La película Cuarta Fase, de la que podrán encontrar su trailer al final de la entrada, es muy significativa de cuanto voy a desarrollar a continuación.
Revisando mi libro El retorno al Paraíso Perdido, cuyo título alude, precisamente, a esa entrada en la Jerusalem celestial, en Tierra Santa, que es, también, la fuente de vida eterna, por cuanto quien bebe de sus aguas trasciende el plano de la materia; decía que, revisando mi libro encontré lo que, hace casi una década, escribí acerca del retorno al origen:
“No hay, por tanto, mayor bienestar que aquél alimentado por la conexión con las profundidades de uno mismo, que es, al tiempo, la consecución del propio destino de un modo consciente. Pero esto no se produce sin una inmersión en las profundidades del alma, camino difícil, arduo y extraordinariamente peligroso, para conocernos a nosotros mismos (…)
De este modo, el hombre natural muere para renacer el hombre espiritual. Esta transformación da acceso a verdades inmemoriales, y se traspasa un umbral o limen (himen de la Diosa) en el que se deja atrás lo conocido, lo familiar, lo corriente, para acceder a lo desconocido, lo extraño y lo sempiterno…”
Aún recuerdo vivamente los fenómenos de sincronicidad que se produjeron, cuando escribía el capítulo del que procede este fragmento, en el que dedico varias páginas a desarrollar el simbolismo de la serpiente: era de noche, estaba trabajando en mitad del campo y la luna refulgía con su luz plateada. Mientras realizaba una ronda por las instalaciones, en plena oscuridad, escuché el sonido de una culebra. Enfoqué con mi linterna y ¡Vualá! Allí estaba, una víbora silbaba mientras, enroscada sobre sí misma, a modo de Ouroboros, me miraba fijamente. Después de echarla de allí, al poco, me topé con un sapo toro, otro representante de la Materia.
De igual modo, hoy, mientras medito sobre mi segundo nacimiento, se han producido en mi derredor, tanto en mis sueños o imágenes, como en las circunstancias exteriores, fenómenos de sincronicidad muy claros. Aprovecho, por tanto, para ir tratando de dilucidar lo que, en una entrada anterior, parecía no tener un hilo conductor:
- Hace unas semanas, llega a mi conocimiento la noticia de los agujeros circulares en China. Una especie de cráteres que conducen al mundo de Hades. Un símbolo del descensus ad inferos al que está abocado el mundo. Y, tal como se describe en el mito del descenso de Istar o Inanna al “país sin retorno”, reino de su hermana Ereskigal, a medida que se desciende al inframundo se va perdiendo parte del ropaje (o sea, de la máscara, como, por ejemplo, posesiones materiales, dinero, bienes, etc.) hasta que, en lo más profundo, Inanna queda completamente desnuda.
- Esto, a su vez, está relacionado con los círculos de trigo en Inglaterra. En este caso, lo interesante es observar cómo el símbolo toma forma en la realidad manifiesta, bajo el ropaje de un mandala. Mandalas que son como imágenes fractales. Y, los mandalas, tienden a aparecer a modo de compensación desde lo inconsciente, cuando las circunstancias exteriores (en este caso, el modelo de la Civilización Occidental) son extremadamente conflictivas. El mandala es un símbolo de unidad y, a su vez, representa al Sí-Mismo. ¿No será una señal de alerta, un presagio de un final que es, al mismo tiempo, un principio de un nuevo Aión?
- El número 19 se me ha aparecido numerosas veces en los últimos meses. Y, teniendo en cuenta que ese es el día de mi nacimiento, que nací un Domingo, es decir, el día del Sol Invictus, y que el arcano mayor de la baraja del Tarot es, precisamente, el Sol, el enigma parece resolverse (al menos, en parte). El Sol interior es representado por un mandala. Y el objetivo principal de la Individuación es, precisamente, el despliegue efectivo de ese Sol interior. Por tanto, la irradiación al exterior de la luz de ese Sol. Y, si el sol exterior aparece en pleno día, en su zenit, el Sol interior aparece, justamente, en la oscuridad de la noche, en el nadir, durante el viaje por el mar, que es lo Inconsciente Colectivo.
- Reflexionaba, también, acerca de algunos de los comentarios vertidos últimamente en este blog. En lugar de debatir desde la experiencia, de remitirse a la misma, y de expresarse desde allí, algunas/os participantes cuestionaban los nombres que utiliza la psicología analítica. La forma en lugar del fondo. En fin, ya vemos en qué estado se encuentra nuestra amada civilización…
- Soñé hace muchos años, cuando entraba por vez primera en lo Inconsciente Colectivo, con lugares cuyo paisaje se asemejaba enormemente a África, personificación de La Gran Madre, coincidiendo con el período en que afrontaba mi ruptura con el Hogar Familiar. Australia estuvo en mi pensamiento precisamente cuando se estaba gestando una enantiodromía en mi vida. Y, curiosamente, también con gente que vivía una fase semejante. Se me antoja, también, como reflexión, que Australia (o Nueva Zelanda) son destinos muy acuarianos, en el sentido de aparecer como “deseo de viajar allí” siempre que se producen cambios drásticos en la dirección de una Individuación. No necesariamente un giro de 180º, pero sí un cambio importante en la dirección vital. África, en cambio, llama al Retorno al paraíso perdido, a la Fontana, y, en último término, al Sí-Mismo. De ahí los viajes al continente Africano, de un Jung ya viejo, por ejemplo. Y, por si a alguien se le hubiera pasado por alto, el mundial de fútbol que ha ganado España se ha celebrado en Sudáfrica.
Parece que todo apunta hacia un retorno al Paraíso Perdido, una suerte de Viaje al mundo de Pandora (como en Avatar), para tomar contacto con las potencias espirituales que allí dormitan, si la civilización occidental quiere sobrevivir a la muerte a la que está abocada, para renacer renovada. Por el momento, sólo unos pocos hace tiempo que se han dado cuenta de que esto es, en efecto, una urgente necesidad.
En la película que a continuación recomendamos, se presenta ese contacto con los arquetipos, ese retorno al origen, como si de una abducción por extraterrestres se tratara. Una explicación, por lo demás muy típica del espíritu de nuestra época, de lo que sucede cuando se tiene un contacto directo con "entidades" provenientes del más allá, de ese al que yo prefiero denominar Inconsciente Universal, el Reino de la Diosa. Y, fíjense, que en la película lo que se les aparece a los protagonistas es un ave, en concreto una lechuza, un antiguo símbolo de la Diosa griega Atenea, también conocida como Minerva por los romanos. ¿No resulta conmovedor y, hasta aterrador, que el contacto con la Diosa de la Sabiduría cause un pavoroso miedo en las mentes sencillas? Claro que la entrada en las profundidades de la Diosa induce, en cierto sentido, un salirse de lo conocido (ego-consciencia) y un entrar en las entrañas de lo desconocido, lo enigmático y hasta lo terrorífico (al menos, en los primeros estadios del proceso). De lo que se tiene tanto miedo es, en realidad, de la muerte al estado anterior que acontece, una muerte del estado de ignorancia y estulticia, para renacer al ámbito de la Diosa, de la que se obtienen los dones de la Sabiduría. Ahora bien, para las mentes sencillas, de consciencias estrechas, ese encuentro puede resultar en una tragedia, como bien saben los Psiquiatras y los Psicólogos.