante situación los tenemos delante de nuestras narices: el
incremento de las tendencias totalitarias, de la esclavitud estatal y de las
ideologías comunistas.
Únicamente en el
individuo es esperable una actitud que conduzca a la erradicación de la
lastimosa inconsciencia del hombre, de su infantilismo y de su debilidad
individual para que sean sustituidos por un ser humano que sepa que su destino
depende de él y no del Estado o del Gobierno.
Desde el Congreso de los Diputados ya
se ha escuchado la “venida de un Nuevo Orden” social y cultural. Este antiguo
sueño, que ya se tuvo en la Alemania Nazi y que se expresó por boca del Führer,
nos alerta de una situación anímica de descomposición y fragmentación. Aun así,
nos equivocaríamos si pensáramos que quien así se expresa no tiene la intención
de crear un “orden nuevo”; o, cuanto menos, de propiciarlo o favorecerlo. De
hecho, con toda probabilidad, en la profundidad de su alma le motivan fuerzas
del orden que se están apoderando de miles de ciudadanos españoles. Nuestros dirigentes
no son otra cosa que síntomas de la emergencia del arquetipo del orden. Dicho
arquetipo del orden se constela cuando un pueblo se encuentra en una
situación psíquica de desorientación y desorden, como resultado de una pérdida
de conexión con la profundidad de su alma, esto es, de un estado de enajenación
mental colectivo.
Sin embargo, esta situación de
desorden solo puede ser compensada con éxito mediante un radical cambio de
mentalidad; que permita la integración paulatina de las fuerzas del orden y, en
última instancia, la encarnación de la nueva imagen de dios, del nuevo Eón
y/o del orden en la vida. Esta metanoia solo es esperable, como
venimos repitiendo, en el individuo. Las masas son siempre inconscientes e
indolentes en grado superlativo.
El peligro que se nos avecina reside
en que el pueblo español, en lugar de favorecer la vía de realización del orden
en el individuo, proyecte en la personalidad de un político psicópata o
narcisista maligno su anhelado orden. Con ello se despoja de la responsabilidad
individual y, por tanto, pierde también su más preciado tesoro: la libertad.
Solo en el seno de una auténtica
democracia, y ya estamos viendo que esta comienza a verse amenazada por la
avasalladora lucha por el poder, podremos hacer efectivas las fuerzas del orden.
No cabe esperar en las masas españolas que tengan en cuenta la importancia de
este saber psicológico, por más claro y sencillo que sea. Por ese motivo, como
psicólogo, tengo puestas todas mis esperanzas en la creación de individuos,
autónomos e independientes, libres y responsables de sus propios destinos, pues
la sociedad española deriva su calidad espiritual y moral del ciudadano
realizado. Ojalá vaya penetrando poco a poco esta comprensión, de modo que
compense la infantil concepción del Gobierno de España, de la Unión Europea o de Bruselas como si se trataran de unos “salvadores”, capaces de responder a todas las expectativas de poder, de abundancia
y de resolución de problemas.
Bibliografía:
Delgado González, J. A. (2004). El
retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura. Sotabur.
González, J. (2017). Relaciones
tóxicas. Narcisistas y psicópatas. Publicado en: https://www.academia.edu/32778912/RELACIONES_T%C3%93XICAS_NARCISISTAS_Y_PSIC%C3%93PATAS
González, J. (2020). Sobre el
estado psíquico del pueblo español. Publicado en: http://psicologiaespiritualidad.blogspot.com/2020/04/sobre-el-estado-psiquico-del-pueblo.html
González, J. (2020). Una sociedad
de zombis. Publicado en: http://psicologiaespiritualidad.blogspot.com/2020/04/una-sociedad-de-zombis.html
González, J. (2020). COVID-19 y la
Crisis de la Civilización Occidental. Publicado en: http://psicologiaespiritualidad.blogspot.com/2020/04/covid-19-y-la-crisis-de-la-civilizacion.html
González, J. (2020). AVATAR. ¿El nacimiento de un Nuevo Paradigma? Amazon.
Jung, C. G. (2001). Civilización
en transición. Ed. Trotta. Vol. 13. O.C.
Von Franz, M-L. (1982). C. G. Jung. Su
mito en nuestro tiempo. Ed. FCE.
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