Proseguimos en esta entrada con las reflexiones sobre el fenómeno místico. Recordemos que la fuente de estos ensayos son los apuntes del curso impartido por Juan Martín Velasco en la Universidad de la Mística de Ávila en el mes de febrero y las anotaciones y ampliaciones realizadas por un servidor.
Quizá sea la palabra Dios la más vapuleada y mancillada de toda la historia de la humanidad. En nombre de Dios se han cometido las mayores barbaridades que uno pueda imaginar: las Cruzadas, las Guerras Santas, la Santa Inquisición, etc. El propio Nietzsche afirmó que la palabra Dios había sido despojada de su significado convirtiéndose en un fósil.
Quizá sea la palabra Dios la más vapuleada y mancillada de toda la historia de la humanidad. En nombre de Dios se han cometido las mayores barbaridades que uno pueda imaginar: las Cruzadas, las Guerras Santas, la Santa Inquisición, etc. El propio Nietzsche afirmó que la palabra Dios había sido despojada de su significado convirtiéndose en un fósil.
Ahora bien, dado que esta es la
palabra con la que los hombres se han referido siempre a lo más elevado, no
puede sustituirse por otra, sino, más bien, es importante que recobre su
verdadero significado.
Para ello vamos a realizar una
síntesis de los elementos comunes a todas la religiones teístas cuando estas se
refieren a Dios, es decir, a lo primero y lo superior a todo.
1. Los
sujetos cuando hablan de Dios se refieren a algo absolutamente trascendente. Es
lo invisible, lo arcano o el Misterio.
2. Dios
es el totalmente Otro. Es el primero sin segundo, no el último de una cadena de
causas segundas. Se trata de lo distinto, de lo desconocido. San Agustín se
refiere a Él como el "muy otro", el totalmente otro; Dionisio el aeropagita lo denomina el "superincognoscible".
3. Por
cierto que la Trascendencia no significa lejanía. Se trata de un más allá tanto
horizontal, como vertical; es una realidad a la que el hombre solo puede llegar
yendo más allá de sí mismo, más allá de su propio pensamiento. La realidad de
Dios no puede ser objeto de ningún conocimiento.
4. Se
trata de la Trascendencia en lo más íntimo del sujeto. Cuando el sujeto llega
al fondo de sí mismo puede tener consciencia de su Atman, de modo que se de
cuenta de que Atman es Brahman. San Agustín lo expresa del
siguiente modo: Dios es más elevado que lo más elevado de sí mismo; más íntimo
que lo más íntimo de sí mismo. Hablamos, por tanto, de una voluntad que se
impone al hombre y al que este debe someterse (islam) o responder incondicionalmente. En el Islam se dice que Dios
está más próximo a uno mismo que su vena yugular.
5. Dios
es el Ser por excelencia, es decir, el mismo ser subsistente. No tiene ningún
ente por encima. En palabras de Henry Corbin en su libro "La paradoja del monoteísmo" (Pág. 19): "El teomonismo profesa pues no que el Ser divino es el único ente, sino el Uno-ser, y precisamente esta unidad del ser fundamenta y hace posible la multitud de epifanías, que son los entes. (...) El peligro inmanente ya en el primer momento de la paradoja del monoteísmo (o sea, una idolatría metafísica que tiene a Dios por el más alto de los entes) es hacer de Dios no el Acto puro de ser, el Uno-ser, sino un Ens, un ente, aunque esté infinitamente por encima de los demás entes..."
6. Dios
es el Misterio Santo (K. Ranher). Esta expresión se refiere a aquello de lo que no
se puede ver, ni saber; aquello que no puede convertirse en objeto de
conocimiento. Se trata del numen que fascina.
7. Dios
es la presencia de la más absoluta trascendencia en lo más íntimo del sujeto
(Juan Martín Velasco). Dios se hace presente y se da al hombre. Pero esta
presencia no la define la cercanía física, sino que es una presencia que
siempre está ahí, en lo más íntimo de uno mismo. Dios es el pronombre de todo
nombre.
8. La
ausencia de Dios moviliza de un modo eficaz la búsqueda hacia delante, pasando
por puertas que conducen hacia él. Al
profundizar en la experiencia de la fe, Dios se presenta como el que mira al
alma, de modo que quien mira y quien es mirado es el mismo Dios.
9. El
sujeto religioso, cuando llega a serlo, no sigue la vía de la demostración,
puesto que Dios no es un objeto. El ser humano que experimenta la presencia de
Dios se hace consciente de que él no viviría sin Dios. Esta presencia tiene dos
aspectos:
a.
Se trata de
una presencia inobjetiva. Es Dios quien me mira y, al mismo tiempo, es
Dios quien se mira a través de mí.
b.
Presencia no añadida. Ella está en el origen de
mí mismo. Se trata de una presencia originante, es decir, una presencia que me
hace ser continuamente (creación continua). Dios es siempre previo a lo que
podamos conocer de Él. De ahí que se trata de un reconocimiento de aquello que
nos hace sujetos. Esto es lo que hace que el hombre sea hombre (creado a imagen
y semejanza de Dios). Dios, al crear al hombre, lo crea sujeto que puede reconocer
o rechazar esta presencia, por lo que lo sitúa a su mismo nivel al darle la
libertad de elegir. De algún modo estamos llamados o convocados a esa
presencia, pero podemos elegir rechazarla. Por lo tanto, conocer a Dios es
reconocerle y reconocer su llamada a ser.
10. El
hombre es todo oídos frente a Dios. Se trata de una Presencia que invita a ser
conocido o reconocido pero no obliga a ello.
11. El
encuentro de esa presencia con nosotros sucede en el más profundo centro. Si la
vida está dedicada a lo más externo de la existencia no hay posibilidad de
encuentro en lo más profundo. Una vida extravertida supone una distracción de
uno mismo.
12. Toda
adicción impide el encuentro con Dios y el reconocimiento de la trascendencia.
Podemos entender la adicción como la identificación con cualquier objeto
externo o interno que no sea Él.
Por lo tanto, Dios es siempre
primero. Después, el individuo puede ponerse en contacto con Él y, entonces, se produce el Encuentro. Antonio Machado lo expresa de un modo muy bello
en Proverbios y Cantares, que dedica a José Ortega y Gasset:
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
Para dialogar
preguntad primero;
después... escuchar.
Todo narcisismo
es un vicio feo,
y ya viejo vicio.
Mas busca en tu espejo al otro
al otro que va contigo.
Entre el vivir y el soñar
hay una tercera cosa.
Adivínala.
Ese tu Narciso
ya no se ve en el espejo
porque es el espejo mismo.
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