Resulta muy importante iluminar la sombra de nuestros familiares, porque, lo queramos o no, forma parte de nuestro destino... su sombra es nuestra sombra y, cuanto más iluminamos las oscuridades en nosotros mismos, tanto más se transforman ellos.
En mi ensayo ¿Fue jung un egregio necrófilo?, reflexiono sobre esto mismo, tras iluminar las oscuridades individuales y ver lo conectadas que están con las de los familares. Portamos una especie de Karma impersonal. Jung, también, se dio cuenta de que tenemos una especie de karma, como si tuviesemos que enfrentarnos y cuestinarnos todo aquello que nuestros familiares no han podido o no han sabido confrontar. Pero, tras este karma familiar, hay otro karma impersonal, del que he sido consciente y al que me he tenido que enfrentar; en el que me he visto ante la necesidad de dar respuestas a cuestiones que mis antepasados no han podido o sabido responder; y enfrentarme a conflictos que no han sabido o podido superar; responder a interrogantes que necesitaban de una apremiante respuesta, que resultara satisfactoria desde todo punto de vista, es decir, respuestas que movilizaran todo mi ser y lo transformaran. Este es el trabajo de limpieza, al que los alquimistas llaman albedo, un período de blanqueado (cuyo símbolo se corresponde con el baustismo de agua cristiano) previo al de la rubedo, o sea, a aquel en que es el Sol interior el que irradia a través del pequeño sol que es nuestra consciencia (el símbolo del bautismo de fuego del evangelio de Juan). Uno de los trabajos de hércules, en su periplo de héroe, es precisamente la limpieza de los sucios establos. Esto parece simbolizar una primera etapa, en la que se limpian las inmundicias, en las que lo reprimido o no admitido por la consciencia se ha podrido en lo inconsciente.
En mi ensayo ¿Fue jung un egregio necrófilo?, reflexiono sobre esto mismo, tras iluminar las oscuridades individuales y ver lo conectadas que están con las de los familares. Portamos una especie de Karma impersonal. Jung, también, se dio cuenta de que tenemos una especie de karma, como si tuviesemos que enfrentarnos y cuestinarnos todo aquello que nuestros familiares no han podido o no han sabido confrontar. Pero, tras este karma familiar, hay otro karma impersonal, del que he sido consciente y al que me he tenido que enfrentar; en el que me he visto ante la necesidad de dar respuestas a cuestiones que mis antepasados no han podido o sabido responder; y enfrentarme a conflictos que no han sabido o podido superar; responder a interrogantes que necesitaban de una apremiante respuesta, que resultara satisfactoria desde todo punto de vista, es decir, respuestas que movilizaran todo mi ser y lo transformaran. Este es el trabajo de limpieza, al que los alquimistas llaman albedo, un período de blanqueado (cuyo símbolo se corresponde con el baustismo de agua cristiano) previo al de la rubedo, o sea, a aquel en que es el Sol interior el que irradia a través del pequeño sol que es nuestra consciencia (el símbolo del bautismo de fuego del evangelio de Juan). Uno de los trabajos de hércules, en su periplo de héroe, es precisamente la limpieza de los sucios establos. Esto parece simbolizar una primera etapa, en la que se limpian las inmundicias, en las que lo reprimido o no admitido por la consciencia se ha podrido en lo inconsciente.
Más allá de los temas concretos, allende la manifestación concreta de la barbarie, están esos conflictos familiares, esa herencia familiar inconsciente que albergamos y que nos vemos obligados a transformar, tanto para nuestro bien, para nuestra propia salud y bienestar, para nuestra propia realización personal, cuanto por el bien de nuestros familiares, de nuestros coetáneos y, según me parece, para el bien de los que nos sigan, de las generaciones venideras.
Cuando cursaba estudios en Ciencias Ambientales había un argumento ético que decía que había que cuidar el medio ambiente, había que modificar nuestras actitudes, no sólo por nuestro bien, por nuestra superviviencia en el planeta, sino, asimismo, por lo que legamos a las generaciones venideras. Son como los correlatos externo e interno del mismo meollo que a todos nos afecta; de la transformación de nuestras consciencias depende, no ya nuestro bienestar, sino, y esta es una responsabilidad de orden superior, el bienestar de las siguientes generaciones y, por consiguiente, la continuación de nuestra especie en este maravilloso mundo al que llamamos Tierra.
Es necesario trabajarse la des-identificación con los miembros familiares, con la línea de sangre, o sea, que la libido de parentesco ha de dirigirse hacia el centro que es, al tiempo, la Unidad con todo y con todos.
Jesús, como Shidarta seis siglos antes, abandonó todas sus comodidades y bienes materiales, sus querencias, así como a sus familiares, padres, hermanos, tíos, etc., para buscarse a Sí-Mismo, para llegar a ser Buda. Y, en la Biblia cristiana, leemos en Mateo X, 34-39 lo siguiente:
"No penséis que he venido para traer paz a la tierra. No he venido para traer paz, sino espada. Porque yo he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Y los enemigos de un hombre serán los de su propia casa. "El que ama a padre o a madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí. El que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la hallará."
Y, en Marcos III, 31-35 leemos:
"Entonces fueron su madre y sus hermanos, y quedándose fuera enviaron a llamarle. Mucha gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron:
-Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan afuera.
El respondiendo les dijo:
-¿Quién es mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo:
-He aquí mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre."
Lo que aquí se nos muestra es una des-identificación con los familiares. Los familiares, al final, son como cualquier otro miembro más de la familia humana. Con ello, logramos tomar consciencia del binomio Madre-Padre en nuestro propio interior, es decir, de los Padres espirituales o arquetípicos.
Por otro lado, el destino de cada cual es diferente. No es que desde un cierto nivel se piense que hay que romper con la familia, es que hay que romper con ella, en el sentido de des-identificarse con ellos. Uno no sabe lo que le depara el Destino, a priori, para con su familia. Lo que sí se sabe es que, como dice Jesús, quien escuche antes a sus familiares que a su Voz interior, ese no es digno de El. Y, la Voz interior, puede que sea contraria a las opiniones, a las espectativas y a los esquemas que la familia quiere que uno cumpla. Por eso digo que, ante todo, uno ha de permanecer libre y des-identificado. Así, al igual que sucede en no pocas ocasiones, algunas personas nos acompañan durante un cierto trayecto del camino, que es nuestra Vida, y, llegado a un punto de bifurcación, cada uno sigue senderos distintos. Uno no debe aferrarse a esa persona, sino dejar que cada uno continúe su propio destino. Y esto, por más que les cueste a algunos y a algunas, y por más que se nieguen a que les entre en sus molleras, también sucede en las relaciones de pareja. Como dice Jesús, aquel que hace la Voluntad de Dios, es familiar suyo. Por eso, aquellos que siguen el camino del descubrimiento de Si-Mismos, aquellos que hacen suya la máxima délfica "cónocete a tí mismo", esos son familiares míos. Si aquellos por cuyas venas corre la misma sangre siguen la voluntad divina, de un modo consciente, entonces serán mis hermanos.
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