En esta entrada comienzo a transcribir parte del contenido del curso que impartió Juan Martín Velasco en el CITES, el pasado fin de semana del 14 al 16 de febrero del 2014, basado en los apuntes tomados en su momento, reflexiones y ampliaciones posteriores.
Cuando nos referimos al fenómeno
místico parece que estamos cometiendo una contradicción en sus propios
términos, pues hablamos de aquello que aparece (fenómeno) de lo que es oculto
(místico).
Como nombre, el hecho místico
apareció en el siglo XVII. Como hecho histórico, el fenómeno místico puede
estudiarse desde muchos enfoques diferentes, algunos bastante defectuosos o
distorsionados, como por ejemplo aquellos estudios que solo se centran en los
efectos paranormales o gracias de oración. Estos efectos se obtienen como una
gracia, por lo que no dependen de la voluntad del sujeto. No se es místico
porque se presenten efectos paranormales, nos dirá Juan Martín Velasco, se es
místico porque se tiene un encuentro con el Misterio y el sujeto responde a ese encuentro con todo su ser. En este sentido, todo ser
humano es místico en potencia, en tanto que existe esa posibilidad de encuentro
con el Otro.
Tras la comparación de los muchos
fenómenos concomitantes a la mística encontramos una estructura común, es
decir, un conjunto de aspectos que se organizan de determinada manera. Algunos
de esos aspectos son los siguientes:
1. El lenguaje
y la escritura de los místicos tiene una forma peculiar. Todo cuanto
escriben y de lo que hablan está referido a una experiencia propia, no proviene
de los conocimientos que el místico haya adquirido.
a.
Lo característico de su lenguaje es que es simbólico.
Está sembrado de símbolos porque remiten a una experiencia que está más allá de
lo mundano. Producen símbolos a partir de una ruptura de nivel que les ha
llevado a un contacto con un Más Allá (el Misterio). Se trata de un proceso
anagógico en el sentido de que se produce una elevación de sí mismos, de un ir
más allá de lo ordinario. De ahí la utilización de palabras analógicas (que van
más allá de lo que dicen).
b.
El lenguaje
de los místicos está plagado de oxímoros,
de contradicciones o paradojas. Precisamente porque entran en contacto con
realidades que desafían el poder de expresión de la palabra y, por lo tanto,
necesitan de la coincidencia de los opuestos. Un ejemplo lo constituye el
propio Jung, quien en su libro rojo admite que el espíritu de las profundidades
le roba la palabra y le obliga a hablar en sus propios términos.
2. Fenómenos psicosomáticos o gracias de oración: Las visiones, los éxtasis, las levitaciones,
los ayunos místicos, los estigmas, etc. Algunos de estos fenómenos
han dado lugar a leyendas. Ciertos místicos no han ingerido alimentos en
bastante tiempo. Otros, como San José de
Cupertino, eran conocidos por sus levitaciones. Hasta el punto de que es el patrono
de los astronautas. Debemos evitar, en estos casos, el hablar de fraudes, así
como, también, de que sean estos fenómenos una muestra irrefutable de
misticismo. Jerónimo Gracián afirma que estos fenómenos dependen de la
intensidad de la experiencia y de la debilidad del cuerpo. De todos modos, lo
cierto es que no dependen de la voluntad del sujeto.
3. Los místicos suelen presentarse bajo formas
de vida especiales: Monacato, congregaciones, hermandades. No obstante, en mi opinión, son las
condiciones que propician el repliegue hacia el mundo interior las que
caracterizan a esas formas de vida. El libro "La hermandad de los iniciados" es un ejemplo de comunidad regentada por un Maestro y cuyo objetivo es la identidad con el Misterio.
4. Experiencias cumbre. Definidas como
episodios breves en los que el sujeto entra en contacto con experiencias de lo
Real, que normalmente no alcanza en la vida cotidiana. Así las definió el
psicólogo humanista A. Maslow, y Stanislav Grof las denomina experiencias no ordinarias de consciencia.
Estas experiencias se dan frecuentemente cuando el sujeto está en contacto con
la Naturaleza; también mediante la experiencia estética, como cuando se mira
una obra de arte o se escucha una música
sacra. El Nada Yoga,
por ejemplo, es un tipo de Yoga (unión)
basado en la música que reproduce el sonido o vibración original del universo. A
las experiencias cumbre Louis Roy las
denomina experiencias de trascendencia, y se caracterizan por:
a. La captación inmediata de una realidad
sobrenatural
b. Cierto sentido de contacto con una instancia
sobrenatural
c. Experiencia ontológica: Una experiencia del
Quién Soy (Lo que nos recuerda a Ramana Maharshi)
d. En la experiencia ética, sobre todo en las
relaciones interpersonales profundas, se puede vivir la mística. Cuando se
relaciona el sujeto con el otro como un otro insustituible, que reclama e
interpela, de modo que no se puede convertir al otro, que es un sujeto, en un
objeto (de deseo, de utilización, etc.)
Así, la
experiencia mística es una experiencia cumbre que se da en el mundo de lo
religioso y que se refiere a Dios. Esto transforma por completo la condición de
la experiencia, porque no puede ser objeto de experimentación, ni de
conocimiento científico racional. Puesto que se trata de realidades que no se
prestan a ser objetivas. Y es que la experiencia de Dios es un conocimiento que
no es conocimiento; es, más bien, un reconocimiento de Dios. Y este
conocimiento experiencial de Dios no depende de lo que otros digan; no se llega
a él a través de conceptos, ni de ideas; es un conocimiento que se produce por
contacto directo, inmediato y vivido. Por eso los místicos siempre se refieren
a la experiencia como muestra de validez de lo vivido; la realidad conocida es
el Misterio.
Por lo tanto,
después de una experiencia cumbre con el Misterio, dejamos de hablar de
experiencia y comenzamos a hablar de Dios o del Misterio.
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